Del Valle Soto, M.;
Prieto Saborit, J.A.; Nistal Hernández, P.; Martínez Suárez, P.C. y Ruíz
Fernández, L. (2016). Impacto de las estrategias de ejercicio físico en la CVRS
de adultos sedentarios / Impact Exercise Strategies in the HRQOL of the Sedentary
Adults. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y
el Deporte vol. 16 (64) pp.739-756 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista64/artimpacto745.htm
DOI: http://dx.doi.org/10.15366/rimcafd2016.64.008
ORIGINAL
IMPACTO
DE LAS ESTRATEGIAS DE EJERCICIO FÍSICO EN LA CVRS DE ADULTOS SEDENTARIOS
IMPACT EXERCISE STRATEGIES IN THE HRQOL OF THE
SEDENTARY ADULTS
Del Valle Soto, M.1; Prieto
Saborit, J.A.2;
Nistal Hernández, P.3;
Martínez Suárez, P.C.4 y Ruíz Fernández, L.5
1 Doctor en Medicina. Catedrático de
Universidad. Área de Salud, Escuela Medicina del Deporte (Universidad de Oviedo).
España. miva@uniovi.es
2 Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el
Deporte. Área de Salud, Escuela Medicina del Deporte (Universidad de Oviedo).
España. prietojose@uniovi.es
3 Doctora en Ciencias de la Actividad Física y
el Deporte. Área de Salud, Escuela Medicina del Deporte (Universidad de
Oviedo). España. bosly@eupo.es
4 Doctor en Psicología. Escuela de Enfermería de
“Cabueñes”. Servicio de Salud del Principado de Asturias. Universidad de
Oviedo. martinezpedro@uniovi.es
5 Doctora en Medicina. Área de Salud, Escuela
Medicina del Deporte (Universidad de Oviedo). España. luisa@eupo.es
Códigos UNESCO / UNESCO codes: 3210 Medicina Preventiva / Preventive
Medicine; 3212 Salud Pública / Public Health; 6310.09 Calidad de vida / Quality
of Life.
Recibido 18 de noviembre 2013 Received
November 18, 2013
Aceptado 13 de septiembre de 2014 Accepted September 13, 2014
RESUMEN
El objetivo del estudio fue analizar la eficacia de
diferentes estrategias de intervención del ejercicio físico y relacionarlas con
la percepción de la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) en adultos
mayores sedentarios. Participaron 100 sujetos, con edades comprendidas entre
los 60 y 70 años, que fueron divididos aleatoriamente en cuatro grupos: control,
recomendación, prescripción y monitorización. La intervención de ejercicio
físico tuvo una duración de 6 meses. Para la valoración de la CVRS se utilizó
el cuestionario SF-36. Los grupos monitorización y prescripción obtuvieron los
mayores valores en todos los dominios en el análisis intragrupos. La función
física y la salud general y mental obtienen los mayores valores significativos
entre grupos (p<.05). Entre los grupos prescripción y monitorización no
existen diferencias significativas en ninguna dimensión. Sin embargo el grupo
de monitorización obtuvo valores superiores en salud mental, no siendo así en salud física.
PALABRAS CLAVE: tercera edad, ejercicio físico,
intervención, calidad de vida.
ABSTRACT
The aim of the study was to analyze the effectiveness of
different intervention strategies of exercise and relate the perception of
quality of life related to health (HRQOL) in sedentary older adults. It
involved 100 subjects, aged between 60 and 70, who were randomly divided into
four groups: control, recommend, prescribe and monitor. The exercise
intervention lasted 6 months. The SF-36 questionnaire was used for the
assessment of HRQOL. The monitoring and prescription groups had higher values in
all domains in the intragroup analysis. Physical function and health and mental
health obtain the highest significant values between groups (p
<.05). There are no significant differences at all in any
domain among prescription and monitoring groups. However, the
monitoring group obtained higher values in mental health, but
were not in physical health.
KEY WORDS: Quality of
life related to health, elderly, sedentary, exercise prescription at home and
monitored.
INTRODUCCIÓN
El continuo crecimiento de la población mayor de 60 años está
influyendo principalmente en las políticas sociales de los países
desarrollados. Es necesario, por tanto desarrollar esfuerzos con el objetivo de
incrementar el bienestar y la calidad de vida para esta población adulta (Lima,
Fernández-Berrocal, Extremera, & Susana, 2006).
