DOI: http://dx.doi.org/10.15366/rimcafd2015.57.005
ORIGINAL
DEL SPORT AL DEPORTE.
UNA DISCUSIÓN ETIMOLÓGICA, SEMÁNTICA Y CONCEPTUAL EN LA LENGUA CASTELLANA
FROM SPORT TO DEPORTE. AN ETYMOLOGICAL, SEMANTIC AND CONCEPTUAL DISCUSSION IN
THE SPANISH LAGUAGE
Olivera-Betrán, J.1 y Torrebadella-Flix, X.2
1 jolivera@gencat.cat, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación; Profesor
Catedrático del Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña. Universidad
de Barcelona; miembro investigador del Grupo de Investigación Social y
Educativa en Actividad Física y Deporte (GISEAFE) del INEFC de Barcelona.
España.
2 xtorreba@gmail.com, Licenciado en Educación Física; Doctor por la Universidad de Lleida;
profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor del Ins. Centro de
Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat del Vallès; miembro
investigador del Grupo de Investigación Social y Educativa en Actividad Física
y Deporte (GISEAFE) del INEFC de Barcelona. España.
Con la ayuda del Instituto Nacional de Educación Física de Catalunya de
la Generalitat de Catalunya.
Código UNESCO / UNESCO code: 5599 Otras especialidades (Historia del deporte) / Other specialties (History of sport); 5506.14. Historia de la lingüística / History of linguistics
Clasificación Consejo de Europa / Council of Europe Classification: 7 Historia del deporte / History of sport. 17 Otros (Lingüística del deporte) / Other (language of sport)
Recibido 13 de febrero de 2012 Received
February 13, 2012
Aceptado 20 de marzo de 2014 Accepted March 20, 2014
RESUMEN
En la lengua castellana la palabra deporte, plantea de
entrada una triple discusión: de carácter etimológico, semántico y conceptual.
Este es el objeto de estudio de este artículo analizar los precedentes
históricos de la palabra deporte y trazar su evolución hasta
desembocar en el término actual, desde este enfoque trinitario. Para ello nos
basamos en la recuperación de fuentes documentales originales, algunas de ellas
inéditas y otras poco conocidas o consideradas, que nos permitan adquirir
nuevos conocimientos y nos obligan a reinterpretar y corregir algunas
afirmaciones actuales.
PALABRAS CLAVE: deport, deporte,
sport, lengua castellana, etimología, semántica, discusión conceptual.
ABSTRACT
In Spanish, the
word deporte (sport) raises a debate that is three-fold:
etymological, semantic and conceptual. The study object of this article is
to analize the historical precedents of the word deporte and to trace
its evolution up to the present day term, from this trinitarian approach. For
this purpose, we based our work on recovering original documentary sources,
some of which were unpublished, other were little known or rarely considered.
The aim is for these sources to allow us to acquire new knowledge and force us
to reinterpret and correct some current claims.
KEY WORDS: deport, deporte,
sport, Spanish language, etymology, semantics, conceptual
discussion.
La
palabra deporte incorporada casi
literalmente a la práctica totalidad de las lenguas del planeta es un término
auténticamente ecuménico, en el doble sentido de universal y de comunicación,
entre todos los humanos en torno a esa religión laica globalizada que evoca
rápidamente sentimientos y una práctica, un espectáculo o un estilo de vida.
Para la población de nuestra época el deporte se constituye como uno de los
términos más indudables de nuestra cultura global y un símbolo identificador de
nuestra época. Aunque han existido múltiples intentos de definición de este
inequívoco concepto por parte de asociaciones del deporte, autores de prestigio
y de entes académicos propios y ajenos, el deporte por su complejidad
simbólica, dimensión cultural y realidad social resulta indefinible (Olivera,
2006).
En
la lengua castellana la palabra deporte
plantea de entrada una triple discusión: de carácter etimológico, semántico y
conceptual. Este es el objeto de estudio de este artículo, analizar los
precedentes históricos de la palabra deporte
y trazar su evolución hasta desembocar en el término actual, desde este enfoque
trinitario. Para poder desentrañar este fenómeno universal en el contexto
español debemos conocer su etimología y las variaciones semánticas, así como
sus distintas interpretaciones conceptuales en un primer período (1892-1932).
De esta manera podremos cifrar su origen y motivación original, la evolución de
significados de este espectáculo y esta práctica, establecer una pertinente
cronología, conocer las diversas interpretaciones conceptuales en una primera
etapa y delimitar el concepto en su contexto hasta el primer tercio del siglo
XX.
A
través del análisis etimológico del término, del estudio de la variedad de
significados y del análisis de sus interpretaciones conceptuales en lengua
castellana podremos localizar e identificar la evolución y desarrollo de las
prácticas físico-recreativas de carácter agonístico en España durante el
período de vida de la voz deporte y
afines (Olivera, 1993).
Maximiano
Trapero (1994) nos menciona que «debe desterrarse la idea de que el deporte es
un hecho exclusivo de nuestro tiempo» (p. 79), aunque esta afirmación ya fue
reseñada por otros estudios importantes en torno al deporte medieval. Johan
Huizinga (1994), en El Otoño de la Edad
Media (1919), interpretaba que en ciertos espectáculos deportivos medievales,
como las justas y torneos, la escenificación se envolvía de una liturgia
erótica y dramática; de igual modo manifestaba que en el deporte moderno
todavía continúa existiendo esa percepción y los valores singulares del torneo
medieval. Esta misma apreciación fue ya observada por la escritora Emilia Pardo
Bazán (1896), quien después de presenciar varios torneos de polo, presentó el
juego como un sport viril de
excitación femenina: «Tiene además el polo algo que recuerda los antiguos
torneos: la presencia de la mujer, su aprobación, su aplauso» (p. 446).
Posteriormente
en Homo Ludens (1938), Huizinga
(1957) desarrolló la tesis que desde las civilizaciones antiguas y a través de
la evolución del juego como elemento lúdico y festivo, se validaron los fundamentos
sociales forjadores de la cultura moderna.
José
Lladanosa (1953) describía en Lérida las escenas de festivales, torneos o
justas, en donde los «deportistas» del siglo XV ejercitaban las artes de la
esgrima, las carreras de caballos, las carreras pedestres, la natación o el
tiro de ballesta. Asimismo, sacaba a relucir informaciones sobre el juego de
pelota en sus diferentes modalidades –les
bitlles, la rutlla, el triquell– y la popularidad que éste tenía entre los
juegos de la Lérida medieval. El caso de esta ciudad, nos ha de servir de
muestra para ilustrar el ámbito deportivo que alcanzaron en la época otras
poblaciones de dimensiones parecidas (Ramírez, 2007). Asimismo, el ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos (1812)
presentó La memoria sobre las diversiones
públicas (1796), una obra que según el historiador Miguel Piernavieja
(1965) situó históricamente los primeros antecedentes del deporte español. Anteriormente, el mismo Piernavieja
(1960) y otras contribuciones, como la de José Hesse (1967), hicieron
referencia a la presencia del ejercicio físico y del deporte a través del
testimonio de la literatura castellana.
En el pasado, el concepto deporte no fue percibido
socialmente como en los tiempos actuales. La expresión terminológica y
semántica varió con el tiempo e incluso se produjo –salvando las distancias
temporales– una cierta confusión. Voces como juego, recreación, ejercicio corporal, gimnástica, solaz, etc.
también fueron conceptualizadas en el ámbito semántico del deporte.
Según citan Betancor y Vilanou (1995), por lo general se ha
mantenido que el término deporte es
una incorporación de la lengua inglesa. Estos autores aluden además que
estudios filológicos recientes han revelado que la voz deporte tiene su origen en las lenguas románicas. Sin embargo, hace
más de un siglo que esta información ya era conocida entre los forjadores del
primer lenguaje deportivo castellano (Carta sin sobre, 1902).
Como demostró Piernavieja (1960) en la
lengua castellana la palabra deporte
ya tenía plena significación en las actividades físico-recreativas. Así el deporte estaba asociado al ejercicio de
la caza, al juego de pelota, a la equitación, al bañarse, al correr por el
campo u otros juegos y recreaciones corporales. La palabra y el concepto
permaneció viva a lo largo de varios siglos, aunque en ocasiones varió
relativamente su significado. Así lo reiteró Piernavieja (1966) y lo reafirmó Saúl García
(1994):
Es decir, en los comienzos del castellano ya existía la
palabra deporto con la significación de distracción, juego. Y no pocas veces en
la literatura española de aquellos tiempos, se habla de cómo la gente salía
fuera de la ciudad (fuera- de-la-puerta), o de «sus puertas para fuera», para
divertirse, para jugar, para realizar ejercicios físicos (García, 1994, p. 65).
