Gómez
Rijo, A. (2005) La enseñanza y el aprendizaje de los valores en la
educación Deportiva. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de
THE EDUCATION AND THE LEARNING OF THE VALUES IN THE SPORTS EDUCATION
Gómez Rijo, A.
Maestro especialista en Educación Física. Licenciado en
Ciencias de
agomrij@gobiernodecanarias.org
Recibido 12 mazo 2005
RESUMEN
Dado el alto índice de conflictividad que hallamos en
las aulas, se hace harto necesaria la inclusión explícita de los valores en el
ámbito educativo y deportivo. Pero, para hablar de una enseñanza deportiva
educativa, debemos trascender del aprendizaje de lo meramente motriz para
auspiciar otros ámbitos que tradicionalmente han sido soslayados como el
cognitivo y, sobre todo, el moral. A este respecto, debemos tener en cuenta que
la escuela es un sistema abierto influenciado por diversos factores tanto
extraescolares como escolares. En lo que se refiere al “¿qué podemos hacer?”,
los diálogos clarificadores y los debates se convierten en recursos
fundamentales por la facilidad con la que se pueden incluir en la dinámica de
la clase.
ABSTRACT
In
view of the high index of conflict that we find in the classrooms, the explicit
incorporation of the values becomes fed up necessary in the educational and
sports area. But, to speak about a sports educational education, we must come
out of the learning of the merely motive thing to support other areas that
traditionally have been ignored as the cognitive one and, especially, the
mulberry tree. In this regard, we must bear in mind that the school is an
opened system influenced by diverse factors so much out-of-school as students.
Regarding " what can we do? ", the dialogues clarifiers and the
debates turn into fundamental resources for the facility with the one that can
be included in the dynamics of the class.
Palabras clave:
valores,
Educación Deportiva, factores escolares y extraescolares.
Key words:
Values, Sports Education, school and out-of-school factors
1.
INTRODUCCIÓN
Sin temor a equivocarnos, cabría decir que la actual
situación en que se halla el docente podríamos catalogarla de “huérfanos
sociales”. Por un lado, la sociedad no reconoce la relevancia social del
docente ni su labor profesional, lo que conlleva una falta de respeto de la
sociedad hacia la profesión docente y, por ende, una falta de respeto del alumno
hacia el profesor, puesto que el primero ya no reconoce en el segundo a esa
figura modelo en la que subyace la autoridad (aunque sólo sea la del
conocimiento). Pero, por otro lado, cada vez se le asignan más
responsabilidades al docente, de tal forma que ahora es profesor, y muchos
otros roles sociales de los que carece competencia para abordarlos con
satisfacción y éxito. Aún así, dentro del abigarrado de funciones que en la
actualidad se le asignan al profesorado, una de las que mayor preocupación suscita
es la de la educación en valores en el alumnado. Papel tradicionalmente
asignado a la familia, y que tras el eclipse moral que sufre ésta (Savater,
1998) podríamos decir que se está produciendo un giro copernicano donde
instrucción, enseñanza y educación se funden en un abrazo semántico para dejar
en manos del profesorado funciones que, en un principio, no le competían. Somos
conscientes de que para que una educación sea efectiva ha de ser afectiva, pero
bien es cierto que existen contextos donde esta labor se complica de forma
extraordinaria ya que no se dan las condiciones óptimas para desarrollar este
trabajo (por ejemplo, predisposición del alumnado -y lo que es aún peor, del
profesorado-). Por eso, no podemos soslayar que la realidad nos ha convertido
en “extractores” de lo mejor de nuestro alumnado y no sólo de lo intelectual
sino, y con la misma relevancia, de lo moral.
Ahora bien, de entre todos los ámbitos desde la que
se puede (y se debe) abordar esta educación, vamos a centrarnos en uno:
2. ¿PODEMOS
HABLAR DE UNA EDUCACIÓN DEPORTIVA MORAL?
No cabe la menor duda que el deporte ha trascendido
su papel meramente motriz para configurarse en uno de los elementos de mayor
promoción política, social, económica y moral (Acuña, 1994). Sin menospreciar
los primeros, a nosotros nos interesa, por lo menos en este artículo, el último
aspecto. En efecto, numerosos autores coinciden en manifestar y reivindicar el
papel educativo del deporte (Castejón, 2001; Contreras, 1996; Contreras, De
En resumen, para hablar de una enseñanza deportiva
educativa, debemos trascender del aprendizaje de lo meramente motriz para
auspiciar otros ámbitos que tradicionalmente han sido soslayados como el
cognitivo y, sobre todo, el moral. Y para que se dé una Educación Deportiva moral
no podemos pasar por alto los factores que intervienen en dicha educación, así
como asumir un compromiso pedagógico que nos lleve ineludiblemente al trabajo
sistemático de los valores en las clases de Educación Física a través de los
numerosos recursos que desde la educación general se proponen (dilemas,
diálogos clarificadores, etc.).
