Bastos, A. A.; González Boto, R.; Molinero
González, O. y Salguero
del Valle, A. (2005) Obesidad, nutrición y
Actividad Física. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de
OBESITY, NUTRITION AND PHYSICAL ACTIVITY
Bastos, A. A.1,2*; González Boto, R.1** Molinero
González, O.*** y Salguero del Valle, A.1****
1 -
Universidad de León – España,
2 -
Universidade Federal de Sergipe - Brasil
Recibido 16 marzo 2005
RESUMEN
La cantidad y calidad de actividad física se ha reducido considerablemente
en la sociedad actual. El desequilibrio que se produce cuando el consumo de
alimentos supera el gasto energético conlleva un aumento de peso corporal y
consecuentemente de la obesidad. Varios son los factores determinantes de la
obesidad, así como sus consecuencias. Para tratar una persona obesa es
necesario conocer, en primer lugar, el agente desencadenante de la enfermedad.
Los profesores de Educación Física, junto con las aportaciones de los profesionales
de otras áreas de las ciencias del deporte, pueden ser de vital importancia
para ayudar a los niños, niñas y adolescentes con problemas causados por el
exceso de peso corporal.
PALABRAS CLAVE: obesidad, nutrición, actividad
física
ABSTRACT
The quantity and quality of physical activity has decreased considerably
in the current society. Energy imbalance appears when food intake overcomes
energy expenditure. This situation leads due to an increase of total weight and
obesity. Several factors are determinant in obesity as well as their
consequences. Treatment of obese people must primary knows the agents that
caused the disease. Physical Education teachers, together contributions of
professionals in other areas of sport sciences,
have relevant importance to help children, girls and adolescents with problems
caused by the excess of corporal weight.
KEY WORDS: obesity, nutrition, physical
activity
1. INTRODUCCIÓN
La obesidad es actualmente un tema
de interés mundial, considerada una enfermedad de proporciones epidemiológicas,
no solo en los Estados Unidos, sino también en otros países del mundo (GORAN, 2001). Es una enfermedad, multifactorial que está
caracterizada por un excesivo acumulo de tejido adiposo en el organismo. A su
vez es un factor desencadenante de patologías graves, como la diabetes,
enfermedades cardiovasculares, hipertensión, trastornos de la función
reproductiva en las mujeres, algunos tipos de cáncer y problemas respiratorios.
La obesidad puede ser causa de sufrimiento, depresión y de comportamientos de
rechazo social que perjudican la calidad de vida de los individuos.
Según POLLOCK & WILMORE (1993),
“el sobrepeso es la condición en la que el peso del individuo excede del
promedio de la población en relación al sexo, la talla y el somatotipo”.
Sin embargo, la obesidad “es el
resultado de un desequilibrio permanente y prolongado entre la ingestión de
alimentos y el gasto energético, donde el exceso de calorías se almacena en
forma de tejido adiposo”. (COUTINHO 1999b)
A través de ambas afirmaciones
podemos verificar que el desequilibrio entre la ingestión calórica y su
posterior consumo energético, es la principal causa de aparición de la obesidad
en humanos.
3. CLASIFICACIÓN DE
La obesidad se puede clasificar en
base a diferentes parámetros. A continuación pasamos a comentar algunos de
ellos.
Según SANDE & MAHAN (1991),
citados por DÂMASO (1994), la obesidad puede ser clasificada, atendiendo a su
origen, como exógena o endógena. Los autores consideran que la obesidad exógena es causada por una ingestión
calórica excesiva a través de la dieta, mientras que, la endógena, se produce por disturbios hormonales y metabólicos.
De acuerdo con aspectos fisiológicos
BJORNTORP & SJOSTROM (1971), citados por DÂMASO (1994), clasificaron la
obesidad en: hiperplásica e hipertrófica. La hiperplásica se caracteriza por el aumento del número de células
adiposas, mientras que la hipertrófica
por el aumento del volumen de los adipositos.
