Cecchini, J.A.; Fernández-Losa, J.L. y
Pallasá, M. (2016) La
precisión del movimiento imaginado y la recepción de balón en niños / The
Accuracy of the Motor Imagery and the Ball Reception in Children. Revista Internacional
de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 16 (62) pp.297-315 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista62/artrelacion700.htm
DOI: http://dx.doi.org/10.15366/rimcafd2016.62.008
ORIGINAL
LA PRECISIÓN DEL MOVIMIENTO IMAGINADO Y LA
RECEPCIÓN DE BALÓN EN NIÑOS
THE ACCURACY OF THE MOTOR IMAGERY AND THE BALL
RECEPTION IN CHILDREN
Cecchini, J.A.1;
Fernández-Losa, J.L.2 y Pallasá, M.3
1 Catedrático
de Universidad. cecchini@uniovi.es Facultad del
Profesorado y Ciencias de la Educación. Universidad de Oviedo. España.
2 Profesor
Titular de Universidad. E-mail: jlfosa@uniovi.es Facultad
del Profesorado y Ciencias de la Educación. Universidad de Oviedo. España.
3 Doctorando
de Ciencias de la Educación. jmiguelpm@educastur.princast.es
Departamento de Ciencias de la Educación. Universidad de Oviedo. España.
Código
UNESCO / UNESCO code: 6102.02 Problemas de aprendizaje / Learning Disabilities
Clasificación
del Consejo de Europa / Council of Europe Classification: 12 Aprendizaje
motor / Motor Learning
Recibido 12 de abril de 2013
Received April 12, 2013
Aceptado 1 de julio de 2014
Accepted July 1, 2014
RESUMEN
Estudios recientes observaron que las
imágenes motrices se desarrollan de forma entrelazada con el desarrollo de las
habilidades motrices en niños. La finalidad de este estudio es
analizar en qué medida la imagen motriz de los elementos necesarios para
resolver un problema motor (la recepción de un balón), se relaciona con los
niveles de habilidad en niños (3 - 9 años). La muestra estuvo
formada por 215 participantes (87 chicos y 118 chicas), (M = 5,94, DT = 1,47). Se
ha utilizado una metodología mixta: dibujos, indicaciones
gestuales, verbalización del pensamiento y una prueba práctica de recepción de
balón.
El MANOVA reveló diferencias significativas en las
capacidades meta-cognitivas y motrices en función de las etapas de desarrollo.
Un análisis de ecuaciones estructurales reveló que las capacidades
meta-cognitivas median la relación entre las etapas de desarrollo y la
habilidad de recepción de móviles. Se discuten sus repercusiones en el
aprendizaje motor.
PALABRAS
CLAVE: Desarrollo motor, habilidades motrices, recepción de móviles
ABSTRACT
Recent studies have found that
motor imaginery is developed linked to the development of motor skills in
children. The purpose of this study is to analyze how the motor imaginery of
the principal elements to solve a motor problem (ball reception) relates
to the motor skill levels in children (3-9 years).
The sample consisted of 215 participants (87 boys and 118 girls), (M = 5.94, SD = 1.47).We used a mixed methodology: drawings, gestural prompts,
verbalization of thought and a practical test of ball reception. The MANOVA
revealed significant differences in the meta-cognitive abilities and motor
function of the developmental stages. A structural equation analysis revealed
that meta-cognitive abilities mediate the relationship between the stages of
development and the ability in the reception of moving objects. Their
implications in motor learning are discussed.
KEY WORDS: Motor development, motor skills,
moving objects reception.
1. INTRODUCCIÓN
La finalidad de este estudio es analizar
en qué medida la anticipación consciente de los medios necesarios para resolver
mentalmente una situación-problema motriz se relaciona con los niveles de habilidad
en niños con edades comprendidas entre los 3 y los 9 años. La representación
mental de un movimiento o imagen motriz es un estado dinámico en el que un
individuo mentalmente reproduce una acción motriz específica (Wilson, Maruff,
Ives y Currie, 2001). Los estudios de imágenes y praxis motoras indican que el
rendimiento motor imaginado está sujeto a las mismas limitaciones ambientales y
fisiológicas (Decety y Jeannerod, 1996; Jeannerod, 2001). Por ejemplo, el
tiempo para completar los movimientos motrices en la imaginación está altamente
correlacionado con el tiempo necesario para realizar realmente los mismos
movimientos (Courtine, Papaxanthis, Gentili y Pozzo, 2004). En el contexto
deportivo esta evidencia se ha observado específicamente en el dominio de
deportes como el golf (Orliaguet y
Coello, 1998), o el bádminton (Munzert, 2008). Además, la relación logarítmica
establecida entre la velocidad y la precisión de los movimientos reales (la ley
de Fitts) se extiende también a los movimientos imaginados en sujetos normales
(Decety, 1996). Todos estos resultados indican una estrecha relación entre el
tiempo empleado en situaciones reales o imaginadas. Según Munzert, Lorey y
Zentgraf (2009), esta relación se puede explicar de una manera elegante y sencilla
al postular que las imágenes motrices y la ejecución motriz se basan en la
superposición de representaciones.
Otro paradigma que se ha utilizado para
analizar este problema es el de la rotación mental, que sirve como una
extensión fundamental para la comprensión de las duraciones de los movimientos
mentales. Cuando se han de comparar objetos similares con diferentes
orientaciones, el tiempo de ejecución depende de la disparidad angular entre
los objetos. Mayor disparidad conduce a tiempos de reacción más largos (Shepard
y Metzler, 1971). Aceptando que las tareas de rotación mental requieren una
simulación mental, el tiempo de reacción puede ser tomado como un indicador
válido para procesos análogos de imágenes motrices y de ejecución motriz. En
este contexto, los resultados sobre la rotación mental de las partes del cuerpo
o de todo el cuerpo son compatibles con la premisa de que la ejecución motriz y
las imágenes motrices tiene una base de representación común (véase el
meta-analisis de Zacks, 2008).
