Revuelta, L.; Esnaola, I. y Goñi, A.
(2016). Relaciones entre el autoconcepto físico y la actividad físico-deportiva
adolescente / Relationships between Adolescent Physical Self-Concept and
Physical Activity. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad
Física y el Deporte vol. 16 (62) pp.561-581 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista63/artrelaciones726.htm
DOI: http://dx.doi.org/10.15366/rimcafd2016.63.010
ORIGINAL
RELACIONES ENTRE EL AUTOCONCEPTO FÍSICO Y LA ACTIVIDAD
FÍSICO-DEPORTIVA ADOLESCENTE
RELATIONSHIPS BETWEEN ADOLESCENT PHYSICAL
SELF-CONCEPT AND PHYSICAL ACTIVITY
Revuelta, L.¹; Esnaola, I.² y Goñi, A.³
¹ Profesora Adjunta. Facultad
de Filosofía y Ciencias de la Educación (UPV/EHU) (España) lorena.revuelta@ehu.es,
² Profesor Agregado. Facultad
de Filosofía y Ciencias de la Educación (UPV/EHU) (España) igor.esnaola@ehu.es,
³ Catedrático de Universidad. Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación (UPV/EHU) (España) aralfredo@euskalnet.net
Este artículo lo firman componentes del Grupo Consolidado de
Investigación del Sistema Universitario Vasco IT701-13 y forman
parte de los resultados del proyecto EDU2009-10102 (subprograma EDUC)
subvencionado por el MICINN. La investigación se ha realizado con la
colaboración del Programa
para la Contratación de Doctores Recientes de la Universidad del País Vasco
(UPV/EHU).
Códigos
UNESCO / UNESCO code: 6199 Psicología del deporte / Sports psychology
Clasificación
Consejo de Europa/Council of Europe classification: 15 Psicología del
deporte / Sports psychology
Recibido 6 de agosto de 2013 Received
August 6, 2013
Aceptado 21 de diciembre de 2013 Accepted
December 21, 2013
RESUMEN
El objetivo de este estudio es
someter a prueba dos modelos contrapuestos sobre las relaciones entre las
autopercepciones físicas y la actividad físico-deportiva en la adolescencia:
mientras que un modelo postula la influencia de la actividad física sobre el
autoconcepto físico, el modelo alternativo propone al autoconcepto físico como
factor influyente en la actividad físico-deportiva. Participan en la
investigación 704 estudiantes, 394 (55.96 %) hombres y 310 (44.04 %) mujeres
entre 11 y 19 años (M = 14.91; D.T. = 2.13), residentes en dos
Comunidades Autónomas (Cantabria y País Vasco) de España. Los resultados
indican que las influencias entre el autoconcepto físico y la actividad
físico-deportiva se producen de forma bidireccional si bien ajusta mejor el
modelo que propone al autoconcepto físico como factor influyente. Se comprueban
diferencias entre hombres y mujeres en el modelo. Por otro lado, la
autopercepción de atractivo físico
mantiene una relación negativa con la actividad físico-deportiva.
PALABRAS CLAVE: Autoconcepto físico, actividad física, adolescencia
ABSTRACT
The
aim of this study is to test two opposing models of the relationship between
physical self-perceptions and physical activity during adolescence: one which
postulates that physical activity influences physical self-concept, and another
one which proposes that physical self-concept influences physical activity.
Participants were 704 students aged between 11 and 19 (M = 14.91; SD = 2.13)
from two different Autonomous Regions in Spain (Cantabria and the Basque
Country). 394 (55.96%) were male and 310 (44.04%) were female. The results
indicate that the influences between physical self-concept and physical
activity are bidirectional in nature, although the model that proposes physical
self-concept as an influencing factor was found to have a better fitness.
Differences were found in the model between male and female students. Furthermore, self-perception of physical
attractiveness was found to be negatively related to physical activity.
KEY WORDS: Physical self-concept, physical activity,
adolescence
INTRODUCCIÓN
La adolescencia es un periodo
caracterizado por la disminución de la actividad físico-deportiva, especialmente
por parte de las mujeres (Haugen, Sáfvenbom, y Ommundsen,
2011; Inchley, Kirby, y Currie,
2011). Este hecho suscita una gran preocupación social
dados los beneficios, tanto para la salud física como para la salud psicológica
(Biddle, Fox, y Boutcher, 2000; Lindwall
y Martin, 2006),
asociados con dicha actividad. De ahí la relevancia de identificar de la forma
más precisa posible los factores asociados con la actividad físico-deportiva durante
la adolescencia (Fernández-Río, Méndez-Giménez, Cecchini, y González
de Mesa, 2012), entre los que destaca el autoconcepto y, más en concreto, el
autoconcepto físico.
El autoconcepto físico conforma uno de
los principales dominios del autoconcepto general, dentro de
una
concepción jerárquica y multidimensional (Shavelson, Hubner, y Stanton,
1976), diferenciándose en el mismo (Fox y Corbin, 1989; Infante y Goñi,
2009) cuatro dimensiones o subdominios: la habilidad física, la condición física, el atractivo
físico y la fuerza. Esta concepción del
autoconcepto exige abordar su relación con otras variables, como la actividad
física, no ya desde una perspectiva global del mismo sino atendiendo
diferencialmente a las dimensiones de cada uno de sus dominios
(Hagger,
Ashford, y Stambulova, 1998; Rodríguez,
Droguett, y Revuelta, 2012), en este caso, a las
dimensiones del autoconcepto físico.
