ORIGINAL
La recepción de balón en niños con
edades comprendidas entre los 3 y los 12 años
BALL RECEPTION skills IN
children BETWEEN THE AGES OF THREE AND TWELVE
Fernández-Losa, J.1;
Cecchini, J.A.2 y Pallasá, M.3
1Profesor Titular de
Universidad. E-mail: jlfosa@uniovi.es Facultad del
Profesorado y Ciencias de la Educación. Universidad de Oviedo. España.
2Catedrático de
Universidad. cecchini@uniovi.es Facultad del
Profesorado y Ciencias de la Educación. Universidad de Oviedo. España.
3Doctorando de Ciencias de la Educación jmiguelpm@educastur.princast.es Departamento de Ciencias de la Educación. Universidad
de Oviedo. España
Código UNESCO / UNESCO code: 6102.02 Problemas de aprendizaje / Learning Disabilities
Clasificación del Consejo de Europa / Council of Europe
Classification: 12 Aprendizaje motor
/ Motor Learning
Recibido 26 de abril de 2011
Received April 26,
2011
Aceptado 21 de julio de 2011
Accepted July 21,
2011
RESUMEN
La finalidad de este estudio es analizar la
recepción estática de balón en niños/as con edades comprendidas entre los 3 y
los 12 años. Para ello diseñaremos un modelo en fases sucesivas que hemos
denominado VCAP. La muestra estuvo formada por 365 estudiantes (184 chicos y
181chicas) de un Colegio de Educación Infantil y Primaria. Este modelo ha
permitido clasificar a los
participantes en niveles de habilidad y ayuda a entender los procesos que
operan. También observamos niveles de habilidad en cada una de estas fases en
la medida en que anticipan las fases siguientes y que son consistentes con los
procesos madurativos de los niños/as. Se han observado diferencias en función
del género y de la edad de los participantes. Finalmente se discuten los
resultados y se proponen líneas de investigación.
PALABRAS CLAVE: Desarrollo motor,
habilidades motrices, recepción de móviles
ABSTRACT
The main
goal of this study is to analyze the static reception of the ball in boys and
girls between the ages of three and twelve. We designed a stages model that we
termed VCAP. The sample was composed by 365 students (184 boys, and 181 girls)
from an Elementary and Junior High School. This model allows the classification
of the participants into levels of ability and it helps understand the
operative processes. It can also be observed the leves
of ability in each of these stages, the extent to which they predict the
following phase and its consistency with the children’s developmental
processes. Differences were observed in relation to the gender and the age of
the participants. At the end we discuss the results and propose new lines of
investigation.
KEY WORDS: Motor
development, motor skills, reception of mobiles.
1.
INTRODUCCIÓN
La presencia de escolares con
dificultades y problemas de coordinación motriz es un hecho patente y presente
en numerosas investigaciones (Ruiz, Mata y Moreno, 2007), que ha sido, además,
constatado por los maestros y profesores de educación física (Ruiz, 2005;
Henderson y Herdenson, 2002,; Hulme, Smart, Moran y McKinlay, 1984). Estos
niños no se benefician en igual medida que el resto a la hora de llevar a cabo
las habilidades motrices que habitualmente forman parte de los programas de
educación física (Mata, Ruiz y Moreno, 2005) y generan problemas para el
profesor a la hora de organizar los tiempos de aprendizaje en clases numerosas.
Los porcentajes que se manejan son variados oscilando entre un 2% y un 30% en
niños/as de edades escolares (Gómez, 2004; Parker y Larkin, 2003, Ruiz,
Gaupera, Gutiérrez y Mayoral, 1977; Ruiz, Mata y Moreno, 2007). Esta situación
provoca una baja percepción de competencia que da lugar a bajos niveles de
motivación auto-determinada, de baja participación/esfuerzo en las clases de
educación física, con niveles altos de aburrimiento y una perspectiva de baja
vinculación activa con la práctica físico deportiva en el futuro (Cecchini et
al. 2008; Cecchini, González, Méndez-Giménez, Fernández-Río, 2011; Ntoumanis
2001).
Por otra parte, ha habido numerosos
estudios que han abordado la clasificación de las habilidades motrices en
función de diferentes criterios (Batalla, 2000; Contreras, 1998; Fernández,
Gardoqui y Sánchez, 2007; Serra, 1987). Sintetizándolas se pueden distinguir
dos grupos (según Ureña, Ureña, Velandrino y Alarcón, 2008): a) aquellos
movimientos que precisan el dominio y control del propio cuerpo y, por tanto,
del manejo del propio cuerpo (habilidades motrices básicas de desplazamientos,
saltos y giros), y b) aquellos movimientos que precisan el dominio y control de
algún móvil u objeto, es decir, de manejo de móviles (habilidades motrices
básicas de lanzamientos, recepciones y botes).