Otras investigaciones se han centrado
en: la activación de las áreas corticales y subcorticales durante la
representación motriz (Fourkas Bonavolontà, Avenanti y Aglioti, 2008; Kasess et al.,
2008; Ramnani, 2006); las imágenes
motrices en pacientes con lesiones cerebrovasculares (Cicinelli et al., 2006;
Sabaté, González y Rodriguez, 2007; Stinear Fleming, Barber y
Byblow, 2007);
o en paciente con enfermedad de Parkinson (Amick, Schendan,
Ganis y Cronin-Golomb, 2006;
Helmich, Lange, Bloem y Toni, 2007). En resumen, estos
estudios neuronales sobre la representación mental han observado
consistentemente que los patrones de activación son comunes tanto a la
simulación mental del movimiento como a la generación real del mismo. La
hipótesis de que las redes neuro-cognitivas son las mismas tanto para los
movimientos reales como imaginados también es apoyada por estudios de pacientes
con lesiones unilaterales de la corteza motora. Estas relaciones entre los
movimientos reales e imaginados pueden ayudar a determinar la naturaleza del
deterioro cognitivo y motor en niños con trastornos de aprendizaje. En este
contexto, Maruff, Wilson, Trebilcock, y Currie (1999) encontraron evidencias
que sugieren que la preparación y la representación interna de los movimientos
volitivos se vio afectada en los niños con DCD (Developmental
coordination disorder).
Es importante destacar que, como sólo se produjo disminución de los movimientos
realizados en la imaginación, no podía ser atribuida a los sistemas de salida
del control motor.
En el contexto deportivo se ha venido
aplicando el entrenamiento mental para el aprendizaje de habilidades motrices.
La práctica mental de la conducta motora, como el uso sistemático y repetitivo
de las imágenes es considerada como una herramienta poderosa para mejorar la
capacidad de aprendizaje en los deportes. Varios meta-análisis han revelado un
efecto sistemático, pero moderado de entrenamiento mental en el aprendizaje
motor (Hinshaw, 1991-1992; Richardson, 1967). Diferentes mediadores han sido identificados
en la relación entre el entrenamiento mental y el rendimiento motor: el nivel
de capacitación, las características de la tarea, las imágenes y la distinción
entre una perspectiva interna y externa, entre otros.
Aunque las imágenes motrices son un
fenómeno bien documentado en adultos, sólo unos pocos estudios han informado de
la adquisición de imágenes motrices durante la infancia (Bouwien, Smits-Engelsman y Wilson, en
imprenta; Cecchini, Fernández-Losa y Pallasá, 2012: Choudhury, Charman, Bird y Blakemore,
2007;). En general estos
estudios muestran
que la precisión del movimiento imaginado mejora de forma constante durante la
infancia, llegando a una asíntota durante la adolescencia y la edad adulta
temprana. En dos estudios que utilizaron una metodología de verbalización del
pensamiento, para observar y comparar las habilidades meta-cognitivas que
subyacen al rendimiento motor en niños con y sin trastornos en el desarrollo de
la coordinación, observaron que los primeros realizaban verbalizaciones significativamente
más frecuentes de declaraciones inapropiadas relacionadas con las actividades
de planificación y evaluación (Martini, Wall y
Shore, 2004; Lloyd, Reid y Bouffard, 2006). Caeyenberghs, Tsoupas, Wilson y
Smits-Engelsman (2009), observaron que las imágenes motrices se desarrollan de
forma entrelaza con el desarrollo de las habilidades motrices en niños, y esto
es así porque las imágenes motrices reflejan el despliegue de procesos de
modelado internos que proporcionan la base para la adaptación de los
movimientos dirigidos a un objetivo.
En base a estos antecedentes, la finalidad de este estudio es analizar
en qué medida la toma de conciencia o imagen motriz de los elementos necesarios
para resolver un problema motor, en este caso la recepción estática de un balón
con brazos, influye en los niveles de habilidad en niños con edades
comprendidas entre los 3 y los 9 años. Es decir, se quiere
saber en qué medida la anticipación consciente de la trayectoria del móvil, de
su estructura temporal y de la zona de impacto, así como del programa motor que
incluya los ajustes necesarios para resolver mentalmente la situación problema
planteada inciden sobre los niveles de habilidad motriz en estas edades.
2. MATERIAL Y MÉTODO
2.1. PARTICIPANTES
En este estudio
participaron 215 estudiantes (87 chicos y 118 chicas) de un Colegio de
Educación Infantil y Primaria, con edades comprendidas entre los 3 y los 9 años
(M = 5,91, DT = 1,48). Los estudiantes pertenecían a los tres cursos de
Educación Infantil y a los tres primeros cursos de Educación Primaria.