Las
evidencias aportadas por la investigación previa indican, por lo general, que
quienes realizan asiduamente alguna actividad física manifiestan mejores
autopercepciones, sobre todo, de su habilidad
física y de su condición física
que quienes la realizan con menor asiduidad
(Biddle, Whitehead, O’Donovan, y Nevill, 2005; Contreras, Fernández, García,
Palou, y Ponseti, 2010). En cambio, la percepción de la apariencia física propia mantiene menor
relación con la actividad física más o menos asidua (Fox
y Corbin, 1989), a pesar de haberse encontrado
también beneficios de la actividad en la percepción del atractivo físico en algunos estudios (Haugen et al., 2011;
Klomsten, Skaalvik, y Espnes, 2004).
Si se
tiene en cuenta la variable sexo, los datos no son concluyentes. En estudios
realizados únicamente con hombres se ha comprobado que quienes realizan
actividad físico-deportiva tienen mejores percepciones de su condición y fuerza
(Raustorp, Stahle, Gudasic, Kinnunen, y Mattsson, 2005), de
su competencia deportiva, atractivo, condición, fuerza así como mejor autoconcepto físico general
(Altintas y Asci, 2008; Fernández, Contreras,
García, y González-Villora, 2010). Por otra parte, estudios en los que tan sólo
participan mujeres han encontrado que quienes realizan
actividad físico-deportiva presentan mejores índices en la percepción de su condición (Knowles, Niven, Fawkner, y
Henretty, 2009), de su habilidad y condición (Fernández et al., 2010), en el autoconcepto físico y en la percepción
de su apariencia (Biddle y Amstrong,
1992; Douthitt, 1994), así como en la autopercepción de fuerza y atractivo
(Raustorp et al., 2005) o de competencia
deportiva, condición, fuerza y en el autoconcepto
físico general (Altintas y Asci, 2008).
No
obstante, no siempre se confirman relaciones positivas
entre la actividad físico-deportiva y el autoconcepto físico (Dosil y Díaz,
2002; Schneider, Fridlund, y Cooper, 2008), habiéndose incluso identificado
peores autopercepciones físicas de la habilidad
y del atractivo en casos de
sobreentrenamiento (Morgan y O´Connor, 1988) y de
bailarinas (Bakker, 1988), así como de un menor atractivo físico asociado a actividades de fitness (Camacho,
Fernández, y Rodríguez, 2006). Asimismo, la práctica de actividades
relacionadas con el culto al cuerpo aparece asociada, especialmente entre las
chicas, con peores percepciones de la apariencia
física propia (Fernández
et al., 2010).
En lo referente a la
relación entre el autoconcepto físico y la actividad físico-deportiva, junto al
papel de cada una de las dimensiones, una cuestión que todavía genera numerosos
interrogantes es la direccionalidad de la misma. A este respecto, la presunción teórica
más generalizada sostiene que la mejora del autoconcepto físico es uno de los
beneficios atribuibles a la actividad física, si bien, en sintonía con teorías
motivaciones (Biddle, 1997; Standage, Gillison, Ntoumanis, y Treasure, 2012) o con
la teoría de la competencia de Harter (1978), también puede
sostenerse que una alta autopercepción de competencia
inducirá a realizar más actividad físico-deportiva. Por otra parte, aunque tomando como referencia, en este caso,
el dominio académico del autoconcepto, el reciprocal
effects model (REM; Marsh, 1990, 1993;
Marsh, Byrne, y Yeung, 1999; Marsh y Craven, 1997)
establece el carácter dinámico y recíproco de la influencia entre las
diferentes dimensiones del autoconcepto y el rendimiento deportivo, siendo
actualmente una de las perspectivas teóricas que goza de una mayor aceptación.
En
todo caso, la
mayoría de los estudios referenciados anteriormente ofrecen
análisis correlaciónales y/o análisis de varianza (Altintas y Asci, 2008;
Fridlund et al., 2003; Gilson, Cooke, y Mahoney, 2005; Malete, Sullivan, y
Matthies, 2008), por lo que no permiten establecer relaciones
causa-efecto.
Es
decir, si la actividad física influye en una mejora del autoconcepto físico; si son las
mejores autopercepciones físicas las que inducen a realizar más ejercicio; o si las
relaciones entre ambas variables son bidireccionales. Por otro
lado,
los trabajos basados en el análisis mediante ecuaciones
estructurales (empleados para la verificación de relaciones causales sobre
datos de carácter no experimental) apoyan tanto una como otra dirección de
causalidad.
Un estudio con
adolescentes canadienses (Crocker, Eklund y Kowalski. 2000) sustenta la tesis
de que las dimensiones del autoconcepto físico median la influencia del autoconcepto físico
sobre
la actividad física, siendo particularmente importante el influjo de la percepción
de la condición física y
de
la competencia deportiva
que explican
respectivamente el 27% y el 29% de la
variabilidad de la actividad física. Por otro lado, en
contexto finlandés (Jaakola y Washington, 2011), se comprueba que la percepción
de la forma física explica el 33% de
la actividad física. Por el contrario, un estudio llevado a cabo en Noruega (Haugen
et al., 2011) indica que el nivel de actividad física afecta
significativamente la autopercepción de la apariencia y de la competencia atlética, así como el autoconcepto físico general influyendo
la actividad física de forma directa sobre el autoconcepto físico general y también indirectamente a través de la
percepción de
competencia atlética y
de la apariencia
física personal.