Atendiendo a los estudios de Corominas (1956), en el siglo XIII se utilizaba la voz depuerto, derivado de de-deportare, que se entendía cómo salir fuera de las puertas de la ciudad, o sea, salir a extramuros de las ciudades. Posteriormente, Corominas (1983) escribía en la entrada Deporte:
Deporte: placer, entretenimiento; antiguamente
hacia 1440 (y depuerto, s. XIII).
Deriva del antiguo deportarse:
divertirse, descansar, hacia 1260; y éste del latín deportare: trasladar, transportar (pasando quizá por distraer la
mente); en el sentido moderno de «actividad al aire libre con objeto de hacer
ejercicio físico» (Corominas, 1983, p. 205).
Las
aportaciones de Piernavieja (1966) se referían de igual modo a la palabra deporte con raíz etimológica en la voz
latina de-portare, que
quería decir ‘transportar’ o ‘trasladarse’. Reafirma que el deporte solía asociarse al salir a
extramuros, salir de la puerta –porta–
de la ciudad, con el objeto de recrearse, de pasear por el campo, hacer
ejercicio, buscar distracción, respirar aire fresco, etc. A estos resultados
también han llegado otros estudios relacionados con la lengua medieval
castellana. Martín Alonso (1986) localiza en el Mío Cid (c. 1140) el verbo deportar
que también se aplicaba para expresar la recreación en los ejercicios o juegos
corporales, cuando se decía que «luego toman armas e tomanse a deportar» (p.
877). En el Diccionario Medieval español
Alonso (1986) también se refiere al adjetivo deportoso/sa para indicar la expresión de divertido, alegre o
festivo. Asimismo, la prosa de Alfonso X ha dejado registrada la acepción deporte en relación a la práctica de la
caza (c. 1250), así como la palabra deportoso
(c. 1254) en la expresión anteriormente citada (Kasten y Nitti, 2002, p. 602).
A la búsqueda del origen primero de la palabra en lengua castellana,
Piernavieja (1966) ha rastreado importantes estudios de Filología Románica (en
filólogos como Manuel Milá y Fontanals, Martín de Riquer o Ramón Menéndez Pidal)
y encontró la primera referencia escrita del término en la palabra deport que aparece en lengua provenzal (lengua de Oc) con el sentido de
‘diversión’ en un texto poético del siglo XII de Guillermo VII de Poitiers
(1071-1127), VII conde de su nombre y IX duque de Aquitania y autor de las más
antiguas composiciones trovadorescas conservadas. Este sustantivo y el verbo se deporter se interpretan prácticamente
siempre con el sentido de ‘diversión’, ‘ocio’, ‘pasatiempo agradable’. En la
lengua castellana identificó la forma verbal deportarse, que aparece por primera vez en el Poema del Mío Cid
(1140) con el significado de ‘divertirse’, ‘descansar’; por lo que mantuvo la
hipótesis de que la primera interpretación conceptual de la palabra deporte es mayoritariamente de
‘diversión’ notablemente por encima de ‘ejercicio físico’ y muy al contrario
del significado actual. Aunque como indica Trapero (1994), antes del siglo XV la
«dispersión semántica fue mucho mayor que la que tiene hoy el actual deporte»
(p. 92), ya que el concepto de depuerto
era el de ‘recreación’ y a este concepto se le atribuían cuantas acciones
tenían costumbre en la época, contemplando el ejercicio físico y todo tipo de
juegos y entretenimientos (incluso los deleites del amor).
Según
los estudios consultados (Corominas, 1956; Piernavieja, 1966; Trapero, 1979)
hacia la mitad del siglo XV el término depuerto
castellano fue substituido por el de deporte,
una derivación del término provenzal deport,
aunque este cambio no afectó para nada a la polisemia del concepto. En los
textos de la época se comentaba que los deportes preferidos de Enrique IV
(1423-1474) «andar donde los montes e la caza era su mayor deporte» y que en la
Corte de Madrid «la mayor parte del tiempo se distribuía en justas, convites,
galas, juegos de cañas y correr toros, de tal guisa, que los Cortesanos esto
les era de mayor deporte» (Enríquez, 1787, pp. 22 y 38).
Con
el tiempo el vocablo deporte tomó
otros significados relacionados con el cambio de ánimo o de espíritu. Así se utilizaba
deporte para expresar una situación
diferente a la actividad o fatiga habitual, transportando el espíritu a una
distracción o descanso que producía un divertimento y un placer. Pero aún este
cambio de situación corporal y anímica tenía frecuentemente por sentido una
asociación con el ejercicio físico al aire libre. El juego y el ejercicio
físico saludable formaban parte del significado de deporte (Salvador, 1994).
En
las otras lenguas románicas se construyeron formas similares derivadas del latín
deportare que adoptan inicialmente la
forma deport en lengua provenzal y
que devienen antiguamente en el catalán deport,
el italiano disporto, el portugués desporto, el francés desport y el castellano deporte. Todos estos términos se
interpretaban en el sentido de «recreación, diversión, entretenimiento».
En
el francés del siglo XII se tenía como forma el deport y como variante desport,
que atendían como hemos dicho a conceptos de ‘divertimento’, ‘diversión’,
‘recreación’. Hacia el
siglo XIV, período en el que existía un cierto predominio político y cultural
de Francia sobre Inglaterra, la variante francesa desport se
incorporó a la lengua inglesa como disport. Se trataba
de uno de tantos galicismos que se introdujeron en Inglaterra en esa época.
Hacia el siglo XV se produjo una aféresis del término y de disport se pasó a sport. En 1523 el New English
Dictionary definió por primera vez el
significado de sport como «a game or
particular form of pasatime» en el que se refiere al sport como un juego o una forma particular de pasatiempo (Alvar, 2009). Más
adelante, hacia el siglo XVIII el término inglés sport modificó su acepción por la de actividades físicas y recreativas al
aire libre con un carácter competitivo (Viada, 1903).
Desde
su nacimiento a mediados del siglo XV el término deporte
aparece y desaparece caprichosamente en la lengua literaria castellana hasta el
siglo XVIII en que es recogido por el Diccionario
de autoridades (1726-1739). Veamos en qué contexto y qué concepto se empleaba
de la palabra deporte a
través de la revisión de algunos textos castellanos entre los siglos XV y XVII.
Acudimos
al reconocido diccionario bilingüe Diccionario
latino-español de Elio Antonio de Nebrija publicado en 1492 y allí
encontramos la siguiente entrada en latín-español: «Deporto, as, aui: por traer alguna cosa de lugar» o bien «por
desterrar a alguno a lugar cierto» (Nebrija, 1516, p. 53). Entrada y equivalencia que nos remite por
aproximación al término depuerto,
término antecesor de deporte, por su forma
y significación ya que depuerto
significaba en el siglo XIII ‘salir de las puertas de la ciudad’, habitualmente
para divertirse o recrearse.
La
otra obra cumbre de nuestros diccionarios académicos, precedente del actual
Diccionario, es el Tesoro de la lengua
castellana o española de Sebastián Covarrubias que se publicó en 1611
(Covarrubias, 1943). Hemos consultado las entradas deporte, depuerto, deportarse o similares y no hemos
encontrado rastro alguno. Desaparece el término en una obra recopilatoria
oficial que trataba de exponer el significado y el uso de las palabras de
nuestra lengua en esa época. Sin embargo en otros textos, como el de Fray Pedro de
Cobarrubias (1543) en El remedio de
jugadores, se menciona que «los juegos y los deportes son necesarios en la
vida humana» (p. 39). También aparece que «el juego inventado para descanso y
deporte para despertar las fuerzas del cuerpo o las del ingenio» (p. 21) debía
ser continuado después del trabajo puesto que «recrear el espíritu es necesario
en la vida humana juego, deporte y pasatiempo» (p. 6).
Otra prueba de la
persistencia del término es la descripción que hacía el fraile agustiniano
Jerónimo Román (1595) de los pueblos indígenas del Nuevo Mundo refiriéndose que
«tenían también para su deporte bayles y juegos para días señalados, jugaban a
la pelota» (p. 174). Citando las obras de Aristóteles se comentaba que eran
necesarios para relajarse de las fatigas del trabajo las pasatiempos que «son
estos deportes vulgares de juegos, caças i otros semejantes exercicios i
recreaciones: las quales no son la verdadera felicidad sino reparos del animo
para poder mejor perseverar en los trabajos» (Simón, 1584, p. 259).