En cuanto a los aspectos etiológicos, la
obesidad se puede clasificar en primaria y secundaria. La primaria representa un desequilibrio entre la ingestión de
alimentos y el gasto energético. La secundaria
se deriva como consecuencia de determinadas enfermedades que provocan un
aumento de grasa corporal. Ejemplos de estos trastornos son el hipotiroidismo o
los síndromes de Cushing, Prader Willy y Laurence Moom Baiedl (DÂMASO, 1994).
Finalmente, en la comunidad
científica se acepta una clasificación de la obesidad en 4 categorías
atendiendo a criterios relacionados con la distribución de los depósitos de
grasa:
Obesidad tipo I, caracterizada por el exceso de grasa corporal total sin que se
produzca una concentración específica de tejido adiposo en alguna región
corporal.
Obesidad tipo II, caracterizada por el exceso de grasa subcutánea en la región abdominal
y del tronco (androide). La obesidad tipo II tiene mayor incidencia en varones,
y suele asociarse con altos niveles de colesterol tipo LDL. Esta situación
aumenta el riesgo de aparición de alteraciones cardiovasculares y otras
enfermedades asociadas.
Obesidad tipo III, caracterizada por el exceso de grasa víscero-abdominal.
Obesidad tipo IV, caracterizada por el exceso de grasa glúteo-femoral (ginóide). La
obesidad tipo IV es más común en mujeres, resultando fundamental atender a
situaciones críticas en las que se producen cambios determinantes en el
organismo, como el ciclo reproductivo o embarazos repetidos, ya que dichas
situaciones pueden favorecer un acumulo substancial de grasa en estos
depósitos. (BOUCHARD, 1991)
Basándonos en COUTINHO (1999a)
podemos afirmar que el tipo de obesidad con mayor incidencia en distintas
etapas de la vida de una persona es el exógeno, ya que este tipo representa un
95% del total de casos observados. Así mismo, la obesidad exógena está asociada
directamente con la incidencia de obesidad hiperplásica e hipertrófica en
niños. Las células adiposas aumentan en
número y son capaces de acumular una cantidad mas elevada de grasa,
incrementando su tamaño normal. Es entre los 5 y 7 años cuando los niños
adquieren mayor número de células adiposas (COUTINHO 1999a). En el caso de que
un individuo tuviese una ingesta calórica excesiva en la dieta, indudablemente
aceleraría dicho proceso y sería mucho más propensa a padecer la enfermedad.
Ante el cuadro crítico presentado,
se percibe que la obesidad está directamente relacionada con la niñez y también
con la adolescencia. Por tanto, creemos que es necesario un trabajo preventivo
iniciado durante estas etapas con el fin de minimizar los riesgos para la salud
derivados de la enfermedad, así como altos índices de incidencia durante la
vida adulta.
4. FACTORES DETERMINANTES DE
OBESIDAD
No existe un factor único que
induzca al desarrollo de obesidad, pero sí pueden intervenir varios
condicionantes que, conjunta o aisladamente determinan el aumento acentuado de
grasa corporal. Entre estos factores se encuentran el factor Genético, el
factor Nutricional, el factor Psicológico y Social y
4.1
FACTOR GENÉTICO
La obesidad, durante mucho tiempo,
fue considerada un trastorno del comportamiento que resultaba, simplemente, del
exceso en el consumo de alimentos y/o de la inactividad física. Es lógico
pensar que ambas circunstancias están asociadas con el aumento de peso
corporal. A pesar de ello, estudios recientes revelan que el peso corporal está
sujeto a una determinación genética substancial, respondiendo a una variación
aproximada de un tercio en cuanto al Índice de Masa Corporal – IMC. (ANDERSON
& WADDEN, 1999).
Según estos mismos autores, la
influencia genética puede contribuir en las diferencias de la tasa metabólica
en reposo entre individuos, así como en la distribución de grasa corporal y en
el aumento de peso en respuesta a la ingesta excesiva de alimentos. Por tanto,
es probable que algunas personas sean más propensas a la obesidad que otras en
similares circunstancias ambientales, lo cual se ve incrementado por el estilo
de vida sedentario y por el excesivo consumo de alimentos ricos en grasas.
