Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte- vol.
10 - número 40 - diciembre 2010 - ISSN:
1577-0354
Aparicio
García-Molina, V.A.; Carbonell Baeza, A. y Delgado
Fernández, M. (2010). Beneficios de la
actividad física en personas mayores. Revista Internacional
de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 10 (40) pp.
556-576. Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista40/artbeneficios181.htm
revisión / REVIEW
BENEFICIOS DE LA
ACTIVIDAD FÍSICA EN PERSONAS MAYORES
HEALTH
BENEFITS OF PHYSICAL ACTIVITY IN OLDER PEOPLE
Aparicio García-Molina,
V.A.¹; Carbonell-Baeza, A.2 y
Delgado-Fernández, M.3
1Licenciada en
Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. virginiaparicio@ugr.es, Departamento
de Educación Física y Deportiva. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del
Deporte. Universidad de Granada. España. Departamento de Fisiología. Facultad
de Farmacia. Universidad de Granada. España.
2 Licenciada en
Ciencias de la Actividad Física y del Deporte anellba@ugr.es,
Departamento de Educación Física y Deportiva. Facultad de Ciencias de la
Actividad Física y del Deporte. Universidad de Granada. España.
3 Doctor en Ciencias
de la Actividad Física y del Deporte manueldf@ugr.es
Departamento de Educación Física y Deportiva. Facultad de Ciencias de la
Actividad Física y del Deporte. Universidad de Granada. España.
Códigos UNESCO:
Fisiología del Ejercicio: 2411.06
Geriatría: 3201.07
Medicina Preventiva: 3210
Salud Pública: 3212.
Clasificación del Consejo de Europa:
6.
Fisiología del ejercicio.
11.
Medicina del deporte
Recibido 2 de julio 2009
Aceptado 23 de marzo de 2010
RESUMEN
Debido a que el número de personas mayores en España se incrementa y
que ha sido altamente contrastado que el envejecimiento activo es clave para
conseguir una población mayor sana, la promoción de ejercicio físico regular es
una de las principales estrategias no farmacológicas con la que cuentan las instituciones. El ejercicio físico regular y
adaptado para mayores está asociado con un menor riesgo de mortalidad.
Principalmente como consecuencia de un efecto protector cardiovascular y de
síndrome metabólico, disminuye el riesgo de sufrir un infarto de miocardio y de
desarrollar diabetes tipo II. Sumado a esto, el ejercicio regular se ha
mostrado eficaz en la prevención de ciertos tipos de
cáncer, incrementa la densidad mineral ósea, reduce el riesgo de caídas,
disminuye el dolor osteoarticular (frecuente en la
población mayor) y mejora la función cognitiva, reduciendo el riesgo de padecer
demencia y Alzheimer. Además, los beneficios psicosociales del ejercicio
adquieren especial protagonismo, combatiendo el aislamiento, la depresión y la
ansiedad y favoreciendo la autoestima y cohesión social.
Por todo esto, la inclusión de programas de ejercicio físico regular,
adaptado a población mayor y desarrollados por
profesionales del ámbito de las Ciencias de la Actividad Física, se convierte
hoy por hoy en una necesidad social.
PALABRAS CLAVE: Ejercicio físico,
mayores, salud, calidad de vida.
ABSTRACT
As the number of elderly persons in Spain increases, the promotion of
regular exercise is one of the main non-pharmaceutical measures proposed to
older subjects by institutions. Moderate but regular adapted physical activity
is related to a reduction of mortality among older people, with regard to the
positive effect on primary prevention of coronary heart disease and the type 2
diabetes. Furthermore, the regular adapted physical activity appeared relevant
to prevent falls and to increase bone density. Furthermore, osteoarticular
pain (common in old people) is lower after decades of regular aerobic exercise.
Moreover, several longitudinal studies have suggested that physical activity
improved cognitive function and was linked to a reduced risk of developing senile
dementia or Alzheimer’s disease. According to all these results, the role of
exercise in the fight against depression and anxiety in older people is
considered as similar to the effects of the traditional pharmacology treatment.
For that reason, the inclusion of regular exercise programs focused and
adapted to older people and developed by fitness professionals is a social
needed.
KEY WORDS: exercise, elderly, health,
quality of life.
1.
INTRODUCCIÓN
1.1 OBJETIVOS
DE LA REVISIÓN
La práctica de ejercicio físico
regular es una de las principales estrategias no farmacológicas para envejecer
de forma más saludable y mejorar la calidad de vida relacionada con la salud de
las personas mayores. El envejecimiento activo puede llevar a la persona a
incrementar su esperanza de vida y a disminuir los índices de morbilidad a lo
largo de los años. Este fenómeno se debe a los efectos beneficiosos que tiene
la práctica de ejercicio físico sobre variables biológicas y psicosociales del
ser y que se materializan de forma muy evidente en personas de avanzada edad.