Frecuentemente la caza fue referenciado como uno de los ‘deportes’ más saludables
practicado por todos los príncipes:
En el exercicio de la caza se fortalecen los miembros se
conserva la salud y se recrea el ánimo [...] Este deporte de la caza tomaron para
desahogo los cuidados Mithridates, Adriano Carolo Magno, Henrico Primero, y Alberto
Emperadores [...] Trajano no quería otro alivio que la caza para bolver con
más aliento a sus desvelos y fatigas (Mendo, 1662, p. 104).
Pero además como indica Trapero (1994):
«deporte seguían siendo también otros ejercicios
recreativos de la época: la caza y las monterías de todo género, las justas y
los torneos, los convites y las galas, los juegos de cañas y el correr los
toros, el jugar birlos, herraduras, berrón o tejos, tirar barras, lanzas,
bastones o piedras, jugar a la pelota, a la chueca o a la birlota» (Trapero,
1994, p. 94).
Sin
embargo, como indicaron Ortega y Gasset (1924) o Gallego Morell (1969) también
existía la palabra solatz o solaz para definir el concepto que se
derivaba del juego o del ejercicio corporal: juegos de cañas, torneos, justas,
danzas, etc. Pero con el tiempo el vocablo también indicó, placer, diversión,
felicidad, recreo, etc.
Trapero (1994) nos indica que no encontró en su día la palabra deporte en textos de los
siglos XVII y XVIII, aunque admite que la palabra siguió viva en el habla.
Ciertamente,
en el siglo XVIII podemos encontrar textos en lengua castellana con la voz deporte para expresar actividades
relacionadas con la recreación, el ejercicio físico e incluso con la salud.
Para
demostrar su presencia nada mejor que acudir al primer Diccionario de la Real
Academia Española el Diccionario de
autoridades (1732) en el que encontramos como significado de deporte el concepto del ejercicio
físico inserto en la expresión de ‘fatiga’, eso sí supeditada a la diversión,
al desahogo y al pasatiempo:
DEPORTE.
f. m. Diversión, holgúra, passatiempo. Es compuesto de la preposición De, y de
la voz Porte: y como ella significa el trabajo de portear o passar las cosas de
unos parages a otros, pude ser se dixesse Deporte para explicar se deponía
absolutamente todo lo que era cuidado y fatiga para divertirse mejor (Real
Academia Española, 1732, p. 75).
Una
muestra más de la utilización del término es referenciada hacia finales del
siglo XVIII, cuando se aconsejaba que en los conventos de monjas hubiese
recreaciones para practicar «deporte decente», jugar y relajarse de sus
ocupaciones (Arbiol, 1776, pp. 457-460). Otro empleo del vocablo lo hemos
encontrado en unos versos publicados en el Semanario
de Zaragoza «La desenvuelta diversión, la danza jovial del monte, el
apacible juego, que mueve la amistad en el deporte» (Poesía, 1798, p. 372). En
el Diccionario Castellano con las voces de Ciencias y Artes de Terreros (1786-1793) aparece el
verbo deportarse con el significado
de ‘divertirse’ o ‘pasearse’, aunque se indica que tenía poco uso. Y también se
encuentra la voz deporte referida a
‘diversión’, ‘holgura’; pero asimismo para designar ‘burla’ o ‘vanidad’ (p.
610).
Sin embargo, Trapero (1994) afirma que el « […] depuerto medieval, mejor, una parte de los deportes medievales, se
convirtió en el siglo XIX en ejercicio, en gimnasia y en educación física» (p.
99). Este importante cambio semántico se explica
por la presencia de ciertos precedentes, desde el siglo XVI, en el que el
término ejercicio corporal empezaba a
tener una concepción higiénico-médica que se asociaba al robustecimiento y a la
mejora de la salud, a la influencia de las ciencias médicas y por la emergencia
de las corrientes gimnásticas del siglo XIX (Méndez, 1553). Como testimonio de lo
afirmado referenciamos el Diccionario Castellano de Terreros (1787) en el que se halla presente la «Jimnástica: arte de ejercitar el cuerpo. [...] Correr a caballo, la lanza, espada [...] El mismo nombre se da a la
parte de la Medicina, que regla los ejercicios del cuerpo, en orden a la salud»
(p. 389).
La expresión educación
física tiene como origen al médico suizo Jean Ballexserd (1726-1774), que fue la primera autoridad que lo acuñó en el
título de una obra: Disertación sur l’éducation physique des enfants, depuis
leur naissance jusqu’à l’âge de la puberté (1762). En esta obra Ballexserd utilizó el significado de educación física aludiendo a su
finalidad higiénico-pedagógica, lo que separaba la gimnástica de la competencia
exclusiva de la medicina.
La
obra de Ballexserd fue traducida y publicada en 1765, 1769 y 1787 pero la
acepción ‘educación física’ fue traducida y/o substituida frecuentemente por la
de ‘crianza física’, ya que tenía por objeto atender a los cuidados
higiénico-educativos de la infancia. A partir de estas fechas, se publicaron
las primeras obras autóctonas incorporando el moderno concepto que atendía a
preceptos higiénico-pedagógicos sobre la educación de la niñez (Amar, 1790;
Domínguez, 1786). El alcance conceptual de la educación física en España se
desenvolvió en las variadas aportaciones decimonónicas, que a través de la
aceptación de los ejercicios gimnásticos o juegos corporales en el ámbito
pedagógico, higiénico y militar, culminó en la emergencia del sport o deporte y en la institucionalización de la educación física escolar
de finales del siglo XIX y principios del XX (Torrebadella, 2009). No obstante, durante todo el siglo XIX el uso terminológico
y conceptual entre las expresiones de gimnástica, juegos corporales, ejercicio
corporal o educación física serán del todo confusos. Así por ejemplo, el
concepto de gimnástica tuvo un considerable repertorio de definiciones y como
citaba Juan Bautista Amorós (1893), el entendimiento que sobre la palabra
existía estaba sujeto a múltiples percepciones:
La
palabra Gimnástica se ha conservado inalterable a través de las diversas
civilizaciones, progresos científicos y costumbres; y así ocurre actualmente no
expresa con exactitud una idea fija. De aquí el que las definiciones de
Gimnástica sean variadísimas, supuesto que comprenden a las costumbres de la
época, al adelanto científico, y a las veces, a la conveniencia de los
definidores (Amorós, 1893, pp. 204-206).
A mediados del siglo XIX con la irrupción del sport o deporte el
conflicto conceptual generó todavía mayor confusión. Y a finales del primer
cuarto del siglo XX, el deporte había alcanzado notables cotas de popularidad,
sobre todo con el fútbol, en
esta época el francés Georges Cávia (1925) mencionaba en una obra de gran
impacto en España que era necesario clarificar las distinciones conceptuales
entre la Educación física, el Sport y
la Gimnasia:
Es
preciso desde un principio establecer una clara distinción entre Sport, la
Educación física y la Gimnasia. Cuando se habla de estas materias, es muy
corriente se produzcan confusiones sobre su significado, y se entablan pueriles
discusiones a consecuencia de la falta de buenas definiciones que permitan a
cada uno saber exactamente lo que significa cada uno de los términos empleados
(Hébert, 1925, p. 19).
A
modo de recapitulación, podemos decir que el primer origen del término deporte que tenemos constancia nace con
el vocablo deport en lengua provenzal
que está documentado en los siglos XI y XII con el significado de ‘recreación’,
‘diversión’, ‘entretenimiento’. A partir de aquí las otras lenguas románicas
que surgen del latín configuran formas derivadas y con la misma significación
que devienen antiguamente en el catalán deport,
el italiano disporto, el portugués desporto, el francés desport y el castellano depuerto y después deporte.
En
la lengua castellana encontramos el sustantivo deporte hacia
1440 con la significación de «placer, entretenimiento» vocablo que venía de
otro sustantivo depuerto (siglo
XIII). Este término proviene del antiguo verbo deportarse, hacia 1260, con el significado de «divertirse,
retirarse a descansar» y éste a su vez procede del latín deportare «trasladar, transportar» (quizás distraer la mente). A
partir del siglo XVI el sustantivo deporte aparece
y desaparece caprichosamente en los textos, aunque consigue sobrevivir y su
entrada es recogida en el Diccionario de
autoridades (1732) con el concepto medieval de «diversión, holgura y
pasatiempo» pero incorporando el componente de ‘fatiga’ (ejercicio físico
destinado a la diversión y al desahogo). Con la irrupción del anglicismo sport a mediados del siglo XIX se
produce una regresión y abandono del término deporte que
durará la mayor parte del período decimonónico.
Con la expansión del Imperio Británico y la
administración de colonias británicas en territorios de los cinco continentes, la
influencia de la lengua inglesa se extendió por grandes extensiones del
planeta. Asimismo, hacia mediados del siglo XIX esta influencia tuvo eco y
presencia en el seno de las culturas europeas occidentales: Francia, Portugal,
Alemania, Bélgica, Holanda, Italia y España.