Se entiende por manejo de móviles (u
objetos) aquellas acciones que se centran fundamentalmente en el contacto de
móviles a través de la idea que tiene el individuo del mismo; es decir la idea
general, las propiedades y las relaciones entre objetos (Ureña, Ureña,
Velandrino y Alarcón, 2008). En definitiva implica un conocimiento físico del
mismo y de sus formas, de sus propiedades y de sus comportamientos dinámicos
(Blázquez y Ortega, 1984).
Sánchez Bañuelos (1984), desde un
punto de vista estructural defiende que las recepciones se pueden hacer sobre
objetos en movimiento, recepciones propiamente dichas, o recogidas, cuando el
objeto se encuentra parado. Entre las primeras distingue las siguientes: a) paradas,
cuando atrapamos el objeto quedando éste retenido entre las manos; b) controles,
cuando sin atrapar el objeto dejamos a éste disponible de ser fácilmente
utilizado en una acción subsiguiente; c) despejes, cuando mediante una
acción desviamos la trayectoria del móvil. Las recepciones dependen de
diferentes factores, entre otros podemos distinguir los siguientes: a) el
móvil, forma, tamaño, peso, color..., b), el lanzamiento, distancia,
fuerza-velocidad, tipo, trayectoria…, c), la finalidad, paradas, controles y
despejes, d) la situación, estática, en movimiento…, e) el contexto, adversarios,
situación en el juego… f), el receptor, experiencia-formación, edad… Los estudios
sobre la evaluación de este grupo de habilidades son muy imprecisos, de hecho
existe un vacío en todo lo que corresponde a las habilidades motrices básicas
tanto en la documentación nacional como en la internacional (Ureña, Ureña,
Velandrino y Alarcón, 2008).
Wellman (1937) definió tres niveles de
eficiencia en la recepción de una pelota grande en niños de Educación Infantil:
uno en que los brazos se tienden rectos, con los codos tiesos, frente al
cuerpo, y que se observa en niños menores de tres años y medio; un segundo
nivel, en que los codos se mantienen rígidos, pero las manos se abren para
recibir el balón, y que normalmente se observa en niños de cuatro años, y un último
nivel, en que los brazos y codos se mantienen junto al cuerpo. Sin embargo
Ulrich (2000), en su test de habilidades motrices, incluye como un elemento
positivo de valoración en la posición previa del receptor la flexión de codos y
la elevación de los antebrazos al frente. Cratty (1982), observó que a los
cinco años el niño/a puede atrapar una pelota grande de 20 cm. de diámetro, de
tres a cuatro veces de cada cinco, cuando se hace rebotar una pelota delante de
él desde una distancia de 4.5 m. de manera que le llegue a la altura del pecho.
Al valorar la estructura madura de una recepción podemos destacar que la
posición del cuerpo va en dirección al balón, los ojos realizan una persecución
visual del móvil, los brazos y manos absorben la fuerza del balón y la posición
de los pies es equilibrada y estable (Ruiz, 1987). Según Meinel y Schnabe
(1987), a partir de los tres años los niños superan la forma motora primitiva
de los niños pequeños de tal manera que progresivamente los brazos se extienden
en dirección a la pelota en vuelo, la separación de las manos corresponde con
el diámetro de la misma y los dedos de las manos se colocan levemente
separados, capturando la pelota en vuelo con esa “posición de pinzas” y
llevándolo junto al cuerpo. En estas edades los niños poseen una capacidad de
anticipación muy limitada (Feigelman, 2007).
La captura de móviles es una tarea
interesante que permite a los investigadores aumentar sus conocimientos sobre
el funcionamiento perceptivo-motor (Bennet, van der Kamp, Savelsbergh y Davids,
2000; Mazyn, Lenoir, Montagne y Sabelsbergh, 2004, 2007; Rushton y Wann, 1999;
van der Kamp, Savelsberg y Smeets, 1997). Algunos de estos estudios se han
centrado en los aspectos espaciales y temporales de la recepción. Magill (2004)
sugiere que los aspectos espaciales en la ejecución del movimiento
(desplazamientos) preceden a los temporales (velocidad y aceleración) durante
la adquisición de la habilidad. Alderson (1974), defiende que a través del
aprendizaje y el desarrollo, los niños tienen éxito, en primer lugar, en el
posicionamiento espacial de la mano en la trayectoria de la pelota, lo que da
lugar a la capacidad para logar el contacto de la mano con la pelota, y, más
tarde, en los aspectos temporales lo que le lleva progresivamente a apoderarse
de la pelota con movimientos más refinados.
Otros investigadores han presentado
resultados que contradicen esta separación artificial de las características
temporales y espaciales en el control del movimiento y en el aprendizaje.