3. ¿QUÉ
DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA UNA EDUCACIÓN DEPORTIVA EN VALORES?
A la hora de abordar el problema de la promoción y
desarrollo de los valores en el deporte debemos partir de un modelo ecológico
(Gutiérrez, 2003; Prat y Soler, 2003). Esto supone considerar la intervención
de una multiplicidad de factores coadyuvantes en el proceso de la
enseñanza-aprendizaje de los valores. Y
dado que la escuela es un sistema abierto, hay que tener en cuenta que estos
factores se influyen recíprocamente (Figura 1).
Figura 1: El proceso de la educación en
valores (Jiménez y Gómez, 2004).
Ante tal circunstancia vamos a desvelar cuáles son, a
nuestro juicio, los factores que intervienen en el desarrollo y promoción de
los valores en el deporte desde la escuela (Figura 2).
Figura 2: Factores influyentes en el
desarrollo de valores y actitudes (Jiménez y Gómez, 2004).
Por un lado,
podemos hablar de factores de influencia extraescolar, entre los que incluimos
la familia, los medios de comunicación y la sociedad. Por otro lado,
constatamos que existen unos factores de influencia escolar, entre los que
enumeramos: el currículo (aspectos didácticos, metodología y evaluación), el
profesorado y, por último, el clima de aula.
3.1. FACTORES DE INFLUENCIA
EXTRAESCOLAR
Dado que el tema que nos ocupa hace referencia al
ámbito escolar, no vamos a detenernos aquí en realizar un análisis detallado de
la influencia de estos factores en el desarrollo y promoción de los valores en
el deporte. Y es que a nadie se le escapa la influencia de la familia y los
valores que son transmitidos a través de ella. La familia se convierte en
piedra angular ya que es en ella donde el niño adquiere las primeras normas,
actitudes y valores. Ante el exceso de beligerancia moral suscitada por algunos
enseñantes debemos recordar que la escuela no puede sustituir la función de la
familia, en todo caso complementarla (Prat y Soler, 2003). Con respecto a los
medios de comunicación, numerosos estudios revelan la influencia de éstos en el
comportamiento de los niños y la forma más idónea de consumir dichos medios
(Arroyo, 2000; Jiménez Correa, 2000; Matilla, 2002). En cualquier caso, las
conclusiones son claras: familia y medios de comunicación se influyen
recíprocamente puesto que la primera ha de ofrecer estrategias de consumo sobre
la segunda a los niños y, a su vez, las relaciones de los hijos con sus padres
están influenciadas por los modelos ofertados por dicho medios de comunicación.
En cuanto a la influencia de la sociedad, queda claro que la práctica deportiva
actual responde a planteamientos competitivos, selectivos y restringidos que no
se corresponden con las intenciones educativas que se proponen desde la
escuela. Es necesario considerar este choque de intereses y educar a los
alumnos en el consumo crítico de la práctica social deportiva, ayudándoles a
descubrir el sentido lúdico, recreativo y, por qué no, competitivo del deporte
siempre que esto se haga con una clara intencionalidad pedagógica. Comentarios
de textos acerca de noticias publicadas en prensa o reflexiones individuales y
colectivas sobre temas moralmente relevantes (como puede ser, por ejemplo, los
modelos ofrecidos por los anuncios publicitarios) al final de la clase son un
buen recurso para abordar este tema.
3.2. FACTORES DE INFLUENCIA ESCOLAR
En este apartado se tratan los factores que inciden,
directamente, dentro del ámbito escolar, a saber: el currículo (aspectos
didácticos –objetivos y contenidos-, metodología y evaluación), el profesorado
y el clima de aula.
3.2.1. EL CURRÍCULO
Diversos estudios han puesto de manifiesto la
importancia otorgada por la administración a la formación moral del alumnado
desde el currículo (Gómez, 2003; Pavesio y Rivera, 2001). Veremos, en este
apartado, en qué medida influyen específicamente cada uno de los elementos
curriculares en dicho proceso de formación.
3.2.1.1. ASPECTOS DIDÁCTICOS (OBJETIVOS
Y CONTENIDOS)
A pesar de lo que pueda especularse, hay que tener en
cuenta que el tratamiento escolar del ámbito socioafectivo no representa el
capricho pedagógico de una moda pasajera, sino la obligación de responder a una
necesidad básica: la educación de la totalidad de la persona (Sánchez, 2002).
