Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte- vol.12
- número 46 - ISSN: 1577-0354
González Calvo, G. y
García López, D. (2012).
Ejercicio físico y radicales
libres, ¿es necesaria una suplementación
con antioxidantes? / Physical
activity and free radicals,
is a supplementation with
antioxidants necessary? Revista Internacional de Medicina y
Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 12 (46) pp. 369-388 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista46/artejercicio295.htm
PALABRAS CLAVE: Radicales libres, estrés oxidativo,
antioxidantes enzimáticos, antioxidantes no enzimáticos, suplementación,
ejercicio físico.
KEY WORDS: Free radicals,
oxidative stress, enzymatic antioxidants, non-enzymatic antioxidants,
supplementation, physical activity.
1. INTRODUCCIÓN
Se puede definir a los radicales libres como moléculas o
fragmentos moleculares que contienen uno o más electrones desapareados en sus
átomos u orbitales moleculares (Halliwell y Gutteridge, 1999). Estos electrones
desapareados normalmente proporcionan un considerable grado de reactividad a la
molécula.
Son los radicales derivados del oxígeno los que
representan la mayoría de las especies radicales que se generan en los seres
vivos (Miller et al., 1990). Ejemplos de estas sustancias son el anión
superóxido, el radical hidroxilo o el peróxido de hidrógeno, entre otros. Pero
no sólo las especies reactivas del oxígeno son las causantes del estrés
oxidativo en el organismo. También ejercen un importante papel las especies
reactivas del nitrógeno, que son las causantes del llamado estrés nitrosativo,
y entre ellas destacan el óxido nítrico y el peroxinitrito generado por la
reacción del óxido nítrico con el radical superóxido.
A pesar de que se tiende a enfatizar la peligrosidad de
estas especies para los seres vivos, lo cierto es que forman parte de los
procesos básicos de la vida como son la diferenciación, proliferación o
limitación del crecimiento celular y apoptosis (Ghosh et al., 1996) y la
defensa contra microorganismos patógenos mediante el “estallido de oxígeno” (Bae et al., 1997; Lee et al., 1998).
Cuando los radicales libres generados sobrepasan la
capacidad de los sistemas antioxidantes del organismo, se llega a una situación
de estrés oxidativo, el cuál puede derivar en una serie de alteraciones
celulares causantes de diversas patologías e incluso conducir a un
envejecimiento prematuro. El término de estrés oxidativo fue definido por Sies
(1986) como “una alteración del balance
entre los agentes oxidantes y antioxidantes de la célula, a favor de los
primeros”.
El estrés oxidativo es resultado inevitable de la vida en
un medio rico en oxígeno. Para los organismos aeróbicos, el oxígeno es
fundamental para su existencia, a pesar de resultar dañino. Es lo que se ha
dado en llamar la “paradoja del oxígeno”
(Jenkins, 2000).
2. OBJETIVOS
2.1. General
Conocer las
variables determinantes del estrés y daño asociados a un programa de ejercicio
físico y su relación con la suplementación alimenticia.
2.2. Específicos
1.
Comprender
la relación entre ejercicio físico, estrés oxidativo y suplementación.
2.
Valorar
el daño oxidativo que determinadas recomendaciones de suplementación
alimenticia físico pueden tener en determinadas poblaciones, para poder ser
prescrito y supervisado por profesionales adecuados.
3.
Determinar
los marcadores más habituales de daño oxidativo en los diferentes tejidos
corporales a consecuencia de la práctica deportiva.
3 METODOLOGÍA
En el presente estudio se ha llevado a cabo un diseño de
investigación establecido según los parámetros de una revisión sistemática
(Benito et al., 2007).
La selección de los artículos que forman parte de la
presente revisión fueron consultados de las bases de
datos PubMed, EMBASE, MedLine, Web of Science, Dialnet, Teseo, DoCuMed, SportDiscus, y el diccionario de Descriptores en Ciencias de la
Salud DeCS.
Mención aparte merecen las bases de
datos de revisiones sistemáticas, que se erigieron en uno de los pilares
fundamentales y en una herramienta imprescindible en la elaboración del
trabajo. Dentro de éstas, cabe destacar la base de datos de Cochrane, que proporcionó una
información en castellano orientada a la toma de decisiones clínicas, al mismo
tiempo que nos ofreció la posibilidad de acceder a evidencias científicas no
publicadas pero sí de gran importancia (Argimon y Jiménez, 2005). Por otra
parte, dentro de la base de datos Cochrane,
las que se emplearon en mayor medida fueron Cochrane
Database of Systematic Reviews, donde consultamos revisiones sistemáticas
que sintetizan el estado actual de la temática abordada; DARE (del inglés Database of
Abstracts of Reviews of Effectiveness), muy útil al ofrecernos la
posibilidad de consultar resúmenes estructurados en los que se incluyen los
métodos de revisión, resultados y conclusiones, al tiempo que presenta un
comentario crítico sobre la revisión; y Cochrane
Methodology Register, donde se incluyen referencias de artículos acerca de
aspectos metodológicos relacionados con las revisiones sistemáticas.