Antes
de llegar a la mitad del siglo XIX, en la prensa española ya se mencionaba el
concepto de sportsmen, refiriéndose a
los dandy’s ingleses y a sus
aficiones a los juegos corporales y a las carreras de caballos (Variedades,
1847, p. 3). Por ejemplo, es interesante comprobar cómo en Barcelona Juan
Sureda ya proponía que se aceptasen los anglicismos sportman y sport:
En una
época como la nuestra en que parece cundir tanto el gusto por la equitación y
demás ejercicios gimnásticos, ¿no podríamos tomar del idioma inglés la palabra sportman, ya que significa el hombre
aficionado a los caballos, cacería y otros placeres semejantes, así como el
adjetivo sport expresa el conjunto de dichos ejercicios (Sue, 1844, p. 121).
Se
ha citado que Sportsman, publicado en Londres en 1852, fue el
primer periódico deportivo especializado; un rotativo que años más tarde fue
adsorbido por Sporting Life (1859).
Sin embargo, anteriormente en el Londres de la primera mitad del siglo XIX ya
se podía apreciar una incipiente prensa deportiva (Mason, 1994). En 1800
existía The Sporting Magazine, que atendía deportes campestres
entre los que se encontraban las peleas de boxeo y se ofrecían algunas noticias
de foot-ball y criket. Este tipo de publicaciones fue evolucionando
hasta los semanarios que representaron la poderosa industria de la caza, la
equitación y las carreras de caballos: The Sportsman’s Cabinet (1832), Sporting
Magazime (1834) o The Sportsman (1836). El cambio provino con
The Sporting World or Life in London & the country, un
semanario cuyo primer número apareció el 15 de marzo de 1845, y que ampliaba el
escenario deportivo con la presencia constante en sus páginas del boxeo además
de otros sports como carreras de caballos, pesca, caza, natación, vela,
regatas de remo, esgrima, criket o tiro con arco y alguna noticia suelta
de foot-ball.
Estas
y otras publicaciones monográficas en torno a los juegos o deportes ingleses
fueron conocidas por los exiliados liberales en Londres que de regreso a España
en tiempos de la Regencia de María Cristina fueron importadores de todo este
ambiente gimnástico-deportivo que se estaba generando en Inglaterra. Asimismo,
el contacto permanente con las amistades hechas en Inglaterra en el exilio
mantuvo un constante flujo con las noticias y novedades que allí sucedían.
La prensa madrileña solía recoger las noticias del sport
inglés relacionadas con las carreras de caballos organizadas en el nuevo
hipódromo de la capital. Al respecto en El Español (Madrid, 1846) se incitaba
al debate en torno al modelo de ocio europeo y trataban de marcar las
diferencias entre el llamado sport inglés y el español, representado
genuinamente por los toros:
Sport es una voz de uso moderno, y por tanto vaga
y no bien definida [...] en Inglaterra, cuna del sport, llama así a cualquier
recreo que consista en ejercicio corporal, que requiera fuerza o habilidad y
vaya acompañada de algún peligro. Basta que la cosa sea inglesa para que no se
detenga en los mares, y alcance a todo el mundo (El hipódromo, 1846, p. 2).
Esta influencia se traducía en una notable diversidad de significados para
la palabra importada sport, ya que si
consultamos los diccionarios de la época el anglicismo podía ser traducido o
interpretado como juego, chanza, juguete, diversión, pasatiempo, burla, caza,
pesca, corrida, carrera de caballos, diversiones del campo o ejercicios de
recreo (Neuman e Baretti, 1840; Seoane, 1849). La literatura recreativa que se
incorporaba tanto en Francia como en España se hacía eco del esnobismo que
caracterizaban las reuniones sociales de la burguesía inglesa, en el que el sport sobresalía cómo elemento
recreativo y de diversión.
La
esgrima es un sport. Lo es también el juego de pelota, El pugilato, las peleas
de gallos, el arte remero y el jokey,
se comprenden asimismo bajo bastante aceptación de ese término británico, que
es aplicable a toda diversión humana en que la fuerza o la destreza representan
un papel cualquiera (Grandeville, 1852, pp. 126-134).
En España durante el período Isabelino el concepto sport identificaba las costumbres
ociosas de las elegantes sociedades de Inglaterra y Francia. Asimismo, el sport se iba asociando en prácticas como la equitación, las
carreras de caballos, los toros, el patinaje, la caza, la esgrima, el jugo de
pelota o las regatas de vela.
Probablemente
la primera publicación periódica en la que apareció en la cabecera la voz sport fue la Gaceta del Sport (Madrid, 1873). Más tarde aparecieron otras
publicaciones como El Sport Español (Cádiz, 1876) que se autoproclamaba
como la primera revista española de deportes (Altabella, 1987). Esta
publicación recogía prácticas como el tiro al pichón, el juego de pelota,
velocípedos o regatas. En Madrid, El Campo (1876-1881)
se definía como una «Revista quincenal de Agricultura, Jardinería y Sport».
En esta época, el concepto sport ya
estaba perfectamente vinculado a las recreaciones físicas, como así lo
mencionaba la prensa: «El Campo es
además el periódico del sport
español»; pues en él se informaba de las carreras de caballos, de los concursos
de tiro al pichón, de las corridas de toros, la caza, regatas
y la aparición de nuevos sports como
el lanw-tennis y el croquet (Ecos
de Madrid, 1878, p.1). En la prensa eran habituales
las secciones de «noticias de París» en las que aparecían algunas crónicas de
los sports de moda.
Durante
los últimos veinte años del siglo XIX en los ambientes de la burguesía y la
aristocracia española se impuso el mimetismo social del modelo sportsman anglosajón, en gran parte
debido al liderazgo político y a su vitalidad social y cultural. Las noticias
internacionales de la prensa y las revistas de sociedad divulgan las prácticas
elitistas del sport que imprimían el
glamur correspondiente a la alta sociedad europea (Torrebadella-Flix y Olivera-Betrán,
2013). Así surgieron también en España los primeros clubes deportivos
vinculados al sport náutico de
regatas de vela y remo, al sport
hípico con las carreras y concursos de caballos o al sport velocipédico (Torrebadella, 2011). No obstante, debemos
anotar que el sport inglés que se
practicaba en España se mezclaba con las recreaciones o juegos «tradicionales»
del país como la pelota, la esgrima, la caza, el tiro al pichón, el baile, las
carreras pedestres, los lanzamientos, los juegos de lucha regionales o las
tracciones de cuerdas.
El diario La Ilustración Española y
Americana ofrecía en ese año noticias de los sports de moda ingleses y al respecto
mencionaba:
Conocida
es la importancia que en Inglaterra se da a la educación física, a cuyo efecto
los juegos destinados al recreo de la juventud revisten casi siempre el
carácter de ejercicios gimnásticos. Tienen además los juegos corporales
ingleses otra circunstancia particular, cual es la que, inventados para el uso
de la juventud, pasan a ser dominio de las personas más serias, y luego a ser
entretenimiento favorito de la más encumbrada aristocracia de Europa (Recreos
Campestres, 1880, pp. 51-52).
Hacia mediados del siglo XIX el nuevo fenómeno del sport se introdujo progresivamente en la
vida civil de las sociedades del continente europeo, estableció nuevos vínculos
culturales y contribuyó a que se incorporaran muchos anglicismos en las lenguas
europeas modificando aspectos semánticos de sus respectivos idiomas. En el caso
de España esta influencia tuvo también su origen a mediados del XIX, mucho
antes de lo que se había sostenido, aunque las primeras revistas con la
cabecera sport se editarán tres
décadas más tarde (1873). Inicialmente se adoptó el vocablo importado sport y su etiqueta conceptual en
alusión a las prácticas recreativas y corporales inglesas que se importaban.
Aunque a finales del siglo XIX en plena cruzada lingüística a favor de la
recuperación del sustantivo pertinente en la lengua castellana, el anglicismo sport empezó a ser sustituido por el
término castellano deporte.
Igualmente en Catalunya hacia principios de los años veinte del siglo XX se adoptó el
término esport para denominar a estas
prácticas de origen británico en sustitución del vocablo inglés sport (Torrebadella y Planas, 2011).
Durante
casi todo el siglo XIX la voz deporte
quedó popularmente en desuso. Pero el término no fue olvidado en los
diccionarios decimonónicos de la Academia Española que mantuvieron las
acepciones de la edición de 1791: «Deporte. s. m. Lo
mismo que recreación, pasatiempo, placer, diversión», en dónde comprobamos la incorporación
de dos nuevas palabras,
recreación y placer (p. 295). Asimismo se mantuvo el
verbo deportar y se añadió el adjetivo «Deportoso, sa. ad. ant. Lo
mismo que divertido»
(p. 295), y que podía entenderse como
expresión relativa a una persona divertida –o acto divertido– o que sabía deportarse –divertirse, recrearse,
disfrutar, etc. –, derivado del verbo deportar,
que el mismo Diccionario definía como
«divertirse».