Considerando estas premisas, el objetivo de esta revisión es destacar las
últimas evidencias científicas acerca de los efectos que tiene sobre la salud
del mayor la práctica de ejercicio
físico regular.
1.2 METODOLOGÍA DE LA REVISIÓN
Para
la búsqueda de artículos se utilizaron las bases de datos Medline
y Pubmed, acotando la revisión desde el año 2002 al 2009. Se han utilizado las siguientes
palabras claves: aging, age-related,
elderly, longevity, junto
con cada una de los términos que definen las capacidades físicas (body composition, strength, balance, etc.) o con el término genérico de
condición física (physical fitness).
Para la parte más específica de la revisión referida a beneficios del ejercicio
físico en personas mayores y sobre las principales patologías se
utilizaron las siguientes palabras claves: exercise, cancer, dementia, alzheimer, diabetes, metabolic syndrome, cardiovascular disease,
depression, anxiety,
osteoporosis, exercise benefits,
physical activity benefits, elderly, old people, falls,
fractures, osteoartritis, sarcopenia, inmune system, y cognitive function, reduciendo
el periodo de búsqueda desde el 2004 hasta
julio del 2009, dando prioridad a los estudios de los dos últimos años.
Se completó la revisión de información utilizando las referencias
bibliográficas encontradas en las búsquedas previas.
1.3 EVIDENCIAS
GENERALES DE LOS EFECTOS DEL EJERCICIO FÍSICO EN PERSONAS MAYORES
El ejercicio físico regular adaptado
tiene un papel fundamental en la calidad de vida relacionada con la salud y
esperanza de vida del mayor (Blain et al., 2000, Katula et al., 2008, Poon y Fung, 2008, Vogel et al., 2009).
A grandes
rasgos, de manera directa, el ejercicio físico mantiene y mejora
la función músculo-esquelética, osteo-articular, cardio-circulatoria, respiratoria, endocrino-metabólica,
inmunológica y psico-neurológica. De manera
indirecta, la práctica de ejercicio físico tiene efectos beneficiosos en la
mayoría, si no en todas, las funciones orgánicas del mayor, contribuyendo a
mejorar su funcionalidad, lo cual es sinónimo de mejor salud, mejor respuesta
adaptativa y mayor resistencia ante la enfermedad (Castillo-Garzón et al.,
2006). De hecho, realizar ejercicio físico de
manera regular reduce el riesgo de desarrollar o incluso morir de lo que hoy
día son las principales y más graves causas de morbi-mortalidad
en los países occidentales (Castillo-Garzón et al., 2006, Vogel et al., 2009). En un
reciente estudio japonés, desarrollado con 4222 hombres y 6609 mujeres, la
práctica de actividad física, siempre que no fuese vigorosa, estuvo relacionada
con una mayor longevidad frente a todas las causas de mortalidad (Hayasaka et al., 2009).
Sin embargo, a pesar de que el
ejercicio físico es a día de hoy el principal factor protector de enfermedas asociadas con la edad, los niveles de actividad
física en mayores son inferiores a los del resto de grupos poblacionales.
Sumado a este fenómeno, la mayoría de programas para mayores incluyen tan solo
ejercicio aeróbico, excluyéndose otras cualidades importantes relacionadas con
la salud como son la fuerza y la coordinación (Weisser,
Preuss y Predel., 2009).
La cantidad
y calidad del ejercicio necesario para producir mejoras saludables en el mayor
diferirá de aquellas que se consideran necesarias en otros grupos poblacionales
(Mazzeo y Tanaka, 2001, Nelson et al.,
2007, Vogel et al., 2009). Tan solo si dicho ejercicio es
practicado de forma regular y con la intensidad adecuada, contribuirá a mejorar
la capacidad funcional global del organismo (Blain et al., 2000, Bre´chat et al., 2006, Conn et al., 2003, Nelson et al.,
2007, Vogel et al., 2009).
Un programa de
entrenamiento bien planificado permite al mayor desarrollar su máximo potencial
físico, así como incrementar su salud física y mental, lo que atenúa y retarda
las consecuencias negativas de la edad (Blain et al.,
2000, Bre´chat
et al., 2006). De hecho, al ejercicio físico adaptado para la población mayor se le
puede denominar como la “píldora antienvejecimiento” por excelencia (Castillo-Garzón
et al., 2006)
y es considerada la medida no farmacológica más eficaz para la mayor parte de
enfermedades asociadas con la edad (Vogel et al.,
2009, Weisser, Preuss y Predel., 2009).
A modo de síntesis del artículo en su conjunto, a continuación se
presentan los principales beneficios que ocasiona la práctica regular de
ejercicio físico en el mayor (tabla 1):
Tabla 1. Principales beneficios del
ejercicio físico en personas mayores.