De forma general, se siguieron los siguientes pasos en la
redacción de la revisión bibliográfica (Thomas y Nelson, 2007):
1. Consulta de las fuentes secundarias
(como enciclopedias y revisiones de investigación), esto es, las fuentes de
datos en las que un autor ha evaluado y resumido investigaciones previas.
2. Determinación de los descriptores, es
decir, los términos de búsqueda que ayudan a localizar fuentes pertenecientes a
un tema. En nuestro caso, los descriptores fueron “oxidative stress”, “antioxidation mechanisms”, “free
radical oxidative stress”, “oxidative
stress exercise and antioxidant supplementation”, “lipid peroxidation AND antioxidant supplementation”, “oxidative stress
AND exercise”, “oxidative stress AND maximal
exercise”, “free radicals AND exercise”.
3. Búsqueda de las fuentes preliminares y
de las fuentes primarias.
4. Lectura, registro y categorización de
la literatura.
5. Redacción de la revisión
bibliográfica.
En la selección de los artículos
seguimos una serie de criterios de validez, entre los que destacan los
siguientes: 1) que existiera una homogeneidad en cuanto a la problemática
abordada; 2) que el artículo hubiera sido publicado en una revista con índice
de impacto; 3) que tuviera una antigüedad inferior a diez años, salvo en el
caso de tratarse de artículos científicos considerados clásicos dentro de la
materia de investigación; 4) que valoraran adecuadamente el estado del problema
objeto de estudio; 5) que indicaran el modo de hacer frente al problema, esto
es, las medidas llevadas a cabo para su cuantificación y tratamiento; 6) que se
ofrezcan resultados con un alto nivel de robustez.
4. EJERCICIO FÍSICO Y
ESTRÉS OXIDATIVO
Se sabe que la práctica regular y sistemática de
ejercicio físico está asociada con múltiples bondades sobre el organismo
(aumento del tono muscular, pérdida de peso, mejoría funcional del aparato
cardiovascular, aumento del metabolismo energético y de las defensas
antioxidantes, aumento de la fuerza y de la resistencia y disminución de la
osteoporosis, entre otros). Por este motivo, cada día son más las campañas
divulgativas institucionales sobre la necesidad de adoptar estilos de vida
saludables, animando a la población a realizar ejercicio. Sin embargo, no
podemos obviar que existe también considerable evidencia de que, durante su
práctica, aumenta la producción de radicales libres que producen daño oxidativo
en el tejido muscular, hígado, sangre y, posiblemente, en otras estructuras
(Jenkins, 1988; Sjodin et al., 1990; Davies, 1999). Desde hace más de una
década, se ha incrementado sustancialmente el interés en este tópico, así como
en los efectos que tienen las distintas terapias antioxidantes (Ji, 1995; Sen
et al., 1994). De forma general, se acepta que sesiones aisladas de ejercicio
incrementan el daño oxidativo al organismo, y el ejercicio realizado de forma
regular y sistemática lo reduce (Gómez-Cabrera et al., 2008), mientras que el
ejercicio excesivo y el sobreentrenamiento conducen a un estado de estrés
oxidativo (Radák, 2008).
La
primera hipótesis empleada para tratar de avalar un incremento del estrés
oxidativo a partir de la práctica de ejercicio físico es el incremento del
metabolismo asociado a dicha actividad mediante la fosforilación oxidativa que
se produce en la cadena respiratoria mitocondrial como consecuencia de la
actividad de sistemas enzimáticos, tales como la xantina
deshidrogenasa/oxidasa, la NADH/NADPH oxidasa, las lipoxigenasas, las
ciclooxigenasas y las sintasas del óxido nítrico (Páramo et al., 2001), y por
el incremento del consumo de oxígeno para satisfacer la demanda que supone la
actividad muscular (Caillaud et al., 1999). No
obstante, el grupo de Britton Chance (1979, en Gómez-Cabrera et al., 2008)
reveló que, aproximadamente el 2% del oxígeno utilizado por la mitocondria es
convertido a radicales libres solamente cuando la mitocondria está en estado de
reposo; sin embargo, cuando la mitocondria está en estado activo, produciendo
ATP desde el ADP, la proporción de oxígeno convertido a radicales libres es un
décimo de la encontrada en el estado de reposo. Con estos cálculos en mente, el
papel de la mitocondria en la formación de radicales libres durante el
ejercicio debería reconsiderarse. Así, entre las posibles fuentes de
producción de radicales libres durante el ejercicio, se pueden citar las
siguientes (Pradas, 2007):
1. Un "escape" de electrones,
en la cadena mitocondrial de transporte de electrones con producción de anión
superóxido (O2•-) (Boveris y Chance, 1973;
Boveris y Cadenas, 1975; Cadenas et al., 1977; Sjodin et al., 1990).