La calidad de vida en la vejez parece estar íntimamente
relacionada con la autopercepción del estado de salud (Castellón &
Aleixandre, 2001). Sin embargo el estado de salud abarca múltiples dimensiones,
incluidas la física, funcional, social y bienestar psicológico (Phelan,
Anderson, LaCroix, & Larson, 2004) y son escasos los estudios que las han
tratado en su totalidad. La salud física ha sido relacionada de forma
significativa con el estado de bienestar de las personas mayores y ha sido
asociada a su vez con distintas dimensiones indicadoras de la emoción, la
vitalidad, la salud mental y la prevención de enfermedades (Queirós, Carral,
& Fernández-Berrocal, 2004; Lyubomirsky, King, & Diener, 2005).
En la
literatura existente se muestra que las personas que realizan una actividad
física (AF) regular tienen una mejor autoestima y autoconcepto desde la
adolescencia hasta la edad adulta (Moreno, Hellín, González-Cutre & D.,
Martínez, 2011; García, Marín & Bohórquez,
2012). Por el contrario, un estilo de vida sedentario ha sido descrito como uno
de los principales factores determinantes en la autopercepción negativa del
estado de salud y el autoconcepto físico en edad avanzada (Aspiazu, Cruz, Villagrasa, Abanades, García et al. 2002;
Infante, Goñi & Villaroel, 2011).
Para evitar el sedentarismo es necesario que todos los
adultos mayores participen en programas de actividad física regular, evitando
así un estilo de vida inactivo y favoreciendo hábitos de actividad física que
mejoren su calidad de vida (Chodzko-Zajko, David, Singh, Minson, Nigg et al.
2009). Desde esta perspectiva, resulta imprescindible la necesidad de instaurar
la actividad física en los hábitos de vida de las personas mayores. El ámbito
de la medicina interna o familiar recomienda insistentemente al paciente la
actividad física como herramienta para mejorar su estado de salud y su calidad
de vida, en cambio, son pocos los mayores de 60 años que practican ejercicio de
forma regular y totalmente autónoma. En base a esto, las políticas sociales han
optado por instaurar programas envejecimiento activo en los que se incluyen
actividades físicas dirigidas por un monitor (Zunzunegui, & Béland, 2010).
Sin embargo, son diversos los factores que influyen en que
la persona mayor no se incorpore a programas monitorizados de actividad física.
La dificultad de acceso a las instalaciones, la lejanía, baja autoestima,
timidez, incompatibilidad de horarios, motivación o el tipo de actividad,
plantean una serie de inconvenientes que pueden hacer que la persona mayor no
se integre en esos programas (Booth, Owen,
Bauman,
Clavisi, & Leslie,
2000). Esta situación provoca que las personas mayores que practican actividad
física y deporte sean todavía escasas en comparación a otros grupos sociales
(Campos, Jiménez-Beatty, González, Martín & Del Hierro, 2011). En los
últimos años y a tenor de estas dificultades, la prescripción del ejercicio en
la comunidad y en el hogar ha sido estudiada. No obstante, aún existen
discrepancias sobre la eficacia de la actividad física o el ejercicio físico en
el hogar. La mayor parte de las intervenciones en el hogar se han centrado en
el tratamiento de una o dos cualidades físicas (Yamauchi, Islam, Koizumi,
Rogers, Rogers et al., 2005). Recientes investigaciones han enfocado sus
esfuerzos en estimular una actividad física dentro de un estilo de vida activo,
asociando la AF en el hogar a las tareas cotidianas del individuo y
relacionándolas con el fitness funcional (Serrano, Lera & Espino, 2013).
Los escasos estudios existentes que utilizaron programas estructurados y globales
de condición física en el hogar, presentaron diferencias sustanciales entre la
programación del propio grupo, individualizando los ejercicios a las
necesidades de cada sujeto (Van Roie, Delecluse, Opdenacker, De Bock, Kennis et
al., 2010). De este modo, no hemos encontrado estudios que comparen al mismo
tiempo una metodología que recomiende y anime la AF, otra que prescriba
(programando y estructurando) el ejercicio físico en el hogar y otra de
ejercicio físico sistemático monitorizado en un gimnasio.