|
Niños |
Niñas |
||
Edad |
n |
M(DT) |
n |
M(DT) |
3-4 años |
13 |
3,54 (0,21) |
22 |
3,51 (0,20) |
4-5 años |
15 |
4,57 (0,27) |
18 |
4,36 (0,25) |
5-6 años |
15 |
5,49 (0,24) |
19 |
5,53 (0,26) |
6-7 años |
14 |
6,34 (0,24) |
21 |
6,35 (0,29) |
7-8 años |
16 |
7,48 (0,28) |
20 |
7,45 (0,28) |
8-9 años |
14 |
8,42 (0,29) |
18 |
8,46 (0,29) |
Total |
88 |
5,94 (1.48) |
118 |
5,89 (1,45) |
Tabla 1. Distribución de la muestra por género y edad
2.2. PROCEDIMIENTO
Se ha elegido
la habilidad de recepción de móviles por tres razones: a) por que la captura de móviles
es una tarea interesante que permite a los investigadores aumentar sus
conocimientos sobre el funcionamiento perceptivo-motor (e.j. Mazyn, Lenoir,
Montagne y Sabelsbergh, 2007); b)
porque hay estudios que han analizado la evolución de esta competencia en niños
con edades comprendidas entre los 3 y los 12 años (ej. Cecchini et al, 2012;
Fernández Losa et al. (en prensa); c) porque las acciones de interceptación, se
regulan mediante una estrategia prospectiva (Peper, Bootsma, Mestre y Bakker,
1994). En este tipo de estrategia, el momento y el lugar de la interceptación
no están específicamente programados antes de que el movimiento se ejecute, sino que
surgen de un proceso
continuo de ajuste basado en la información que especifica las relaciones entre
el receptor y el objeto en movimiento. Este proceso puede ser analizado y
verbalizado por el niño y, por tanto, el investigador puede también establecer
una conexión entre la representación mental del movimiento y la ejecución
material del mismo.
Se ha elegido el tramo de edad
comprendido entre los 3 y los 9 años ya que estudios previos observaron que, en
este periodo de desarrollo, el niño alcanza a dominar esta habilidad (Cecchini
et al., 2012; Fernández Losa et al., en prensa). Es cierto que entre los 3 y
los 5 años de edad los niños/as tienen serias dificultades para anticipar el
vuelo del balón. Hasta los 4 años, cuando se les lanza un objeto, o no se
mueven o los movimientos son claramente reactivos. Diferentes estudios creen
que esto es debido a la dificultad para entender la situación-problema, que
conlleva anticipar una representación mental de su cuerpo en el espacio, en una
etapa evolutiva donde aún no son capaces de asociar la información visual y
topográfica con los elementos motores y kinestésicos (Vayer, 1977; Cecchini,
Fernández-Losa, 1993, Fernández Losa et al., en prensa). Además no tiene un
conocimiento suficiente del comportamiento de los móviles en el espacio lo que
dificulta considerablemente anticipar la trayectoria de los mismos (Feigelman,
2007). Todo ello dificulta la posibilidad de elegir un programa motor adecuado
y de ajustarlo momento a momento (Bernstein, 1967). En definitiva, presentan un
nivel bajo de conocimiento metacognitivo: declarativo, procedimental y afectivo
(Dominguez y Espeso, 2002, Ruiz, 1994)
Para
abordar el análisis de la imagen motriz se tuvo en cuenta: a) los elementos que
se querían medir, b) la metodología que se consideraba más adecuada para ello.
Como la imagen
motriz es un estado dinámico en el que un individuo mentalmente reproduce una
acción motriz, se diferenciaron dos aspectos en la resolución de la
situación-problema planteada. Por un lado la
anticipación de un programa motor y, por otro, la anticipación de la
trayectoria del balón. Los
datos experimentales sugieren que los movimientos imaginados no son completos o
representaciones pre-ensamblados. En cambio, parece que los componentes
independientes de los movimientos imaginados deben ser montados con respecto a
la meta del movimiento previsto de la misma manera a como son ensamblados los
movimientos reales (Wolpert, 1997). La anticipación del programa motor incluye,
en base a las aportaciones de Cecchini et al. (2012), los siguientes
componentes: a) control visual; b) movimientos de ajuste al
vuelo del balón; c) zona óptima de contacto con el balón; d) amortiguación
necesaria para detener el balón. La anticipación de la trayectoria del móvil
recoge las dimensiones siguientes: a)
vuelo del balón (dibujo); b) secuencia temporal (ordenar
fotografías); c) lugar de impacto (predecir la zona de impacto mediante
fotografías).
Para abordar esta cuestión, se utilizaron medios indirectos,
siguiendo las indicaciones de Piaget (1985). Más concretamente se ha utilizado
el dibujo, las indicaciones gestuales (imágenes reproductoras) y
complementarias verbales mediante una entrevista semi-abierta (imágenes
anticipadoras) que ha sido elaborada por este equipo de investigación. En la entrevista el
objetivo es pedir a los participantes que describan la naturaleza de las
imágenes para entender mejor su tipología y componentes (Guillot y Collet,
2005), es decir, se ha utilizado una metodología de verbalización
del pensamiento (Martini et al., 2004; Lloyd et al., 2006).
El proceso
fue el siguiente. En la primera parte el evaluador y el/la niño/a se sientan
frente a frente, alrededor de una mesa. El evaluador le plantea la siguiente
situación-problema. “Me voy a situar en el interior de ese aro (lo señala con
el dedo) y tú en el interior de ese otro que está situado a 3 metros de
distancia (lo señala con el dedo) ¿Ves esta pelota? (se la muestra), bien pues
la voy a coger con dos manos así (se lo muestra al/la niño/a) y te la voy a
lanzar de abajo a arriba para que tú la recibas atrapándola con los brazos
contra el pecho (y se lo muestra)”. A continuación le pregunta si lo ha
entendido y que le explique lo que van a hacer. Se quiere saber si recuerda el
lugar donde se tienen que situar ambos (espacio topológico), cómo va a ser
lanzado el balón (imagen reproductora del movimiento del lanzador, que predice
una trayectoria) y cómo debe ser recepcionado (imagen reproductora del
movimiento de recepción, objetivo último). A continuación le formula una serie
de preguntas que tienen que ver con la anticipación consciente de un programa
motriz que incluya los ajustes necesarios al vuelo del balón: dónde tiene que
mirar una vez que el balón sale de las manos del lanzador, si cree que es
necesario mirar también sus brazos (control visual), qué tendría que hacer si
el lanzador le envía el balón un poco corto o un poco largo (movimientos de
ajuste al vuelo), cuál cree que es la zona de contacto más adecuada para
recibir con éxito el balón (zona óptima de contacto con el balón) y qué
movimientos de amortiguación son necesarios (amortiguación optima). En
definitiva, se trata de determinar si anticipa o no conscientemente un programa
motor.