2. El fenómeno de isquemia-reperfusión,
con la conocida producción de radicales libres que la acompaña (Bloomer
et al., 2010; Kellog y Fridovich, 1975; Wolbarsht y Fridovich, 1989).
3. La autooxidación de catecolaminas,
cuyos niveles suelen estar aumentados durante el ejercicio (Kan et
al., 1999; Singh, 1999).
Durante la actividad física, aún en individuos
entrenados, se incrementa notablemente la producción de radicales libres y, por lo tanto, es mayor el requerimiento de
mecanismos de defensa antioxidante. Algunas de las defensas antioxidantes se
adecuan con el entrenamiento, pero pueden ser superadas cuando se excede el
nivel de ejercicio al cuál se han adaptado, generando una situación de estrés
oxidativo. El daño oxidativo va a depender no sólo de la agresividad química
del propio oxidante, sino también de la cantidad de éste y del tiempo de
exposición, así como del tipo de tejido que sufra el efecto y de la eficacia de
las defensas antioxidantes disponibles (Sies, 1991).
Ya
en 1978 se demostró por primera vez que el ejercicio físico podía conducir a un
incremento en la peroxidación lipídica. Dillard et al. (1978, en de Dios, 2008) observaron un aumento de 1,8 veces en el
nivel de pentano exhalado, un subproducto de la peroxidación lipídica, después
de realizar un ejercicio consistente en sesenta minutos de pedaleo. Desde
entonces se han acumulado crecientes evidencias que sostienen la hipótesis de
que la actividad física tiene la capacidad de aumentar la producción de
radicales libres y conducir al estrés oxidativo.
Asimismo,
el estrés oxidativo juega un papel fundamental en la progresión del daño
producido en la fibra muscular una vez se ha producido el daño inicial cuando
el ejercicio físico ha tenido un carácter predominantemente excéntrico
(García-López et al., 2007).
Los deportistas que, regularmente, se someten a
ejercicios físicos extenuantes, a lo largo de los años pueden acumular
productos de daño molecular especialmente en músculo esquelético, hueso,
cartílago, hígado e inflamación generalizada. Por ello, la utilización de
sustancias antioxidantes, que disminuyan dicha acumulación, podría contribuir a
mejorar la salud a largo plazo de los atletas; de ahí la importancia de
desarrollar estrategias que permitan no sólo mejorar su rendimiento, sino también
prevenir sus lesiones.
5. MARCADORES DE DAÑO
OXIDATIVO COMO CONSECUENCIA DE LA PRÁCTICA DEPORTIVA
Si
el ejercicio aumenta la producción de radicales libres, parece lógico que este
aumento pueda evidenciarse de una manera u otra. Medir la producción de
radicales libres directamente es una tarea muy compleja, principalmente, por la
corta vida de éstos. Para paliar este inconveniente, existe una serie de
marcadores que posibilitan determinar, ya sea directa o indirectamente, el daño
que las especies radicales provocan en el organismo. De este modo, se puede
valorar el daño producido sobre los lípidos (peroxidación lipídica)
determinando los niveles de malondialdehído, de 4-hidroxinonenal o de
8-isoprostanos; el daño provocado sobre las proteínas, cuantificando la
concentración de grupos carbonilos; o el daño que ha sufrido el ADN, valorando
la concentración de 8-hidroxiguanosina.
Todas
estas determinaciones pueden llevarse a cabo en muestras de sangre entera, en
plasma, suero sanguíneo y/u orina, mediante técnicas bioquímicas como
espectrofotometría, cromatografía, etc.
A
continuación se detallan los principales marcadores de estrés oxidativo en
seres humanos:
5.1. Proteínas
Las proteínas son moléculas objetivo de los efectos de
los radicales libres, pudiendo ocasionar una disminución en la función de las
mismas. El contenido de proteínas carboniladas, generadas por una ruptura y
oxidación de la cadena polipeptídica principal o por una oxidación de las
cadenas laterales en determinados aminoácidos (como arginina, lisina, prolina y
treonina, entre otros) es utilizado como marcador de estrés oxidativo (Lopaczynski
y Zeisel, 2002). Los datos existentes son algo contradictorios respecto a las
alteraciones en los niveles de proteínas carboniladas respecto al ejercicio
físico. A pesar de que algunos autores han observado un aumento de estos
niveles bajo condiciones de entrenamiento regulares (Radák et al.,
1999; Radák et al., 2003), otros en cambio no encuentran variaciones
significativas (Bloomer et al., 2006).