Varios experimentos han mostrado cómo las características espaciales y
temporales de los movimientos de intercepción de alguna manera están
entrelazados y, por lo tanto, no pueden considerarse totalmente independientes
de la acción motriz (Caljouw, van der Kamp y Savelsbergh, 2006; Davids,
Bennett, Handford y Jones, 1999). Otros estudios se han centrado en el efecto
de la postura y la preferencia de la mano en el rendimiento de captura de
móviles (Angelahopoulos, Davids, Bennett, Tsorbatzoudis y Grouios, 2005), y, por
último, otras investigaciones se han centrado en los aspectos cinemáticos
(Bennet, van de Kamp, Savelsbergh y David, 2000; Mazyn, Lenoir, Montagne y
Sabelsbergh, 2004, 2007).
La recepción de móviles es una
dimensión de la coordinación motriz (Mazyn, Lenoir, Montagne y Sabelsbergh,
2007). Para nosotros la coordinación motriz se podría definir como la acción y
el efecto de ordenar, organizar y concertar acciones motrices para alcanzar un
objetivo determinado, lo que exige ajustar todos los parámetros del movimiento
en un contexto espacio temporal concreto. Ha habido muchos modelos teóricos que
han intentado explicar la acción motriz. En este estudio partimos de las
aportaciones realizadas por Bernstein (1966, 1967). Este autor establece que en el caso
del movimiento voluntario el componente inicial es la intención o "modelo
de la necesidad futura" o "nivel deseado" (representación
esquemática de lo que desea alcanzar). Esta meta a alcanzar es constante e
invariable, sin embargo la ejecución del movimiento no se lleva a cabo gracias
a una sucesión mecanizada de movimientos fijos e invariables, sino por un
conjunto de movimientos variables que, sin embargo, desemboca en el objetivo
deseado. Esto es posible debido a que la responsabilidad mayor del movimiento se
transfiere a la "síntesis aferente", que proporciona información continua de la posición relativa en el espacio del miembro
móvil en ese momento. La diferencia entre el "nivel deseado" y el
"nivel de hecho" nos da el coeficiente de esta diferencia que determina la estructura del movimiento
(Cechini, 1993, 1998).
Bruner (1991), hace suyo el modelo del neurólogo
ruso N. Bernstein que, como ya hemos visto, establece que la adquisición de una
habilidad se produce cuando el sujeto acorta la distancia existente entre un
esquema preconcebido y el movimiento tal como lo ejecuta. De este modo, las
destrezas y habilidades motrices, según Bruner y Bernstein, implica la
capacidad de controlar el amplio grado de libertad que posee el sistema
neuromotor. En la reducción del índice de error Bruner muestra que pueden
intervenir dos procesos: el dominio por conducto de la inteligencia y la
restricción de las desviaciones marginales originadas por la tensión excesiva
que acompaña al acto en su intento por dominar la situación y que realimenta a
todo el sistema motor y emocional. El modelo circular de Bruner consta de tres
componentes esenciales de la acción motriz: la intención, el feed-back y los
patterns de acción.
Tomando como referencia estas aportaciones Meinel y Schnabel
(1987) determinan que la coordinación motriz es el ordenamiento, la
organización de acciones motoras orientadas hacia un objetivo determinado. Ese
ordenamiento significa la armonización de todos los parámetros del movimiento
en el proceso de interacción entre el sujeto y la situación ambiental
respectiva. El modelo que presentan estos autores fue concebido a partir del
esquema de Bernstein. En él cabe distinguir varias funciones parciales: 1. La
recepción y el procesamiento de la información aferente y reaferente (síntesis
aferencial: Anochin, 1967). Esto permite obtener y transmitir informaciones
sobre la situación inicial (información situativa), los resultados parciales
(reaferencia motora) y finales de la ejecución motora (reaferencia resultiva).
2. La programación del movimiento en función de un objetivo a alcanzar, lo que
supone una toma de decisión sobre el acto motor a ejecutar y una anticipación
(pronóstico) de los resultados parciales y finales. 3. La consulta de la
memoria motriz y la memorización de los esquemas de ejecución y corrección. 4. La realización del comando y
regulación mediante la emisión de impulsos eferentes de comando y corrección a
los músculos. 5. La ejecución del movimiento por los órganos motores. 6. La
comparación de la información entrante (parámetros reales) con el objetivo
preestablecido y el programa de acción (parámetros ideales).
A partir de estos modelos planteamos que la
recepción de un móvil por parte de un niño/a exige: 1) Entender la
situación-problema que se plantea. 2) Conocer el comportamientos de los móviles
y, en función ello, anticipar la trayectoria, velocidad y distancia del móvil.