También se
quería conocer si anticipa la trayectoria del móvil, su estructura temporal y
la zona de impacto. Para ello se le pidió que dibujara en una fotografía, en el
que aparece el lanzador y el receptor, la posible trayectoria de un móvil, esto
implica la necesidad de conocer la física de los móviles y de representar mentalmente
imágenes en movimiento. A continuación se presentaron cinco fotografías que
recogen cinco trayectorias diferentes de un balón; una muy corta, otra corta,
otra adecuada a la distancia del receptor, otra larga y, por último, otra muy
larga. Primero se le pidió que las ordenaran, de menos a más, y luego que
señalara la que consideraba adecuada a la distancia (percepción de
trayectorias, anticipación del punto de destino). Para profundizar en esta
capacidad se volvió a presentar otra fotografía que muestra una trayectoria de
un balón y cinco posibles puntos de impacto (A, B, C, D, E), situados a
distancias homogéneas y se pidió que señalara el punto en el que cree impactará
el balón. En todas ellas se muestra el 50% del vuelo del balón. Por último, se
presentaron cinco fotografías que muestran cinco momentos sucesivos del vuelo
del balón y se pidió que las ordenara siguiendo una sucesión temporal, desde
que el balón sale del lanzador hasta que llega al receptor (estructura
temporal).
A
continuación pasa a realizar una recepción estática con brazos de un balón de
voleibol (65 cm. de circunferencia, 265 gr. de peso y presión interior de 0,3
kg/cm²), lanzado desde una distancia de 3 metros por un adulto previamente
formado para ello. El lanzamiento se realizaba a dos manos, con una trayectoria
parabólica de abajo arriba y dirigido suavemente al centro del aro que ocupa el
chico/a. Se concedieron tres oportunidades. Todo el proceso ha sido grabado en
vídeo para su posterior análisis. Se contó en todo momento con la autorización
del director del colegio y de los padres de los alumnos/as.
2.3. ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN
En cada una
de las variables señaladas se ha clasificado a los participantes en tres
niveles en función de su capacidad para imaginar movimientos (Piaget, 1985).
Para las variables que miden la anticipación de un programa motor, en el nivel
uno se situaron aquellos que muestran el nivel más bajo, no contestan, no saben
o no recuerdan lo que se les pregunta; en el nivel dos se incluyeron aquellos otros
que tienen una conciencia difusa, limitada o son parcialmente conscientes de
los que se les plantea, responden adecuadamente algunas cosas pero se equivocan
en otras; y en el nivel tres aquellos que son plenamente conscientes de la
situación planteada, entienden lo que se les pregunta y contestan
correctamente, mostrando fehacientemente que son capaces de imaginar la
situación-problema planteada y de resolverla.
En los
dibujos que representan el vuelo del balón también se clasificó a los
participantes en tres niveles. En el más bajo se incluyó a aquellos que no son
capaces de dibujar ninguna trayectoria o sólo la inician tímidamente, en el
segundo nivel se situaron aquellos dibujos que conectan el lanzador con el
receptor pero no son de tipo balístico y en el nivel más alto dibujos que
muestra una parábola adecuada y posible del vuelo del balón. Para agrupar en
tres niveles la capacidad de interpretar secuencia temporales y de anticipar el
lugar de impacto óptimo, como en ambos casos se realizaron dos pruebas, se
clasificaron también a los participantes en tres niveles: 1, realizan las dos
pruebas incorrectamente; 2, realizan bien una prueba; 3, realizan bien las dos
pruebas.
Para
extraer la información de la recepción del balón se utilizó el modelo teórico
elaborado por Fernández-Losa et al. (en prensa). El modelo se divide en cuatro
fases que ocurren de manera sucesiva: a)
Fase de ajuste al vuelo. Es la
que se desarrolla en el tiempo en el que el móvil está en el aire una vez ha salido
de las manos del lanzador, Incluye los
movimientos globales o segmentarios del cuerpo del receptor para
acomodarse a la velocidad, trayectoria y distancia del móvil; b) Fase de contacto. Es la que acontece
justo en el momento en el que el móvil se reúne con el receptor; c) Fase de amortiguación. Es la que se
desarrolla en el momento posterior al contacto. Se entiende por amortiguación
la disminución de la fuerza de inercia del móvil; d) Fase de parada. Es la que acontece al final de la amortiguación con
la detención controlada del móvil.
Para medir
el nivel de habilidad se puntuó a cada unos de los participantes entre 0 y 5.
