Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte - vol. 8 - número 31 -
septiembre 2008 - ISSN: 1577-0354
Olmedilla
Zafra, A.; Ortega Toro, E. y Madrid Garrido, J. (2008). Variables
sociodemográficas, ejercicio físico, ansiedad y depresión en mujeres: un
estudio correlacional. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la
Actividad Física y el Deporte vol. 8 (31) pp. 224-243 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista31/artansiedad92.htm
VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS,
EJERCICIO FÍSICO, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN EN MUJERES: UN ESTUDIO CORRELACIONAL
EXERCISE, SOCIODEMOGRAPHICS, ANXIETY AND DEPRESSION: A CORRELATIONAL
STUDY AMONG WOMEN
* Universidad Católica San Antonio
de Murcia. Facultad
de Ciencias de
Código
UNESCO 6199 "Psicología del Deporte"
Recibido 29 de julio
de 2008
Aceptado 18 de
septiembre de 2008
En
parte, este trabajo se ha realizado gracias a la ayuda 05691/PPC/07 (Fundación
Séneca, Agencia Regional de Ciencia y Tecnología de
Murcia).
RESUMEN
El propósito
del presente trabajo es estudiar las relaciones que se establecen entre variables
sociodemográficas y práctica de ejercicio
físico con niveles de ansiedad y depresión en mujeres. La muestra está
compuesta por 200 mujeres del municipio de Cartagena (Murcia), con edades comprendidas
entre 18 y 65 años. Los resultados indican que las mujeres de edades entre 45 y
54 años, manifiestan niveles superiores de ansiedad y de depresión que el resto;
las mujeres viudas muestran niveles superiores de ansiedad que las solteras y
niveles superiores de depresión que las casadas y las solteras; las que tienen
dos hijos tienen niveles superiores, tanto de ansiedad como de depresión, que
las que no tienen ninguno. Respecto a la práctica de ejercicio físico, los
resultados indican que el grupo de mujeres que acuden al gimnasio o que realizan
algún tipo de programa de actividad física con regularidad, manifiesta menores
niveles de ansiedad y de depresión que las que no acuden o no lo hacen.
PALABRAS
CLAVE: Ejercicio físico, ansiedad, depresión, variables sociodemográficas,
mujer.
ABSTRACT
The purpose of the present
study was to study the relationships that are established between
sociodemographic variables and exercise practice with anxiety and depression
levels in women. The sample was composed of 200 women from the
KEY WORDS: Exercise, sociographic
variables, anxiety, depression, woman
Diferentes estudios revelan que la práctica regular
de actividad física produce beneficios físicos y psicológicos en sus
practicantes, aunque la dificultad para desarrollar estudios experimentales de
causa-efecto, hace que los efectos del ejercicio sobre la salud física estén
mejor establecidos que sobre el bienestar psicológico (Jiménez, Martínez, Miró
y Sánchez, 2008). Sin embargo, existe abundante investigación que avala la
práctica de actividad física como factor de protección ante numerosos problemas
médicos, como cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, accidentes
cerebrovasculares y osteoporosis (Varo-Cenarruzabeitia, Martínez y Martínez-González,
2003), y psicológicos como ansiedad (Akandere y Tekin, 2005; González, Núñez y
Salvador, 1997; Gutiérrez, Espino, Palenzuela y Jiménez, 1997; McAuley,
Márquez, Jerome, Blissmer y Katula, 2002), depresión (Biddle y Mutrie, 1991;
North, McCullagh y Tran, 1990; Weyerer y Kupfer, 1994), o demencia
(Varo-Cenarruzabeitia et al., 2003).
Por otro lado, el ejercicio físico contribuye a aumentar el bienestar
psicológico, mejorando el estado de ánimo general (Janisse, Nedd, Escamilla y
Nies, 2004; McLafferty, Wetzstein y Hunter, 2004), el autoconcepto y la
autoestima (Di Lorenzo et al., 1999;
McAuley, Mihalko y Bane, 1997). Algunas investigaciones de tipo meta-analítico
han encontrado efectos significativos de la práctica de actividad física sobre
el bienestar psicológico (Arent, Landers y Etnier, 2000; Netz, Wu, Becker y
Tenenbaum, 2005), y específicamente sobre la ansiedad (Petruzzello, Landers,
Hatfield, Kubitz, y Salazar, 1991).
Tanto la ansiedad como la depresión son de los factores que más
contribuyen a la percepción negativa de la calidad de vida. La depresión puede
ser considerada como uno de los problemas de salud mental más común (Dowd,
2004) y que, además se da con mayor frecuencia en las mujeres que en los
hombres (Kessler, McGonagle, Swatz, Blazer y Nelson, 1993; Lehtinen y Joukamaa,
1994). La ansiedad parece afectar de modo directo a la salud mental en
determinadas etapas de la vida, como la adolescencia (Axelsson y Ejlertsson,
2002; Bagley y Mallick, 2001), y unos niveles altos de ansiedad parecen
predecir problemas emocionales que acompañan a ciertas patologías y se asocian
a menudo con otros rasgos patógenos, sugiriendo un patrón conocido como
“afectividad negativa” (Sánchez, Aparicio y Dresch, 2006).