3) Anticipar un objetivo. 4) Elegir y anticipar un programa. 5) Anticipar los
procesos de ajuste entre los parámetros reales e ideales del movimiento. Todos
estos aspectos son previos al lanzamiento. Una vez que se realiza nosotros
hemos considerado, siguiendo el mismo modelo, diferenciar cuatro fases
sucesivas para su estudio: 1) Fase de ajuste al vuelo del móvil. 2) Fase de
contacto. 3) Fase de amortiguación. 4) Fase de parada.
La finalidad de este estudio es analizar la
recepción estática de balón en niños/as con edades comprendidas entre los 3 y
los 12 años. Para ello diseñaremos un modelo en fases sucesivas que hemos denominado
VCAP, acrónimo de vuelo, contacto, amortiguación y parada. Formulamos la
hipótesis que es un modelo consistente para el estudio de este tipo de
habilidades pues permite clasificar a los participantes en niveles de habilidad
y entender los procesos que operan. También postulamos que existen niveles de
habilidad en cada una de estas fases en la medida en que anticipan las fases
siguientes y que son consistentes con los procesos madurativos de los niños/as.
2.
MATERIAL Y MÉTODO
2.1.
PARTICIPANTES.
En este estudio participaron 365
estudiantes (184 chicos y 181chicas) de un Colegio de Educación Infantil y
Primaria de una ciudad española, con edades comprendidas entre los 3 y los 12
años (M = 7.87, DT = 2.65). Los estudiantes pertenecían a los tres cursos de Educación
Infantil y a los cinco cursos de Educación Primaria. La selección del colegio
fue aleatoria y todos los alumnos participaron en el estudio.
2.2.
PROCEDIMIENTO
Se realizaron dos pruebas de recepción
estática de un balón de voleibol (65 cm de circunferencia, 265 gr. de peso y
presión interior de 0,3 kg/cm²) lanzado desde una distancia de 3 metros por un
adulto previamente formado para ello. Tanto el adulto como el niño/a estaban
situados en el interior de un aro de 70 cm de diámetro. El lanzamiento se realizaba
a dos manos, con una trayectoria semicircular de abajo arriba y dirigido
suavemente al centro del aro que ocupaba el chico/a. En la primera prueba el
participante tenía que atrapar el balón con los brazos, presionándolo contra el
pecho, y en la segunda sólo con ambas manos. Una vez reunido al grupo, el
investigador principal explicaba a los participantes las pruebas que a
continuación tenían que realizar y para las que sólo disponían de un intento.
Se concedía únicamente un intento para incrementar la dificultad y poder
analizar el proceso perceptivo-motor, ya que ambas pruebas eran muy sencillas.
Las recepciones fueron filmadas por una persona especializada desde una cámara
fija situada a 4 metros de los participantes. Se contó en todo momento con la
autorización del director del colegio y de los padres de los alumnos/as
2.3.
ANÁLISIS DE LOS
VÍDEOS
Para extraer la información de los
vídeos se utilizó el modelo teórico recogido en la figura 1. El modelo se
divide en cuatro fases que ocurren de manera sucesiva:
-
Fase de ajuste al
vuelo.
Es la que se desarrolla en el tiempo en el que el móvil está en el aire una vez
ha salido de las manos del lanzador. Incluye los movimientos globales o segmentarios del
cuerpo del receptor para acomodarse a la velocidad, trayectoria y distancia del
móvil. Estos movimientos deben presentar dos características para ser
registrados como tales: a) ser claramente intencionales, por lo que no se
consideran válidos los movimientos de reacción o de otro tipo que no respondan
a este objetivo, b) que no se retarden en el tiempo, ya que la función de
ajuste es un proceso anticipatorio. En esta fase el observador debe recoger su
presencia/ausencia y el tipo específico de ajuste o movimiento concreto realizado
por el participante.
-
Fase de contacto. Es la que acontece
justo en el momento en el que el móvil se reúne con el receptor. El observador
debe recoger su presencia/ausencia y también la superficie de contacto
utilizada justo en el momento en el que se produce.
-
Fase de amortiguación. Es la que se
desarrolla en el momento posterior al contacto. Se entiende por amortiguación
la disminución de la fuerza de inercia del móvil. Si, por ejemplo, la pelota
rebota en los brazos del receptor se entiende que no ha habido amortiguación.
El observador debe anotar su presencia/ausencia y cómo se ha producido en
función de los movimientos de los diferentes segmentos corporales utilizados.
-
Fase de parada. Es la que acontece
al final de la amortiguación con la detención controlada del móvil. El
observador debe registrar su presencia/ausencia y los segmentos corporales con
los que se realiza.