Si no se produce ningún movimiento de ajuste al vuelo predecimos que ahí
termina el proceso y otorgamos 0 puntos. Si hay movimientos de ajuste al vuelo
pero no termina en contacto del participante con el móvil le concedemos 1
punto. Si hay contacto pero no amortiguación, se otorgan 2 puntos. Si hay
amortiguación pero no parada, 3 puntos. Si se produce la parada completa pero
se apoya en otras partes del cuerpo además de las señaladas, 4 puntos; y si se
realiza conforma al objetivo previsto, 5 puntos. Todas las observaciones se han
realizado por dos investigadores de manera simultánea. El video se pasaba, en
cada caso, primero a velocidad normal y luego a cámara lenta. Cuando había
alguna duda se volvía a pasar hasta que los dos observadores lo daban por
válido. Para determinar el grado de acuerdo entre observadores se utilizó el
coeficiente kappa = 96,4%.
En el contexto del aprendizaje motor
Wellman (1937), describió hace más de sesenta años la evolución de esta
habilidad en el niño, que, posteriormente, fueron abordadas por otros autores (Caljouw, van der Kamp y
Savelsbergh, 2006; Cecchini et al., 2012, Cratty, 1982; Fernández-Losa et al., en prensa; Mazyn, Lenoir, Montagne y
Sabelsbergh, 2007; Meinel Schanabel, 1987; Ruiz, 1987). En función de estos
antecedentes, Fernández-Losa et al. (en prensa) analizaron las etapas en la
estructuración de esta habilidad llegando a la conclusión de que se deberían
agrupar en tres periodos que son consistentes con las etapas de desarrollo
descritas por Piaget (1985), Vayer (1977):
3-5 años, 5-7 años, 7-12 años (como en este estudio se analiza la recepción
estática se consideró pertinente reducir esta etapa a 7-9 años). Siguiendo
estas aportaciones se clasificaron a los participantes en tres tramos de edad
(Tabla 2).
3.
RESULTADOS
3.1. ANÁLISIS DESCRIPTIVO
En la tabla
2 se detallan la media y desviación típica de las variables que se relacionan con
la anticipación consciente de un programa motor y de la trayectoria del móvil,
así como los niveles de habilidad motriz..
|
IMAGEN MOTRIZ |
ACCIÓN MOTRIZ |
||||||||||||||
Edad |
Anticipación de un programa motor |
Anticipación de una trayectoria |
Habilidad |
|||||||||||||
Control visual |
Ajuste al vuelo |
Zona de contacto |
Tipo de amortiguación |
Vuelo del balón |
Secuencia temporal |
Lugar de impacto |
|
|||||||||
|
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
M |
DT |
3-5 |
1,74 |
0,74 |
1,37 |
0,68 |
1,32 |
0,90 |
1,96 |
0,57 |
1,48 |
0,69 |
1,46 |
0,76 |
1,29 |
0,52 |
1,78 |
1,69 |
5-7 |
2,32 |
0,69 |
2,01 |
0,86 |
2,46 |
0,92 |
1,97 |
0,52 |
2,22 |
0,81 |
2,59 |
0,63 |
1,59 |
0,70 |
3,79 |
1,46 |
7-9 |
2,68 |
0,67 |
2,64 |
0,71 |
2,65 |
0,71 |
2,19 |
0,40 |
2,90 |
0,41 |
2,90 |
0,36 |
2,25 |
0,71 |
4,55 |
1,07 |
TOTAL |
2,23 |
0,78 |
1,97 |
0,91 |
2,15 |
1,03 |
2,03 |
0,52 |
2,17 |
0,87 |
2,32 |
0,85 |
1,67 |
0,75 |
3,35 |
1,82 |
Tabla 2. Media y desviación típica de las variables
analizadas en función de la edad.
La mayoría
de los/as niños/as, con edades comprendidas entre los 3 y los 5 años, no son conscientes
de dónde deben fijar la vista, el 61,3% cree que debe mirar sus brazos. Tampoco
anticipan conscientemente la trayectoria del balón ni un ajuste a sus posibles
variaciones, ni una zona óptima de contacto. El 29,0% no realiza ningún dibujo
de la posible trayectoria del balón y un 59,7% dibuja una línea recta a
distintas alturas que une al lanzador con el receptor, características en la
construcción de un espacio topológico. El 76,8% no es capaz de ordenar una
estructura temporal y el 85,5% de predecir correctamente un lugar de impacto.
Cuando
realizan la prueba de recepción de balón se observa que el 69,2% de los/as
niños/as de 4 años no realizan ningún ajuste al vuelo del balón (trayectoria y
velocidad), únicamente son capaces de atrapar el balón si les llega
perfectamente al punto óptimo de contacto. Es decir que no planifican los
movimientos de atrape basándose en la velocidad de la pelota y la información
de su posición. En esta edades el flujo de la información sobre la posición,
velocidad e información temporal no se combinan para dar forma al movimiento de
atrapada. A partir de los cinco años comienza el aprendizaje de este sistema de
regulación continua de carácter prospectivo, los primeros intentos se limitan a
estirar los brazos con intención para ajustarse al vuelo del balón. Entre los 5
y los 7 años se desarrolla esta capacidad. Tan solo un 57% anticipa una imagen
reproductora del lanzamiento, un 29,8% anticipa una trayectoria parabólica del
balón, y un 27,6% aun cree que es necesario mirar sus brazos. También son
mayoría los que no anticipan ningún ajuste consciente a los movimientos del
balón cuando en la práctica cerca el 70% desplaza el dentro de gravedad para
acomodar su posición a la velocidad y trayectoria del móvil. En esta etapa la
habilidad mejora significativamente.
A partir de
los 7 años los/as niños/as toman conciencia de la situación problema y del
mejor modo de resolverlo. Anticipan una imagen reproductora del lanzamiento del
móvil, una trayectoria parabólica y resuelven también el problema con el
pensamiento (imágenes anticipadoras). Todo esto incide en el sistema de
regulación que mejora de manera significativa.