Que
la voz deporte seguía viva se valida
en una noticia del Eco Republicano de Compostela, en donde sorprende localizar la voz deporte al referirse a los
marineros de un carguero inglés fondeado en el puerto de Villagarcía que
practicaron en su tiempo libre el foot-ball
utilizando «un reglamento de este deporte».
La noticia añadía: «Da la impresión por la
algarabía de nuestras gentes, que este deporte ha calado hondo entre nosotros» (Puerto de Villagarcía, 1873, p. 1). La excepcional presencia en esta noticia de la voz deporte para referenciar
al foot-ball, hace de ella una de las
primeras acepciones contemporáneas para suplantar la palabra inglesa sport (Torrebadella-Flix y
Nomdedeu-Rull, 2013).
La
palabra deporte nunca desapareció de
los diccionarios. En la 12ª edición Diccionario
de la RAE (1884) incorporó la raíz etimológica indicando «(Del
provenzal deport) m. Recreación,
pasatiempo, placer, diversión.», aún que prácticamente había quedado borrada en
el lenguaje popular (p. 348).
En
1881 el Ministro de Fomento José Luis Albareda en respuesta al discurso
preliminar de la proposición de Ley declarando oficial la enseñanza de la
gimnástica higiénica que presentó el diputado Manuel Becerra –31 de octubre de
1881–, y que a la sazón, desencadenó a la creación de la Escuela Central de
Profesoras y Profesores de Gimnástica, primera Ley de nuestra educación física
(9 de marzo de 1883), manifestaba que:
Esa palabra puesta en ridículo del sport· inglés, y la digo así porque no
se ha encontrado otra que la sustituya, es el conjunto a la vida y el ejercicio
del campo, y constituye, en mi sentir, no una moda ni un entretenimiento
vulgar, sino un medio de civilización, de adelanto, de desarrollo de los
individuos que componen la sociedad (Escuela Central de Profesoras y Profesores
de Gimnástica, 1887, p. XX).
De igual modo se manifestaba años más tarde Nicolás Estévanez (1838-1914) preguntándose «¿No hay en nuestra lengua o en la lengua madre, los
términos necesarios para no expresarnos en inglés?». A lo propio mencionaba que
«no se concibe que, poseyendo una lengua tan rica y abundante, digamos sport»
(Estévanez, 1892, p. 1).
Son varios los trabajos que atribuyen a la escritora Emilia Pardo Bazán
(1851-1921) la paternidad en la recuperación del vocablo deporte (Blanco, 1994;
Castro, 1967; Trapero, 1994). Los dos primeros se refieren a las alusiones que
se hicieron en 1896 en La Ilustración
Española y Americana (Castro, 1967). Luis Álvarez-Borbón –pseudónimo de
Antonio Viada– (1896) citaba en las «Notas de Sport» de este semanario que:
[…] los deportes, como se llama ahora, con
oportuno arcaísmo resucitado por la novelista doña Emilia Pardo Bazán, son hoy
sociológicamente reconocidos, dando con ello la razón a los griegos, como cosa
que prolonga la vida, fortalecen el cuerpo y despejan el espíritu (Álvarez,
1896, p. 25).
Del mismo modo se pronunció en varias ocasiones Antonio Viada (1896, 1903),
que en 1896 participaba de la «conveniencia de españolizar la terminología sportiva» y por ello sugería utilizar el
arcaísmo deporte:
La
palabra sport se ha universalizado ya
en todos los idiomas, pues la usan, además de los ingleses, los franceses, los
alemanes, los italianos y los españoles, y es difícil desarraigarla ya de
nuestra lengua. Y eso que nosotros tenemos la palabra deporte, desempolvada por
la señora Pardo Bazán, con la que podríamos formar las voces deportista en vez
de sportman o sportsman, y deportivo en vez de sportivo. Más la palabreja no ha cuajado, y no hay más que
conformarse con la corriente general, que prefiere la voz exótica, pero
universal, de sport, a pesar de lo
absolutamente antiespañola que es pronunciar la s líquida, que, naturalmente, convertimos en es al pronunciarla
(Viada, 1896, contraportada).
Trapero (1994) cita que la voz deporte
«tiene a una novela, La sirena negra,
por el primer texto en que se documenta, entre 1891 y 1896» (p. 100). No
obstante, esta novela no fue conocida hasta la edición de 1908, época en que la
voz deporte ya estaba en pleno uso. Aunque es de señalar que las alusiones al deporte que cita Emilia Pardo en La Sirena Negra no confirman la
interpretación general del deporte de la época como un ejercicio físico
recreativo (Pardo, 1947). De igual modo sucedía en uno de sus cuentos cuando
citaba: «soñar con retozos, deportes y correteos por el verde prado» (Pardo,
1895, p. 2). Asimismo hemos comprobado como la escritora utilizó frecuentemente
el término sport en las crónicas de
la «Vida contemporánea» publicadas en la Ilustración
Artística entre 1896 y 1911. En la mayoría de las veces la acepción del
término no correspondía con el juego o ejercicio físico, sino más bien con la
suplantación del concepto arcaico de deporte. He aquí algunos ejemplos: «Y las
postales, créanlo ustedes, llegan exactamente igual que las cartas cerradas; ni
se pierden, ni nadie se dedica al sport
de leerlas» (Pardo, 1898, p. 794); «Beber aquí es un exceso; allí un sport» (Pardo, 1900, p. 362); «No existe
en Madrid el tipo de la señora que sale a divertirse en hacer de compras. […]
En París, el ir de tiendas constituye un verdadero sport» (Pardo, 1911, p. 110).
Emilia
Pardo tuvo inclinación en frecuentar las escenas de los círculos de sport. La relación con los aristócratas
del sport llevó a la literata a la
redacción de algunas crónicas sociales. Cuando Emilia Pardo trataba asuntos
relacionados con los ejercicios y juegos corporales de moda, no redactaba con
la voz deporte sino que utilizaba
preferentemente el vocablo sport
(Pardo, 1896, p. 466). Posteriormente, otra vez Antonio Viada (1903)
reconocía en el Manual del sport que
la palabra deporte fue resucitada de
un arcaísmo por Emilia Pardo hacia el año 1895 y empleada de nuevo «para indicar
el mismo sentido del significado de la voz inglesa de sport; es decir como recreación física al aire libre» (p. 11).
Después de nuestras indagaciones queremos
corregir la reiterada afirmación de la paternidad de Emilia Pardo en la
incorporación en lengua castellana de la palabra deporte, como validación
semántica al sport, ya que apreciamos
notables contradicciones entre lo que reivindica y lo que escribe en sus obras.
Asimismo debemos reinterpretar a Corominas (1980) cuando cita que el
término «Deporte fue resucitado en el
siglo XX para traducir el ingl. sport» (p. 205). En este trabajo defendemos
la figura del escritor y
periodista Mariano de Cávia (1855-1920) como la primera persona en
promover una propaganda activa, coherente y continuada en favor de la
utilización de la voz deporte en sustitución del
anglicismo sport (Torrebadella, 2009;
Torrebadella-Flix y Nomdedeu-Rull, 2013).
Entre 1887 y 1888 Mariano de Cávia con el pseudónimo de «Sobaquillo o
de Portal de Belem» ya utilizaba en las crónicas taurinas la voz española deporte en referencia a la traducción inglesa de la palabra sport (Cávia, 1887; Sobaquillo, 1888).
En 1891 Mariano de Cávia en un artículo aprovechaba el momento para volver a
recordar a los lectores «que sport es
deporte en castellano» (Cávia, 1891b, p. 6). Así trataba de «deporte euskero», para
referirse al juego de pelota vasco (Cávia, 1891a, p. 1), o «hermosos
deportes de habilidad y fuerza», para tratar los juegos corporales vascongados
(Portal de Belem, 1891, p. 3). En 1894 Mariano de Cávia
emprendía de nuevo la discusión terminológica recalcando que «Sport se dice en castellano deporte; vocablo limpio, puro, claro y
castizo». De igual modo proponía que se
aceptase la equivalencia sportmen
(hombres de deporte) y admitir el vocablo deportistas
(Cávia, 1894, pp. 1-2). En 1895 «Sobaquillo», ya incorporaba en sus artículos
la derivación deportista y,
ridiculizaba en el lenguaje castellano la adopción de los anglicismos sport y sportmen. Refiriéndose a los accidentes en hipódromos y velódromos
mencionaba: «Son, repito, muy sanos, muy higiénicos y muy cultos aquellos
deportes; pero el deportista se expone a salir deportado… para la eternidad»
(Sobaquillo, 1895, pp. 1-4).