Se ha sugerido que el fitness (definido como un estado o
aptitud para la actividad física) es un predictor más consistente para la salud
que la AF integrada en el estilo de vida en adultos mayores (Dionne, Ades &
Poehlman, 2003). Sin embargo, uno de los principales inconvenientes parece
estar en la metodología adecuada para conseguirlo.
En este marco de referencia, comprobamos que se desconoce
la relación entre la metodología utilizada en la intervención de la actividad
física y/o ejercicio físico (recomendación, preinscripción o monitorización) y
la percepción de todas las dimensiones de la
calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) en esta población de
personas mayores. Por otro lado, son numerosos los estudios que sugieren que el
ejercicio físico está asociado a efectos positivos de la CVRS, sin embargo, en
la mayoría de estos estudios la población adulta es tratada constantemente como
muestra de población clínica. De este modo, no se sabe exactamente si esta
relación existe en adultos mayores de 60 años que a pesar de su estilo de vida
sedentario se encuentren sanos. El objetivo de este estudio fue comprobar y
comparar la eficacia de diferentes metodologías de intervención de actividad
física en la calidad de vida de adultos mayores sanos y sedentarios.
MATERIAL Y MÉTODOS
Participantes
Han participado en este estudio 100 personas adultas (37 hombres y 63 mujeres) entre un rango de edad de 60-70 años sanas y sedentarias.
Se utilizó como criterio de exclusión aquellos que padecían enfermedades y/o problemas
cardiovasculares, pulmonares o articulares que limitasen la práctica de
ejercicio físico. Para comprobar el sedentarismo se utilizó la escala The
Rapid Assessment of Physical Activity (RAPA) en su
versión española (Topolski, LoGerfo, Patrick, Williams, Walwick, et
al., 2006). La selección se realizó en colaboración con el
servicio de Salud de Salud de la Comunidad Autónoma, a través de los centros de
atención primaria. Durante tres meses, se llevaron a cabo distintas reuniones y
entrevistas con el personal médico competente para el intercambio de
información y el protocolo de actuación-captación, en las que se establecieron
las pautas para que todos los médicos de atención primaria de la localidad
ofreciesen la misma información a sus pacientes. Antes de la
incorporación definitiva al programa, la muestra inicial, de 112 sujetos que
cumplían el criterio de sedentarismo, realizó un reconocimiento médico. Fueron
descartados todos aquellos que padecían problemas de salud mencionados. Después
de la aplicación de todos los criterios se concretó la selección final hasta completar la muestra de 100 sujetos.
Los
sujetos fueron informados verbalmente y por escrito de los objetivos y
metodología del trabajo, con especial consideración en los riesgos y posibles
molestias que pudiera ocasionar el estudio. El
presente trabajo de investigación se desarrolló respetando la Carta de Helsinki
para investigaciones en seres humanos y se solicitó a todos los participantes
el consentimiento informado. La muestra fue dividida de forma aleatoria
y controlada con bloqueo (con relación al sexo, realizando la aleatorización de
las mujeres por un lado y de los varones por otro, y con la edad no permitiendo
una diferencia media por grupo superior a 3 años) en cuatro grupos de 25
individuos cada uno (Tabla 1).
1.
Grupo
control: en el que no se realizó ningún tipo de actuación.
2.
Grupo
con recomendación: desde su centro se salud, el médico de atención primaria les
recomendó verbalmente y por escrito la práctica de actividad física. Todos los
sujetos recibieron la misma información a través de un guion prestablecido. Una
vez al mes entregaban una hoja de control a su médico de cabecera.
3.
Grupo
de prescripción de ejercicio: al que se le facilitó un programa de ejercicio
físico para poder realizarlo de forma independiente en su casa. Durante un
periodo de tres días se les enseñó a realizar las actividades programadas, así
como los calentamientos y estiramientos. Cada tres semanas acudían al centro de
salud donde visitaban a su médico de cabecera y posteriormente se reunían con
un licenciado en Ciencias de la Actividad Física y
Deporte que les revisaba y actualizaba la tarea programada.
4.