3.2. ANÁLISIS MULTIVARIANTE
En base a estos
resultados se realizó un MANOVA 2 (género) × 3 (etapas de desarrollo), tomando
como variables dependientes aquellas relacionadas con la anticipación de un
programa motor y la anticipación de una trayectoria, más la media de la
puntuación total obtenida en la prueba de habilidad. Antes se agruparon las
edades en tres tramos consistentes con las propuestas por Piaget (2-7 años,
etapa preoperacional) para explicar el desarrollo de la inteligencia y que son
coincidentes con las etapas en la estructuración del esquema corporal: 3-5
años, 5-7 años, 7-9 años (Vayer, 1977; Fernández-Losa et al., en prensa). A
continuación se examinó la idea de homogeneidad de covarianza usando el test de
Box M. El resultado reveló que la idea no fue resuelta (Box M = 262,36 F
= 1,36, p < 0,001). Debido a esto, se
siguieron las sugerencias de Olson (1979) y de Tabachnick y Fidell (1996) de
usar el Pillai’s Trace en vez de la Lambda de Wilks para evaluar la significación
multivariada de efectos principales y de las interacciones. El MANOVA rindió un
efecto principal significativo para las etapas de desarrollo, Pillai’s Trace =
0,84, F(20, 362) = 13,17, p < 0,001, η2 = 0,42, pero no para el género
Pillai’s Trace
= 0,04, F(10, 180) = 0,87, p > 0,1, η2 = 0,04. Los posteriores ANOVAs univariados revelaron que existían diferencias
estadísticamente significativas para las etapa de desarrollo en todas las
variables. Los resultados fueron
los siguientes: control visual
[F(1, 189) = 29,24, p < 0,001, η2 = 0,23], movimientos de ajuste al vuelo del balón [F(1,189)
= 40,47, p < 0,001, η2 = 0,30], zona óptima de contacto con el balón [F(1,
189) = 40,57, p < 0,001, η2 = 0,30], amortiguación necesaria para
detener el balón [F(1, 189) = 4,74, p < 0,05, η2 = 0,05], vuelo del balón [F(1, 189)
= 59,64, p < 0,001, η2 = 0,39], secuencia temporal [F(1,
189) = 85,01, p < 0,001, η2 = 0,16], lugar de impacto [F(1, 189)
= 27,37, p < 0,001, η2 = 0,22], habilidad motriz [F(1,
189) = 55,97, p < 0,001, η2 = 0,37].
Se
realizaron test post hoc empleando el HSD de Tukey para comparaciones por pares
entre cada tramo de edad. En todas las variables se observaron diferencias
significativas entre cada etapa de desarrollo a nivel p < 0,001, salvo en amortiguación para detener el
balón que no se encontraron diferencias entre la
primera etapa de desarrollo y la segunda pero sí entre éstas y la tercera, y la
zona óptima de contacto en la que no
se observaron diferencias entre la segunda etapa y la tercera pero sí entre
éstas y la primera.
3.3. ANÁLISIS DE ECUACIONES ESTRUCTURALES
Para analizar en qué medida la toma de conciencia o imagen motriz de los
elementos necesarios para resolver un problema motor, en este caso la recepción
estática de un balón con brazos, influye en los niveles de habilidad en niños
con edades comprendidas entre los 3 y los 9 años se realizó un análisis de
ecuaciones estructurales En el modelo se propone un
único factor que mide la representación
mental del movimiento o imagen motriz y que recoge las variables
incluidas en la anticipación del vuelo del balón y del programa motor. De hecho
se cree que son dos aspectos de un único proceso, la regulación consciente de
la acción. Los niveles de habilidad motriz recogen en un único factor los
resultados obtenidos en cada una de las pruebas. Por último se incluye la
variable etapas de desarrollo anteriormente descrita.
En base a
las aportaciones de Caeyenberghs
et al. (2009), en este estudio se plantea la hipótesis de que
el/la niño/a a través de su desarrollo introduce progresivamente relaciones
cada vez más complejas entre los elementos que es capaz de representar que, a
su vez, repercuten en los niveles de habilidad motriz en la medida en que la
toma de conciencia asume el control. Es decir, que las etapas desarrollo
infantil predicen la toma de conciencia que, sucesivamente, se relacionan con
los niveles de habilidad.
Siguiendo el procedimiento en dos
pasos recomendado por Anderson y Gerbing (1988), se analizó, en primer lugar,
la validez del constructo de medida a través de un análisis factorial
confirmatorio, y, en segundo lugar, se estimó el modelo estructural, teórico o
causal que permite obtener información sobre las relaciones predictivas entre
las variables analizadas. Luego se examinó el papel
mediador de la imagen motriz en la relación entre las etapas de desarrollo y la
ejecución motriz. Por último, se comprobó un modelo alternativo en el que las
etapas de desarrollo predicen la habilidad motriz que sucesivamente predice la
imagen motriz. De comprobarse, las imágenes motrices serían una consecuencia de
la habilidad previamente elaborada a nivel práctico (inconsciente).
Este método
asume la normalidad multivariada. Los análisis preliminares mostraron que
algunas variables observadas no estaban distribuidas normalmente. Los resultados
además mostraron que la estimación normalizada del coeficiente Mardia era
relativamente grande (curtosis multivariante = 12,33). Por este motivo se realizó un análisis que
se basa en la utilización del estadístico Satorra-Bentler chi-cuadrado (S-Bχ2; Satorra y
Bentler, 1988) y de los estimadores estándar robustos implementados en el programa estadístico EQS 6.2, en lugar de la habitual estadística
MLχ2, ya que sirve como una corrección para χ2
cuando las suposiciones de distribución son violadas.