Beneficio |
Autores |
Reduce la incidencia de todas las
enfermedades cardiovasculares en general, mediante la disminución y
prevención de los factores de riesgo asociados. |
Audelin, Savage y Ades. 2008, Jonson
et al., 2008, Owen y Croucher, 2000, Thompson et al., 2003. |
Ayuda a mantener un balance
nutricional y metabólico más adecuado, reduciendo el riesgo de síndrome
metabólico. Retrasa la resistencia a la insulina
asociada con el envejecimiento por lo que la incidencia de obesidad y
diabetes tipo II en este grupo poblacional se reduce. |
Johnson et al., 2007. Ewan, 1995, Hakkinen et al., 2008,
Marquess, 2008, Ryan, 2000, Samsa, 2007. |
Reduce la pérdida mineral ósea, al
potenciar la actividad hormonal osteoblástica y el
proceso de remodelación ósea. |
Karinkanta, 2008, Siegrist, 2008. |
Previene el riesgo de sufrir
fracturas. |
Ytinger, 2003, Moayyeri, 2008, Park, Muto y Park, 2002, Siegrist, 2008. |
Favorece el fortalecimiento
muscular, lo que afecta directamente a la funcionalidad física del individuo. |
Blain et al., 2000, Hunter et al.,
2004, Phillis, 2007. |
Se reduce el riego de caídas,
especialmente mediante el fortalecimiento muscular y la mejora del
equilibrio, coordinación y agilidad. |
Blain et al., 2000, Howe et al.,
2007, Kannus et al., 2005, Orr et al., 2008. |
Refuerza el sistema inmune del
mayor. |
Nieman, 2007, Senchina y Kohut, 2008. |
Reduce la incidencia de algunos tipos
de cáncer, especialmente los de mama, colon y páncreas. Sumado al beneficio preventivo, es
una terapia altamente efectiva para la recuperación física y emocional tras
la superación del cáncer. Es una herramienta eficaz para
controlar la fatiga subyacente en el proceso de recuperación del cáncer. |
Courneya y Harvinen,
2007, Nilsen et al., 2008. Schmitz,
2005, Visovsky y Dvorak 2005. Luctkar-Flude et al., 2007. |
Reduce el dolor musculoesquelético
asociado al envejecimiento. Protege frente la osteoartritis. |
Bruce, Fries, y Lubeck, 2007. Hart et al., 2008. |
Principalmente
como consecuencia paralela de las mejoras vasculares ocasionadas por el
ejercicio aeróbico, mejora la función eréctil del mayor y favorece una mejor
respuesta sexual. |
Hannan et al., 2009. |
Incrementa y conserva la función
cognitiva. Protege frente al riesgo de
desarrollar demencia o Alzheimer. |
Angevaren
et al., 2008, Brisswalter, Collardeau y René, 2002, Blain et al.,
2000, Colcombe y Kramer, 2003, Liu-Ambrose y Donaldson., 2009, Williamson et al.,
2009. Lautenschlager
et al., 2008, Vogel et al., 2009. |
Produce un incremento de la
funcionalidad física y como consecuencia, favorece una mejora de la autoeficacia y autoestima. |
Diognigi, 2007, Eric et al., 2007,
Hunter et al., 2004, Mänty et al.,2009. |
Disminuye la prevalencia de depresión,
ansiedad y otras enfermedades mentales. Favorece la cohesión e integración
social de la persona mayor. |
Guszkowska, 2004, Hill et al.,
2007, McAuley et al., 2002, Pollock, 2001. Diognini, 2007, Estabrooks y Carron, 1999. |
2. PRINCIPALES
EFECTOS SALUDABLES DEL EJERCICIO FÍSICO EN MAYORES
2.1
BENEFICIOS CARDIOVASCULARES
Según Heckman
y McKelvie (2008), los cambios producidos a lo largo
de la vida en la función cardiovascular no se deben enteramente a la edad, sino
también a la inactividad física.
En las últimas
décadas, la morbilidad española como consecuencia de enfermedades
cardiovasculares se ha incrementado notablemente (fig1.)
Fig
1. Evolución
de la morbilidad por enfermedad cardiovascular en España.
La
ausencia de la práctica regular de ejercicio físico contribuye al comienzo
precoz y la progresión de las principales enfermedades cardiovasculares.
Cualquier incremento en los niveles de actividad física tiene efectos positivos
sobre la salud cardiovascular al mismo tiempo
que un
estilo de vida sedentario, como el prevalente en Europa, se asocia con un mayor
riesgo de enfermedades cardiovasculares (Franco et al., 2005).
Siguiendo el artículo de consenso de
la Sociedad Americana del Corazón (Thompson et al., 2003), podemos destacar 3
papeles fundamentales del ejercicio físico regular sobre el sistema
cardiovascular:
1. Previene todas
las alteraciones y enfermedades cardiovasculares que tienen su origen en la
ateroesclerosis.