No
obstante, algunos autores seguían mencionando que la palabra sport no tenía «traducción en nuestra lengua, la práctica de todos aquellos
ejercicios que tienen por objeto el desarrollo de la fuerza muscular, la
destreza, el valor, sobre todo cuando existe un elemento de emulación»
(Deportes náuticos, 1902, p. 8). La frecuente utilización de los vocablos
ingleses hacia que Mariano de Cávia continuase insistiendo en el atropello de
la lengua (Cávia, 2008). Por ello, siempre que podía aludía a expresiones que
continuamente reiteraban el correcto uso de las palabras, como por ejemplo la
referente a «los periódicos deportistas –o sportivos,
como también se dice bárbaramente» (Cávia, 1903, p. 1). En ocasiones trataba el
asunto con un tono irónico y burlesco, sin faltar al respeto, pero siempre con
el objeto de normalizar lingüísticamente el deporte español (Cávia, 1904).
A lo
largo del primer tercio del siglo XX la arbitrariedad del vocablo deporte
versus al de sport fue alternándose
indistintamente y ambiguamente en la prensa, surgiendo de vez en cuando algunas
referencias en torno a la extranjerización del léxico deportivo y en
consecuencia de la lengua castellana (Alaguero, 1919). Así se citaba, que en el
caso de vocablo sport fue la cultura
francesa la que lo introdujo en Inglaterra puesto que ya en el «francés antiguo
la palabra desport, desporter se usó
en sentido de recreo un verso del siglo XIII que dice: Pour deduire, pour desporter. Et pour son corps recouporter» (La
palabra sport, 1904, p. 438).
José
Elías Juncosa incorporó en la Enciclopedia
ilustrada Seguí la que quizás podría ser la primera definición no
académica del término deporte,
citando como origen su raíz provenzal «que la lengua castellana ha derivado la
palabra deporte, que traduce la muy antigua inglesa sport, hoy universaliza». Además incorporaba las voces deportista, deportivamente y deportivo.
En este sentido y por lo que se refiere a la innovación de las voces técnicas
del deporte en la lengua castellana Josep Elías se adelantada al Diccionario de la Real Academia:
Deportista
m. Aunque poco usado, significa con toda propiedad el aficionado a varios o a
todos los deportes; usándose, sin embargo, muy corrientemente la palabra
inglesa sportman en vez de la
española (Seguí, 1911-1921, pp. 201-202).
En
1934 seguía insistiéndose sobre el uso de anglicismos en el deporte y la falta
de una actualización lingüística:
Se da
el caso pintoresco de que los que combaten por extranjero el término unánimemente
admitido «sport» y propugnan por la palabra deporte adolecen de grave error,
pues resulta que ésta tampoco es castellana, ni nos viene directamente del
latín, ya que es otra cosa desfigurada de la palabra provenzal «deport»
(De-las-Casas, 1934, p. 6).
Sin
embargo, sabemos que a pesar de los esfuerzos de estos autores y de indudables
avances en la sensibilidad y mentalización de los medios españoles el vocablo deporte no ganó dominio al sport hasta finales de los años veinte del siglo XX.
Crónica
del Sport era una publicación ilustrada quincenal (1893-1896) que se
consolidó como una revista de hobbies
en que las noticias de sport más
comunes eran aquellas que provenían del extranjero (Seoane y
Saiz, 1996). Algunas de estas noticias en forma de crónicas breves hacían
alusión a deportes prácticamente desconocidos en España: foot-ball, lawn-tennis,
boxeo, natación o atletismo. Las reseñas más frecuentes y destacadas sobre
prácticas deportivas eran las crónicas sobre el caza, esgrima y velocípedos,
aunque también se localizan artículos relacionados con las regatas, la
equitación, el pelotarismo, los bolos, las peleas de gallos, tiro de palomas,
gimnástica, sport infantil (juegos
corporales), el teatro y la tauromaquia.
Crónica del Sport se comenzó a
editar en Madrid en 1893 y era una de las revistas más populares de deportes en
nuestro país. Pero en esa época existían otras muchas publicaciones con el
rótulo sport en su cabecera
(Torrebadella-Flix y Olivera-Betrán, 2013), desde las pioneras Gaceta del Sport (Madrid, 1873) y El Sport Español (Cádiz, 1876) hasta un
ramillete de publicaciones que se editan a finales del siglo XIX con el
anglicismo: El Correo del Sport
(Madrid, 1881), El Sport (Madrid, 1887),
Veloz Sport (Madrid, 1892), Madrid Sport (1896) o Barcelona Sport (1897).
Pero
tan importante como la prensa deportiva fueron las secciones que aparecieron en
los periódicos de información general. La prensa especializada solamente
llegaba a los aficionados al sport,
pero la prensa convencional cubría a un sector de la población mucho más
amplio. En Madrid, periódicos como La Iberia (1887), El Liberal (1890) o La Época
(1891) incorporaban esporádicas secciones de «Notas de Sport» que casi siempre
trataban eventos relacionados con las carreras de caballos.
En
Barcelona, las secciones de sport de
periódicos como La Dinastía o La Vanguardia fueron las primeras en
ocuparse por estimular la incipiente presencia local de todas las prácticas corporales
relacionadas con la educación física. En estas secciones de sport, aparte de estimular e impulsar el
asociacionismo deportivo se inició el verdadero camino hacia la futura prensa
deportiva especializada.
El 3
de noviembre de 1892 La Dinastía –diario
político, literario, mercantil y de avisos– presentaba en su sección «Sport
Internacional» una columna a cargo E. Font Valencia que se dirigía a los
lectores del diario con objeto de propagar las grandes ventajas de la educación
física y del sport, así como sucedía
en otros países de Europa (Font, 1892). Asimismo, La Vanguardia incorporó el 26 de octubre
de 1894 una sección llamada «Crónica de sport», dirigida y redactada por
Franco que inicialmente seguía «la costumbre de
revisar en primer lugar los hechos más importantes en el mismo acaecidos en el
extranjero». A partir de 1898 esta columna o sección fue firmada por Alberto
Serra, que a la postre se destacó como uno de los críticos deportivos más
relevantes de finales del siglo XIX y principios del XX.
En La Vanguardia el vocablo deporte empezó a tener presencia hacia
1897. Así aparecían expresiones en torno al «deporte vasco», al «deporte
velocipédico» (1897) a la «deportiva afición» (1897) o a la «comisión
deportiva» (1898). En esta época se daba noticia de la próxima salida de Barcelona Sport «nuevo semanario que se
dedicará exclusivamente al deporte en sus distintas manifestaciones» (Noticias
ciclistas, 1897, p. 2). También aparecía la noticia que con «el título de Los Deportes, empezará a publicarse en
breve una revista ilustrada encargada a representar en la prensa varios
importantes centros de sport»
(Noticias locales, 1897, p. 2).
La
prensa madrileña tomaba en consideración el vocablo castellano deporte y así se encargaba de referenciarlo como expresión
propia: «Se refiere a los ecos de caza, carreras y otros sports o deportes» (Noticias, 1894, p. 2). Entre 1894 y 1895, el término deporte
aparecía en ciertas ocasiones para referirse puntualmente a expresiones como
«deporte hípico», «deporte
velocipédico», «deporte moderno», «popular deporte», «deporte de moda», «gimnástica y
deporte», «deporte higiénico» o «deporte cinegético»
(El ejercicio del tiro de arco, 1894; Tolosa, 1895).
La campaña iniciada por Mariano de Cávia (1895) citaba en El Imparcial que «el mundo latino se
esforzaba por aprender del mundo anglo-sajón», pero que no obstante había que emprender un «deporte a la
española», tomó protagonismo
con la aparición en Madrid de la revista El
Deporte Velocipédico
(1895). Esta revista –cuya
propiedad y dirección fue a cargo José María Sierra– utilizó por primera vez en
una cabecera de prensa la denominación deporte (Viada, 1903).
La
generalización usual del vocablo fue particularmente admitido a partir de la
publicación de la revista barcelonesa quincenal ilustrada Los Deportes (1897-1910), que
representaba en Barcelona el órgano oficial de la Federación Gimnástica
Española y cuya dirección inicial estuvo a cargo de Narciso Masferrer (1867-1941).