Aunque la sintomatología depresiva y ansiosa parece ser mayor en mujeres
que en hombres, el género no resulta ser la variable más determinante para la
ansiedad, aunque sí para la depresión, y en ambos casos, factores sociodemográficos
parecen tener un gran peso respecto a las diferencias de género (Matud,
Guerrero y Matías, 2006). Así, pueden estar influyendo de manera decisiva la
edad, la situación laboral, el nivel educativo o el estado civil, por lo que
resulta fundamental introducir estudios de las relaciones entre actividad
física y variables psicológicas, introduciendo factores sociodemográficos que
mediarían en esta relación. En este sentido, el trabajo de Matud, Avero y López
(2001) indica que las mujeres con mayores niveles de ansiedad manifestaban
mayor insatisfacción laboral y percibían un menor apoyo social. De esta
manera, se puede considerar que se está incidiendo sobre aspectos importantes
del concepto de calidad de vida, y éste suele ser percibido de manera más
negativa en función de la incidencia de determinados factores sociales y demográficos
(Denton y Walters, 1999; Kawachi, Kennedy, Gupta y Prothrow-Stith, 1999).
Sin embargo,
para algunos autores la práctica de actividad física, de forma regular, parece
constituir un factor importante que influye en la calidad de vida produciendo
efectos beneficiosos sobre la salud física y psicológica independientemente de
la edad y sexo de los sujetos (Blasco, Capdevila y Cruz, 1994; Haskell, 1984;
Paffenbarger y Powell, 1985). Desde un punto de vista biomédico, cabe decir que
la actividad física crea una serie de hábitos y actitudes que resultan
aconsejables, puesto que la vida sedentaria y la falta de ejercicio físico son
aspectos que determinan claramente la aparición de ciertas enfermedades, sobre
todo en pacientes de cierta edad (Gómez, Santandreu, y Egea, 1995). En el
estudio de Petruzzello et al. (1991) los resultados indican que el ejercicio
esta asociado a la reducción, tanto de la ansiedad estado, como de la ansiedad
rasgo, aunque con matices diferentes. Así, el descenso de ansiedad con el
ejercicio es mayor en la ansiedad rasgo que en la ansiedad estado, se producen
mejores resultados con el ejercicio aeróbico que con el anaeróbico, tanto en la
ansiedad estado como en ansiedad rasgo, si bien, estos efectos no son tan
claros en el caso de ansiedad rasgo a largo plazo, y que los efectos positivos
del ejercicio sobre la ansiedad parecen ser independientes de la edad y el
estado de salud del sujeto.
Según Biddle
y Mutrie (1991) y Weyerer y Kupfer (1994) las probabilidades de presentar
síntomas depresivos son mayores en las personas sedentarias que en aquellas que
realizan algún tipo de ejercicio físico. North, Mccullagh y Tran (1990),
realizaron una revisión de los estudios de la depresión y ejercicio, encontrando
que tanto en las formas aeróbicas como anaeróbicas el ejercicio parecía tener
efectos positivos sobre
En general, estos
y otros estudios muestran que la actividad física se relaciona con niveles
menores de depresión (Babyak, Blumenthal y Herman, 2000; Palenzuela, Gutiérrez
y Avero, 1998; Strawbridge, Deleger, Roberts y Kaplan, 2002), aunque se debe
tomar en consideración, tanto la intensidad como la frecuencia y el tipo de
ejercicio físico realizado.
Por otro
lado, algunas variables sociodemográficas parecen afectar a los índices de
sintomatología depresiva, sobre todo en las mujeres. Tal y como indican Matud et al. (2006) las mujeres presentan
mayores niveles de depresión que los hombres, maximizándose estas diferencias
en las personas mayores de 34 años, en las que tenían hijos, en las casadas o
divorciadas, en las de bajo nivel de estudios y en las no profesionales. En
cualquier caso, parece que la relevancia de factores sociales y estructurales
tienen mayor peso que el género en los niveles de depresión (Aluoja, Leinsalu,
Sheik, Vasarf y Luuk, 2004; Rief, Nanke, Klaiberg y Braehler, 2004).