Para medir el nivel de habilidad
puntuamos a cada unos de los participantes entre 0 y 4. Si no se produce ningún
ajuste al vuelo predecimos que ahí termina el proceso y otorgamos 0 puntos. Si
hay ajuste al vuelo pero no termina en contacto del participante con el móvil
le concedemos 1 punto. Si hay contacto pero no amortiguación se otorgan 2
puntos. Si hay amortiguación pero no parada, 3 puntos; y, si se produce la
parada completa, 4 puntos. Además recogemos una información cualitativa de cada
una de las fases para explicar cómo se resuelven. Previo al lanzamiento también
recogemos información de la posición inicial del receptor. Una vez visionado el
video las hemos agrupado en cuatro posibilidades en función de la posición de
los brazos: 1 = Brazos extendidos al frente, 2 = Codos semiflexionados en 90º,
3 = Codos semiflexionado en 45º, 4 = Brazos a los lados del cuerpo. En realidad
representan medidas de 1 a 4 que van desde la extensión de brazos al frente
hasta la posición de brazos a los lados del cuerpo. Cuando observamos
posiciones intermedias las agrupamos por proximidad. Todas las observaciones se
han realizado por dos investigadores de manera simultánea. El video se pasaba,
en cada caso, primero a velocidad normal y luego a cámara lenta. Cuando había
alguna duda se volvía a pasar hasta que los dos observadores lo daban por
válido. Para determinar el grado de acuerdo entre observadores se utilizó el
coeficiente kappa = 97.7%.
Figura 1. Modelo VCAP y el
porcentaje de errores en cada una de las fases.
2.4.
ANÁLISIS DE LA
INFORMACIÓN
Toda la información extraída de los
videos fue introducida en el paquete estadístico SPSS 18.0. Se realizaron
análisis descriptivos y de frecuencia, correlaciones bivariadas, análisis
multivariados, pruebas de chi-cuadrado en algunas variables cualitativas y
análisis de estructura de covarianza (SEM) con el programa AMOS 18.0.
3.
RESULTADOS
En la tabla 1, se recoge el porcentaje
de aciertos, la media de habilidad, la desviación típica en función del género
y de la edad, así como la correlación de Pearson entre las variables. En la
figura 1, se incluye los porcentajes parciales de errores en cada una de las
fases en relación al porcentaje total (MN = manos, BR = brazos).
|
|
|
Total |
Hombres |
Mujeres |
|
|
|||
|
Edad |
% |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
E.BR.BV |
E.2M.BV |
E.BR.BV |
3-5 |
37.7 |
2.15 |
1.69 |
2.41 |
1.68 |
2.00 |
1.70 |
|
|
|
5-7 |
74,1 |
3.43 |
1.04 |
3.75 |
.66 |
3.12 |
1.24 |
|
|
|
7-12 |
99.0 |
3.97 |
.25 |
4.00 |
.00 |
3.90 |
.37 |
|
|
|
Total |
80.4 |
3.46 |
1.18 |
3.67 |
.94 |
3.26 |
1.35 |
1.00 |
|
E.2M.BV. |
3-5 |
11.4 |
1.17 |
1.32 |
1.78 |
1.47 |
.82 |
1.09 |
|
|
|
5-7 |
68.7 |
3.29 |
1.16 |
3.61 |
.88 |
3.02 |
1.31 |
|
|
|
7-12 |
95.9 |
3.94 |
.29 |
3.97 |
.16 |
3.87 |
.38 |
|
|
|
Total |
74.6 |
3.27 |
1.33 |
3.55 |
1.04 |
3.01 |
1.52 |
.74** |
1.00 |
Tabla 1. Media, desviación típica, porcentaje de
aciertos y correlaciones para la recepción estática de brazos (E.BR.BV.) y de
manos (E.2M.BV), en función del género y de la edad.
3.1.