5.2. Peroxidación lipídica
Entre las
medidas de cuantificación de peroxidación lipídica se incluyen el pentano espirado,
el malondialdehído, los hidroperóxidos lipídicos, los isoprostanos y los dienos
conjugados (Urso y Clarkson, 2003). La
mayoría de los estudios emplean la medición de malondialdehído como marcador de
estrés oxidativo impuesto por el ejercicio físico. Cuando se forman los
radicales libres, éstos pueden atacar a los ácidos grasos poliinsaturados de
las membranas celulares, conduciendo a una serie de reacciones químicas en
cadena llamadas peroxidación lipídica; estos ácidos grasos, al romperse, forman
gases hidrocarbonatos (tales como etano o pentano) y aldehídos (por ejemplo, malondialdehído)
(Ghosh, 1996).
Como ya se ha
comentado anteriormente, Dillard et al. (1978) demostraron que la concentración
de pentano exhalado se incrementa después de realizar un ejercicio de larga
duración. Este descubrimiento fue confirmado por numerosos investigadores,
incluyendo un estudio de Kanter et al. (1993), quienes concluyeron que los
niveles de pentano exhalado se incrementaron de forma proporcional a la carga
de trabajo durante un ejercicio sobre bicicleta llevado a cabo en humanos. No
obstante, la validez de uso de los hidrocarbonos como marcadores de
peroxidación lipídica in vivo
necesitaba ser confirmada. Así, se supo que el contenido de malondialdehído
durante el ejercicio se incrementaba en varios tejidos, y se comprobó que la
magnitud de la peroxidación lipídica parecía estar estrechamente vinculada con
la intensidad del ejercicio practicado (Alessio, 1993).
5.3. Ácidos nucleicos
Los
ácidos nucleicos también pueden ser atacados por los radicales libres. La
citotoxicidad de estas especies químicas, en buena parte, es consecuencia de
las alteraciones cromosómicas producidas por las modificaciones químicas que
sufren las bases y los azúcares del ADN al reaccionar con los radicales libres,
especialmente con el radical hidroxilo, con consecuencias similares a las de
los agentes carcinógenos.
Se ha demostrado
que la excreción urinaria de 8-hidroxy-deoxyguanosina se incrementa después del
ejercicio (Okamura et al., 1997), lo que se considera una medición de oxidación
en las bases del ADN como respuesta al ataque de los radicales libres (Han et
al., 2000, en Urso y Clarkson, 2003).
Se han
empleado varias técnicas para evaluar la 8-hidroxy-deoxyguanosina, entre las
que se incluyen HPLC (cromatografía líquida de alta eficacia, de acuerdo con
sus siglas en inglés), GCMS (cromatografía de gases acoplada a espectómetro de
masas) así como ensayos enzimáticos (Han et al., 2000, en Urso y Clarkson,
2003).
Okamura
et al. (1997) examinaron los cambios en la excreción urinaria de
8-hidroxy-deoxyguanosina en corredores de larga distancia que participaron en
un entrenamiento de ocho días. Las medidas en orina a las 24 horas mostraban un
incremento significativo desde el día de pre-entrenamiento hasta el octavo día
de entrenamiento. Por el contrario, corredores entrenados y sujetos sedentarios
que llevaron a cabo el ejercicio físico una única vez sobre tapiz rodante no
mostraron niveles elevados de 8-hidroxy-deoxyguanosina inmediatamente después
del ejercicio, lo que sugiere que es necesario someterse a sesiones repetidas
de ejercicio de resistencia para que se acumulen productos de oxidación en el
ADN (Cuevas et al., 2005).
5.4. Glutation
El glutation es un antioxidante que se emplea
como medida de estrés oxidativo. Así, la ratio glutation oxidado/glutation
reducido disminuye bajo condiciones oxidativas (Urso y Clarkson, 2003). Los
métodos de detección incluyen HPLC y técnicas espectrofotométricas.
Varios estudios han concluido que la tasa a
que hacíamos referencia anteriormente, disminuye como respuesta al ejercicio
(Laaksonen et al., 1999; Sen, 1999). Así, por ejemplo, Laaksonen et al. (1999)
encontraron que el glutation oxidado se incrementó un 50% después de pedalear
durante 40 minutos al 60% del consumo máximo de oxígeno. Ji et al. (1993)
examinaron el mecanismo de cambio en glutation en sangre como respuesta al
ejercicio, encontrando que la ratio glutation oxidado/glutation reducido así
como el glutation total se incrementaron como consecuencia de un ejercicio
consistente en pedalear desde el 70% del consumo máximo de oxígeno hasta el
agotamiento.