Así, todo
indica que existe una correlación negativa entre la práctica de ejercicio
físico y la ansiedad y depresión. Igualmente, algunas variables
sociodemográficas parecen influir en los niveles de ansiedad y depresión. No
obstante, la mayoría de estudios se han realizado con muestras de otros
entornos sociales, culturales y económicos, con lo que resulta muy importante
realizar estudios en nuestro contexto que nos permitan ratificar o no, y en qué
sentido, estas relaciones. Además, y dado que la población femenina es más
propensa a sufrir este tipo de trastornos, el análisis de este tipo de muestras
resultan de capital importancia. Este estudio descriptivo-correlacional y
transversal pretende conseguir dos objetivos: a) analizar la relación entre
variables sociodemográficas y niveles de ansiedad y depresión en las mujeres de
Cartagena; y b) analizar la relación entre la práctica de ejercicio físico y
los niveles de ansiedad y depresión en las mujeres de Cartagena. Concretamente,
se analiza la relevancia de la edad, el estado civil, el número de hijos, el
nivel de estudios y la profesión en la sintomatología ansiosa y depresiva; y la
situación de práctica de ejercicio físico de estas mujeres, y la correlación
entre ésta y los niveles de ansiedad y depresión.
La muestra,
seleccionada de manera intencionada, está formada por 200 mujeres residentes en
el municipio de Cartagena, de edades comprendidas entre 18 y 65 años, con una
media de edad de 36,85 años (desviación típica de 14,59). En
TABLA 1. Características
sociodemográficas de la muestra
|
Mujeres |
||||
n |
% |
|
n |
% |
|
Edad |
|
|
Profesión |
|
|
Entre 18 y 24 años |
54 |
27,0 |
Amas de casa |
67 |
33,5 |
Entre 25 y 34 años |
49 |
24,5 |
Empresaria |
4 |
2,0 |
Entre 35 y 44 años |
35 |
17,5 |
Trabajad. cuenta ajena |
72 |
36,0 |
Entre 45 y 54 años |
28 |
14,0 |
Estudiante |
26 |
13,0 |
Entre 55 y 65 años |
34 |
17,0 |
Otros |
31 |
15,5 |
Estado civil |
|
|
Número de hijos |
|
|
Soltera |
78 |
39,0 |
Sin hijos |
92 |
46,0 |
Casada |
97 |
48,5 |
Uno |
13 |
6,5 |
Separada/divorciada |
6 |
3,0 |
Dos |
50 |
25,0 |
Viuda |
13 |
6,5 |
Más de dos |
45 |
22,5 |
Pareja de hecho |
6 |
3,0 |
|
|
|
Nivel de estudios |
|
|
|
|
|
Primarios |
53 |
26,5 |
|
|
|
Secundarios |
121 |
60,5 |
|
|
|
Universitarios |
26 |
13,0 |
|
|
|
Respecto a
la práctica de actividad física, un 63% de la muestra indica que realiza algún
tipo de actividad física, frente a un 37% que no realiza ninguno. En el Figura
1 se puede observar la distribución de la muestra respecto al tipo de actividad
física que realiza. Las mujeres que acuden al gimnasio realizan una media de
1’5 (± 0’87) horas
de entrenamiento en cada sesión y 2’76 (± 0’77) días
a
La ansiedad
se evaluó mediante el State-Trait Anxiety Inventory (STAI) de Spielberger, Gorsuch y Lushene (2002). El STAI es un
cuestionario con una larga historia que desde su publicación ha reunido una abundante
bibliografía. Comprende dos escalas separadas de autoevaluación que miden dos
conceptos independientes de la ansiedad (estado y rasgo). En este trabajo se ha
utilizado la sub-escala ansiedad rasgo, que evalúa una propensión ansiosa,
relativamente estable por la que difieren los sujetos en su tendencia a
percibir las situaciones como amenazadoras y a elevar, consecuentemente, su
ansiedad estado. El formato de esta sub-escala está constituido por 20 frases
con 4 opciones de respuesta en una escala tipo likert (0=casi nunca; 3=casi
siempre); hace referencia a cómo se siente el sujeto generalmente, en la
mayoría de las ocasiones. Es un cuestionario de auto-evaluación que puede ser
auto-administrado de forma individual o colectiva. Los índices de fiabilidad
del cuestionario son altos; así, poseen una buena consistencia interna (entre
0,90 y 0,93 en la ansiedad estado, y entre 0,84 y 0,87 en la ansiedad rasgo), y
una buena validez (ver el análisis del cuestionario original y la adaptación a
poblaciones españoles en Spielberger et al., 2002).
La depresión
se evaluó mediante el Inventario de Depresión de Beck (Beck Depression Inventory, BDI) (Beck, Ward, Mendelson, Mock y
Erbaugh, 1961). El BDI es,
posiblemente, el cuestionario autoadministrado más citado en la bibliografía, y
utilizado en pacientes con diagnóstico clínico de depresión, proporciona una
estimación adecuada de la gravedad o intensidad sintomática, y es ampliamente
utilizado en la evaluación de la eficacia terapéutica por su sensibilidad al
cambio y en la investigación para la selección de sujetos. Posee así mismo una
adecuada validez para el cribado o detección de casos en población general,
pero en pacientes médicos su especificidad es baja. Se obtiene un índice
general de depresión y se fundamenta en el modelo teórico de Aaron Beck para la
depresión, estando caracterizado por un alto contenido en distorsiones cognitivas
(pesimismo, desesperanza, culpabilidad, etc.). Fue adaptado al castellano y
validado por Conde y Useros (1975), y ha sido durante mucho tiempo la versión
más conocida en nuestro país. En esta investigación se administra la versión
del BDI, adaptada al castellano e
incluyendo las aportaciones críticas realizadas por Conde, Esteban y Useros
(1976). El formato está constituido por 19 ítems con cinco opciones de
respuesta para cada síntoma, evaluadas en una escala de
Los datos
sociodemográficos se tomaron mediante una hoja de recogida de datos. El pase de
pruebas fue individual, compaginando la autoadministración con el pase en forma
de entrevista con aquellas mujeres que así lo demandaron, o de bajo nivel cultural.