2. Previene y
controla otros factores de riesgo asociados a enfermedades cardiovasculares,
tales como niveles elevados de triglicéridos y lipoproteínas de baja densidad
(colesterol LDL), bajos niveles de lipoproteínas de alta densidad (colesterol HDL), hipertensión arterial (HTA), diabetes y obesidad.
3. Ayuda en el
tratamiento y recuperación de pacientes con enfermedades cardiovasculares ya
instauradas (HTA, insuficiencia cardiaca u otras cardiopatías) o en fase de recuperación
(infarto de miocardio, bypass, etc.).
Johnson, Bonow y Holly (2008) correlacionaron los factores que consideraron de
mayor potencial predictor de todas las causas de
mortalidad (edad, tiempo total de prueba en protocolo de Bruce, género masculino,
índice de masa corporal (IMC) y diabetes) con la mortalidad en un análisis multivariable longitudinal llevado a cabo con una muestra
superior a 2000 personas con riesgo coronario medio-alto. Los resultados de
dicho estudio mostraron una correlación inversamente significativa entre IMC
elevado o baja capacidad aeróbica y mortalidad. A su vez, la asociación entre
baja capacidad aeróbica-mortalidad fue mayor que la establecida entre alto
IMC-mortalidad, lo que le otorga mayor poder predictor
de riesgo cardiovascular-mortalidad a la práctica de ejercicio físico.
Existen numerosos
estudios que muestran los efectos beneficios del ejercicio sobre la
recuperación fisica tras un accidente cardiovascular,
con o sin operación posterior. Sin embargo, hasta la fecha no se habían valorado los efectos en la población mayor de 75 años. El
estudio de Audelin, Savage y Ades
(2008) ha demostrado que este grupo poblacional de
edad superior a 75 años muestra similares beneficios en
funcionalidad física que cardiópatas más jóvenes. Sin embargo, éstos se
muestran más reticentes a iniciar actividad física, principalmente como
consecuencia de la carencia de programas de intervención de ejercicio físico
adaptado en el propio hogar del mayor.
Teniendo presentes
las evidencias científicas, la inclusión de programas de ejercicio físico a
domicilio supervisados por profesionales y orientados a la recuperación física
del mayor tras dichas intervenciones quirúrgicas, sería una estrategia
necesaria por parte de los sistemas sanitarios.
2.2.
BENEFICIOS METABÓLICOS
Según un estudio realizado por Andreyeva, Michaud y Soest (2007) en 10 países europeos desarrollados, España
tiene la prevalencia más alta de obesidad en hombres (20,2%) y mujeres (25,6%)
mayores de 50 años.
Estudios
longitudinales realizados con personas mayores han confirmado un descenso de la
masa libre de grasa conforme aumenta la edad (Dey et al., 2009, Fantin et al., 2007, Rossi et
al., 2008). La
masa grasa, por contra, tiende a aumentar en las personas mayores (Chen et al., 2008, Coin et al.,
2008, Kyle et al., 2004, Kyle
et al., 2006, Raguso
et al., 2006).
Estas modificaciones en la composición corporal tienen efectos muy apreciables
sobre diferentes enfermedades metabólicas, como se expone a continuación.
2.2.1.
PREVENCIÓN DEL SÍNDROME METABÓLICO
La práctica
de unos 30 minutos de ejercicio físico diario a moderada intensidad, llevado a
cabo incluso sin cambios en la dieta, se ha demostrado eficaz en el control y
mejora del síndrome metabólico (Johnson et al., 2007).
2.2.2. REDUCCIÓN DE LA RESISTENCIA A LA INSULINA
Modificaciones en
el porcentaje de grasa abdominal a través de ejercicio aeróbico pueden retrasar
la resistencia a la insulina provocada por el envejecimiento (Ryan, 2000). La resistencia a la insulina observada en
personas mayores puede ser modificada mediante ejercicio físico, que
incrementaría la sensibilidad a la insulina y mejoraría el metabolismo glucémico y con ello la prevención de la diabetes tipo II (Ryan, 2000, Samsa, 2007).
2.2.3 PREVENCIÓN DE LA DIABETES TIPO II
Con el
envejecimiento de la población y el incremento de las tasas de obesidad, la
prevalencia de la diabetes tipo II es cada día mayor. Además de la terapia
farmacológica tradicional y los cambios en la dieta, la actividad física presenta
un papel fundamental para el control y manejo de la diabetes tipo II en las
personas mayores (Marquess, 2008).
La capacidad de
hombres y mujeres mayores de controlar sus niveles de glucosa en sangre a
través del ejercicio ha sido altamente demostrada en estudios científicos. El
ejercicio de tipo aeróbico se presenta como la terapia más eficaz para reducir
el riesgo de padecer diabetes tipo II y mejorar la capacidad funcional del
mayor (Marquess, 2008). El entrenamiento de fuerza
también se ha mostrado eficaz a la hora de incrementar los requerimientos
energéticos y la disponibilidad de insulina (Hakkinen et al., 2008).