Varias
investigaciones que utilizan regresiones múltiples verifican también la influencia
del autoconcepto sobre la actividad física. En una muestra de adolescentes
noruegos (Raustorp et al., 2005), las autopercepciones físicas predicen el 20%
de la actividad de los varones y tan sólo el 4% de la de las mujeres. En
Escocia, sendos estudios (Inchley et al., 2011; Knowles et al., 2009) verifican
que la autopercepción de su condición
física de las mujeres y de la competencia
atlética de los hombres predice también su actividad física. Por último, la
percepción de la competencia atlética y
de la fuerza, así como el autoconcepto físico general explican el
21% de la variabilidad de la actividad física de los varones; en tanto que la
autopercepción de la competencia atlética
y del atractivo, así como el autoconcepto físico general explican el
14% de la variabilidad de la actividad física de las mujeres en un estudio
realizado en Estonia (Raudsepp, Liblik, y Hannus, 2002).
Los
estudios sobre programas de actividad físico-deportiva que analizan su
incidencia sobre las autopercepciones físicas aportan también información de
interés, habiéndose comprobado la influencia de la actividad físico-deportiva
en los subdominios de competencia
atlética, condición física y fuerza de adolescentes americanos (Daley
y Buchanan, 1999) y en la percepción de atractivo
y en el autoconcepto físico de
adolescentes británicas (Burguess, Grogan, y Burwitz, 2006).
En
definitiva, puede concluirse que la investigación previa aporta diversas
evidencias empíricas sobre la direccionalidad de la influencia tanto de la actividad
física sobre el autoconcepto físico, como desde las autopercepciones físicas
hacia la actividad física. Éstas sostienen, pese a los diferentes interrogantes
al respecto, la tendencia actual a aceptar el carácter bidereccional de la
relación entre el autoconcepto y la actividad físico-deportiva (Chanal, Marsh, Sarrazin, y Bois, 2005; Marsh y Craven, 2005; Marsh y
Perri, 2005; Trautwein, Gerlach, y Lüdtke, 2008).
No obstante, la diversidad de procedimientos, instrumentos de medida y análisis
parciales de estas relaciones dificulta la integración de la información
disponible y hacen necesario el desarrollo y verificación de modelos que
contrasten ambas hipótesis acerca de la dirección, en uno y otro sentido, de
las relaciones.
Teniendo en cuenta los
antecedentes anteriores, el presente estudio tiene por objeto confrontar un
modelo explicativo de las autopercepciones físicas a partir de la actividad
físico-deportiva con otro modelo en el que la dirección de influencia parta
desde el autoconcepto físico a la actividad físico-deportiva. De forma
específica se pretende clarificar tanto la direccionalidad de las relaciones,
como el papel específico de cada una de las dimensiones del autoconcepto físico
(habilidad física, condición física, atractivo físico y fuerza).
Asimismo, teniendo en cuenta las habituales diferencias
entre hombres y mujeres en lo que respecta tanto a las autopercepciones físicas
(Altintas y Asci, 2008; Esnaola, 2009; Welk y Eklund, 2005) como a la propia
actividad físico-deportiva (Crocker et al., 2006; Haugen et al., 2011; Inchley
et al., 2011), se plantea también el análisis diferencial de dichos modelos
teniendo en cuenta la variable sexo.
MATERIAL
Y MÉTODO
Participantes
Participan en esta
investigación 704 adolescentes, 394 (55,96 %) hombres y 310 (44,04 %) mujeres,
con edades comprendidas entre los 11 y los 19 años (M = 14,91; D.T. = 2,13).
El muestreo realizado, de tipo incidental a través de colaboradores, se llevó a
cabo en Institutos de Enseñanza Secundaria y Facultades Universitarias públicos
y privados de la Comunidad Autónoma Cántabra y el País Vasco. Del total de 752
sujetos iniciales, 48 (6,38%) fueron eliminados por no cumplimentar los
cuestionarios de forma correcta, por exceder el límite de edad superior
establecido, así como por la depuración de casos outlier.
Variables
e instrumentos
Los
participantes completaron los siguientes instrumentos, cuyo contenido forma
parte de un estudio más amplio:
Para
la medición del autoconcepto físico
se utilizó el Cuestionario de Autoconcepto
Físico (CAF) de Goñi, Ruiz de Azúa y Rodríguez (2006). Este instrumento
consta de 36 ítems redactados en forma enunciativa, positiva (“Tengo más fuerza
que la mayoría de la gente de mi edad”) y negativa (“No tengo cualidades para
los deportes”), distribuidos en dos escalas generales (autoconcepto físico general y autoconcepto
general) y cuatro escalas específicas para cada una de las dimensiones del
autoconcepto físico (habilidad física,
condición física, atractivo físico y fuerza física), las cuales se emplearon, en el presente estudio,
como indicadores de la variable latente autoconcepto
físico general. Las respuestas al cuestionario se registran mediante una
escala tipo Likert de cinco puntos donde 1 = falso y 5 = verdadero. Los autores
del mismo indican valores sobre la fiabilidad (alpha de Cronbach) global del
cuestionario de α = 0,92; siendo los de sus cuatro escalas los siguientes: habilidad física, α = 0,84; condición
física, α = 0,88; atractivo físico, α = 0,87 y fuerza física,
α = 0,83.
La medición de la actividad físico-deportiva percibida de
los adolescentes, por su parte, se realizó por medio de un breve cuestionario
creado ad hoc en el que se incluyeron
las variables descritas a continuación. Con el fin de registrar únicamente las
actividades voluntarias y que respondieran a motivaciones personales, se
solicitó la respuesta teniendo en cuenta la actividad realizada única y
exclusivamente durante el tiempo libre.