Todas ellas aceptaron participar de forma voluntaria. Se utilizó un muestreo no
aleatorio intencionado, de manera que el acceso a la muestra fue a través de
diferentes centros laborales, educativos y zonas de recreo de la localidad de
Cartagena.
Los análisis
estadísticos se realizaron con la versión 15 del programa SPSS para Windows. Se
realizó un análisis de varianza (ANOVA) para el estudio de las relaciones entre
variables sociodemográficas y niveles de ansiedad y depresión, por un lado, y
los grupos de mujeres según la práctica de ejercicio físico y los niveles de ansiedad
y depresión, por otro. Todos los análisis estadísticos se han realizado con un
nivel de significación de p ≤.05..
En la tabla 2 se observa que conforme incrementa la
edad, se aprecian valores superiores de ansiedad (salvo en el grupo de edad
mayor), apreciándose diferencias estadísticamente significativas [F4,199=5.861,
p<.001], entre las mujeres del grupo de 45-54 años con las mujeres de edades
comprendidas entre los 18 y los 44 años (p>.05). Por otro lado, las mujeres
viudas y divorciadas presentan valores superiores de ansiedad que el resto,
apreciándose diferencias estadísticamente significativas [F4,199=3.860,
p<.01] entre las viudas y las solteras (p<.05). Respecto al número de
hijos, las mujeres con dos o más hijos presentan valores de ansiedad superiores
a las que tienen uno o ninguno, apreciándose diferencias estadísticamente
significativas [F3,199=4.963, p<.01] entre las mujeres con dos
hijos y las que no tienen hijos (p<.05).
Al analizar
la ansiedad en función del nivel de estudios, se aprecia que las mujeres sin
estudios presentan los valores más elevados de ansiedad, con diferencias
estadísticamente significativas [F3,199=6.355, p<.001] entre
éstas y el resto de mujeres (p<.01). Respecto a la profesión, cabe destacar
que las estudiantes son las mujeres que menor ansiedad tienen, seguidas de las
trabajadoras por cuenta ajena y de las amas de casa, si bien nos se aprecian
diferencias estadísticamente significativas [F4,198=1.993, p=.097].
Por otro
lado, se observa mayores niveles de depresión en edades tempranas (18-24 años)
y edades tardías (más de 45 años), apreciándose diferencias estadísticamente
significativas [F4,199=4.066, p<.001], en concreto entre las mujeres
del grupo de 45-54 años y el grupo de mujeres de edades comprendidas entre 35 y
44 años (p>.05). Por otro lado, las mujeres viudas, divorciadas y con pareja
de hecho presentan valores superiores de depresión, apreciándose diferencias
estadísticamente significativas [F4,199=5.226, p<.01] entre las
mujeres viudas y las casadas y solteras (p<.01). Respecto al número de hijos,
las mujeres con dos o más hijos presentan valores de depresión superiores a las
que tienen menos de dos hijos, si bien no se aprecian diferencias
estadísticamente significativas [F3,199=0.667, p=.573]; sí existen
entre el grupo de mujeres con dos hijos y el grupo de la que no tienen hijos
(p<.05).