Grupo
sometido a un programa de acondicionamiento físico monitorizado. Este programa consistió en un entrenamiento de una hora de
duración 3 días a la semana, bajo la dirección de un monitor especializado en
actividad física. Todas las sesiones fueron supervisadas y presenciadas por el
mismo licenciado.
Tabla 1: Descripción de la
muestra. Pre/post (antes y después de la intervención) de los 4 grupos.
GRUPOS |
Edad |
Talla (cm) |
Peso (kg) |
|
Pre
y Post |
Pre
y Post |
Pre |
Post |
|
CONTROL |
65,3 (+/- 3,8) |
160,7 (+/- 8,1) |
73,6 (+/- 15,6) |
73,7 (+/- 15,1) |
RECOMENDACIÓN |
66 (+/- 2,5) |
158,5 (+/- 8,8) |
77,7 (+/- 14,8) |
77,3 (+/- 14,5) |
PRESCRIPCIÓN |
64,6 (+/- 5,1) |
159,6 (+/- 9,6) |
70,7 (+/- 8,1) |
68,8 (+/- 7,3) |
MONITORIZACIÓN |
65,7 (+/- 3,1) |
159,5 (+/-9,9) |
72,1 (+/-11,8) |
71,3 (+/- 11,2) |
Media |
65,4 (+/- 3,9) |
159,6 (+/- 9) |
73,5 (+/- 13) |
72,8 (+/- 12,6) |
Para permanecer en el estudio se estableció un mínimo de
cumplimiento o asistencia del 77,7 % cada tres semanas, lo que correspondía a 7
de las 9 sesiones programadas en cada bloque.
Procedimiento y Programa de
entrenamiento.
Se decidió utilizar
como variable independiente un programa de ejercicio bien estructurado basado
en la totalidad de los componentes de la condición física, y elaborado a partir
de las recomendaciones del Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM, 2013). Un licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el
Deporte se encargó del desarrollo de los programas de prescripción y
monitorización, del mismo modo estableció el protocolo de recomendación en
colaboración con los médicos de atención primaria. El programa consistió en un
trabajo de resistencia aeróbica (60%), fuerza (30%) y flexibilidad (10%) en
cada sesión de entrenamiento durante tres días a la semana en un periodo de 6
meses. En un reciente
estudio, se sugiere que aquellos que
realizaban actividad física con una frecuencia media (tres o cuatro días
semanales) tenían mejor percepción de autoeficacia general que aquellos que
practicaban con una frecuencia menor o mayor (Reigal & Videra, 2013). Los ejercicios fueron incrementándose en intensidad cada
tres semanas. Las adaptaciones de ejercicios en el hogar se adecuaron a las
limitaciones provocadas por el espacio y los instrumentos gimnásticos típicos
de un centro deportivo. Sin embargo se estableció un protocolo para que el
programa del grupo prescripción respetase la misma carga, intensidad y
orientación que el del grupo monitorización.
Programa Grupo
Monitorización
Todas las sesiones empezaron con un calentamiento
previo de 5-10 min y terminaban con un enfriamiento basado en estiramientos del
mismo tiempo. La parte principal de la sesión consistía en dos circuitos, uno
de fuerza (15-20 min) y otro de resistencia (25-30 min). El circuito de fuerza
contenía distintas estaciones en las que se trabajaba la fuerza de diversos
grupos musculares, en cada estación se marcaba un tiempo de trabajo y un tiempo
de descanso. Se progresó en intensidad y volumen de trabajo aumentando el
tiempo de ejercicio 5 s y disminuyendo el tiempo de descanso en 5 s cada tres
semanas, de esta forma en la primera semana cada estación duraba 25 s de
trabajo y un minuto de descanso, y en la última semana 1 minuto de trabajo y 25
s de descanso. Para respetar el principio de individualización los sujetos
realizaban las repeticiones que podían en el tiempo de trabajo.
Los circuitos de resistencia se organizaban en
16 espacios y seguían el modelo “fartlek”. En la primera semana el monitor
marcaba un ritmo (similar al trote) en 8 espacios, mientras que en los otros 8
espacios (denominados de recuperación activa) los ejercicios se podían realizar
andando. Cada tres semanas se eliminaba una zona de recuperación activa y se
aumentó el ritmo del monitor en los espacios dirigidos.