·
La
frecuencia de práctica, con tres
categorías: a) Baja: cuando las actividades físico-deportivas se realizan de
forma esporádica o una vez a la semana; b) Media: práctica entre dos y tres
veces por semana; y c) Alta: frecuencia de cuatro o más veces por semana.
·
La
duración de las sesiones o tiempo
dedicado a la actividad físico-deportiva en cada sesión: a) De 1 a 45 minutos;
y b) De 46 a 90 minutos o más.
·
La
intensidad autopercibida de la práctica,
asociada a la frecuencia respiratoria, con tres grados: a) Suave: sin problemas
para mantener la frecuencia respiratoria; b) Media: algunos de los ejercicios
realizados hacen que cueste mantener la frecuencia respiratoria; y c) Alta: en
algunos ejercicios se lleva la frecuencia respiratoria al límite.
Procedimiento
Los centros fueron contactados a través de sus respectivos
directores y/o jefes de estudios, de quienes se solicitó su autorización y
conformidad para la realización del estudio. Asimismo, dada la edad de algunos
de los participantes, se solicitó también la pertinente autorización a los
padres/madres o tutores del alumnado participante. Una vez obtenidos, se
procedió a la administración del cuestionario a cada grupo o clase en sesiones
de unos 45 minutos.
Con objeto de reducir el efecto de deseabilidad social y asegurar
la veracidad de las respuestas, se insistió en la voluntariedad de la
participación y se aseguró a los encuestados el procesamiento totalmente
anónimo de los datos obtenidos. Asimismo, se siguió el criterio de ciego único,
evitando que las personas participantes conociesen la finalidad de la
investigación.
Análisis estadísticos
En
este estudio se someten a prueba dos modelos MIMIC (de múltiples indicadores y
múltiples causas) con objeto de analizar la direccionalidad de la relación
entre el autoconcepto físico y la actividad físico-deportiva. Los MIMIC son un
tipo particular de modelo estructural en el cual se intenta verificar la
influencia de un conjunto de variables observables, las cuales componen la
parte estructural del modelo, sobre una variable latente, definida ésta como
una composición de otro conjunto de variables observables o indicadores que
forman la parte de medida.
El primero de estos modelos
sostiene que la actividad físico-deportiva determina el autoconcepto físico de
los adolescentes. Se incorporaron al modelo de medida las variables observables
habilidad física, condición física, atractivo físico y fuerza
física como indicadores de la variable latente autoconcepto físico general (AFG), y las variables observables frecuencia
de práctica, duración de las sesiones e intensidad
autopercibida de la práctica como sus determinantes dentro del modelo
estructural. El modelo alternativo plantea que es el autoconcepto físico el que
determina la actividad físico-deportiva. En este caso, se incorporaron al
modelo de medida las variables observables frecuencia
de práctica, duración de las sesiones
e intensidad autopercibida de la práctica
como indicadores de la variable latente actividad
físico-deportiva (AFD) y la habilidad física, la condición física, el atractivo físico y la fuerza física como sus determinantes.
Asimismo, se analiza la
invarianza de los modelos propuestos en función de la variable sexo
(hombre/mujer) por medio de varios análisis factoriales confirmatorios
multigrupo (AFCMG).
Para la estimación de
los modelos se empleó el método de máxima verosimilitud. Este procedimiento
asume los supuestos de distribución normal multivariada de los datos, por lo
que, de forma previa a la estimación del modelo, se procedió a la imputación
múltiple de los datos perdidos (1%), al análisis y eliminación de los sujetos
outlier tomando como referencia la distancia de Mahalanobis y a la normalización
de la base resultante. Con la excepción del análisis de los sujetos outlier,
llevado a cabo con el programa SAS 9.1, todos los
análisis realizados fueron llevados a cabo por medio del software estadístico LISREL 8.8.
RESULTADOS
Para la interpretación del ajuste de
los modelos, cuyos resultados se exponen a continuación, se utilizó, en primer
lugar, la razón ji cuadrado/grados de libertad (χ²/gl) con objeto de reducir la sensibilidad del modelo al
tamaño muestral. Este indicador señala un ajuste satisfactorio del modelo a los
datos empíricos cuando presenta valores inferiores a 3 (Kline, 1998). Como
índices de ajuste absoluto se utilizan el índice Goodness of Fit Index (GFI)
cuyos valores por encima de 0,90 indican un buen ajuste (Byrne, 2001), y la
raíz del residuo cuadrático promedio de aproximación (RMSEA), siendo, en este
caso, los valores iguales o inferiores a 0,05 indicativos de un ajuste bueno y
de hasta 0,08 indicativos de una explicación razonable de los casos (Browne, y
Cudeck, 1993). Finalmente, como índices de ajuste incrementables (aquellos que
comparan la función de ajuste del modelo nulo con la del modelo propuesto) se
emplearon los índices de ajuste no-normativo NNFI (Non-Normed Fit Index) y comparativo CFI (Comparative Fit Index). En estos dos casos, se consideran
apropiados los valores superiores a 0,90 (Byrne, 2001).
Fueron analizadas asimismo la validez y fiabilidad de las
variables observables o indicadores de cada una de las variables latentes, la
fiabilidad compuesta de éstas y la magnitud y signo de los coeficientes de las
relaciones de influencia observadas.