5.5. Homocisteína
A pesar de que
la homocisteína, un aminoácido sulfurado derivado del metabolismo de la
metionina, no es un marcador directo del estrés oxidativo inducido por el
ejercicio, la incluimos aquí porque existen concluyentes evidencias de que la
práctica de actividad físico incrementa los niveles de ésta (Herrmann et al.,
2003; Real et al., 2005; McAnulty et al., 2005)
La homocisteína
plasmática total es un factor de riesgo cardiovascular, incluyendo
arteriosclerosis, enfermedad arterial coronaria, enfermedad cerebrovascular e
infarto de miocardio (Herrmann, 2005). Estudios previos muestran que
la homocisteína contribuye a la patogénesis de la arterioesclerosis, provocando
disfunción endotelial y promoviendo el crecimiento de las células vasculares
del músculo liso,
patología que forma parte del proceso aterogénico. Se piensa
que estos efectos adversos son debidos a su estrecha relación con el proceso de
oxidación celular. Así, la homocisteína genera especies reactivas de oxígeno (superóxidos y peróxido de hidrógeno)
que, a su vez, provocan lesiones en los endotelios de los vasos arteriales, al
mismo tiempo que disminuyen la biodisponibilidad de óxido nítrico endotelial. El óxido nítrico, por su parte, desempeña un importante papel en la
regulación del tono vascular basal, y se piensa que un aumento en la producción
de éste está relacionada con el descenso de la presión
sanguínea observada en la realización de ejercicio de manera regular, actuando
como mecanismo de adaptación (Poveda et al., 1997).
6. MECANISMOS PROTECTORES
ANTE EL DAÑO OXIDATIVO. ¿SON NECESARIOS LOS SUPLEMENTOS ANTIOXIDANTES?
Puesto que resulta imposible prevenir la producción in vivo de todos los radicales libres,
parece normal que los organismos hayan desarrollado una amplia variedad de defensas
antioxidantes. Se define el término antioxidante como
“cualquier sustancia que retrasa,
previene o elimina el daño oxidativo provocado en una molécula diana”
(Halliwell y Gutteridge, 2007).
La exposición a radicales libres conduce a
los organismos a desarrollar una serie de mecanismos de defensa antioxidante
(Cadenas, 1997). No existe un antioxidante mejor o peor que los demás, sino que
el rango depende de la naturaleza del daño oxidativo.
Los mecanismos de defensa contra el estrés
oxidativo provocado por los radicales libres suponen, en términos generales:
(i) mecanismos preventivos, (ii) mecanismos reparadores, (iii) defensas
físicas, y (iv) defensas antioxidantes. Las defensas antioxidantes, a su vez,
pueden clasificarse, en términos generales, en enzimáticas, no enzimáticas y
plasmáticas.
Las defensas enzimáticas incluyen la
superóxido dismutasa, glutatión peroxidasa y la catalasa. Los antioxidantes no
enzimáticos son el ácido ascórbico (vitamina C), tocoferol (vitamina E), glutatión (GSH), flavonoides,
ácido úrico y otros antioxidantes.
Además, una sesión de ejercicio físico realizado a una
intensidad de carácter ligero a moderado ha demostrado estimular la actividad
de las enzimas antioxidantes, lo que podría considerarse como un mecanismo
defensivo de las células sobre el estrés oxidativo. Por esta razón, el
ejercicio físico de moderada intensidad podría considerarse, en sí mismo, como
un agente antioxidante.
6.1. Antioxidantes enzimáticos
La superóxido dismutasa (SOD) es una enzima
que solamente actúa en organismos aeróbicos. Es la encargada de catalizar la
dismutación del anión superóxido a oxígeno y peróxido de hidrógeno, a través de
la siguiente reacción:
2O2-
+ 2H+ à
H2O2 + O2
En
humanos existen tres tipos de superóxido dismutasa: Cu/Zn-SOD, en el citosol
celular; Mn-SOD, en la mitocondria; y SOD extracelular.
La
catalasa, por su parte, se encuentra en los peroxisomas, siendo la enzima
encargada de reducir el peróxido de hidrógeno a agua y oxígeno:
2H2O2
à O2
+ 2H2O
Pero
el principal sistema de protección antioxidante endógeno viene dado por la
enzima glutation peroxidasa, que se encuentra en mitocondrias y citosol. Esta
enzima cataliza la reducción del peróxido de hidrógeno, empleando como agente
reductor al glutatión reducido, en base a las siguientes reacciones:
ROOH
+ 2GSH àGSSG +
ROH + H2O
H2O2
+ 2GSH àGSSG + 2 H2O
Proteína-S-S-R
+ 2GSH à
Proteína-SH + GSSG + HS-R
Puesto
que el interés de nuestra revisión se centra en el papel de la suplementación
administrada de forma exógena, no profundizaremos más en los sistemas de
protección antioxidante enzimáticos.
6.2.
Antioxidantes no enzimáticos
6.1.1.