Tabla 2. Variables socio-demográficas y variables psicológicas
VARIABLE |
CATEGORÍA |
N |
ANSIEDAD |
DEPRESIÓN |
||
MEDIA |
DESVIACIÓN TÍPICA |
MEDIA |
DESVIACIÓN TÍPICA |
|||
EDAD |
18-24 años |
54 |
3,87 |
2,21 |
8,26 |
9,04 |
25-34 años |
49 |
4,08 |
2,34 |
7,65 |
7,67 |
|
35-44 años |
35 |
4,20 |
1,92 |
6,69 |
5,50 |
|
45-54 años |
28 |
5,93 |
1,98 |
13,64 |
10,23 |
|
55-65 años |
34 |
5,18 |
1,96 |
11,76 |
9,42 |
|
ESTADO CIVIL |
Casada |
97 |
4,61 |
2,22 |
8,51 |
8,27 |
Soltera |
78 |
4,00 |
2,24 |
7,94 |
8,30 |
|
Viuda |
13 |
6,15 |
1,72 |
18,62 |
8,21 |
|
Pareja de Hecho |
6 |
3,83 |
1,72 |
12,33 |
10,29 |
|
Divorciada |
6 |
6,00 |
,89 |
12,83 |
9,33 |
|
NÚMERO DE HIJOS |
Sin hijos |
91 |
3,99 |
2,22 |
8,36 |
8,49 |
Un hijo |
13 |
3,54 |
2,47 |
8,69 |
11,17 |
|
Dos hijos |
50 |
5,10 |
2,24 |
10,46 |
8,15 |
|
Más de dos hijos |
46 |
5,09 |
1,85 |
9,57 |
9,07 |
|
NIVEL E ESTUDIOS |
Sin estudios |
15 |
6,20 |
2,08 |
18,27 |
9,85 |
Estudios primarios |
75 |
4,85 |
2,07 |
9,53 |
7,98 |
|
Estudios secundarios |
84 |
3,86 |
2,27 |
7,93 |
8,34 |
|
Estudios universitarios |
26 |
4,50 |
1,92 |
7,00 |
8,38 |
|
PROFESIÓN |
Empresaria |
4 |
5,25 |
,50 |
9,75 |
4,35 |
Trabajadora cuenta ajena |
81 |
4,43 |
2,20 |
8,67 |
8,86 |
|
Ama de casa |
66 |
4,62 |
2,22 |
8,74 |
8,45 |
|
Estudiantes |
26 |
3,62 |
2,48 |
7,23 |
8,27 |
|
Otra |
22 |
5,32 |
1,94 |
14,86 |
8,58 |
Al analizar la depresión en función de la práctica de
actividad física, se puede observar que las mujeres que practican algún tipo de
actividad física, presentan niveles de depresión inferiores a las que no
practican, si bien no se aprecian diferencias estadísticamente significativas
[T198=-1.217; p=.225]. Lo mismo sucede con el grupo de mujeres que
salen habitualmente a andar solas y las que no salen; aquellas presentan
niveles de depresión inferiores a éstas, aunque las diferencias no son
estadísticamente significativas [T198=-.733; p=.464]. Sin embargo, ocurre lo contrario con el grupo de
mujeres que salen habitualmente a andar con las amigas y las que no salen;
aquellas presentan niveles de depresión superiores a éstas, aunque las
diferencias tampoco son estadísticamente significativas [T198=1.187; p=.237].
Por último, las mujeres que acuden al gimnasio presentan niveles de depresión
menores que las que no acuden, siendo estas diferencias estadísticamente
significativas [T198=-2.814; p>.001], y lo mismo ocurre con el
grupo de mujeres que realiza algún programa de actividad física y las que no lo
realizan; aquellas presentan niveles de depresión menores que éstas, siendo
estas diferencias, también, estadísticamente significativas [T198=-2.772;
p>.001].
Tabla 3. Variables
deportivas y variables psicológicas
VARIABLE |
N |
ANSIEDAD |
DEPRESIÓN |
|||
MEDIA |
DESVIACIÓN TÍPICA |
MEDIA |
DESVIACIÓN TÍPICA |
|||
PRÁCTICA ACTIVIDAD FÍSICA |
SI |
126 |
4,05 |
2,13 |
8,61 |
8,39 |
NO |
74 |
5,24 |
2,20 |
10,16 |
9,21 |
|
SALE ANDAR CON LAS AMIGAS |
SI |
64 |
4,44 |
2,05 |
10,25 |
8,84 |
NO |
136 |
4,51 |
2,31 |
8,68 |
8,63 |
|
SALE A ANDAR SOLA |
SI |
31 |
3,94 |
1,97 |
8,13 |
7,91 |
NO |
169 |
4,59 |
2,26 |
9,38 |
8,86 |
|
ACUDE AL GIMNASIO |
SI |
45 |
3,27 |
2,16 |
6,02 |
7,68 |
NO |
155 |
4,85 |
2,12 |
10,10 |
8,80 |
|
REALIZA ALGÚN PROGRAMA DE ACTIVIDAD FÍSICA |
SI |
41 |
3,37 |
1,91 |
5,88 |
5,43 |
NO |
159 |
4,78 |
2,22 |
10,04 |
9,19 |
Los resultados indican que en todas las variables sociodemográficas
estudiadas (edad, estado civil, número de hijos y nivel de estudios), excepto
en la profesión existen diferencias significativas entre diferentes grupos de
mujeres respecto a los niveles de ansiedad manifestados. Respecto a la práctica
de ejercicio físico, las mujeres que realizan algún tipo de actividad física
manifiestan niveles de ansiedad inferiores a aquellas que no realizan ejercicio
físico, excepto los grupos de mujeres que salen a andar solas o con las amigas
que, si bien muestran niveles inferiores de ansiedad que las que no realizan
estas actividades, las diferencias no son estadísticamente significativas.