Influencia
de la actividad físico-deportiva sobre el autoconcepto físico general
Analizando en conjunto
los diferentes índices de ajuste con objeto de determinar la adecuación del
modelo a los datos empíricos, ya que ninguno de ellos por separado es
suficiente para determinar esta circunstancia, puede afirmarse que el ajuste
del modelo es bueno en las tres muestras analizadas, total (χ²/gl = 3,9; RMSEA = 0,064; NNFI = 0,94; CFI = 0,97; GFI = 0,98), hombres (χ²/gl = 2,41; RMSEA = 0,060;
NNFI = 0,94;
CFI = 0,97;
GFI = 0,98) y mujeres (χ²/gl = 2,44; RMSEA = 0,067; NNFI = 0,93; CFI = 0,95; GFI = 0,98). Con la
excepción del índice ji cuadrado relativo en el modelo correspondiente a la
muestra global, ligeramente elevado, la totalidad de índices de ajuste arrojan
valores adecuados.
En lo que al componente
de medida respecta, la Tabla 1 recoge los resultados correspondientes al
análisis de las variables observables o indicadores de la variable latente autoconcepto físico general.
Tabla 1. Indicadores de la
Variable Latente Autoconcepto Físico General
Variable
observable |
|
Muestras |
||
|
Total |
Hombres |
Mujeres |
|
Habilidad
física |
Saturación |
0,83** |
0,83** |
0,86** |
R² |
0,70 |
0,68 |
0,74 |
|
Condición
física |
Saturación |
0,69** |
0,71** |
0,58** |
R² |
0,48 |
0,50 |
0,33 |
|
Atractivo
físico |
Saturación |
0,54** |
0,66** |
0,35** |
R² |
0,30 |
0,43 |
0,12 |
|
Fuerza
física |
Saturación |
0,50** |
0,39** |
0,51** |
R² |
0,25 |
0,15 |
0,26 |
** p < 0,001
Los resultados indican,
en los tres grupos analizados, que las variables observables habilidad física, condición física, atractivo
físico y fuerza física explican
un porcentaje significativo de la varianza de la variable latente autoconcepto físico general. Los valores de R² se encuentran dentro del rango 0,68-0,74 para la habilidad
física; 0,33-0,50
para la condición física; 0,12-0,43 para el atractivo físico; y 0,15-0,26 para la fuerza física, lo cual confirma la
validez de los indicadores seleccionados.
Asimismo, todas las saturaciones factoriales son razonablemente altas y
presentan valores de p inferiores a 0,001, lo cual indica una fuerte relación de estas
variables observables con su variable latente correspondiente, que se encuentra
adecuadamente medida por medio de los indicadores seleccionados. Estos resultados confirman la
conceptualización de la variable autoconcepto
físico general como un constructo latente válido.
En lo que a la
fiabilidad compuesta de la variable latente autoconcepto
físico general respecta, el valor de ρ supera el valor de 0,60 en los tres grupos de estudio total (ρ
= 0,74), hombres (ρ = 0,68) y mujeres (ρ = 0,67), por lo que puede concluirse que los
indicadores de la variable son una medida fiable del constructo.
En cuanto al componente
estructural, los coeficientes estandarizados indican cambios en la variable
latente correspondiente, en términos de desviación estándar, derivados de cada
desviación estándar en las variables predictoras. Los resultados se exponen en
la Tabla 2.
Tabla 2.
Influencia de la Actividad Físico-Deportiva en el Autoconcepto Físico
General
Relación |
|
Muestras |
||
|
Total |
Hombres |
Mujeres |
|
Frecuencia de práctica AUFG |
Coeficiente |
0,22** |
0,14* |
0,23** |
Error estándar |
0,04 |
0,05 |
0,06 |
|
Duración
de las sesiones AUFG |
Coeficiente |
0,08* |
0,06 |
0,05 |
Error estándar |
0,04 |
0,05 |
0,06 |
|
Intesidad
autopercibida AUFG |
Coeficiente |
0,19** |
0,17** |
0,17** |
Error estándar |
0,04 |
0,05 |
0,06 |
*p < 0,05 **p < 0,001
En la muestra total, el
modelo estructural muestra a las tres variables observables frecuencia de práctica, duración de las sesiones e intensidad autopercibida de la práctica
como determinantes positivos y estadísticamente significativos (p < 0,05)
del autoconcepto físico general, de
forma que, en la muestra total de adolescentes, cuando mayores son la
frecuencia semanal y la intensidad de práctica y cuanto más duraderas son las
sesiones de ésta, más positiva es la autopercepción física de los jóvenes.
En la muestras de
hombres y de mujeres, sin embargo, son la frecuencia
de práctica y la intensidad
autopercibida, y no la duración de
las sesiones, las dimensiones que predicen de forma estadísticamente
significativa (p < 0,05) y positiva el autoconcepto físico general de los adolescentes.
La ecuación estructural
indica que, en conjunto, el 14%, el 7% y el 12% de la varianza de la variable autoconcepto físico general en la
muestra total, hombres y mujeres se explican por medio del modelo MIMIC
propuesto.
Influencia
del autoconcepto físico general sobre la actividad físico-deportiva
En relación con los
resultados sobre la influencia del autoconcepto físico en la actividad
físico-deportiva de los adolescentes, el ajuste del modelo MIMIC puede
considerarse adecuado en los tres casos analizados, total (χ²/gl = 0,90; RMSEA = 0,002;
NNFI = 0,99; CFI = 1,00; GFI = 0,99), hombres (χ²/gl = 1,01; RMSEA = 0,005; NNFI = 1,00; CFI = 1,00; GFI = 0,99) y
mujeres (χ²/gl = 2,91; RMSEA = 0,073;
NNFI = 0,91; CFI = 0,97;
GFI = 0,98), ya
que en todos los casos la totalidad de los indicadores empleados se encuentra
dentro del rango considerado aceptable.