Programa grupo
Prescripción
La metodología de entrenamiento basada en tiempos de
trabajo y descanso del programa, permitió configurar la planificación del grupo
prescripción en los mismos términos que el grupo monitorizado. El trabajo de
fuerza y flexibilidad podía realizarse en casa y el trabajo de resistencia
estaba orientado a los espacios naturales del entorno, aunque era el propio
sujeto quién decidía donde llevar a cabo el programa de forma autónoma.
Instrumentos de evaluación
Para la
valoración de la percepción de calidad de vida relacionada con la salud
utilizó la versión española del cuestionario SF-36 Health Survey (Alonso, Prieto, & Antón, 1995) que fue administrado mediante entrevista personal por
un investigador familiarizado con este tipo de test. Su validación al español (Vilagut, Ferrer, Rajmil, Rebollo, Permanyer-Miralda et al., 2005)
así como la disponibilidad de cualidades de referencia para la población
española (Lim & Taylor 2005) son valores muy importantes del
cuestionario. El SF-36 tiene 36
preguntas que se califican para medir ocho dimensiones de la calidad de vida
relacionada con la salud física y mental. Para cada
dimensión, los ítems se codifican, agregan y transforman en una escala que
tiene un recorrido desde 0 (el peor estado de salud para esa dimensión) hasta
100 (el mejor estado de salud).
Para el
análisis de datos se ha utilizado el paquete estadístico IMB Spss Statistics
19. Se calculó la consistencia interna del SF-36 que arrojó un valor del alpha
de Cronbach
de .82. Se realizó un análisis usando la Chi2 de Kruskal-Wallis
(ANOVA) para las nueve variables y los cuatro grupos usándose un N.C. del 95%,
la robustez fue el criterio principal para seleccionar esta prueba. Para el
análisis correlacional se aplicó la prueba de Pearson por la misma razón.
Posteriormente, para las comparaciones pre/post-intervención dos a dos dentro de cada grupo experimental
se utilizó la prueba U-de Mann-Whitney de comparación de medias mediante su
transformación en rangos. Finalmente, para el análisis pre-post intervención se
utilizó la prueba de Wilcoxon (no paramétrica) de muestras no relacionadas
puesto que disponemos de dos medidas repetidas.
RESULTADOS
El cumplimiento del programa en el grupo
prescripción representó 84,2% y en el de
monitorización un 91,1%. La Figura 1 muestra el diagrama de
flujo de las participantes a lo largo del estudio.
Muestra inicial 100 sujetos CONTROL (n=25) RECOMENDACIÓN (n=25) PRESCRIPCIÓN (n=25) MONITORIZACIÓN (n=25) Una exclusión
por ausencia a 28 sesiones Un
abandono por operación Análisis
estadístico (n=25) Análisis
estadístico (n=25) Análisis
estadístico (n=24) Análisis
estadístico (n=24)
Figura 1:
Diagrama
de flujo de la participación de la muestra
Análisis entre –grupos
Se exponen los resultados teniendo en cuenta que se realizó
un análisis de varianza (ENTRE) previo y posterior a la intervención como forma
de detectar el impacto producido por ésta. Por otro lado, otra forma de
detectar dicho impacto es analizar los grupos siguiendo un análisis
longitudinal comparando cada grupo consigo mismo antes y después de la
intervención (INTRA).
Los resultados comparativos de cada una de las dimensiones
después de la intervención teniendo en
cuenta todos los grupos al mismo tiempo (análisis de varianza entre grupos) se
muestran en la tabla 2. El mayor número de significaciones estadísticas aparece
en las dimensiones Función Física, Salud general y Salud mental siendo
significaciones con valores de probabilidad por debajo de p = .05 en todas ellas lo que demuestra el impacto de la
intervención. Los grupos que siguieron una metodología de trabajo programada
con una actividad controlada de forma personal o monitorizada (prescripción o
monitorización) obtuvieron una mejora significativa con respecto al grupo
control en Función Física, Dolor Crónica, Salud General y Salud Mental.
Además el grupo de monitorización también obtuvo significaciones en el resto de
dimensiones excepto en el rol emocional, aunque cabe destacar que en este grupo
se obtuvo la máxima puntuación posible después de la intervención.