2.3. PREVENCIÓN DE LA OSTEOPOROSIS Y DEL RIESGO DE
FRACTURAS
Conforme la
edad avanza, el sistema esquelético sufre modificaciones estructurales tales
como la desmineralización ósea, la cual reduce la anchura de las vértebras y
deforma la longitud de los huesos de las extremidades inferiores (Sanchez et al., 2007).
En los últimos
años, la osteoporosis se ha convertido en una creciente causa de morbilidad y
mortalidad en mujeres mayores. Las evidencias científicas muestran que la
osteoporosis es más fácil de prevenir que de tratar (Siegrist, 2008). La correcta
ingesta de nutrientres y el ejercicio físico
(especialmente de fuerza o centrado en micro-impactos) son las dos claves para
evitar la pérdida mineral ósea. Este tipo de ejercicios también favorecen la
activación hormonal, la mejora de los parámetros de marcha, la propiocepción, un mejor equilibrio y mayor fuerza muscular
incluso en población muy mayor con alto riesgo de fracturas (Siegrist, 2008). Un programa de
intervención de 3 sesiones semanales de intensidad moderada con este tipo de
ejercicio se ha probado efectivo en mujeres mayores (Park, Muto y Park, 2002).
Con el envejecimiento
de la población, en los próximos años se espera un dramático incremento en la
incidencia de fracturas osteoporóticas. De forma
conjunta a las terapias farmacológicas (Ytinger,
2003) y nutricionales, la práctica de ejercicio físico presenta un importante
potencial protector frente al riesgo de este tipo de fracturas. En el
meta-análisis de Moayyeri, (2008), que analiza y
compara 13 estudios longitudinales, se concluye que mediante actividad física
de intensidad entre moderada y vigorosa, el riesgo de sufrir fractura de cadera
se reduce en un 45% (95% CI, 31-56%) para hombres y un 38% (95% CI, 31-44%)
para mujeres.
2.4. FORTALECIMIENTO MUSCULAR
Numerosos estudios han puesto
de manifiesto que la fuerza de prensión manual se
reduce conforme aumenta la edad (Araujo et al, 2008, Forrest, Zmuda y Cauley,
2007, Forrest, Zmuda y Cauley, 2005, Jansen et al., 2008). Las reducciones de fuerza
son mayores en el miembro inferior que en el superior (Landers
et al., 2001). Una baja fuerza muscular, tanto de piernas como de prensión
manual, son predictores fuertes e independientes de mortalidad en personas
mayores (Gale et al., 2007, Meter et al., 2002, Newman
et al., 2006, Ruiz et al., 2008).
Para
Hunter, McCarthy y Bamman, (2004), la funcionalidad física y calidad de vida
del mayor están afectadas por reducciones de fuerza, lo que conlleva a su
vez un estilo de vida menos activo. Un programa de ejercicio físico donde se
desarrolle la fuerza muscular reduce la dificultad del mayor para realizar las
tareas cotidianas, incrementa el gasto energético, reduciéndose el tejido
adiposo, y promueve la participación voluntaria y espontánea en otras
expresiones de actividad física. No obstante, el trabajo de fuerza muscular se
ve favorecido cuando de forma paralela se desarrolla la resistencia aeróbica.
El ejercicio de
tonificación muscular no solo promueve las ganancias de fuerza, también
ocasiona beneficios paralelos tales como la reducción del riesgo de caídas,
osteoporosis, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Su inclusión dentro de
los programas de ejercicio físico para mayores resulta una opción muy
atractiva, con beneficios adicionales a los obtenidos
con un tratamiento exclusivamente farmacológico o con programas centrados
exclusivamente en actividades aeróbicas (Phillips,
2007).
2.5. PREVENCIÓN DE CAÍDAS
Los
daños ocasionados por las caídas en el mayor resultan un problema para la
sanidad pública y una de las principales causas de dolor crónico, pérdida de la
funcionalidad física y, con ello, de la independencia personal, causa de
invalidez e incluso muerte. Este problema se está acrecentando en los últimos
años, especialmente en aquellos países donde la población está envejeciendo (Kannus et al., 2005).
La falta de equilibrio es un importante factor de riesgo para las
caídas y se ve afectado por la progresiva pérdida de la función sensoriomotora ocasionada por el incremento de la edad.
Déficits en la propiocepción, visión, sentido vestibular, función muscular y tiempo de reacción
contribuyen a un desorden del equilibrio, provocando que las caídas sean
comunes en personas mayores (Sturnieks, George y
Lord, 2008). Los desórdenes de equilibrio se manifiestan en un bajo rendimiento
en tareas tales como estar de pie,
inclinarse, subir escaleras, caminar o responder a perturbaciones externas (Sturnieks, George y Lord, 2008).