En lo que al componente de medida respecta, la
Tabla 3 recoge los datos correspondientes al análisis de las variables
observables o indicadores de la variable latente actividad físico-deportiva.
Tabla 3. Indicadores de la Variable Latente Actividad
Físico-Deportiva
Variable observable |
|
Muestras |
||
|
Total |
Hombres |
Mujeres |
|
Frecuencia
de
práctica |
Saturación |
0,60** |
0,57** |
0,66** |
R² |
0,41 |
0,32 |
0,44 |
|
Duración
de las
sesiones |
Saturación |
0,57** |
0,48** |
0,55** |
R² |
0,33 |
0,23 |
0,30 |
|
Intensidad
autopercibida |
Saturación |
0,64** |
0,58** |
0,66** |
R² |
0,41 |
0,33 |
0,44 |
** p < 0,001
Los resultados muestran
que las variables observables frecuencia
de práctica, duración de las sesiones
e intensidad autopercibida explican,
en las muestras total, hombres y mujeres, un porcentaje significativo de la varianza
de la variable latente correspondiente. Los
valores de R² oscilan entre 0,32 y 0,44 para la
frecuencia de práctica; entre 0,23 y 0,33 para la
duración de las sesiones; y entre 0,33 y 0,44 para la
intensidad autopercibida y confirman
la validez de los indicadores. Las
saturaciones factoriales son altas e indican una fuerte relación de las
variables observables seleccionadas con la variable latente actividad físico-deportiva (p < 0,001),
que se encuentra adecuadamente medida por medio de los indicadores
seleccionados, confirmándose, por tanto, la validez de constructo.
Por su parte, los valores de ρ superan el
valor de 0,60 tanto en la muestra total (ρ
= 0,64) como en la de hombres (ρ
= 0,60) y mujeres (ρ = 0,65), y confirman la fiabilidad compuesta de la
variable latente.
El análisis del
componente estructural del modelo puede observarse en la Tabla 4.
Tabla 4. Influencia del Autoconcepto Físico en la Actividad Físico
Deportiva
Relación |
|
Muestras |
||
|
Total |
Hombres |
Mujeres |
|
Habilidad física AFD |
Coeficiente |
0,17** |
0,13 |
0,22** |
Error estándar |
0,05 |
0,08 |
0,08 |
|
Condición física AFD |
Coeficiente |
0,38** |
0,40** |
0,29** |
Error estándar |
0,05 |
0,08 |
0,07 |
|
Atractivo físico AFD |
Coeficiente |
-0,17** |
-0,16* |
-0,18** |
Error estándar |
0,04 |
0,08 |
0,06 |
|
Fuerza Física AFD |
Coeficiente |
0,19** |
0,11 |
0,15* |
Error estándar |
0,04 |
0,06 |
0,07 |
*p < 0,05 **p < 0,001
La ecuación estructural
revela, en la muestra total y en la de mujeres, a las cuatro dimensiones del
autoconcepto físico como determinantes estadísticamente significativos (p < 0,05)
de la actividad físico-deportiva,
tres de ellas (la habilidad física,
la condición física y la fuerza física) de forma positiva y una (el
atractivo físico) con signo negativo. Puede afirmarse, por tanto, que, en
la muestra total y en la de las mujeres, cuanto mejor es la percepción de la habilidad, la condición y la fuerza físicas
mayor es la frecuencia, la duración y la intensidad de la actividad físico-deportiva de los adolescentes;
mientras que, en el caso del atractivo
físico, son las percepciones más negativas las que conducen a este mismo
comportamiento. En la muestra de hombres, sin embargo, son únicamente la condición física, de forma positiva y el
atractivo físico, de forma negativa,
las dimensiones que predicen de forma estadísticamente significativa (p < 0,05)
la actividad físico deportiva de los
adolescentes.
La ecuación estructural
indica que, en conjunto, el 29%, el 21% y el 24% de la varianza de la variable actividad físico-deportiva en la muestra
total, hombres y mujeres se explican por medio del modelo MIMIC propuesto.
Por último, se
presentan los resultados correspondientes a la comparación entre ambos modelos,
para la cual se utiliza el índice de validación cruzada esperada Expected Cross-Validation Index (ECVI) y
su intervalo de confianza. El ECVI ofrece una aproximación a la bondad del
ajuste que conseguiría el modelo estimado en otra muestra del mismo tamaño,
siendo aquellos que presentan un valor inferior los considerados mejor
ajustados (Batista y Coenders, 2000). Asimismo, cuando el índice ECVI de un
modelo se encuentra fuera del intervalo de confianza del modelo a comparar,
puede afirmarse que ambos modelos son significativamente distintos (Goñi,
Rodríguez, y Esnaola, 2010).
En lo que a la muestra total se refiere, el modelo de influencia de
la actividad físico-deportiva en el autoconcepto físico (modelo 1 de este
estudio) presenta un índice ECVI de 0,11 (0,086-0,14). El modelo de influencia
del autoconcepto físico en la actividad físico-deportiva (modelo 2 de este
estudio), por su parte, registra valor de 0,068 (0,068-0,082). Puede afirmarse
por tanto que ambos modelos son significativamente distintos, ya que los
índices ECVI de cada uno de ellos no se encuentran recogidos por el intervalo
de confianza del modelo contrario, y que es el modelo 2 el que presenta un
mejor ajuste.
Resultados similares se
obtienen en la muestra de hombres. Los modelos 1 y 2 presentan índices ECVI de
0,15 (0,13-0,20) y de 0,12 (0,12-0,15) respectivamente, por lo que puede
afirmarse que el ajuste del modelo 2 es mejor y que ambos modelos son
significativamente diferentes.