Tabla 2: Diferencias entre grupos
en la diferencia entre momentos (pre-post).
Dimensión SF-36 |
Grupos: 1-Control, 2-Recomendación,
3-Prescripción 4-Monitorización (Kruskal-Wallis) |
|
Función física |
1-3 (p < .01); 1-4 (p < .001);
2-3 (p < .05); 2-4 (p < .01) |
|
Rol físico |
1-4 (p < .05) |
|
Dolor crónico |
1-2 (p < .05); 1-3 (p < .01);
1-4 (p < .01) |
|
Salud general |
1-3 (p < .001); 1-4 (p <
.001); 2-3 (p < .001); 2-4 (p < .01) |
|
Vitalidad |
1-4 (p < .05); 2-4 (p < .05) |
|
Función social |
1-4 (p < .05); 2-4 (p < .05) |
|
Rol emocional |
|
|
Salud mental |
1-3 (p < .05); 1-4 (p < .01);
2-3 (p < .01); 2-4 (p < .001) |
|
Estado de salud |
1-4 (p < .05); 2-4 (p < .01) |
|
|
|
|
Análisis intra –grupos (pre-post
intervención)
Los grupos monitorización y prescripción tuvieron los
mayores valores en todos los dominios de la CVRS relacionados con la salud física,
es decir, función física, limitaciones de rol por problemas de Salud Física,
Dolor crónico y Salud general que en los grupos control y recomendación.
Sin embargo entre los dos primeros grupos (monitorización y prescripción) no se
encontraron diferencias significativas, excepto en la dimensión de Dolor
crónico donde el grupo de monitorización mejoró un 17% respecto al 8% del
grupo prescripción. El grupo recomendación no obtiene una mejora significativa
en ninguna dimensión. Para el caso del Dolor crónico la evolución
observada en el análisis visual de las medias indica un distanciamiento de los
valores promedio que es gradual desde el grupo control donde no se notan
diferencias hasta el grupo monitorización aumentando la diferencia entre las
medias de forma progresiva. En el caso
de la Vitalidad la simple recomendación no es suficiente, para que
existan diferencias es necesario al menos la prescripción, lo mismo sucede con
la variable Función social y Salud mental. En el caso de la variable Estado
de salud se produce una bajada de la puntuación en el grupo control y las
diferencias son claras en cuanto al grupo “prescripción y monitorización” no
habiendo diferencias entre ellos, es decir, tendría el mismo efecto en este
caso tanto la prescripción como la monitorización.
Tabla 3: Medias según los grupos
antes (PRE) y después (POST) de la intervención.
(U-de
Mann-Whitney)
GRUPO |
||||
Dimensión Escala SF-36
|
Control (pre / post) |
Recomendación (pre / post) |
Prescripción (pre / post) |
Monitorización (pre / post) |
Función física |
93,86 / 91,34 |
86,66 / 86,94 |
86,13 / 90,40** |
90,26 / 95,74** |
Rol físico |
91,50 / 89,00 |
84,00 / 86,00 |
83,00 / 86,50 |
88,00 / 96,50* |
Dolor crónico |
77,70/ 75,76 |
67,30 / 70,67 |
65,76 / 73,56* |
72,06 / 89,37** |
Salud general |
77,60 / 75,04* |
70,85 / 71,13 |
60,64 / 71,80*** |
76,16 / 82,08* |
Vitalidad |
71,667 / 70,00 |
65,16 / 64,49 |
62,16 / 67,66 |
72,66 / 85,17* |
Función social |
84,80 / 84,80 |
80,40 / 80,80 |
75,20 / 79,20 |
86,40 / 97,20** |
Rol emocional |
86,66 / 89,22 |
88,66 / 92,00 |
94,00 / 94,00 |
91,33 / 100,00* |
Salud mental |
67,60 / 66,80 |
70,40 / 67,33* |
72,13 / 77,33** |
77,60 / 87,20** |
Estado de salud |
68,00 / 65,60 |
66,40 / 68,00 |
62,40 / 75,20 * |
65,60 / 75,20** |
(*
p <.05 ** p < .01 ***p < .001)
DISCUSIÓN
El objetivo de este estudio fue comprobar y comparar la
eficacia de diferentes metodologías de intervención de actividad física en la
calidad de vida relacionada con la salud de adultos mayores sanos y sedentarios
en seis meses de intervención.