Por eso, desde la acción educativa ha de planificarse cuál va a ser nuestra
intervención en el proceso de la formación moral de los alumnos, considerando
aquellas capacidades y contenidos que mejor se adecuan para conseguir este
objetivo. En cualquier caso, es esencial que consideremos que la promoción y
desarrollo de los valores se ejercita a través de la experiencia y no por la
mera transmisión de ideas (Ortega, Mínguez y Gil, 1996).
Desde un punto de vista didáctico, Prat y Soler
(2003) hablan de tres líneas de trabajo para el tratamiento de los valores a
través de
Ahora bien, ¿qué valores son susceptibles de ser
promovidos? ¿Tienen todos la misma importancia o por el contrario es necesario
jerarquizarlos? Si bien algunos autores hablan de valores fundamentales de la
educación, como por ejemplo, la igualdad entre los seres humanos (Gimeno
Sacristán, 1995), otros se muestran partidarios de un mayor eclecticismo y
abogan por una formación más amplia (Buxarrais, 1997; Guitart, 2002; Puig, 1995).
Un buen comienzo, para un programa de formación moral desde el deporte, puede
ser
No queremos acabar este apartado sin insistir en la
necesidad de aclarar que la educación no es neutral. Debemos ser conscientes
que, directa o indirectamente, transmitimos una serie de valores a nuestros
alumnos, ya que éstos son contenidos (explícitos o implícitos) inevitables en
todo proceso de enseñanza-aprendizaje (Ortega, Mínguez y Gil, 1996). Por lo
tanto, y bajo esta realidad, es conveniente que sepamos qué es lo que hacemos,
por qué lo hacemos y, sobre todo, para qué lo hacemos. En el siguiente apartado
veremos cómo lo hacemos.
3.2.1.2. METODOLOGÍA
La forma en que el profesor presenta y trata los
contenidos deportivos en el área de Educación Física influye de forma
significativa en la promoción y desarrollo de los valores, tal y como proponen
Guerra y Pintor (2002). Así, por ejemplo, existen estrategias, estilos y
técnicas de enseñanzas más adecuadas que otras para fomentar un valor tan
importante como es la autonomía. Es el caso de las estrategias emancipativas,
los estilos de enseñanza de investigación (descubrimiento guiado y resolución
de problemas) y algunas técnicas de enseñanza como la presentación de las
tareas de forma semidefinida (en la que se le dice al alumno cuál es el
objetivo de la tarea motriz a ejecutar, pero no así la forma de realizarla). De
esta forma, podemos trabajar con diversos aspectos metodológicos para fomentar
otros valores. Por ejemplo, promover el respeto a través de organizaciones que
supongan una espera en la participación de alguna tarea, o también podemos
alentar a los alumnos al valor de la cooperación a través de juegos que
requieran esta estructuración. Desde un punto de vista organizativo, hay que
reconocer que dos horas semanales tal vez sean escasas para incluir un programa
completo de educación moral. Éste sería más susceptible de ser incluido desde
el ámbito de la tutoría. De todas formas, ello no es óbice para incluir en el
apartado de vuelta a la calma algún trabajo de índole socioafectivo, como los
que se proponen más adelante. En cualquier está claro cuál es el papel de la
metodología en la educación moral ya que los valores no se promueven de forma
“mágica”, sino que es necesario programarlos y utilizar una estrategia
pedagógica adecuada. Más adelante, en el apartado 4, veremos cuáles son las
técnicas específicas que podemos usar dentro del aula para una educación
moral.
3.2.1.3. EVALUACIÓN
Como en cualquier proceso educativo, es necesario
evaluar el alcance de nuestra intervención para, en la medida en que sea
necesario, adecuar las opciones recogidas al trabajo realizado. Y sin embargo,
una pregunta que nos surge de inmediato (aunque suene redundante) es: ¿podemos
evaluar los valores? ¿Existen instrumentos válidos y fiables que recogen hasta
qué punto los alumnos han adquirido esos valores que estamos promoviendo? Si
bien algunos autores se muestran escépticos a este respecto (Gutiérrez, 2003;
Tinajas, Tinajas y Arrontes, 1995), otros, por el contrario ofrecen todo un
muestrario de técnicas (Bolívar, 1995). Las que mejor se adaptan al contexto de
Fecha |
Curso |
Hecho |
Interpretación |
Alternativas |
10 - II – 2004 |
2º Primaria |
Alexander ha vuelto a pelearse con Pedro. |
No tiene autocontrol. Responde pegando sin antes preguntar lo que ha pasado. |
Trabajar con él que debe preguntar a sus compañeros sobre lo que le hacen. |
Figura 3: Registro anecdótico funcional.