En lo que a la muestra de mujeres respecta, por el contrario, es el
modelo 1 el que presenta un índice ECVI más bajo, 0,20 (0,16-0,26) frente al
0,21 (0,17-0,26) del modelo 2. Sin embargo, en este caso, ambos modelos pueden
considerarse equivalentes ya que los índices ECVI respectivos se encuentran
dentro del intervalo de confianza del modelo contrario.
Análisis
de la invarianza
Los resultados de los
AFCMG se presentan en la Tabla 5. Junto a los índices anteriores se utilizó el
incremento del índice CFI (ΔCFI) como indicativo del ajuste de los
diferentes modelos anidados, considerándose indicio de invarianza un valor
menor a .01 en favor del modelo menos restrictivo (Cheung y Rensvold, 2002).
Tabla 5. Índices de Bondad de Ajuste de los Modelos de Invarianza
Modelo de invarianza
configural (20 gl/13gl) |
||||||||||||||||
|
n |
χ² |
P |
RMSEA |
NNFI |
CFI |
GFI |
SRMR |
||||||||
Modelo 1 |
704 |
53.78 |
.000 |
.06 |
.91 |
.95 |
.97 |
.04 |
||||||||
Modelo 2 |
704 |
15.09 |
.030 |
.02 |
.99 |
.99 |
.99 |
.02 |
||||||||
Modelo de invarianza
métrica (25 gl/18gl) |
||||||||||||||||
|
n |
χ² |
P |
RMSEA |
NNFI |
CFI |
GFI |
SRMR |
ΔCFI |
|||||||
Modelo 1 |
704 |
67.56 |
.000 |
.06 |
.91 |
.94 |
.96 |
.06 |
-.01 |
|||||||
Modelo 2 |
704 |
20.31 |
.031 |
.01 |
.99 |
.99 |
.98 |
.03 |
.01 |
|||||||
El modelo de invarianza
configural constituye el primer paso para la comprobación de la invarianza e
implica la equivalencia de la estructura básica del modelo para todas las
muestras sometidas a verificación, indicando que los participantes de éstas
conceptualizan los diferentes constructos del mismo modo. Los índices de ajuste
obtenidos (Tabla 5) permiten aceptar la hipótesis de invarianza del modelo base
en función de la variable sexo en los dos modelos MIMIC propuestos, ya que, si
bien el índice ji cuadrado es estadísticamente significativo en ambos casos, el
resto de índices arroja valores que se encuentran dentro de los parámetros
aceptables.
El segundo paso
consiste en someter a verificación el modelo de invarianza métrica que supone, además
de la equivalencia de la estructura, la correspondencia de las saturaciones de
los ítems sobre el factor correspondiente en las diferentes muestras objeto de
análisis; es decir, si los diferentes grupos responden a los ítems propuestos
del mismo modo. Los valores que se recogen en la Tabla 5 permiten aceptar este
tipo de invarianza en ambos casos, modelo 1 y modelo 2. Los índices de ajuste
de ambos modelos arrojan valores aceptables; únicamente el índice ji cuadrado
alcanza la significatividad estadística indicativa de ausencia de ajuste.
Además, no se observan decrementos significativos del índice CFI con respecto a
los modelos anteriores. Por tanto, puede decirse que las diferencias de
puntuación obtenidas en los diferentes ítems del cuestionario indicarían
diferencias inter-grupo en lo que respecta al constructo correspondiente.
DISCUSIÓN
Distintos
trabajos (Altintas y Asci, 2008; Goñi et al., 2010; Malete et al., 2008)
aportan evidencias sobre la existencia de correlaciones entre las autopercepciones
físicas y la actividad físico-deportiva. En lo que a la dirección de causalidad
entre ambas variables respecta, a la vez que en numerosos ámbitos académicos y
divulgativos está ampliamente aceptada la tesis de la mejora del autoconcepto
físico como uno de los beneficios psicológicos más relevantes derivados de la
práctica de actividades físicas y deportes (Fox, 2000), también es notable el
soporte empírico en apoyo de una dirección de causalidad inversa, según la cual
las autopercepciones físicas inciden en la mayor o menor actividad física, como
se ha expuesto en la introducción de este artículo. De ahí que, en la
actualidad, tienda a aceptarse un modelo de efectos recíprocos en el que el
autoconcepto físico previo determina el comportamiento físico deportivo del
sujeto y éste, a su vez, tiene un impacto en su autopercepción. Muy pocos
estudios, sin embargo, prestan refrendo a esta afirmación, de forma que el
objetivo del presente estudio consistía en confrontar sendos modelos
explicativos de la relación entre el autoconcepto físico y la actividad
físico-deportiva para determinar la magnitud de ésta en uno y otro sentido.
Los resultados indican que, en efecto, de forma consistente con esta
tendencia teórica actual (Chanal et al., 2005; Marsh y Craven, 2005; Marsh y
Perri, 2005; Trautwein et al., 2008), la relación entre el autoconcepto físico
y la actividad físico-deportiva tiene un carácter bidireccional: las
autopercepciones físicas determinan la frecuencia, la duración y la intensidad
de la actividad físico-deportiva y, al mismo tiempo, ésta incide en el
autoconcepto físico. El adecuado nivel de invarianza de ambos modelos en
función de la variable sexo refrenda estos resultados.