Los resultados de este trabajo apoyan la hipótesis de que
la práctica regular de actividad física se asocia positivamente con una mejor
CVRS en todas sus dimensiones (Tabla 2). Cuanto mayor es el tiempo de actividad
física realizada mejor es la autopercepción de la salud (León-Prados, Fuentes,
González-Jurado, Fernández, Costa, et al., 2011) Cuanto mejor es la percepción de las personas
mayores sobre su estado de salud, mejor es su calidad de vida (De-Juanas Limón &
Navarro, 2013). En conjunto, el aumento de bienestar psicológico es
significativamente más elevado en los grupos de ejercicio que en el de control,
del mismo modo ocurría en un estudio desarrollado por De Gracia & Marcó,
(2000) en el que dividía a las personas mayores de 60 años en cuatro grupos,
dos de ejercicio, uno de control social y otro de control en lista de espera.
En la presente investigación, teniendo en cuenta que el grupo que llevo a cabo
un programa bien estructurado y supervisado en cuanto a asistencia e intensidad
fue el grupo monitorizado, se encontraron diferencias estadísticamente
significativas respecto al grupo control en las 9 dimensiones del SF-36. Estos
resultados coinciden con otras investigaciones llevadas a cabo con adultos
mayores de 60 años (Byberg et al., 2009).
Un
estilo de vida activo mejora la función física en adultos mayores (Acree,
Longfors, Fjeldstad, Fjeldstad, Schank, et al., 2006) lo que posiblemente
contribuya al aumento de los niveles de CVRS en los ámbitos relacionados con la
salud física. Dentro de los indicadores del estado de salud física en la mejora
de la calidad de vida de las personas mayores se incluye fundamentalmente la
capacidad funcional (Del Pozo-Cruz, Rodríguez., Alfonso-Rosa, Del Pozo-Cruz,
Grimaldi et al., 2013).
Los resultados del presente
estudio muestran cambios positivos similares en los dos grupos de ejercicio
(prescripción y monitorización) respecto del grupo control en las tres de las
cuatro dimensiones relacionadas con la salud física (función física,
limitaciones de rol por problemas de salud física y salud general). Sin embargo
la mejora en la dimensión de dolor crónico percibida por el grupo de
monitorización es especialmente relevante en comparación con el resto de
grupos, incluido el de prescripción.
En un estudio de adultos mayores sedentarios, el nivel
habitual de actividad física se asoció con menos dolor físico, pero no así con
otros dominios de la CVRS (Stewart, Turner, Bacher, DeRegis, Sung, Tayback, et
al., 2003). Según los autores, es posible que el rango en el nivel de actividad
física fuese demasiado estrecho en los adultos mayores sedentarios, lo que
limitase la influencia de la actividad física sobre los dominios de la CVRS.
Estos resultados coinciden con los del presente estudio en el que los grupos de
prescripción y monitorización permitían diferenciar ampliamente los rangos de
actividad física respecto de los grupos control y por el contrario éste margen
se estrechaba entre ellos.
Por otro lado, considerando que la muestra estudiada en la
presente investigación eran personas mayores sanas, resulta razonable pensar al
igual que en otros estudios (Van de
Vliet, Knapen, Onghena, Fox, Van Coppenolle et al., 2002, Goñi, et al., 2010)
que, a partir de cierta edad, las personas se ven físicamente bien dependiendo,
quizá más de la capacidad funcional autopercibida que de su
condición/competencia física. De esta forma, las escasas diferencias
encontradas entre los grupos prescripción y monitorización en la mayoría de
dimensiones relacionadas con la salud física (excepto el dolor corporal),
pueden ser explicadas porque en personas de mayor edad el incremento del
autoconcepto físico podría influir en la percepción de salud incluso más que la
propia actividad física realizada (Campos, Huertas, Colado, López, Pablos et al., 2003). Sin embargo el dolor
crónico representa una dimensión más objetiva y permite al sujeto valorar la
intensidad de ésta con mayor exactitud.