VALIDEZ DEL MODELO
Se utilizó un análisis de la estructura de covarianza,
conocido como (SEM), para comprobar el modelo de la Figura 1. SEM es una
técnica estadística avanzada que permite a los investigadores analizar todas
las variables al mismo tiempo y comprobar modelos complejos. Puesto que el coeficiente de Mardia fue elevado (BR = 69.17,
MN = 350.46), en el análisis se utilizó el método de máxima verosimilitud junto
con el procedimiento de bootstrapping, que permitió asumir que los datos eran
robustos ante la falta de normalidad (Byrne, 2001). Con
el fin de evaluar la adecuación del ajuste del modelo
propuesto a los datos, se examinaron
diversos índices de ajuste que son proporcionados por EQS. Estos fueron
la ratio de escala de Satorra-Bentler χ²
(utilizada con una sólida análisis de la probabilidad máxima) para los grados
de libertad (χ² /d.f.), el robusto Índice de
Ajuste Comparativo (RCFI), el índice de ajuste Nonnormed Bentler-Bonett (NNFI),
la raíz del error cuadrático medio de
aproximación (RMSEA), y la raíz estándar Mean
Square Residual (SRMR). Un buen ajuste de un modelo específico a los datos es en
general indicado cuando el χ² /d.f. proporción es inferior a 3, el RCFI NNFI e índices están
por encima de .85 (idealmente por
encima de .90), y el RMSEA y SRMSR están a menos de .07. Teniendo en cuenta la estructura del
modelo en fases progresivas donde cada fase depende de la anterior y predice la
siguiente formulamos la hipótesis de que el ajuste de los datos debe ser
total. De hecho, los índices de ajuste mostraron que la hipótesis del modelo se ajusta perfectamente en ambas pruebas (fig. 2): χ²(3) = .000, p
=.1; χ² /df = .0; RCFI = 1.00; NNFI = 1.00; RMSEA = .0; SRMSR = .0 (Fig. 2).
Fig. 2. Análisis de
ecuaciones estructurales para la recepción con brazos (BR) y con manos (MN).
A continuación se realizo un análisis
MANOVA 2 (género) × 3 (edad). Antes del
se agruparon las edades en tres tramos coincidentes con las etapas en la
estructuración del esquema corporal: 3-5 años, 5-7 años, 7-12 años (Vayer,
1977; Cecchini, Fernández-Losa,
1993). A
continuación se examinó la idea de homogeneidad de covarianza usando el test de
Box M. El resultado reveló que la idea no fue resuelta (Box M = 244.12, F
= 19.81, p < .001). Debido a esto, seguimos
las sugerencias de Olson (1979) y de Tabachnick y Fidell (1996) de usar el
Pillai’s Trace en vez de la lambda de Wilks para evaluar la significación
multivariada de efectos principales y de las interacciones. El MANOVA rindió un
efecto principal significativo para la edad, Pillai’s Trace = .63, F(4, 630) = 74.61, p < .001, η2 = .32 y para el género Pillai’s Trace = .06, F(2, 314) =
10.22, p < .001, η2 = .06. Los posteriores ANOVAs
univariados revelaron que
existían diferencias estadísticamente
significativas para le edad, tanto en la prueba de recepción con brazos
[F(1,315) = 105.83, p < .001, η2 = .48], como en la de recepción con manos [F(1,315) = 255.45, p < .001, η2= .62].
También aparecen diferencias estadísticamente significativas para el
género tanto en la prueba de recepción con brazos [F(1,315)
= 9.73, p < .001, η2 = .04], como en la de recepción con manos [F(1,315) = 19.34, p < .001, η2= .06], los varones presentaron valores más
altos que las mujeres. Se realizaron tests post hoc
empleando el HSD de Tukey para comparaciones por pares entre cada tramo de
edad. En ambas pruebas se encontraron diferencias estadísticamente
significativas (p<.001), entre todos y cada uno de ellos. A medida que el
niño/a crece se incrementa el nivel de habilidad.
Posición inicial. Se ha observado una
correlación positiva entre la posición de partida y los niveles de habilidad en
cada una de las pruebas (BR = .40**, MN = .35**). A medida que los brazos están
más próximos al cuerpo se incrementan los niveles de eficacia.
Ajustes al vuelo. Se han registrado
tres tipos de comportamientos: a) No realizan ningún tipo de movimiento
intencional o, si lo hacen, es claramente reactivo, en el mejor de los casos
únicamente de brazos y muy limitados (4 años, BR = 53.1%, MN = 50%; 5 años, BR
= 15.6%, MN = 22,2%; 6 años, BR = 2.3%, MN = 2.3%). Es una de las fases en la
que se produce un mayor número de errores en ambas pruebas (fig. 2), a partir
de los 7 años todos realizan movimientos de ajuste al vuelo; b) extienden los
brazos al frente intentando ocupar una mayor superficie de encuentro, no
realizan movimientos de ajuste que impliquen adaptar el centro de gravedad de
todo el cuerpo y la dependencia del vuelo es limitada (ocurre hasta la edad de
8 años); c) mantienen un control constante del vuelo del balón al que dirigen
sus brazos y, acomodando momento a momento su posición en el espacio con
desplazamientos del centro de gravedad, anticipan la zona más adecuada para el
impacto (mayoritariamente a partir de la edad de 7-8 años). Para determinar su
grado de influencia en el resultado final se realizaron pruebas de chi-cuadrado
(BR, x2 = 181.04, p<.001, MN, x2
= 130.04, p<.001).