Por otro lado, en lo que respecta al papel de
cada una de las dimensiones del autoconcepto físico en la determinación de la
actividad físico-deportiva, los resultados obtenidos muestran,
de forma consistente con los de algunos trabajos previos (Crocker et al., 2000;
Inchley et al., 2009; Jaakola y Washington, 20011; Knowles et al., 2009;
Raudsepp et al., 2002), una relación de influencia de carácter positivo de la habilidad física, de la condición física y de la fuerza física sobre la frecuencia, la
duración y la intensidad de la actividad físico-deportiva. Por el contrario,
indican también que la relación de influencia que ejerce el atractivo físico es de signo negativo,
resultado que precisa especial comentario.
En efecto, la investigación previa indica tanto que el atractivo es un predictor positivo de la
actividad física (Raudsepp et al., 2002) como que se trata de la dimensión del
autoconcepto físico menos
relacionada con la misma (Fox y Corbin, 1989). Sin embargo, y a falta de
futuras precisiones, tiene sentido interpretar que una
percepción negativa del atractivo físico propio
conduce a una mayor frecuencia, duración e intensidad de la actividad
físico-deportiva; comprobaciones similares se han constatado entre la percepción
negativa de la imagen corporal y la actividad física (Bakker, 1988; Camacho et
al., 2006; Loland, 2000). Dada la enorme importancia conferida a la apariencia
física en la sociedad actual, la actividad físico-deportiva constituiría una
vía para su mejora, a la que correspondería, por otra parte, la mayor presencia
de la mujer en actividades relacionadas con el fitness y el culto al cuerpo,
frente a una menor participación que el hombre en otras modalidades
físico-deportivas.
Por último, en este sentido, dado el
tradicional comportamiento diferencial de hombres y mujeres en cuanto a las
autopercepciones (Altintas y Asci, 2008; Esnaola, 2009; Welk y
Eklund, 2005) y
a la actividad físico-deportiva (Crocker et al.,
2006; Haugen et al., 2011; Inchley et al., 2011), este estudio se planteaba también el
objetivo de precisar diferencias asociadas al sexo en los resultados
anteriores. Los resultados del estudio muestran que, mientras que en el caso de
las mujeres,las cuatro dimensiones del autoconcepto físico manifiestan
influencia sobre la actividad físico-deportiva, en el caso de los hombres ese
influjo deriva tan sólo desde las dimensiones de condición física y de atractivo.
Se trata de una nueva aportación empírica a una cuestión sobre la que, como
ha podido comprobarse en la introducción, abunda información no fácilmente
cohesionable.
En cuanto a la influencia de la
actividad físico-deportiva en las autopercepciones físicas, la frecuencia y la intensidad de práctica, pero no la duración, se revelan como determinantes tanto en el caso de los
hombres como en el de las mujeres. Este resultado está en línea con la
constatación de una relación menos intensa entre la duración de la actividad y
las autopercepciones físicas que entre la frecuencia y la intensidad de la
actividad físico-deportiva y las autopercepciones (Infante y Zulaika, 2008),
posiblemente debido al mayor carácter previamente establecido; y, por tanto,
independiente de los intereses, motivaciones, etc. del sujeto de la primera de
estas variables.
Otro aspecto diferencial verificado es
que, en la muestra de mujeres, las relaciones directa e inversa entre el
autoconcepto físico y la actividad físico-deportiva son equivalentes mientras
que, en el caso de los hombres, es más fuerte la dirección desde el
autoconcepto hacia la actividad que la que se establece entre esta última y las
autopercepciones. Una posible explicación al respecto podría ser el hecho de
que los hombres encuentren, habitualmente, un contexto socio-cultural más
favorable que las mujeres para desarrollar su autoconcepto físico y su
autoconfianza en el desempeño deportivo (Jacobs, Lanza, Osgood, Eccles, y
Wigfield, 2002), en tanto que la mujer obtendría un mayor provecho de la
actividad físico-deportiva para la mejora de sus autopercepciones físicas.
El presente estudio presenta ciertas
limitaciones que es preciso explicitar. Por un lado, la utilización de una
medida subjetiva de la actividad físico-deportiva hace necesaria una
interpretación cautelosa de los resultados. Si bien la utilización de este tipo
de medida, empleada en este estudio por cuestiones de practicidad, cuenta con
una gran aceptación general (Dishman, Washburn, y Schoeller,
2001), estudios
recientes han encontrado diversas discrepancias entre las medidas indirectas y
directas de la actividad físico-deportiva de niños y adolescentes (Adamo,
Prince, Tricco, Connor-Gorber, y Tremblay, 2009) que hacen indispensable su
consideración y la precisión de que, en realidad, en el presente estudio se
analiza la relación entre el autoconcepto físico y la actividad
físico-deportiva percibida. Por otro lado, el carácter incidental de la muestra de estudio constituye,
sin duda, otra importante limitación del trabajo ya que limita la
generalización de los resultados a la población adolescente en general.
En cualquier caso, los
resultados obtenidos podrían tener importantes implicaciones con respecto a la
implementación de programas educativos en el ámbito de la Educación
Físico-Deportiva y de la Salud. Si bien tiene pleno sentido esperar la mejora
del autoconcepto físico a partir del fomento de la actividad física, la
evidencia de una influencia, más poderosa aún, que sobre el incremento de la
actividad física pueden ejercer los programas cognitivos de mejora del
autoconcepto físico es un asunto que debe, sin duda, tomarse en consideración.
Esta cuestión induce a recomendar la superación de los tradicionales programas
centrados únicamente en el incremento de los niveles de ejercicio y a reconocer
el valor de las intervenciones que, de forma simultánea, incluyan ambos aspectos.
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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte - vol. 16 - número 63 - ISSN: 1577-0354