Vitamina C (ácido ascórbico)
Los efectos antioxidantes de la vitamina C (ácido
ascórbico) han sido considerados como beneficiosos en muchas enfermedades
humanas, como arterioesclerosis, cáncer y cataratas. No obstante, se ha
sugerido que, bajo ciertas condiciones, la vitamina C podría actuar como
pro-oxidante, debido a la alta reactividad de ésta con los metales de
transición, tales como el hierro. Los resultados de un estudio llevado a cabo
por Childs et al. (2001) indican que la suplementación con vitamina C, después
de una inflamación severa y aguda provocada por un ejercicio de carácter excéntrico,
incrementa el estrés oxidativo y los niveles de daño celular por encima de los
niveles provocados solamente por la lesión sin tomar suplementación. Al parecer, son los incrementos en los
metales libres, debidos a la ingesta de suplementos, y la activación celular en
la producción de peróxidos, los responsables de estos elevados niveles de
estrés oxidativo y de daño muscular en los sujetos que reciben suplementación.
Un estudio llevado a cabo por Reid et al.
(1993) concluyó que la administración de suplementos de vitamina C en ratas por
encima de sus necesidades dietéticas conducía a una disminución en su consumo
máximo de oxígeno y en la capacidad de correr asociadas al entrenamiento, lo
que suponen malas adaptaciones al ejercicio físico. En el lado contrario se
sitúa el estudio de Ashton et al. (2003), realizado sobre diez estudiantes de
Educación Física de entre 18 y 30 años a los que se les suministraron 1000 mg
de ácido ascórbico dos horas antes de la realización del protocolo de ejercicio
físico. Los resultados demostraron que la administración del suplemento de
vitamina C disminuyó de forma significativa la peroxidación lipídica de las
membranas celulares y el nivel de nitritos, aunque condujo a un incremento
significativo del radical derivado del ácido ascórbico.
6.1.2.
Vitamina E (α-tocoferol)
La vitamina E es una vitamina liposoluble antioxidante
esencial para el correcto funcionamiento de las células, y uno de los
suplementos vitamínicos sobre el que más documentación se ha reportado.
La interrelación entre ejercicio físico, suplementación
antioxidante con α-tocoferol, estrés oxidativo y niveles plasmáticos de homocisteína
no están claros. McAnulty et al. (2005) propusieron la hipótesis de que la
suplementación con vitamina E podría reducir el nivel plasmático de homocisteína
y los marcadores de estrés oxidativo en comparación con el grupo placebo. Este
estudio indica que una prolongada suplementación con α-tocoferol no afecta
a las concentraciones plasmáticas de homocisteína en atletas altamente
entrenados durante el ejercicio exhaustivo. De la misma manera, la
suplementación con vitamina E no tuvo ningún efecto sobre el rendimiento
deportivo de los atletas (no hubo diferencias en el tiempo de carrera entre el
grupo de suplementación y el grupo control).
Parecidas conclusiones se extraen del estudio de Wright
et al. (1998), en el que la suplementación durante dos meses con
α-tocoferol en triatletas no mostró efecto alguno tras hacer ejercicio
exhaustivo (Wright et al., 1998).
Por otro lado, un estudio efectuado por Aoi et al. (2004)
sometió a dos grupos de ratas (subdivididos, a su vez,
en otros dos grupos: uno sedentario con dieta normal, uno sedentario que sigue
una dieta rica en α-tocoferol, uno sometido a ejercicio físico regular con
dieta normal, y uno sometido a ejercicio físico que sigue una dieta rica en
α-tocoferol) para determinar si la suplementación con vitamina E
resultaría beneficiosa como protector antioxidante. La dieta normal consistía
en una administración de 20 mg/kg de peso de α-tocoferol, mientras que la
dieta rica alcanzaba los 500 mg/kg de peso. Tras someter a ambos grupos a una
prueba de esfuerzo consistente en correr a una velocidad de 25 metros/minuto
durante 60 minutos, se extrajo tejido muscular del gastrocnemio, concluyendo
que el daño oxidativo provocado por el ejercicio agudo provocaba lesiones en el
músculo tanto en ratas entrenadas como sedentarias, si bien una dieta alta en
α-tocoferol minimiza el daño. Estos resultados indican que el daño
muscular de aparición tardía está relacionado con las especies reactivas de
oxígeno mediante la inflamación que acontece por la infiltración de fagotitos,
y el α-tocoferol parece atenuar dicho proceso
inflamatorio.
A este respecto del proceso inflamatorio asociado al ejercicio,
señalar el estudio de Mastaloudis et al. (2004). Para determinar si 6 semanas de suplementación con
vitaminas E y C podrían aliviar la peroxidación lipídica y la inflamación
inducidas por el ejercicio, se estudiaron 22 corredores durante una prueba de
resistencia aeróbica de 50 kilómetros. Los sujetos fueron asignados
aleatoriamente a uno de dos grupos: grupo placebo o grupo antioxidantes
(tomaban 1000 miligramos de vitamina C y 300 miligramos de tocoferol acetato).