En cada uno los modelos descritos
anteriormente, la evaluación de la bondad del ajuste de los datos se determinó
sobre la base de criterios múltiples (Byrne, 2008): como índices de ajuste incremental se manejó el
*CFI (Comparative Fit Index), como
medida de los índices de ajusto absoluto que determinan el grado en que el
modelo predice la matriz de covarianza se utilizó también el *RMSEA (Root Mean Square Error Aproximation) y el SRMR (Root Mean Square Residual). El *CFI representa la
versión robusta del CFI que se calcula en base al estadístico S-Bχ2,
Hu y Bentler (1999) sugieren un valor de 0,95 como indicativo de buen ajuste.
El *RMSEA es una versión robusta del usual
RMSEA y tiene en cuenta el error de aproximación en la población. Esta
discrepancia, se expresa por cada grado de libertad, por lo que es sensible a
la complejidad del modelo, los valores inferiores a 0,05 indican un buen
ajuste, y valores tan altos como 0,08 representan errores razonables de
aproximación. Para completar el análisis también se incluyó el intervalo de
confianza al 90% proporcionado por *RMSEA (Steiger, 1990). Por último, la SRMR
con un valor inferior a 0,08 es indicativa de un buen ajuste (Hu y Bentler,
1999).
A continuación, se procedió a
comprobar la validez de constructo al modelo de medida
utilizado (Anderson y Gerbing, 1988). Los índices de ajuste mostraron
que la hipótesis del modelo se ajustaba bien a los datos, S-Bχ2 (42) = 47,72, p =
0,252, *CFI = 0,99, SRMR = 0,04, *RMSEA (90% CI = 0,26 (0,000-0,057). En
segundo lugar se estimó el modelo estructural, y la estructura de la hipótesis
tuvo una excelente forma: S-Bχ2 (43) = 48,01, p =,272; *CFI = 0,99, SRMR =
0,04, *RMSEA (90% CI) = 0,24 (0,000-0,056). Todos los parámetros
calculados fueron significativos y se muestran en la Figura 1. La etapas de
desarrollo predijeron positivamente la imagen motriz (B = 0,83), que sucesivamente predijo la habilidad
motriz (B = 0,75),
Para examinar
si la imagen motriz mediatiza la influencia de las etapas de desarrollo sobre
la habilidad motriz, se siguieron los cuatro pasos propuestos por Baron y Kenny
(1986). El primer paso establece si la variable inicial predice el mediador.
Como muestra la Figura 1, las etapas de desarrollo predicen significativamente
la toma de conciencia. El segundo paso establece si la variable inicial predice
el resultado de la variable final. Para examinar esto, se probó un modelo en el
cual las etapas de desarrollo tuvieran un camino directo conducente a la
habilidad motriz. Los pasos desde las etapas de desarrollo a la toma de
conciencia y desde ésta a la habilidad motriz fueron reducidos a cero. El paso
directo fue B = 0,63 y
significativo. El tercer paso prueba si el mediador predice el resultado de la
variable final después del control para la variable inicial. Como muestra la
Figura 1, la toma de conciencia fue un predictor significativo de la habilidad
motriz después del control ejercido por las etapas de desarrollo.
Figura
1.
El modelo de hipótesis formulado entre las etapas de desarrollo, la toma de
conciencia y la habilidad motriz. Los rectángulos representan las variables
observadas y los círculos factores latentes.
El último paso, realizado en el mismo modelo del Paso 3, examina si en
la presencia del mediador, el camino directo desde la variable inicial a la
variable final es reducido a cero (p.ej., mediación completa), o si es reducido
en tamaño pero es todavía diferente de cero (p.ej., mediación parcial). En la
Figura 1 se añadió un camino directo desde las etapas de desarrollo a la
habilidad motriz; este camino fue B = 0,05, no significativo, y mucho más pequeño que el camino original de B =
0,63. El índice de modificación de Wald sugirió que la eliminación de este
camino no deteriora la forma del modelo. Por ello se concluyó que la toma de
conciencia mediatiza casi en su totalidad el efecto de las etapas de desarrollo
sobre la habilidad motriz.
Por último,
se comprobó un modelo alternativo en el que las etapas de desarrollo predicen
la habilidad motriz que sucesivamente predicen la imagen motriz. Los índices de ajuste mostraron
que la hipótesis del modelo no se ajustaba a los datos, S-Bχ2 (43) = 98,86, p
< 0,001, *CFI = 0,91, SRMR = 0,09, *RMSEA (90% CI) = 0,92 (0,072-0,113).
En la
figura 2 se recoge la evolución de la imagen y la habilidad motriz en función de
las etapas de desarrollo una vez reconvertidos los factores en puntuación z.
Figura 2.
Evolución de la imagen y de la habilidad motriz.
4. CONCLUSIONES Y
DISCUSIÓN
La finalidad de este estudio es analizar en qué
medida la toma de conciencia o imagen motriz de los
elementos necesarios para resolver un problema motor, en este caso la recepción
estática de un balón con brazos, influye en los niveles de habilidad en niños
con edades comprendidas entre los 3 y los 9 años.
Los resultados de este estudio muestran como las etapas en la
estructuración del esquema corporal descritas por Vayer (1997) y validadas para
explicar la evolución del aprendizaje de esta habilidad (recepción de móviles)
por Fernández et al. (en prensa), también sirven para explicar los cambios en
la toma de conciencia de los elementos implicados en la resolución de esta
situación-problema. Los análisis univariados revelaron diferencias
estadísticamente significativas en todas las variables.