COUTINHO (1999a) reconoce que la
herencia genética tiene un papel importante en el desarrollo de la enfermedad.
Si bien, la dificultad radica en determinar en qué proporción dicho
condicionamiento es el responsable de su desarrollo. Por otro lado, cuando se
considera la influencia genética como factor de obesidad, es necesario recordar
que será la interacción con el medio ambiente la que, en última instancia,
determinará el que una persona sea o no obesa.
SAMARAS
et al (1999) estudiaron
el efecto de la actividad física sobre el componente graso en un grupo de 970
gemelas a través de medidas directas de grasa corporal total y abdominal, con
independencia de las influencias ambientales, genéticas u otro tipo.
Encontraron que la actividad física es la variable que más contribuye en la
disminución de grasa corporal total y abdominal en mujeres de mediana edad
sanas. En las participantes con predisposición genética a la obesidad la
actividad física no tuvo ningún efecto sobre el componente graso.
4.2 FACTOR NUTRICIONAL
En relación al estilo de vida
moderno, COUTINHO (1999b) asegura que el hábito de comer fuera de casa
contribuye al aumento del tejido adiposo de las personas, ya que mayormente,
las comidas suelen ser ricas en grasas y contienen un alto contenido calórico.
Así mismo, aún siendo no demasiado pesadas, se tiende a desarrollar un consumo
exagerado de estos alimentos, por lo que el efecto final se traduce en un
elevado consumo calórico que contribuye de este modo al aumento del tejido
adiposo.
La “sobrealimentación” no es el
único determinante que influye en el aumento significativo de la grasa
corporal. Otros, como la calidad de los alimentos, pueden inducir a un mayor
consumo. En este sentido, POLLOCK & WILMORE (1993), afirman que: “El total
de calorías; la composición y la potabilidad de alimentos; variedad existente;
el tamaño y el número de comidas diarias representan factores que pueden estar
vinculados con la obesidad”.
LOWRY et al (2002) relacionaron el
desempeño de actividad física, la ingesta de frutas, verduras y el consumo de
tabaco con los objetivos y hábitos cotidianos para una correcta administración
del peso en estudiantes de secundaria de colegios norte-americanos. En función de la talla y el peso, el 25% de
los sujetos mostraron alteraciones en los valores del peso ideal en relación
con la salud, de los cuales el 11% tenían sobrepeso y el 14% estaban próximos a
padecerlo. Por otra parte, el 43% de los sujetos estaban intentando perderlo y
el 19% mantenerlo. Las mujeres fueron quienes mayor predisposición demostraron
a la hora de perder peso. Concluyeron que era necesario realizar propuestas
para la promoción de un peso equilibrado y saludable entre adolescentes en las
que se debería focalizar más la atención en combinar la práctica de actividad
física con un consumo de grasas reducido y una dieta baja en calorías, un
consumo creciente de frutas y verduras, así como una disminución en los hábitos
de consumo de tabaco y otras prácticas que repercutan negativamente en el
control del peso corporal.
Por tanto, partiendo de esta idea
podemos llegar a la conclusión de que es imprescindible un trabajo
correctamente ideado y estructurado que permita incidir en la educación de
hábitos alimenticios en la población como requisito necesario para poder disfrutar
de una condición de vida saludable.
4.3
FACTOR PSICO-SOCIAL
La adolescencia representa una etapa
caracterizada por alteraciones morfológicas, fisiológicas, psicológicas y
sociales intensas que potencian un desarrollo evolutivo. La persona pierde su morfología
corporal infantil y adquiere otra prácticamente desarrollada, aunque con una
mentalidad que no se corresponde con la “aparente adultez”.
Otro punto relevante dentro del
análisis psico-social es la relación entre la obesidad y el nivel socio-económico
de los ciudadanos, donde algunos estudios como el de MATSUDO et al (1998),
demuestran que la obesidad es mas frecuente en niveles socio-económicos
situados entre medios y altos, mientras que en los países en vías de desarrollo
ocurre un predominio de desnutrición por déficit de alimentos.