Con suplementación, los niveles plasmáticos de tocoferol y ácido ascórbico se
incrementaron en el grupo de antioxidantes, pero no en el grupo placebo. Los
marcadores de inflamación se incrementaron dramáticamente en respuesta a la
carrera independientemente del grupo de tratamiento. Así, cabe concluir que la
suplementación previno la peroxidación lipídica inducida por el ejercicio de
resistencia aeróbica (disminución en la cantidad de F2-isoprostanos), pero no
tuvo efecto en los marcadores inflamatorios.
6.1.3. Ácido
úrico
El ácido úrico
es el producto final del metabolismo de las purinas en humanos, y se encuentra
en la sangre en forma de urato monosódico.
Está
considerado un potente antioxidante extracelular, debido a que elimina
radicales solubles en agua tales como ácido hipocloroso, peroxinitrito y oxigeno
singlete (Howell y Wyngaarden, 1960; Ames et al., 1981; Maples y Mason, 1988).
Algunos
estudios demuestran que el ácido úrico representa una gran parte (más del 50%)
de la capacidad antioxidante plasmática (Wayner et al., 1987). Así,
el ácido úrico ayuda a proteger las membranas celulares, los eritrocitos, el
ácido hialurónico y el ADN de la oxidación por radicales libres.
Otra propiedad
antioxidante importante del ácido úrico es su acción protectora de la vitamina
C (Wayner et al., 1987), debido a su capacidad para formar complejos estables
con iones de hierro.
El ejercicio
físico intenso incrementa la concentración plasmática de ácido úrico,
difundiendo éste a los músculos para protegerlos de la oxidación por acción de
los radicales libres. Por este motivo, se puede considerar al ácido úrico como
uno de los antioxidantes más importantes en plasma y músculo. En todo caso, no
existen publicaciones, a día de hoy, que indiquen si la administración exógena
de ácido úrico podría tener efectos beneficiosos sobre el daño oxidativo
inducido por el ejercicio físico.
6.2.
Otros agentes antioxidantes
6.2.1. Aguas sulfuradas
Las aguas sulfuradas son las que poseen mayor un número
de indicaciones terapéuticas, debido fundamentalmente a que el contenido de
azufre que aportan al organismo se absorbe prácticamente por completo por todas
las vías de balneación. Entre las muchas propiedades terapéuticas del agua
sulfurada, hay cuatro que son exclusivas dentro del conjunto de las aguas
mineromedicinales: propiedad hematopoyética, propiedad detoxificante hepática,
propiedad antioxidante y revitalizante.
Se ha demostrado, en personas mayores que acudieron a
balnearios, los efectos beneficiosos del tratamiento con aguas
mineromedicinales sulfuradas (Hernández-Torres et al., 1999; 2004) y
bicarbonatadas sulfatadas (Ramón et al., 2006) constatando, del mismo modo, el
descenso en la eliminación urinaria de malondialdehído, uno de los productos
finales de la peroxidación lipídica.
Aunque la bibliografía existente sobre las propiedades
antioxidantes del agua sulfurada es bastante limitada, el estudio de Hernández
et al. (2004) sugieren que los niveles de malondialdehído disminuyen a medida
que los individuos del estudio siguen un tratamiento a largo plazo consistente
en la toma de aguas sulfuradas.
Son necesarios posteriores estudios que determinen si el
tratamiento con aguas sulfuradas en personas deportistas puede no sólo mejorar
su rendimiento, sino fundamentalmente prevenir el daño oxidativo que se origina
como consecuencia de la práctica regular y sistemática de ejercicio físico.
6.2.2.
Flavonoides
Los flavonoides, un gran grupo de metabolitos
secundarios de las plantas, son compuestos fenólicos que se encuentran en
vegetales, semillas, frutas y en ciertas bebidas como el vino y la cerveza.
Forman parte natural de nuestra dieta, y actualmente tienen un interés
creciente para la medicina alternativa, pues se les atribuye varias propiedades
beneficiosas, entre las que se incluyen efectos antioxidantes,
antiinflamatorios y anticancerígenos (Galati y O´Brien, 2004; Dorta et al.,
2008).
El mayor flavonoide occidental en la dieta y
el que mayor capacidad antioxidante posee es la quercitina (Duthie et al.,
2003). De acuerdo con varias investigaciones, las personas que siguen una dieta
rica en flavonoides tienen hasta un 60% menos de probabilidades de padecer
enfermedades cardiovasculares (Hertog et a., 1996; Geleijnse et al., 2002).