Fue entonces cuando Antonio Viada (1902b) se ofreció a colaborar con la
publicación Los Deportes en la
españolización sistemática del vocabulario deportivo anglosajón (Torrebadella-Flix
y Nomdedeu-Rull, 2013). Viada trató en el Manual
del Sport (1903) sobre el origen de las voces sport y deporte,
señalando que el Diccionario de la
Academia no incorporaba las voces sport
y sportman, como así lo habían hecho
los Diccionarios de los idiomas francés y alemán. Además mencionaba que en este
asunto:
Hoy en
día, y por más que la Academia siga dando a la voz deporte el significado que
pudo tener allá en los tiempos del rey que rabió, no se usa dicha voz en otro
sentido que en el de sport; palabra,
a la que por más que se ha usado y se usa mucho en España, no se ha dado carta
de naturaleza por no adaptarse a su estructura a las inflexiones del idioma
castellano. […] Cuando al adjetivo deportivo, se usa corrientemente y ha
desterrado el exótico sportivo. No
así el substantivo deportista, que no ha logrado arraigarse ni proscribir el
uso del sustantivo inglés sportman o sportsman, y sus plurales sportmen o sportsmen (Viada, 1903, pp. 11-12.).
En
Barcelona, Narciso Masferrer, fue el primero que utilizó en la prensa cabeceras
con el adjetivo deportivo:
semanario Vida Deportiva (1903) y El
Mundo deportivo (1906). De esta manera contribuyó de manera eficaz a
la divulgación de la terminología deportiva en lengua española, ya que otras
cabeceras de prensa seguían utilizando la voz inglesa, a excepción de Sevilla Deportiva (1901) o Bilbao Deportivo (1903).
Curiosamente el resto de la prensa deportiva continuaba utilizando
en sus cabeceras el anglicismo sport.
En Madrid destacaba el Heraldo Sport (1902),
Revista del sport (1903), Sport Español (1905), Sport Universal (1906) o Los Sport (1910). Y en Barcelona: Sports. Revista catalana de educación física
(1908), Eco Sports (1909) o El Sport (1910). Igualmente en
periódicos como La Correspondencia de
España (1900), El Liberal (1902)
o el País (1907) encontramos las
secciones de «Notas de Sport» que cubrían las noticias del deporte nacional. En cambio,
en Barcelona, La Dinastía (1901) ya
utilizaba la sección con el nombre de «Notas Deportivas». En cuanto a los contenidos en esta época continuaron
alternándose los anglicismos derivados de la palabra sport con los términos castellanizados derivados del sustantivo deporte.
Alberto Serra, periodista de La
Vanguardia y responsable de su Sección «Crónica de sport»,
fue uno de los más firmes partidarios de la utilización del anglicismo sport en detrimento del término español deporte (reivindicado por Mariano de
Cávia, Antonio Viada, Narciso Masferrer, Miguel Salvador o José Elías). Según
Serra la expresión inglesa sport
conlleva «una fase adelantada de la educación física» manifestación que no cubría el término deporte pues su significación en el Real Diccionario de la Lengua Española
es de «recreo, diversión, pasatiempo». Por tanto la voz deporte
tal como la define el Diccionario no cubría el fin del sport que «es además la higiene, el desarrollo físico, que se
compagina perfectamente con la moral del individuo» (Serra, 1902, p. 7).
En el inicio del último cuarto del siglo XIX aparecen las primeras
revistas españolas sobre el deporte y la gran mayoría utiliza en sus cabeceras
el término sport, los principales
diarios generalistas de esta época también denominan a las secciones dedicadas
a estas nuevas prácticas con el rótulo sport.
No obstante, a partir del último lustro del siglo XIX, empieza a utilizarse de
manera preferente el término deporte
en las cabeceras de las nuevas revistas de deporte que van apareciendo, desde
la revista pionera por el rótulo El
Deporte Velocipédico (Madrid, 1895) hasta Vida Deportiva (Barcelona/Madrid, 1903), El Mundo Deportivo (Barcelona, 1906) o incluso los nombres
castellanizados de las Secciones de deporte de los grandes diarios españoles de
la época. En este cambio etimológico tuvo importancia la revista Los Deportes (1897-1910) ya que fue por
el nombre de la publicación, política de redacción, firmas invitadas y línea
editorial el principal medio de comunicación escrita que contribuyó a la
normalización del vocablo castellano deporte
y sus derivados en lengua castellana (Torrebadella-Flix y Olivera-Betrán,
2013).
No obstante hasta finales de los años veinte del siglo XX no se
dará la vuelta a esta situación, con el dominio del vocablo deporte y sus derivados castellanos
respecto a sport y a las enrevesadas
voces inglesas relacionadas con este anglicismo. En esta cruzada lingüística no
sólo se dirimía la implantación del término deporte
o del anglicismo sport; sino también
la necesidad de castellanizar, o no, todos los términos ingleses derivados del
deporte que iban llegando a nuestro país (Viada, 1902a).
En la última década del siglo XIX, la cuestión semántica en torno al concepto sport o deporte suscitó una cierta
seducción epistemológica que nos ha dejado algunos interesantes ensayos. En
este trabajo queremos estudiar los primeros intentos de definición de autores
diversos y de distintas procedencias disciplinares que entre 1892 y 1932
editaron sus propuestas en medios escritos de nuestro país, de esta manera
contribuyeron a enriquecer el campo semántico del concepto tratando de
contestar a la pregunta ¿qué es el deporte?
La primera referencia la encontramos con Nicolás Estévanez (1892) que definía el concepto sport mencionando que éste «comprende todos los ejercicios de fuerza y destreza: equitación, gimnástica, esgrima, natación; arte de remar y el de gobernar un bote, como el de matar perdices, el juego de pelota y el de bolos» (p. 1).
En 1895 localizamos otra nueva definición de sport, que equivaldría en la época al
poder utilizar en castellano el término deporte refiriéndose a la «Recreación, pasatiempo,
placer o diversión».
Sport es una palabra inglesa que
significa juego, diversión, placer, y se aplica a todas las distracciones
especiales que el hombre se procura por medios diversos; y así se dice sport velocipédico o veloz sport, al placer y distracción
o al ejercicio de montar en velocípedo; sport
hípico, a la equitación; sports son también las practicas de la
pesca, de la caza, de la navegación, dentro de ciertos límites, y en general,
de todos los actos que se ejecutan como distracción y pasatiempo, habiendo
tomado dicha palabra carta de naturaleza en todos los idiomas (Dos compañeros
del pedal, 1895, p. 1).
Asimismo en Barcelona el doctor David Ferrer (1897) trataba en Los Deportes sobre el significado del «deporte o de los juegos corporales en uso»:
Los
Deportes son la forma práctica de la satisfacción de una necesidad. Así vemos
que la razón se asocia al instinto, para llevarnos a la ejecución de las distintas
formas de movimiento agradable. […] Con ellos atendemos al múltiple objeto: del
movimiento necesario, del descanso, de la inteligencia, del desarrollo de la
misma de un modo insensible muchas veces; del desenvolvimiento de los
sentimientos nobles; de las manifestaciones de la voluntad; del aprendizaje de
un trabajo útil en ocasiones; de la armonía entre las distintas formas de la
actividad; de la satisfacción general del individuo; en pocas palabra: de la
salud, del valor, del poder y de la virtud (Ferrer, 1897, pp. 34-35).
Entre
estas primeras definiciones decimonónicas del deporte encontramos la del Dr.
García Fraguas (1897), que durante algún tiempo fue aceptada por el profesor de
educación física Marcelo Sanz (1915).
El sport o deporte, es todo conjunto de
ejercicios físicos reglamentados y practicados con el fin de adiestrarse para
un recreo u entretenimiento al servicio de la vanidad o de la actividad física
personal, sin preocuparse de sus consecuencias ni utilidad social, como ocurre
con el baile, la equitación, el ciclismo, el canotage, los zancos, patines,
trineos, el boxeo, la esgrima, la caza, el tiro al blanco, el acrobatismo
gimnástico de los establecimientos industriales, etc., etc. (G-Fraguas, 1897,
p. 2).
Para Antonio Viada, autor
del Manual del Sport (1903), deporte era «el ejercicio físico al aire libre, que se practica por recreo y
por estimulo» (p. 9). Otra definición la encontramos en un manual de educación
fisica Nociones de ejercicios corporales (1909), en donde se
concretaba que el «Sport o deporte es el conjunto de
ejercicios físicos reglamentados y practicados con el fin de adiestrarse en un
recreo o entretenimiento determinado, sin atender a las consecuencias
educativas o utilidad individual ni social» (Nociones de ejercicios corporales,
1909, p. 9). En cambio, el reverendo Félix Sardá (1908) conceptualizó al sport en el sentido equivalente a la
antigua expresión castellana deporte, que venía a indicar recreación o
esparcimiento del espíritu. Así proponía varios tipos de sport: el sport
gimnástico, el sport literario, el sport
fotográfico, el sport musical y el sport excursionista.