De acuerdo con los autores
anteriormente citados, el predominio de la obesidad se acentúa en las personas
de nivel social bajo. Esto se debe al hecho de que las mujeres que pertenecen a
estos estratos sociales no tienen tanto acceso a la información sobre dietas
bajas en calorías y sobre la importancia de la actividad física para el control
y prevención del sobrepeso, por lo que tienden a consumir productos más
baratos, que son los que, en su mayor parte, mayor contenido calórico
presentan.
WEST et
al (2002) realizaron una
comparación entre dos estudios longitudinales efectuados con personas jóvenes
en Glasgow, Escocia, Dunedin y Nueva Zelanda. Los resultados revelaron que, de
media, las personas jóvenes en Dunedin participaron en más actividades
informales y actividades deportivas que las de Glasgow. Mostraron diferencias
especialmente acentuadas en niñas, donde una en cada tres (en Glasgow)
manifestó no realizar ninguna
actividad física a la edad de 18 años. Concluyeron que factores culturales
soportaban tales diferencias.
Por otro
lado MAUREEN et al (2002) evaluaron las relaciones entre padres e hijos en edades juveniles en
cuanto al desarrollo de actividad física y el uso de la televisión, además de
comprobar si éstas diferirían entre adolescentes de razas/etnias distintas. Se
encontraron, aunque moderadamente, diferencias significativas en las actitudes
y comportamientos entre padres e hijos. Las diferencias se vieron disminuidas
por motivo de raza o etnia.
El problema de la obesidad en la
población es necesario controlarlo y prevenirlo. Por tanto, la idea del juicio
común en cuanto a poder combatirlo sin cursar ningún tipo de seguimiento por
parte de profesionales cualificados, debe ser descartada.
4.4 FACTOR INACTIVIDAD
Partiendo de este razonamiento se
puede percibir lo alarmante que supone pensar en un modelo de civilización
actual bajo un estilo de vida sedentario, impulsado por el incremento de una
evolución tecnológica que facilita las actividades de la vida cotidiana.
Además, en la mayor parte de los casos, la situación de sedentarismo suele
verse acompañada por una alimentación inadecuada que en su conjunto, inducen a
una reducción de la capacidad de movimiento del individuo.
De acuerdo con MATSUDO (1997), “el
descenso en el nivel de aptitud física de las poblaciones humanas en todo el
mundo aumenta el predominio de la mortandad precoz causada por enfermedades de
la ‘civilización’, demostrando que el sedentarismo, como estilo de vida, puede
ser nocivo para el individuo y potencialmente dañoso para la sociedad”.
Personas jóvenes identificaron una
serie de obstáculos para poder alcanzar niveles altos de actividad física. Se
incluyeron (MULVIHILL et al, 2000):
Un sentimiento general de inercia,
especialmente entre niñas mayores;
La preferencia por otras actividades
que no sean físicas;
Sentimiento de vergüenza y timidez
con relación al propio cuerpo, especialmente entre mujeres jóvenes y;
Una falta general de tiempo, debido
principalmente a las obligaciones de los “deberes” escolares.
MATSUDO et al (1998) estudiaron los
niveles de actividad física en niños y adolescentes de
TELAMA & YANG (2000) analizaron
la práctica de actividad física en relación con la edad en un grupo de jóvenes
finlandeses. Los resultados reflejaron un descenso notable a partir de los 12
años en la frecuencia de actividad realizada y en particular, en la participación
del deporte. En los grupos de edad más jóvenes, los niños eran más activos que
las niñas, de acuerdo con todas las variables estudiadas, sin embargo, el
descenso posterior en la actividad fue más acentuado en los niños. Una vez
superados los 15 años las niñas mostraban una mayor participación en la
actividad física respecto a los niños, a pesar de que los hábitos de práctica
en jóvenes holandeses con edades comprendidas entre 13 y 27 años, descendía
considerablemente una vez superados los 15 años en ambos los sexos (VAN
MECHELEN et al, 2000)
Por otro lado, DIONNE et al (2000)
investigaron la relación entre la participación en actividades físicas intensas
y los indicadores de adiposidad y distribución de grasa en adolescentes
varones. Encontraron, entre otros
hallazgos, que el peso, el componente graso, el índice de masa corporal, la
suma de los seis pliegues subcutáneos, los perímetros de las extremidades y del tronco, y la relación perimetral
entre cintura y cadera se correlacionaron de forma inversa y significativa con
la participación en actividades físicas intensas. Estas observaciones vienen a
confirmar la hipótesis de que el exceso en la acumulación de grasa abdominal
puede ser prevenido a través de la participación regular en actividades físicas
intensas.