Estos resultados son consistentes con los observados en otros estudios que muestran que la precisión del movimiento
imaginado mejora de forma constante durante la infancia, y que esta capacidad
está relacionada con las actividades de planificación y control (Bouwien et al. (en imprenta); Lloyd et al., 2006; Martini et al., 2004;). También son consistentes con los estudios que
indican que las imágenes y praxis motoras están sujetas a las mismas limitaciones
ambientales y fisiológicos (Decety y Jeannerod, 1996; Jeannerod, 2001; Maruff
et al, 1999), y con los hallazgos de Courtine et al., (2004).
En definitiva, estos resultados sugieren que se producen cambios, en el
desarrollo infantil, en la capacidad para resolver mentalmente los problemas
derivados de la recepción de móviles, que discurren en paralelo a los cambios
en la capacidad para resolver en la práctica real el mismo problema ¿Pero cuál
es la naturaleza de estos cambios? En este estudio se plantea la
hipótesis de que el/la niño/a a través de su desarrollo introduce
progresivamente relaciones cada vez más complejas entre los elementos que es
capaz de representar que, a su vez, repercuten en los niveles de habilidad
motriz en la medida en que la toma de conciencia asume el control. Es decir,
que las etapas desarrollo infantil predicen la imagen motriz o capacidad para
anticipar mentalmente una solución al problema planteado que, sucesivamente, se
relaciona con los niveles de habilidad. El análisis de ecuaciones estructurales
permite aceptar esta hipótesis. De
hecho, el efecto directo de las etapas de desarrollo se redujo sustancialmente
cuando la toma de conciencia o imagen motriz fue introducida en el modelo,
confirmando el papel mediador del último constructo en la relación entre las
dos primeras variables. Estos resultados son consistentes con los observados
por Caeyenberghs
et al. (2009), y explican cómo las
mejoras en los niveles de habilidad, originadas en el/la niño/a como
consecuencia de la maduración y del aprendizaje, están condicionadas por la
toma de conciencia, no sólo del objetivo y de los resultados del problema
planteado, sino también de los medios necesarios para resolverlo. También se comprobó un modelo alternativo en el que las etapas de desarrollo
predicen la habilidad motriz que sucesivamente predice la imagen motriz. Los índices de ajuste
mostraron que esta hipótesis del modelo no se ajusta a los datos por lo que
debe ser rechazada.
Estos resultados también son
consistentes con
estudios neuronales sobre la representación mental, que han observado
consistentemente que los patrones de activación son comunes tanto a la
simulación mental de movimiento como a la generación real del mismo. La
hipótesis de que las redes neuro-cognitivas son las mismas tanto para los
movimientos reales como imaginados podría explicar estos resultados (Fourkas et
al., 2008; Kasess et al., 2008; Ramnani,
2006; Stinear et al, (2007).
Por lo
tanto, para intervenir en el entorno es necesario además de comprender la
situación-problema, elaborar un programa motor que incluya los sistemas de
regulación y control y que tengan en cuenta los elementos a los que se tiene
que acomodar, en este caso particular anticipar una trayectoria y un lugar de
impacto, o de contacto. Una vez se despliega la acción inspecciona su ejecución
y regula sus conducta para que esté de acuerdo a este programa; por último,
verifica su actividad consiente comparando los efectos de sus acciones con las
intenciones originales, corrigiendo cualquier error que haya cometido (Luria,
1984). Normalmente un niño que ejecuta mal la tarea no tiene meta-conocimiento
porque no ponen en marcha el conocimiento y las estrategias (Dominguez y
Espeso, 2002).
Cecchini et
al., (2012), analizaron el proceso de transferencia en el aprendizaje de
habilidades motrices, llegando a la conclusión que lo que se transfiere no son
los movimientos seriados sino el sistema regulador, fundamentalmente
viso-kinestésico. En base a ello plantean que el profesor debe presentar a sus
alumnos propuestas variadas y abiertas, en situaciones cambiantes, para que
entre en juego la comparación entre los parámetros reales e ideales del
movimiento. Estos autores también observaron un aprendizaje en paralelo más que
un aprendizaje en serie, por tanto, además de variar las tareas éstas deben ser
presentadas de una forma global.
En base a
los resultados de ésta investigación, el/la niño/a debe tomar conciencia de la situación-problema
planteada y, progresivamente, del programa motor y de los elementos implicados
en la actividad, pues predicen el éxito. Para ello se deberían plantear
situaciones-problema y, utilizar como estrategia de enseñanza el descubrimiento
guiado, induciendo a la reflexión sobre las causas de los errores y el mejor
modo de eliminarlos. Las complicadas relaciones entre lo genético y
ambiental, entre la cultura y la crianza siguen jugando un papel muy relevante
en el desarrollo motor infantil (Ruiz y Graupera, 2003)
Este
trabajo tiene algunas limitaciones relacionadas con la dificultad para medir
las imágenes motrices en niños de estas edades y para extrapolar estas
observaciones a otros contextos o habilidades. Una limitación importante tiene
que ver con el diseño de investigación transversal utilizado, por ello se
deberían realizar estudios longitudinales que permitieran mostrar la secuencia
temporal de los fenómenos analizados. También se deberían realizar nuevos
trabajos que abordaran la relación de la toma de conciencia, con el aprendizaje
de otras habilidades. Por último, también se deberían realizar investigaciones
que midieran la incidencia de una enseñanza basada en la representación mental
de una habilidad motriz para determinar sus resultados en estas edades.
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