Otras investigaciones, en cambio, demuestran que los fenoles de la
dieta actúan como sustancias pro-oxidantes en aquellos sistemas que contienen
metales como cobre o hierro, pues en presencia de oxígeno dichos metales
catalizan el ciclo de oxidación-reducción de éstos, lo que conduce a la
formación de especies reactivas de oxígeno y de radicales fenoxilo que podrían
ocasionar daños en ADN, membranas lipídicas y otras moléculas biológicas
(Decker, 1997; Yamanaka et al., 1997), lo que puede explicar la base de sus
acciones mutagénicas y citotóxicas (Hodnick et al., 1988). Ahora bien, debe
señalarse que dichas acciones únicamente parecen producirse cuando la dosis
ingerida de flavonoides es muy alta (Da Silva et al., 2002), por lo que dosis
normales, entre 20 y 26 mg/día (Rimm et al., 1996) de frutas y verduras
(cebollas, manzanas, naranjas y uvas son ricas en flavonoides), así como
infusiones de te verde o te negro, son sin duda una buena e imprescindible
elección en la dieta del deportista. No obstante, el hábito de suplementarse
con este tipo de nutrientes, particularmente a través de fórmulas antioxidantes
y mezclas herbales que se recomiendan frecuentemente en dosis de gramos más que
de miligramos, podría resultar en una exposición a niveles potencialmente
tóxicos (Skibola, 2000),
por lo que desaconsejamos su empleo.
6.2.3.
Ginkgo biloba
El extracto de Ginkgo biloba ha demostrado
ser efectivo en el tratamiento de enfermedades relacionadas con el estrés
oxidativo, y se emplea comúnmente para tratar enfermedades arteriales e
insuficiencia cerebral (DeFeudis, 1988). El extracto contiene,
fundamentalmente, dos tipos de constituyentes: flavonoides y terpenoides (DeFeudis,
1988).
Boveris et al. (2007) estudiaron el efecto de la suplementación
con Ginkgo biloba en la peroxidación lipídica de membranas microsomales en
ratas. Así, los animales tratados mostraron un contenido significativamente
menor de radicales lipídicos y de TBARS (un marcador de peroxidación lipídica)
después de la exposición a estrés oxidativo tanto in vivo como in vitro. De
acuerdo con estos datos, parece que el extracto de Ginkgo biloba es capaz de
limitar la peroxidación lipídica y proteger a las membranas celulares del daño
oxidativo.
El equipo de Wang et al. (2007), por su parte, analizó si el
ejercicio físico combinado con suplementación a base de Ginkgo biloba sería más
beneficioso que el ejercicio por sí solo en pacientes con enfermedades
arteriales periféricas. Al parecer, la suplementación de Ginkgo biloba asociada
al ejercicio físico no provoca mayores mejoras que el ejercicio por sí mismo,
al menos en el tratamiento de este tipo de enfermedades.
7. CONCLUSIONES
Si
bien es cierto que existen numerosos informes y estudios acerca del aumento del
rendimiento físico a partir de tratamientos con agentes antioxidantes,
previniendo el daño ocasionado por los radicales libres, los resultados de la
suplementación con este tipo de sustancias deben establecerse a largo plazo,
dejando clara su intervención en la disminución del deterioro del rendimiento
corporal provocado por el proceso normal de envejecimiento, así como en el
incremento de los beneficios derivados de la práctica física regular tanto en
atletas como en personas físicamente activas.
Preguntas tales como ¿cuánta suplementación es
demasiada?, ¿una ingesta elevada en antioxidantes puede bloquear total o
parcialmente los efectos positivos que tienen los radicales libres sobre el
organismo?, ¿una dieta alta en carbohidratos incrementa las necesidades de
antioxidantes?, ¿una ingesta elevada de grasas poliinsaturadas, o una ingesta
de hierro o cobre afectan las necesidades de antioxidantes? Los resultados de
los estudios no son consistentes, en parte debido a los diferentes niveles de
entrenamiento de los sujetos, los diferentes tipos de deportes, ejercicios e
intensidades llevados a cabo, así como por las numerosas medidas de estrés
oxidativo empleadas.
Son necesarias investigaciones futuras que empleen
metodologías más recientes y sofisticadas para proporcionar respuestas a varias
de estas cuestiones. A día de hoy, no existen
evidencias concluyentes para poder afirmar que el ejercicio resulte en un
estado de estrés oxidativo dañino, así como tampoco existen certezas de que los
antioxidantes puedan minimizar el estrés oxidativo si éste llegara a ocurrir.
Desde nuestra perspectiva, pensamos que una
recomendación prudente podría consistir en recomendar a los deportistas una
alimentación rica en antioxidantes naturales, más que una suplementación
adicional de los mismos.
8. REFERENCIAS
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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte- vol.12 - número 46 - ISSN: 1577-0354