En la Enciclopedia ilustrada Seguí
(1911-1921) José Elías
definía el deporte del siguiente modo:
Puede definirse
por todo ejercicio físico, principalmente al aire libre, encaminado, aunque sea
superficialmente, a fin higiénico, practicado, ya sea por recreo, o por
estímulo. Puede admitirse también como deporte todo lo que es juego,
entretenimiento o diversión al aire libre, entrando modernamente en esta
definición sinnúmero de variaciones hasta lo increíble, muchas de las cuales no
han tenido más razón de ser que el capricho o la moda que las palabra sufren
según las épocas (Seguí, 1911-1921, pp. 201-202).
Los sports no tienen para la escuela valor
alguno ni desde el punto de vista educativo ni desde el concepto higiénico,
podrán tener algún valor social, por lo que distraen o divierten al individuo;
pero también distrae a las personas desocupadas el deporte de coleccionar
sellos u otros objetos (Sanz, 1915, p. 134).
En los años treinta la ambigüedad conceptual llevó a definiciones muy
particulares. Para el Dr. Mollá (1931) el deporte es la «actividad orgánica,
dirigida por la inteligencia, aderezada por la distracción, y teniendo por
objeto realzar el poder somático del organismo, tanto más disminuido cuanto
mayor es el hacinamiento que las grandes ciudades exigen» (pp. 5-6). En Marcelo Sanz (1932),
el deporte y los juegos no eran más que una motivante gimnasia de aplicación:
Los juegos
y deportes, o gimnasia de aplicación hecha de síntesis de movimientos y de la
emotividad en el placer producido, o de la utilidad de satisfacer con los
movimientos libres y no reglados sistemáticamente, que son los que constituyen
los deportes (Sanz, 1932, p. 20).
Las
primeras definiciones correspondientes a la última década del siglo XIX y a la
primera del siglo XX son básicamente descriptivas, en ellas se intenta enumerar
las prácticas deportivas de la época importadas del sport inglés a las que se
les otorga un fin recreativo, de entretenimiento y de diversión pero sin
ninguna otra utilidad. Aunque conforme iniciamos la centuria pasada, con
autores como A. Viada, se añade el rasgo ‘ejercicio físico al aire libre’, pero
siempre con la finalidad de pasatiempo y diversión.
En
1911, con la definición de José Elías en la Enciclopedia
Ilustrada Seguí, se observa un cambio en la finalidad del deporte al
definirlo como «ejercicio físico, principalmente al aire libre, encaminado al
fin higiénico, practicado por recreo» (Segui, 1911-1921, pp. 201-202). En 1917 el mismo autor se reitera en la definición
anterior añadiendo el concepto de ‘perfeccionamiento’. Por otra parte, la
edición de 1914 del Diccionario de la Real Academia de la Lengua se queda en
una definición de deporte acorde a su
etimología «divertirse,
explayarse, recrearse».
A
partir de 1925, quizás por la influencia de la importante obra El sport contra la educación física de
Hébert (1925), se intenta diferenciar la educación física del deporte. Algunos
autores (F-Trapiella, 1933; Juarrós, 1925; Sanz, 1915) otorgan a la educación
física una finalidad educativa con importantes beneficios formativos e
higiénicos y abogan por su institucionalización escolar; por el contrario,
niegan al deporte estos valores y se oponen a su institucionalización social,
aunque le aceptan una cierta función social de distracción y divertimento del
individuo que gasta las energías superfluas sin ninguna utilidad.
En
esta etapa entramos en una fase de ambigüedad conceptual y cierto confusionismo
en la que médicos, naturistas, profesores de educación física, militares y
padres de la Iglesia Católica dirimían en torno al concepto de deporte desde
sus diferentes ópticas sin consenso alguno. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su XVª
edición (1925) introduce en la entrada de deporte
el siguiente añadido «por lo
común al aire libre».
El
término deporte es un cultismo ya que
corresponde a la misma forma de los siglos XV y sucesivos, pero desde el punto
de vista del contenido es un plagio semántico del término inglés sport con la significación de la primera
acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (22ª
edición, 2001): «Actividad
física ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y
sujeción a normas»; en la segunda acepción, presenta una significación mucho
más acorde con su etimología que la anterior «Recreación, pasatiempo, placer,
diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre».
El
origen etimológico de deporte surge
en la lengua provenzal (siglos XI y XII) con el vocablo deport y significado de ‘diversión, pasatiempo agradable’ que
adopta en castellano la forma verbal deportarse
(1260) y el sustantivo depuerto hasta
la aparición del término deporte en
1440 que es un provenzalismo derivado de deport
y con la misma significación que éste.
El
sustantivo deporte sobrevive hasta el
Diccionario de autoridades (1726-1739) de la RAE, precedente del Diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española (DRAE), en el que conserva la misma
significación medieval con el añadido de ‘fatiga’ e interpretación de ejercicio
físico para la mejor diversión. En las sucesivas ediciones del Diccionario se
mantiene la entrada a pesar de quedar marginada la voz durante casi todo el
siglo XIX por el dominio del término anglosajón sport. La introducción en España a mediados del siglo XIX del
emergente anglicismo sport con la
significación de recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico
que daba rótulo a todo un conjunto de nuevas prácticas y espectáculos
provenientes de Inglaterra, provocó aún más el
desuso del término deporte, aunque su
entrada nunca desapareció de los Diccionarios de la RAE.
En
los últimos años del siglo XIX se produce una cruzada lingüística de
periodistas, autores y editores (siendo los más destacados Mariano de Cávia,
Narciso Masferrer, Antonio Viada), escritores de renombre (Emilia Pardo Bazán)
e incluso políticos que reaccionan contra la utilización masiva del término sport y todos los extranjerismos
derivados de él e instan a utilizar una palabra española sustitutiva y
españolizar los anglicismos derivados del término sport. Las portadas de las nuevas revistas con cabeceras con el
nombre de deporte como la pionera El Deporte Velocípedo (Madrid, 1894) y
sobre todo la relevante revista Los
Deportes (Barcelona, 1897-1910) y también Sevilla Deportiva (1901), Bilbao Deportivo (1903) o El Mundo Deportivo (Barcelona, 1906)
contribuyeron a utilizar y generalizar el término deporte así como el uso españolizado del vocabulario deportivo,
aunque el resto de la prensa deportiva seguía utilizando el término sport. En este período los títulos de
los libros de deporte editados más famosos de la bibliografía nacional no
ayudan a este propósito y siguen utilizando el término inglés, más conocido y
más elitista (Torrebadella y Olivera, 2012): Manual del sport (1903) de Antonio Viada, Football asociación (1914) de José Elías y El «sport» en España, amateurs y profesionales (1930) de Pedro Rico. No
obstante, también se publican trabajos de autores relevantes que emplean un
término derivado del deporte (José
Ortega y Gasset en 1924 con su trabajo Origen
deportivo del estado).
Después
de todo, a mediados de los años veinte de la pasada centuria se logra recuperar
la popularidad del antiguo provenzalismo deporte
y la XVª edición del DRAE (1925) incorporó sus derivados deportismo, deportista y deportiva (p. 399). Finalmente, con el
devenir los años, el deporte venció
al sport.
Desde
el punto de vista conceptual hemos analizado alrededor de veinte definiciones
emitidas entre 1892 y 1932. Las primeras aportaciones corresponden a
definiciones descriptivas y enumerativas de las prácticas inglesas importadas
que obedecen a un fin recreativo. Al inicio de la segunda década del siglo XX
se aporta el rasgo ‘ejercicio físico’ y también ‘al aire libre’ que serán
recogidos más tarde por el DRAE (edición de 1925) y se otorga al deporte un fin
higiénico a través de la recreación. A partir de la notable obra de G. Hébert
(1925) se busca en las definiciones la distinción entre educación física y
deporte, se le atribuye a la primera una finalidad educativa y al segundo una
cierta función social de divertimento del individuo pero sin ninguna otra
utilidad. En estos años, ante la ausencia de un cuerpo de profesionales y
académicos del deporte e instituciones rectoras del mismo, un conjunto de
autores dispares pertenecientes a diferentes disciplinas dirimen sobre lo qué
es el deporte con resultados distintos y se entra en una cierta ambigüedad
conceptual con frecuentes brotes de confusión.
Estos
intentos de definición continuarán hasta la década de los setenta en el que
José María Cagigal Gutiérrez, referente histórico de la intelectualidad
española sobre el deporte, lo declara indefinible (1971) aduciendo a la
complejidad creciente del fenómeno, su dimensión social universal y su
representatividad como símbolo cultural de nuestra era (Olivera, 2006).
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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte
- vol. 15 - número 57 - ISSN: 1577-0354