De acuerdo con WIFLEY & BROWNELL
(1994), citados por COUTINHO (1999a), “existe un mayor consenso en cuando a que
la actividad física es el componente más variable en relación al balance
energético del individuo y parece ser el factor más importante que influye en
la manutención del peso y en la contribución al adelgazamiento”.
En opinión de MAYER, citado por
POLLOCK & WILMORE (1993), la inactividad es el factor preponderante ante
los problemas de sobrepeso que caracteriza a las sociedades modernas.
CROBIN & PLETCHER, citados por
POLLOCK & WILMORE (1993), investigaron la ingestión calórica y los patrones
de actividad física en niños obesos y no obesos. Los aportes energéticos en
ambos grupos eran semejantes. Sin embargo los niños obesos presentaron niveles
de actividad física significativamente inferiores. Es por ello que la
inactividad debe ser considerada como uno de los posibles factores inductores
de obesidad.
Hay controversias en relación con la
falta de ejercicio y el exceso de peso, ya que WATSON & O’DONOVAN, citados
por POLLOCK & WILMORE (1993), constataron que no hay relación alguna entre
la delgadez y la grasa relativa con respecto al nivel de actividad física
habitual en niños de 17 y 18 años de edad. Aún así, JAKICIC et
al (1999) encontraron
una relación dosis-respuesta entre cantidad de ejercicio físico y disminución
de peso corporal a largo plazo en mujeres adultas con sobrepeso.
A finales de los años noventa, en
los Estados Unidos se recogieron nuevos datos relativos al comportamiento
sedentario de la población infantil. Se pudo comprobar un aumento en el
predominio de obesidad y en el tiempo que los niños emplean ante el televisor.
En una muestra de 4.063 sujetos de
Comprobamos que existe un porcentaje
elevado de investigaciones que confirman la existencia de una relación muy alta
entre la práctica de actividad física y la reducción del componente graso, así
como en relación a los efectos beneficiosos para la salud. En las personas
ancianas la facilitación de un bien estar físico y psicológico proporciona una
mayor y mejor longevidad (MARCOS-BECERRO, 1989; MELÉNDEZ, 2000; SAYCE & FRASER, 2002).
5. CONSECUENCIAS DE
De acuerdo con COUTINHO (1999a), la
obesidad es un importante factor de riesgo para la salud que contribuye
negativamente en el padecimiento de trastornos orgánicos, que pueden facilitar
una muerte prematura si se agravan con el tiempo.
Son numerosas las consecuencias
negativas para la salud que la obesidad tiene en niños y adolescentes. En
líneas generales podemos destacar: trastornos psicológicos y sociales,
problemas ortopédicos, dermatológicos, cardiorrespiratorios y endocrinos.