Fase de contacto. También hemos
agrupado los comportamientos observados en tres categorías: a) O no se produce
o lo hace de manera fortuita en zonas alejadas al punto óptimo, estando mal
posicionados los segmentos corporales que intervienen (4 años, BR = 56.3%, MN =
62.5%; 5 años, BR = 22.2%, MN = 46.7%; 6 años, BR = 9.1%, MN = 13.6%), a partir
de los 8 años todos consiguen contactar con el balón. b), El contacto ocurre en
un lugar más próximo a la zona óptima y con una posición de los segmentos
corporales más estable que la anterior (ocurre hasta la edad de 7-8 años). b)
El contacto se produce en la zona óptima y con una posición relativa de los
diferentes segmentos corporales muy
estable (se da a partir de los 7-8 años, aunque hay participantes que aunque no
les llegue al mejor lugar de contacto son capaces de rectificar y acomodarse a
la situación resolviéndola). Se produce un mayor número de errores en la
recepción con manos que en la de brazos (fig. 2). Para determinar su grado de
influencia en el resultado final se realizaron pruebas de chi-cuadrado (BR, x2 = 202.09, p<.001, MN, x2
= 201.55, p<.001).
Fase de amortiguación. Hemos observados
tres tipos: a) No hay amortiguación o
es muy limitada. El balón rebota porque no se produce ningún acompañamiento del
móvil para frenar la fuerza de inercia o roza ligeramente (4 años, BR = 62.5%,
MN = 71.9%; 5 años, BR = 48.9%, MN = 66.7%; 6 años, BR = 26.2%, MN = 25.0%), a
partir de los 8 años por encima del 95% en ambas pruebas consiguen amortiguar
el balón. b) Existe un proceso de frenado en el que intervienen algunos
segmentos corporales, no siempre los más apropiados ni en el momento correcto.
c) El balón es acompañado en la misma dirección de caída con una acción
coordinada en el momento preciso y con la intervención de todo el cuerpo
(aunque en los niños mayores se observa un grado mayor de eficiencia al que
eliminar movimientos superfluos). En la recepción con brazos es la fase en la
que se produce un mayor número de errores (fig. 2). Para determinar su grado de
influencia en el resultado final se realizaron pruebas de chi-cuadrado (BR, x2 = 309.03, p<.001, MN, x2
= 282.39, p<.001).
Parada. También hemos
observado tres niveles: a) No llega a producirse o se utilizan otras partes del
cuerpo como apoyo para realizar la parada final b) Se produce utilizando solo
las partes del cuerpo adecuadas pero con una posición poco estable y después de
algunos titubeos. c) Se cumple perfectamente el objetivo con una postura
corporal totalmente estable (4 años, BR = 25%, MN = 4.0%; 5 años, BR = 46.7%,
MN = 16.2%; 6 años, BR = 70%, MN = 55.6%). A los 8 años el 97,5% realiza con
éxito la pruebas de recepción con brazos y el 86.7% la de recepción con manos.
4.
CONCLUSIONES Y
DISCUSIÓN
La finalidad de esta investigación es analizar la
recepción estática de balón en niños entre los 3 y los 12 años de edad. Para
ello diseñamos un modelo en cuatro fases sucesivas (vuelo, contacto,
amortiguación y parada). Para mostrar su validez, se utilizó un análisis de la estructura
de covarianza, conocido como modelo de ecuaciones estructurales (SEM). La
adecuación del ajuste del modelo propuesto a los
datos fue total, el motivo es que cada fase precede y anticipa la siguiente por
lo que si se produce algún fallo en ese momento termina la prueba para el
participante. Esto nos permitió clasificarlos en cinco niveles de habilidad
(0-4 puntos). Observamos que la correlación entre las pruebas estudiadas es muy
elevada y los comportamientos en función del género y la edad son muy
similares.
También
postulamos la hipótesis que existen niveles de habilidad en cada una de estas
fases en la medida en que anticipan y predicen las siguientes y que son
consistentes con los procesos madurativos de los niños. Hemos observado que en la fase de ajuste
tienen que ver con el grado de adecuación a la velocidad, trayectoria y
distancia del móvil; en la de contacto, con la distancia del mismo a la zona
óptima; en la de amortiguación, con los segmentos implicados y su grado de
coordinación, y en la de parada con el grado de cumplimiento del objetivo
final.
A los
7-8 años de edad la gran mayoría de los participantes son capaces de recibir
con éxito un balón de voleibol lanzado desde una distancia de 3 m. tanto con
brazos como con manos, cuando a los cuatro años de edad tan solo lo puede hacer
el 25 % para brazos y 4% para manos.