Hemos encontrado que aquellas mujeres con edades entre 45 y 54 años es el
grupo que manifiesta un mayor nivel medio de ansiedad, seguido por el grupo de
mujeres entre 55 y 65 años, y que las mujeres con edades entre 18 y 24 años son
las que manifiestan menores niveles de ansiedad. Esta relación con la edad
parece mostrar que es en la segunda etapa de la vida cuando las mujeres
manifiestan mayores niveles de ansiedad, y que parece tener relación con
procesos de envejecimiento naturales (menopausia), así como otro tipo de
actividades, como la práctica de actividad física o el sedentarismo. En este
sentido, Conroy et al. (2007) estudiaron a 497 mujeres mayores, con una edad
media de 56,9 años, y encontraron que aquellas mujeres que practicaban
actividad física regularmente tenían unos indicadores de calidad de vida
superiores a las que no practicaban, además el 39% de las mujeres que había
practicado ejercicio físico pero lo dejó sin volver a esta actividad,
presentaban niveles mayores de ansiedad y de depresión.
Aunque en edades más jóvenes las mujeres manifiestan menores niveles de
ansiedad, la práctica de ejercicio físico parece ejercer un papel de
protección, tal y como señalan algunos trabajos de diseño experimental.
González et al. (1997) analizaron los efectos de la actividad física sobre la
condición física y el bienestar psicológico en mujeres sedentarias y fumadoras,
de edades comprendidas entre los 17 y los 28 años; el grupo de mujeres que realizó el programa
de entrenamiento obtuvo mejoras en la condición física y descensos en la
ansiedad cognitiva, aunque no encontraron cambios en el estadio de ánimo.
Gutiérrez et al. (1997) investigaron los efectos del ejercicio físico en cuatro
medidas complementarias de ansiedad, en jóvenes universitarios de ambos sexos;
encontrando un descenso en los niveles de ansiedad en tres de las cuatro
medidas, al final del periodo de entrenamiento, por lo que concluyen que los
beneficios del ejercicio físico regular sobre la ansiedad, no se limitan a
muestras clínicas, o de adultos, sino también a jóvenes normales.
Sin embargo, la relación entre factores psicológicos y práctica de
actividad física parece tener un sentido de reciprocidad, más que de
unidireccionalidad; es posible que la práctica de ejercicio físico beneficie a
la salud psicológica, pero también ésta puede hacer más viable la posibilidad
de practicar algún tipo de ejercicio. En este sentido, Van Heuvelen,
Hochstenbach, Brouwer, De Greef y Scherder (2006) en un estudio realizado con
118 personas mayores de entre 65 y 92 años encontraron que para las personas más
mayores con enfermedades crónicas parecía aconsejable realizar programas de
entrenamiento psicológico más que físico, ya que aquel puede incidir
positivamente en la participación en programas de actividad física.
Respecto al resto de variables sociodemográficas, el estado civil parece
ser especialmente relevante, así las puntuaciones de menores niveles de
ansiedad se dieron en las mujeres que vivían con su pareja, en las solteras y
en las casadas, mientras que las viudas y divorciadas manifiestan un elevado
nivel de ansiedad. También el número de hijos es importante en las diferencias
entre niveles de ansiedad en las mujeres; así, aquellas que tienen dos o más
hijos muestran niveles superiores de ansiedad que las que tienen uno o ninguno.
El nivel de estudios también parece indicar una influencia en los niveles de
ansiedad; así, las mujeres sin estudios muestran los niveles más altos de
ansiedad.
Respecto a la relación entre práctica de ejercicio físico y ansiedad, los
resultados indican que, en general, las mujeres que realizan algún tipo de
ejercicio físico, presentan menores niveles de ansiedad que las mujeres
sedentarias, lo que ha sido constatado también por diferentes autores (Akandere
y Tekin, 2005) y que recogen algunas revisiones (Buckworth y Dishman, 2002).
Además se debe de considerar que los grupos de mujeres que manifiestan niveles
elevados de ansiedad, son más propensos a sufrir otro tipo de problemas
psicológicos, como menor autoestima, menor satisfacción con su rol laboral,
mayor impulsividad o mayor utilización de la emotividad como estilo de
afrontamiento del estrés (Matud et al., 2001). Concretamente, en nuestro
estudio aparecen diferencias significativas entre el grupo de mujeres que acude
regularmente al gimnasio y las mujeres que no lo hacen, y entre las mujeres que
realizan algún tipo de programa de actividad física de las que no realiza
ninguno.
Así, teniendo en consideración factores sociodemoFiguras y de práctica de
ejercicio físico, estos datos nos permiten obtener un perfil tipo de mujer
cartagenera, con propensión a manifestar sintomatología ansiosa: mujer de entre
45 y 54 años, viuda o divorciada, con dos hijos o más, sin estudios y que
además no realiza actividad física alguna.