Intervenciones
basadas en el trabajo del equilibrio y de fuerza han demostrado ser eficaces
para reducir el riesgo de caídas (Howe
et al., 2007). Según la revisión de más de 34 artículos de Howe et al., (2007), a día de hoy, aún no están bien
definidos qué elementos de la intervención física son claves y en qué volumen e
intensidad para lograr los resultados más efectivos en la mejora del equilibrio
del mayor y el descenso del riesgo de caídas. En el total de 2883 participantes incluídos en dichos 34 estudios, siempre se observaron
diferencias significativas en aquellos mayores que realizaban cualquier tipo de programas de intervención física frente a los que solo
realizaban la actividad física cotidiana. Aquellas intervenciones que
implicaron el trabajo de la marcha, equilibrio, coordinación y fuerza y que
fueron desarrollados con variedad en los ejercicios, presentaron los mejores
resultados en los test de equilibrio empleados (Howe et al., 2007).
2.6.
FORTALECIMIENTO DEL SISTEMA INMUNE
El envejecimiento
está asociado con una desrregulación del sistema immune conocida como inmunosenescencia.
Ésta conlleva una serie de alteraciones celulares y moleculares que provocan
una inadecuada adaptación immune, incrementándose la
incidencia de infecciones y el riesgo de desórdenes inmunitarios tales como
autoinmunidad, cáncer o enfermedades inflamatorias (Newlin, 2007, Senchina y Kohut,
2008).
En los últimos años, la
práctica de ejercicio físico por parte del mayor se presenta como una
estrategia fácil y eficaz para combatir la inmunosenescencia.
A largo plazo, el ejercicio regular y moderado está asociado con numerosos
beneficios que incluyen la disminución del riesgo de contraer infecciones, el
incremento del efecto de las vacunas y la mejora en aspectos, tanto físicos
como psicosociales, relacionados con la vida cotidiana que ayudan a reforzar el
sistema immune (mejora de la funcionalidad física,
descenso de los niveles de ansiedad, mejora de la autoestima, etc.) (Senchina
y Kohut, 2008).
El ejercicio físico
también supone una terapia eficaz para aquellos mayores en los que la terapia
farmacológica haya resultado inviable, poco efectiva o inapropiada. Sin
embargo, los mecanismos por los cuales el ejercicio fortalece el sistema immune están aún por descifrar. A día de hoy, solo
partiendo de la evidencia, el incremento de programas de ejercicio físico orientados a la
población geriátrica reforzaría su sistema immune con
tendencia a anormalidades y con ello la esperanza y calidad de vida del mayor (Newlin 2007,
Senchina y Kohut, 2008).
2.7. EFECTO PREVENTIVO ANTE CIERTOS TIPOS DE CÁNCER Y
RECUPERACIÓN DEL MISMO
Cerca del 80% de los cánceres son diagnosticados en personas de más de
60 años (Courneya y Harvinen,
2007). Estudios
longitudinales han estudiado la relación entre práctica regular de ejercicio fisico y una menor incidencia de cierto tipo de cánceres, especialmente
de mama, páncreas y colon (Nelson et al., 2008, Slattery y Potter, 2002).
Sin embargo, en la población mayor,
donde la evolución del cáncer es lenta, cobran mayor importancia los beneficios
del ejercicio físico como terapia de ayuda a la recuperación y superación
física y mental de la enfermedad (Luctkar-Flude et al., 2007, Schmitz, 2005, Visovsky y Dvorak 2005).
La fatiga es el
síntoma más prevalente asociado con la sintomatología del cáncer y su
tratamiento. En ocasiones, dicho estado de fatiga persiste años después del
tratamiento. De no tratarse, esta fatiga puede
ocasionar reducciones en la funcionalidad física y calidad de vida de la
persona, interfiriendo en la adherencia al tratamiento del cáncer (Luctkar-Flude et al., 2007). De entre todas las terapias,
la práctica de ejercicio físico presenta las evidencias cientificas
más fuertes y contrastadas como intervención para reducir los niveles de fatiga
y, con ello, mantener y mejorar la función física y calidad de vida del
mayor (Luctkar-Flude et al., 2007).
La revisión de Courneya y Harvinen
(2007) sobre la relación entre ejercicio, edad y cáncer, muestra que pocos estudios han valorado
la práctica de ejercicio en personas mayores supervivientes de cáncer. No obstante, para las personas que han
superado el cáncer con más de 60 años se extraen las siguientes conclusiones:
a) similares beneficios de la práctica de ejercicio físico, b) menor
participación en programas de ejercicio físico, c) no presentan una mayor
dificultad de adherencia a programas de ejercicio físico, y d) tienen
diferentes determinantes y motivaciones de práctica. Portanto,
nuevamente sería importante la inclusión de programas públicos de ejercicio
físico orientados y adaptados a este grupo poblacional.