Entre
los 3 y los 5 años de edad los niños/as tienen serias dificultades para
anticipar el vuelo del balón. Hasta los 4 años, cuando se les lanza un objeto,
o no se mueven o los movimientos son claramente reactivos (BR = 53.1%, MN =
50%). Creemos que esto es debido a la dificultad para entender la
situación-problema, que conlleva anticipar una representación mental de su
cuerpo en el espacio, en una etapa evolutiva donde aún no son capaces de
asociar la información visual y topográfica con los elementos motores y
kinestésicos (Vayer, 1977; Cecchini,
Fernández-Losa, 1993).
Además no tiene un conocimiento suficiente del comportamiento de los móviles en
el espacio lo que dificulta considerablemente anticipar la trayectoria de los
mismos (Feigelman, 2007). Todo ello dificulta la posibilidad de elegir un
programa motor adecuado y de ajustarlo momento a momento (Bernstein, 1967). En
definitiva, presentan un nivel bajo de conocimiento metacognitivo: declarativo,
procedimental y afectivo (Dominguez y Espeso, 2002, Ruiz, 1994). Para recibir
con éxito el balón debe ir lanzado de manera muy precisa a los brazos del
receptor y lo paran embolsando. Tan solo unos pocos contactan con el balón en
la zona óptima. No hay apenas desplazamientos del centro de gravedad y la
amortiguación la realizan únicamente con los brazos sin flexionar las rodillas
o la cadera. En el momento en que el lanzador envía el balón algo corto o largo
son muy poco los que ajustan la distancia con desplazamientos del centro de
gravedad. Entre los 4 y los 5 años de edad mejoran los movimientos de ajuste al
vuelo del móvil (BR = 37.5%, MN = 27.8) lo que lleva a una mejora significativa
en la fase de contacto (BR = 34.1%, MN = 15.8%). En la fase de amortiguación
también se observa una mejora pero no tan importante (BR = 13,6%, MN = 5.2%).
Todo esto lleva a un incremento en la recepción (BR = 21,7%, MN = 14.2%). A
pesar de todo, son mayoría los que no pueden realizar con éxito esta prueba.
Entre
los 5 y los 7 años de edad se vuelve a producir una mejora significativa en los
movimientos de ajuste al vuelo. A los 6 años, casi todos realizan este tipo de ajuste siendo además
mayoría los que buscan el balón con ambos brazos dirigidos al balón. En esta
edad el niño asocia la información visual con la kinestésica (Le Boulch, 1986),
lo que le permite disponer de una imagen del cuerpo operatorio a nivel estático
o en movimientos muy simples. La fase de contacto vuelve a mejorar, ocurriendo
en lugares más próximos a la zona óptima. La amortiguación mejora de manera
considerable con respecto a la edad anterior y se realiza mayoritariamente con
flexión de codos. Entre los 6 y los 7 años se vuelve a observa una mejora, pero
no tan importante. Las mayores conquistas ocurren en la fase de amortiguación.
A partir de los 7 años se inicia la
última etapa en la elaboración del esquema corporal. Ahora son capaces de
mantener un control constante del vuelo del balón al que dirigen sus brazos y
acomodar su posición relativa en el
espacio con desplazamientos del centro de gravedad que le permiten anticipar la zona más adecuada para el
impacto. El contacto se produce en una superficie estable, desde una postura
equilibrada y va acompañado de una amortiguación, además de eficaz, eficiente,
eliminando grados de movimientos superfluos (Ruiz, 2007).
También hemos observado como la
posición inicial incide en los niveles de habilidad, a medida que se incrementa
los brazos se relajan y se sitúan a lo largo del cuerpo. Estos resultados son
consistentes con los observados por Wellman (1937) y ponen en cuestión la
prueba del test de habilidades motrices elaborado por Ulrich (2000), que valora
como un elemento positivo la flexión de codos y la elevación de los antebrazos
al frente. Creemos que esto es consecuencia del incremento de la percepción de
competencia que les lleva a incrementar el nivel de autoconfianza y el grado de
eficiencia.
Hemos encontrado diferencias en ambas
pruebas en función del género. Los varones presentan valores más elevados que
las mujeres. Ruiz y Graupera (2003) también observaron mejores resultados en
los niños en pruebas de atrape de pelota en las edades de 7-8 y 11-12 años.
Este estudio presenta algunas
limitaciones. La primera tiene que ver con la muestra utilizada, y la segunda
con el tipo de pruebas realizadas. Por ello planteamos que se deberían realizar
nuevas investigaciones que incrementen y diversifiquen la muestra, y que
planteen el estudio de la recepción modificando el móvil (forma,
tamaño, peso, color), el lanzamiento (distancia,
fuerza-velocidad, tipo, trayectoria), la finalidad (paradas, controles y
despejes), la situación (estática, en movimiento, en suspensión), el contexto (adversarios, situación en el juego), y el receptor
(experiencia-formación, edad).
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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte- vol. 13 - número 50 - ISSN: 1577-0354