Los resultados indican que en todas las variables sociodemográficas
estudiadas (edad, estado civil, número de hijos, nivel de estudios y profesión)
existen diferencias significativas entre diferentes grupos de mujeres respecto
a los niveles de depresión manifestados; respecto a la práctica de ejercicio físico,
las mujeres que realizan algún tipo de actividad física manifiestan niveles de
depresión inferiores a aquellas que no realizan ejercicio físico, excepto el
grupo de mujeres que sale a andar con las amigas que muestran niveles
superiores a aquellas que no realizan esta actividad.
Hemos encontrado que aquellas mujeres con edades entre 45 y 54 años es el
grupo que manifiesta un mayor nivel medio de depresión, seguido por el grupo de
mujeres entre 55 y 65 años (ambos grupos se sitúan en el nivel de Depresión
Leve del BDI), y que las mujeres con
edades entre 35 y 44 años son las que manifiestan menores niveles de depresión.
Esta relación con la edad parece mostrar que es en la segunda etapa de la vida
cuando las mujeres manifiestan mayores niveles de depresión, lo que concuerda
con otros trabajos (Matud et al.,
2006), aunque en éste, el grupo de mayor nivel de depresión era el de mujeres
entre 55 y 65 años, seguido por el más joven, entre18 y 24 años, que en nuestro
estudio también manifiesta un nivel mayor que los grupos de mujeres de entre 25
y 34, y 35 y 44 años.
El estado civil parece ser especialmente relevante, así tanto el estar
soltera como casada parece ser particularmente beneficioso, mientras que las
viudas manifiestan un elevado nivel de depresión (encontrándose en el límite
del nivel de Depresión Moderada del BDI),
muy por encima del resto; las mujeres divorciadas y que viven con su pareja de
hecho, manifiestan niveles superiores a las solteras y casadas, pero muy
inferiores a las viudas, aunque también se sitúan en el nivel de Depresión Leve
del BDI. También el número de hijos
es importante en las diferencias entre niveles de depresión en las mujeres;
así, aquellas que tienen dos hijos muestran niveles superiores de depresión que
las que no tienen ninguno. Sin embargo, a diferencia de otros estudios (Matud et al., 2006) no encontramos una
relación positiva entre el aumento del número de hijos y el incremento de
niveles de depresión, ya que el grupo de mujeres que tiene más de dos hijos
manifiestan niveles inferiores de depresión que las que tenían dos.
El nivel de estudios también parece indicar una influencia en los niveles
de depresión; así, las mujeres sin estudios muestran niveles muy altos de
depresión (18,27 de media) alcanzado el nivel de Depresión Moderada del BDI. Aunque las mujeres con estudios
universitarios tienen los menores niveles de depresión, éstos son muy parecidos
a los mostrados por las mujeres con estudios primarios y secundarios. Respecto
al empleo, nuestro estudio muestra resultados muy similares al trabajo de Matud et
al. (2006), donde las estudiantes manifiestan los niveles más bajos de
depresión, las trabajadoras no cualificadas los más altos, y las empresarias
también niveles altos, aunque sin diferencias significativas.
Respecto a la relación entre práctica de ejercicio físico y depresión,
los resultados indican que, en general, las mujeres que realizan algún tipo de
ejercicio físico, presentan menores niveles de depresión que las mujeres
sedentarias, lo que ha sido constatado también por otros autores (Blumenthal et
al., 1999; Martinsen, 1994; Martinsen, Medhus y Sandvick, 1985). Concretamente,
aparecen diferencias significativas entre el grupo de mujeres que acude
regularmente al gimnasio y las mujeres que no lo hacen, y entre las mujeres que
realizan algún tipo de programa de actividad física de las que no realiza
ninguno. En ambos casos, las puntuaciones medias en depresión son menores en
las mujeres activas físicamente, manifestando puntuaciones medias dentro del nivel
de Depresión Leve (BDI) las mujeres
inactivas.
Así, teniendo en consideración factores sociodemoFiguras y de práctica de
ejercicio físico, estos datos nos permiten obtener un perfil tipo de mujer
cartagenera, con propensión a manifestar sintomatología depresiva: mujer de
entre 45 y 54 años, viuda, con dos hijos, sin estudios y un nivel profesional
bajo, que además no realiza actividad física alguna.
Quizá una de las limitaciones del estudio sea no haber considerado
instrumentos específicos para la evaluación de la práctica física (instrumentos
como el Compas o el Ipac), aspecto que consideramos como muy útil en sucesivos
trabajos. Además, sería recomendable utilizar el nivel socio-económico/poder
adquisitivo de los participantes frente a la profesión o niveles de estudios.