2.8. MEJORAS DE LA FUNCIÓN COGNITIVA
El ejercicio
físico incrementa y conserva la función cognitiva del mayor (Blain et al., 2000, Brisswalter, Collardeau y René, 2002, Cassilhas
et al., 2007, Lautenschlager
et al., 2008).
Desde principios del
S.XX la función cognitiva ha sido estudiada con resultados contradictorios y
sin conseguir acuerdos acerca del tipo e intensidad de ejercicio recomendados (Brisswalter, Collardeau y René, 2002). Actualmente quedan claros algunos
aspectos: a) se ha detectado un descenso en el nivel de atención tras el cese
de la práctica deportiva, b) se ha observado un incremento en la capacidad de
decisión tras un test incremental como consecuencia de la segregación de
adrenalina, c) los factores nutricionales tienen un papel importante
(correcta ingestión de líquidos y carbohidratos), pero no determinante.
En la revisión de Angevaren et al., (2008), realizada
con aquellos estudios desarrollados en mayores de 55 años donde se valorasen
los efectos de programas de ejercicio físico aeróbico sobre parámetros cardiovasculares
y cognitivos, se concluyó que siempre que se produjeran mejoras de en torno al
14% del VO2max., se producían mejoras paralelas en la capacidad cognitiva. Los
principales efectos sobre la función cognitiva se encontraron en la función
motora y en la atención ante estímulos sonoros. Dichos autores concluyeron que
mayor número de estudios son necesarios para determinar qué componentes del
entrenamiento aeróbico están relacionados con la función cognitiva y cúal es el tipo de ejercicio más apropiado para su mejora.
A pesar de que ha
sido el más estudiado, el ejercicio aeróbico no es el único que puede ocasionar
mejoras cognitivas en el mayor, el trabajo de fuerza también podría prevenir el
deterioro cognitivo a través de mecanismos implicados en dicho entrenamiento,
como pueden ser el incremento de la sensibilidad a la insulina, el factor de
crecimiento 1 o la homocisteína (Liu-Ambrose
y Donalson, 2009). Por
este motivo, para estos mismos autores, se debería incidir tanto con ejercicio
aeróbico como de fuerza, debido a que el de fuerza participa notablemente
favoreciendo una mayor funcionalidad física, con sus consecuentes beneficios
psíquicos (Liu-Ambrose y Donalson,
2009).
En los últimos
años se han realizado estudios buscando determinar si el ejercicio físico
pudiera prevenir el riesgo de Alzheimer. En el estudio de Lautenschlager et al., (2008), 6 meses de programa de ejercicio
físico mejoró los resultados obtenidos en la escala de valoración de la función
cognitiva y Alzheimer (ADAS-Cog). Además estas
mejoras se mantuvieron durante 18 meses de periodo de
seguimiento.
Programas adecuados de ejercicio
físico orientados a la mejora de la función cognitiva serían una de las más
acertadas prescripciones en la prevención de la degeneración cognitiva de
poblaciones adultas y mayores de riesgo (Williamson et al., 2009).
2.9 EFECTOS DEL EJERCICIO SOBRE
EL DOLOR MUSCULOESQUELÉTICO Y LA OSTEOARTRITIS
Bruce et al.,
(2007) estudiaron el impacto a largo plazo (14 años)
que presenta la práctica de la carrera o cualquier otro tipo de ejercicio
aeróbico sobre el dolor musculoesquelético. Para ello
se compararon corredores y corredoras (n=565) con sedentarios (n=301) desde los
62 hasta los 76 años. El dolor fue evaluado mediante una
escala visual de dolor de 0 a 100. Los resultados concluyeron que la práctica
regular de ejercicio ocasiona un descenso del 25% del dolor musculoesquelético
frente a las personas sedentarias.
El
ejercicio físico también se ha presentado como una terapia eficaz en el manejo de
la osteoartritis en población mayor. A pesar de que existen férreas evidencias
acerca de los beneficios de la actividad física sobre esta patología, aún
existe bastante heterogeneidad a la hora de determinar el tipo de ejercicio más
apropiado. No obstante, tanto el entrenamiento de fuerza como el aeróbico, se
han mostrado eficaces (Hart et al., 2008).
2.10.
BENEFICIOS PSICOSOCIALES DEL EJERCICIO FÍSICO EN EL MAYOR
Existe
una relación positiva entre la práctica de ejercicio físico y el sentimiento de
bienestar y satisfacción personal del mayor (Poon y Fung, 2008). Este beneficio general sobre el estado
psicológico y social se puede concretar en mejoras particulares que se exponen
a continuación.
2.10.1.