Entre los problemas a nivel psico-social se encuentran: la
existencia de niños obesos con trastornos de conducta, síntomas de depresión,
angustia y baja auto-estima. Inhibición en la participación de actividades
físicas y en las relaciones sociales, refugiándose en el sedentarismo y en la
alimentación excesiva que incrementan paulatinamente el sentimiento de
culpabilidad. A nivel ortopédico,
pueden presentar pies planos, escoliosis y otros trastornos. En cuanto a las consecuencias dermatológicas pueden
aparecer infecciones cutáneas, furunculosis, etc. Como consecuencias cardiorrespiratorias están la hipertensión arterial o
la apnea del sueño. Respecto a las consecuencias a nivel endocrino se describen hiperinsulinemia e insulino
resistencia; aumento del colesterol negativo (LDL y VLDL), triglicéridos y apo
B; disminución del colesterol “bueno” HDL y Apo AI; disminución de la respuesta
de la prolactina a los estímulos; elevación de los andrógenos y de
WEI et al (1999) evaluaron la aptitud
cardiorrespiratoria como característica cuantificable de riesgo en hombres con
peso normal, con sobrepeso y obesos, comparando su efecto sobre la mortalidad
respecto a otros indicadores de riesgo descritos en las directrices del
tratamiento de la obesidad. Aunque la aptitud cardiorrespiratoria tenga un
componente genético que explica un porcentaje del 25% al 40% en la variación de
la aptitud, parece evidente que la actividad física regular es el otro
componente que mejora la eficacia cardiorrespiratoria en la mayoría de
individuos cuando realizan un ejercicio apropiado. Los datos encontrados apoyan
la hipótesis que la baja aptitud cardiorrespiratoria influye en el riesgo de
mortalidad en hombres con sobrepeso y en hombres obesos.
Un estudio socioeconómico con 10.039
individuos en los Estados Unidos de América – EUA, (GORAN, 2001) destacó el
efecto social negativo a largo plazo sobre la obesidad en adolescentes,
comparando el peso corporal con la renta familiar, la educación de los padres y
el auto estima. Se comprobó que el sobrepeso estaba asociado con poderes
adquisitivos familiares, inteligencia (hijos) y niveles educativos (padres)
bajos. Los resultados tuvieron mayor nivel de significancia en las mujeres. Concluyeron
que las mujeres adolescentes con sobrepeso eran las personas que tenían
mayormente unas rentas domésticas bajas y menor número de años de
escolarización.
6. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
Para tratar a una persona obesa es
necesario conocer, en primer lugar, el agente desencadenante de la enfermedad,
ya que no todos los obesos siguen un mismo patrón. Esto se debe a que la
obesidad no se origina por causa de un único factor. Hay personas obesas en las
que una ingestión exagerada de alimentos les induce a un aumento excesivo del
tejido adiposo, mientras que en otras, trastornos metabólicos desencadenan la
enfermedad. Debido a ello resulta necesario estudiar de forma individualizada
cada caso.
Según INFANTE (1993), para que el
tratamiento con niños y adolescentes obesos tenga éxito, debe llevarse a cabo
en dos etapas. Una de ellas tiene que ver con la disminución del peso. La otra
con el mantenimiento, lo que implica un control permanente del estilo de vida
de la persona y de la conducta alimenticia. Por tanto, podemos decir que las
medidas preventivas más adecuadas ante el sobrepeso infantil podrían ser el
control y el seguimiento precoz de niños con factores de riesgo; evitar el
consumo excesivo de alimentos en recién nacidos y niños más pequeños y anular
el sedentarismo en escolares y adolescentes.
Según el autor, el objetivo de estas
pautas estaría encaminado a disminuir el peso corporal; respetar el
crecimiento; modificar las conductas alimenticias y corregir trastornos
secundarios de tipo psicológico y fisiológico. Para ello se exige un trabajo
multidisciplinar entre médicos, nutricionistas y profesionales de la actividad
física, entre otros.
Ciertamente resulta muy complicado
establecer pautas fijas para una población donde los hábitos de vida, las necesidades,
las condiciones, los gustos y los objetivos que pueden ser alcanzados son muy
heterogéneos. Por esta razón no podemos hablar de una dieta ideal en todos los
casos, sin embargo, es necesario que satisfaga todas las necesidades
nutricionales, que permita un control del peso ideal y que, en la medida de los
posible, resulte atractiva para la persona. Es necesario, en definitiva, que la
dieta sea equilibrada y contenga todos los nutrientes necesarios.
Paralelamente a una regulación
alimenticia resulta imprescindible la práctica de actividad física adecuada, en
la que el individuo se sienta a gusto y pueda realizarla de forma sistemática
al menos tres veces por semana y durante unos 30 minutos. Así mismo, es
importante incentivar la práctica de actividad física no programada en
cualquier grupo de edad. Si bien es cierto, en el caso de los niños resulta muy
importante el fomento de hábitos que incorporen la actividad física, tanto
programada como no programada en su estilo de vida cotidiano. Como ejemplos de
actividad física no programada podemos citar subir escaleras en lugar de
utilizar el ascensor o elementos mecánicos; ir a pie para desplazarnos de un
lugar a otro; montar en bicicleta, jugar al fútbol, jugar con cuerdas, etc.