A partir de
estos resultados, se plantean las siguientes consideraciones, tanto para la
investigación futura como para
Partiendo de
estos criterios, se necesitan un mayor número de estudios, tanto en poblaciones
“normales” (tomando criterios de edad, de estado civil por ejemplo), como
clínicamente afectadas por trastornos psicológicos, en la línea de los
realizados por Buckworth y Dishman
(2002), Beard, Heathcote, Brooks, Earnest y Kelly (2007), Ng, Dodd y
Berk (2007) o Knapen et al. (2007), entre los que podemos incluir la ansiedad, y que se establecieran
diferentes factores de análisis, como el ejercicio físico. En este sentido,
estudios meta-analíticos como el de Netz et al. (2005) aportan una información
muy valiosa para proseguir la investigación futura, ya que indican un efecto
del ejercicio físico en el bienestar psicológico, casi tres veces mayor en los
grupos de personas mayores que realizaban algún tipo de programa de actividad
física, que en los que no lo realizaban.
Pero no se
puede olvidar qué tipo de ejercicio físico es el mejor para cada tipo de
persona o para cada tipo de “enfermedad”. La valoración de trabajos en este
sentido nos ofrece la posibilidad de adecuar estos criterios; así, por ejemplo
Van Amersfoort (1996) sugiere que el tipo de ejercicio más adecuado para
trastornos como por ejemplo la depresión o la ansiedad, es el ejercicio
aeróbico de baja intensidad y largo tiempo, y el ejercicio anaeróbico de alta
intensidad y corto tiempo. Aunque algunos autores (Weineck, 2001), sugieren que
para problemas como la ansiedad, el practicar ejercicio que implique altos
grados de concentración (tenis, tenis de mesa) no son recomendables, ya que
podría producir más tensión que relajación. Estas contradicciones, ya
históricas respecto al tipo de ejercicio recomendado para la ansiedad (Biddle,
1995; Martinsen, Hoffart y Solberg, 1989), o al efecto real del ejercicio, sobre
estados psicológicos o sobre pautas y hábitos más saludables (Jiménez et al.,
2008) que inciden sobre aquellos, sugieren la necesidad de realizar
investigaciones en las que se contemplen estas variables.
En este sentido, tal y como indican algunos estudios
(Arruza, Arribas, Gil De Montes, Irazusta, Romero y Cecchini, 2008; García, Matute,
Tifner, Gallizo y Gil-Lacruz, 2007) las mujeres tienden a manifestar peores índices de bienestar físico y psicológico
que los hombres, por lo que estudios encaminados a determinar la influencia de
variables como la intensidad, la duración y el tipo de ejercicio físico para
cada nivel de edad y otros factores sociodemoFiguras, podrían ser de gran
utilidad para la prescripción de ejercicio, fundamentalmente cuando éste se encamina
a mejorar la calidad de vida de
A partir de
estos resultados, se plantean las siguientes consideraciones, tanto para la
investigación futura como para
Partiendo de
estos criterios, se necesitan un mayor número de estudios, tanto en poblaciones
“normales” (tomando criterios de edad, de estado civil por ejemplo), como
clínicamente afectadas por depresión; y que se incluyeran diferentes factores
de análisis, incluyendo el ejercicio físico. Así, sería muy interesante
continuar la línea de trabajo desarrollada por Krawczynski y Olszewski (2000),
quienes implementaron un programa multidisciplinario (incluyendo ejercicio
físico, técnicas de relajación, talleres de creatividad, etc.) para evaluar
posibles cambios de los sujetos (personas mayores de 65 años) en síntomas
depresivos, hipocondríacos y percepción de sentimiento vital, observando que se
producían notables mejoras en estas variables.
O la
desarrollada para analizar específicamente la relación entre práctica de
ejercicio físico y depresión, aunque como señalan algunos autores (Cairney et al., 2005) es necesario profundizar
en el conocimiento de esta relación, considerando qué tipo de ejercicio físico,
en qué edad, qué historia previa tiene el sujeto (tanto en factores sociales
como de la propia actividad física), qué factores psicológicos, cognitivos y
psicosociales están mediando, y de qué forma en esta relación. En este sentido,
estudios de tipo experimental pueden resultar muy importantes para poder
establecer relaciones de causa efecto y un control mayor de las variables de
estudio, como por ejemplo el trabajo de Van de Vliet et al. (2003), que estudia los cambios psicológicos experimentados
por un grupo de mujeres pacientes diagnosticadas con depresión, después de
recibir un tratamiento multidisciplinar, que incluía un programa de actividad
física, mostrando mejoras significativas en ansiedad, depresión, autoestima y
autopercepción física. El trabajo de Bodin y Martinsen (2004) estudió los
efectos de la autoeficacia como mediadora entre el ejercicio físico (bicicleta
estática y artes marciales) y los síntomas depresivos en pacientes depresivos
(hombres y mujeres), observando que los sujetos que realizaron artes marciales
incrementaron los estados de ánimo positivos y la autoeficacia, disminuyendo
los estados de ánimo negativos y la ansiedad, aunque no aparecieron resultados
estadísticamente significativos en el grupo de sujetos que realizaron bicicleta
estática. Para estos autores, los resultados indican que un aumento en la autoeficacia
puede ser importante para los cambios positivos en los estados de ánimo.
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