EFECTOS DEL EJERCICIO FÍSICO SOBRE LA ANSIEDAD, DEPRESIÓN E IRRITABILIDAD
Los
beneficios del ejercicio físico sobre la ansiedad,
depresión e irritabilidad son especialmente elevados en aquellas personas que
parten de niveles elevados de ansiedad y depresión. El tipo de ejercicio que
ocasiona mayores mejoras son aquellos basados en actividades aeróbicas
cíclicas (carrera, natación, ciclismo o caminar) de moderada a baja intensidad
(Guszkowska, 2004).
Los cambios
en los estados de ansiedad, depresión e irritabilidad tras el ejercicio son explicados
frecuentemente por las hipótesis de la segregación de endorfinas y monoaminas. Sin embargo, la práctica de ejercicio también
incrementa la temperatura corporal y la circulación de la sangre al cerebro,
que afectaría positivamente sobre la respuesta
fisiológica al estrés por parte del eje hipotálamo-pituitaria-adrenal. Este
último fenómeno podría estar también relacionado con otros mecanismos
psicológicos tales como la autoeficacia, menor
distracción y mejora de la función cognitiva (Guszkowska,
2004).
En el
estudio de Hill et al., (2007) realizado
con una amplia muestra de población mayor, se valoraron los beneficios físicos
y psicológicos del ejercicio físico, mostrándose mejoras significativas
relacionadas con todos los aspectos de la salud, tanto físicos como mentales,
con una significativa reducción del grado de depresión.
McAuley et al.,
(2002) analizaron los efectos que tenía un programa de actividad física de 6
meses de duración sobre la ansiedad. Los niveles de ansiedad fueron evaluados al inicio del programa,
tras finalizarlo y 6 meses después. Dichos niveles fueron reduciéndose a lo
largo de 12 meses, seguramente como consecuencia del
incremento del sentimiento de auto-eficacia del mayor y de su mejor estado de
forma física. Los cambios en la composición corporal no contribuyeron a
dicha variación.
2.10.2 BENEFICIOS DEL EJERCICIO FÍSICO SOBRE EL
SENTIMIENTO DE AUTOEFICACIA, AUTOESTIMA E INCLUSIÓN SOCIAL
Diognigi (2007) realizó un estudio
cualitativo con hombres y mujeres de entre 65 y 72 años de edad. En dicho
estudio preguntaba a los mayores acerca de sus sensaciones tras un programa de
ejercicio físico de 3 meses basado en el desarrollo de la fuerza a intensidad
entre moderada y alta. Para todos ellos, el programa supuso una mejora significativa
de su sentimiento de bienestar personal. La clave dada por los mayores estaba
en el sentimiento de autoeficacia que habían
percibido y en el incremento de sus relaciones sociales.
3. CONCLUSIONES
El ejercicio físico
incide positivamente sobre la mayor parte de funciones físicas y psico-sociales de la persona mayor. De hecho, actualmente
el ejercicio físico regular adaptado para la población mayor es la mejor
terapia no farmacológica contra las principales enfermedades asociadas con el
envejecimiento (Weisser, Preuss
y Predel, 2009).
Los principales
beneficios, evidenciados científicamente, que ocasiona la práctica regular de
ejercicio físico en la persona mayor son los siguientes:
· Disminuye la incidencia de todas las enfermedades
cardiovasculares.
· Reduce el riesgo de síndrome metabólico.
· Desciende la incidencia de obesidad y diabetes tipo II.
· Disminuye la pérdida mineral ósea.
· Previene el riesgo de fracturas.
· Favorece el fortalecimiento muscular mejorando la funcionalidad
física del individuo.
· Disminuye el riego de caídas.
· Refuerza el sistema inmune.
· Reduce la incidencia de algunos tipos de cáncer (especialmente los
de mama, colon y páncreas) y mejora la recuperación física y emocional tras la
superación del mismo.
· Desciende el dolor musculoesquelético
asociado al envejecimiento.
· Protege frente la osteoartritis.
· Conserva e incrementa la función cognitiva.
· Protege frente al riesgo de desarrollar demencia o Alzheimer.
· Incrementa la funcionalidad física favoreciendo una mejora de la autoeficacia y autoestima.
· Disminuye la prevalencia de depresión, ansiedad y otras
enfermedades mentales.
· Favorece la cohesión e integración social.
Partiendo
de estas evidencias, la práctica de ejercicio físico regular a través de la
inclusión de programas enfocados y adaptados a personas mayores, dirigidos o
supervisados por especialistas del ámbito de la actividad
física y respaldados por instituciones públicas, se presenta como la
mejor terapia bio-psico-social.
Dichas prácticas físicas favorecerían un
mejor estado de salud y calidad de vida, consiguiendo así mantener y/o
favorecer la independencia funcional en un rango de población con un
crecimiento exponencial en nuestro país y una mayor esperanza de vida.
Invertir en
ejercicio físico de calidad para la población mayor a través de profesionales
cualificados en Ciencias de la Actividad Física como precursores de salud
podría derivar en un ahorro considerable para la sanidad, tanto pública como
privada.
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