3.2.2. EL PROFESORADO
En este apartado vamos a hablar sobre la neutralidad
o beligerancia del profesorado ante la promoción y desarrollo de valores.
En primer lugar, y para salir de dudas, es necesario
decir que la escuela no es neutral y el profesor tampoco (Bolívar; 1992; Camps,
1994; Gutiérrez, 2003; Prat y Soler, 2003; Puig, 1995; Savater, 1998). Desde el
primer momento en que seleccionamos unos objetivos, unos contenidos, una
metodología y optamos por un sistema de evaluación concreto, estamos tomando
partido por una opción ideológica u otra acerca del modelo de enseñanza, de
escuela y de alumno que queremos. Además, el profesorado no puede ser tolerante
ante conductas intolerantes que se manifiesten en la escuela. Por lo tanto, es
necesario que asumamos nuestro rol beligerante en el modelo educativo actual.
Ahora bien, ¿de qué forma influye la actitud del profesor en la transmisión de
valores de sus alumnos? Podríamos decir que interviene en la percepción que el
docente tenga:
a) De sus alumnos (¿Cómo son? ¿Qué espero y quiero de
ellos?).
b) De
c) De sus propias competencias y actuación como
modelo (¿Qué hago y cómo lo hago? ¿Qué represento para mis alumnos?).
d) Del modelo de escuela como transmisora de valores
(¿Qué valores son susceptibles de fomentarse?).
e) Del papel que juega la familia, los medios de
comunicación y la sociedad en la influencia de los alumnos (¿En qué medida los
alumnos se ven afectados por lo que pasa fuera de la escuela?).
Queda claro, entonces, que nuestra actuación no pasa
desapercibida, y que influye, para bien o para mal, en el comportamiento de
nuestros alumnos.
Un aspecto que nos parece relevante, y que en cierto
modo se ha pasado por alto, es el papel del discurso docente en la construcción
de significados por parte del alumno (Coll, Colomina, Onrubia y Cochera, 1995;
Coll y Onrubia, 2001). Se hace necesario que el profesor reconozca su
influencia a través de la comunicación verbal con el alumno para dotarle de
herramientas cognitivas que le permitan desarrollarse intelectual y moralmente.
3.2.3. EL CLIMA DE AULA
Uno de los factores que más claramente transmite una
serie de valores en la relación entre profesor-alumno es el clima de aula. Tal
vez sea porque es lo más fácilmente observable y porque, en la actualidad, es
el clima de aula el factor más perjudicado (desgraciadamente) por la actitud de
los alumnos que adolecen de pautas de comportamiento. En muchos centros se hace
imposible la docencia (y por ende, más necesaria la educación en valores)
precisamente porque el clima de aula es insoportable. Tal es la relevancia que
cobra que Bolívar (1995) lo propone como el núcleo de la evaluación de la
atmósfera del centro.
Los factores que influyen en el clima de aula son:
a) Físicos: arquitectónicos (barreras espaciales y
obstáculos) y materiales (disposición, tipo, cantidad y calidad del material).
b) Psicológicos: actitud del profesor y del alumno en
las intervenciones de cada uno. Muchos alumnos no respetan al profesor porque
no se sienten respetados por éste, y viceversa.
c) Didácticos: la metodología, la evaluación y la
selección de contenidos (¿Responden a los intereses del alumno? ¿Se ha contado
con la participación del alumnado en la selección de contenidos y en el tipo de
evaluación?).
d) Sociológicos: el papel de la familia como primera
autoridad moral, la influencia de los valores transmitidos por los medios de
comunicación y la sociedad, en general.
Algunas estrategias para mejorar el clima de aula
pueden ser: la utilización de la metodología cooperativa (Díaz-Aguado, 2003) a
través del cual se otorga más participación y responsabilidad del alumnado en
su proceso de aprendizaje; y, por qué no, la afectividad y el sentido del
humor. Muchos alumnos valoran positivamente a sus profesores si éstos hacen uso
del sentido del humor en las clases y se muestran más afectivos y entusiastas
con ellos (Pieron, 1999). En el siguiente apartado profundizaremos sobre
algunas estrategias y técnicas o recursos para promover el desarrollo de
algunos valores y mejorar el clima de aula.
4. ¿QUÉ
PODEMOS HACER PARA PROMOVER UNA EDUCACIÓN DEPORTIVA A TRAVÉS DE LOS VALORES?
No cabe la menor duda que
Dentro del abigarrado de alternativas metodológicas
que se proponen bien desde una óptica general
como específica (Jiménez y Gómez, 2004), podemos destacar que las que
más se utilizan en el ámbito de
5.
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