También es muy importante evitar el empleo de demasiadas horas ante el
televisor o el ordenador.
A pesar de que el gasto energético
en estas actividades pueda resultar pequeño en un primer momento, su
continuidad a lo largo de meses o de años de práctica puede significar la diferencia
entre tener o no una condición de obeso.
La obesidad es un problema de
características epidemiológicas, principalmente, en los países tecnológicamente
desarrollados. Sin embargo, en los países en vías de desarrollo la situación también
es crítica y afecta no solo a los grupos económicamente favorecidos, sino
también a los más desfavorecidos, donde el número de personas afectadas es cada
vez mas grande (COUTINHO, 1999b).
Informaciones sobre obesidad
disponibles en América Latina en la década de los 80 y 90, utilizando un IMC
con valores iguales o superiores a 25, reflejan que el predominio del sobrepeso
en Uruguay es del 50% tanto en hombres como en mujeres; en Chile del 50% en
mujeres y del 40% en hombres; en Colombia de un 50% en hombres y de un 30% en
mujeres; en Brasil del 40% para las mujeres y del 27% para los hombres,
mientras que en México del 30% para los hombres y del 35% para las mujeres
(COUTINHO, 1999b).
En la reciente Investigación sobre
Salud Nacional y Examen Nutricional (NHANES - National Health and Nutrition
Examination Survey) de los EUA, el predominio de sobrepeso es del 22% y el
predominio de obesidad del 10.9% para todos los grupos raciales y étnicos
combinados. Los valores más altos de sobrepeso en niñas fueron encontrados
entre el grupo de negros no-hispanos (15–30% para las niñas de 12–17 años y
17–31% para las niñas de 6–11 años). En cuanto a los niños, las tasas mas
elevadas correspondieron al grupo de americanos mexicanos (13–27% para el grupo
más mayor y 18–33% para el grupo más joven). (GORAN, 2001)
GOTMAKER, citado por POLLOCK &
WILMORE (1993), Constató que “a lo largo de un período aproximadamente de
Nadie nace
obeso: las personas se vuelven obesas a lo largo del tiempo por causa de
hábitos y comportamientos inadecuados. Cuando esto sucede el origen puede ser
debido, fundamentalmente, a factores nutricionales o a la falta de una
actividad física adecuada.
El alcance de
resultados satisfactorios transcurre por un proceso en el que, en primer lugar,
se percibe el estado como indeseable; a continuación se produce una
autodeterminación para cambiar el cuadro establecido y finalmente se generan
las actitudes necesarias para transformar la situación generada.
Personas a las que los
desafíos les seducen, cuando se vuelven obesos, se sitúan ante uno de los retos
más importantes en sus vidas. Solos, con la ayuda de profesionales, con el
apoyo de sus más allegados o con el de otras personas, quizás podrán
conseguirlo. No es tarea fácil ni simple, sino más bien un proceso duro y
trabajoso en el que resulta imprescindible un cambio permanente de los patrones
de conducta para evitar la obesidad.
Consideramos, finalmente, que los
profesores y profesoras de Educación Física, junto con las aportaciones de los
profesionales de otras áreas de las ciencias del deporte en las escuelas, a
través de trabajos de concienciación sobre la importancia de los ejercicios
físicos y del control alimenticio para la salud y el bienestar, pueden ser de
vital importancia para ayudar a los niños, niñas y adolescentes con problemas
causados por el exceso de peso corporal. La
decisión de la persona obesa en cuanto a modificar su estilo de vida dependerá
también de ayudas externas, en donde los profesionales de la salud no sólo van
a poder realizar indicaciones precisas, sino también representarán un modelo
ejemplar si asumen un compromiso y desarrollan unas actitudes correctas
como agentes “promotores de la salud”.
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