La
relación independiente entre el nivel de actividad física y el dominio de la
salud en general está de acuerdo con la observada en adultos mayores
sedentarios (King, Whipple, Gruman, Judge, Schmidt, et al., 2002). Sin embargo
Stewart, et al., (2003) afirman que incluso en ausencia de ejercicio regular y
sólo con una actividad relativamente pequeña de actividad física se asocia un
mejor estado de salud relacionado con la calidad de vida. En el presente
estudio a pesar de la ligera mejoría de esta dimensión en el grupo
recomendación, no es suficiente para aproximarse a las de los grupos de
ejercicio estructurado.
Estos
resultados están en la línea con los aportados por otros estudios en los que se
han encontrado una asociación entre la actividad física y las dimensiones “rol
físico” y “vitalidad”, y no con el resto de dimensiones (Wanderley, Silva, Marques, Oliveira,
Mota, et
al., 2011).
Un estilo de vida físicamente activo también se asocia
positivamente con los componentes de salud mental en adultos mayores (Dugan et
al., 2009). Otros estudios sugieren un impacto mínimo de la actividad física
sobre los dominios de la salud mental y limitaciones de rol por problemas de
salud emocional (Stewart et al., 2003, Acree et al., 2006). En el presente
estudio el único grupo que presentó cambios significativos en todas las
dimensiones de CVRS relacionadas con la salud mental (Vitalidad, Función
social, Rol emocional y Salud Mental) después de la intervención fue el
grupo de monitorización, teniendo en cuenta que este grupo era el único en el
que los sujetos realizaban la actividad física en conjunto, parece lógico
pensar que se debe a factores de relación social más que a la propia actividad
física. Esta idea es compartida por otras investigaciones en las que se sugiere
que las personas mayores que realizan una actividad física regular en programas
sociales tienen habilidades emocionales y estilos de respuesta más inteligentes
y adaptativos a la vida cotidiana (Fernández-Berrocal, Alcaide, Extremera &
Pizarro, 2006; Salovey, 2006). En este sentido, Triado el al. (2009)
relacionaron el día ideal de una persona adulta con actividades activas y en
compañía.
Cabe
destacar que en la dimensión de rol emocional de
esta investigación el grupo de monitorización alcanzó la puntuación máxima,
mientras que el grupo prescripción el rol emocional no varió con la
intervención. Esta dimensión también fue la que más evolucionó en un reciente
estudio entre mujeres adultas 50 y 81 años (Madrigal, 2010). Ello podría
deberse a que la actividad física en programas de monitorización aumenta la promoción
del apoyo social y la interacción social, que son componentes clave para el
envejecimiento emocionalmente positivo (Chong, Woo,
& Kwan,
2006), además reduce notablemente los síntomas depresivos lo que
beneficia al desempeño emocional (Barriopedro, Eraña & Mallol, 2001;
Palmer, 2005). En el estudio actual, el grupo de monitorización era el de mayor
implicación dado que era el programa que más alteraba los hábitos de vida de
los participantes.
En resumen, los datos aportados por este trabajo apoyan la hipótesis de que el ejercicio físico presenta una importante influencia sobre la CVRS en personas adultas sedentarias, bien sea a través de prescripción del ejercicio en casa o con la presencia de un monitor en instalaciones deportivas. Entre las dos metodologías de intervención no se aprecian diferencias significativas en las dimensiones relacionadas con la salud física. Campos et al. (2011) demostraron el deseo de las personas mayores a disponer de un monitor especializado en los centros deportivos, siendo aún más latente en los municipios menores. No obstante, este estudio no revela el motivo de su demanda, pudiendo existir la posibilidad de que la demanda sea orientada hacia la supervisión y/o control de un programa de ejercicios que del monitor en sí. Esta hipótesis podría darse en las personas que no pueden superar las barreras físicas y psicológicas de acceso a las instalaciones deportivas (grupo de no acceso). La fortaleza de los resultados obtenidos en salud física en el grupo prescripción (en el hogar) abre nuevos caminos a las políticas sociales para el fomento de la actividad física en los grupos de no acceso.
Sin embargo, cuando el adulto mayor se encuentra en una
situación mental o emocional baja, los programas de actividad física deberían
apoyarse en grupos de trabajo. En el presente estudio se encontraron
diferencias significativas importantes en el grupo monitorización en las
dimensiones psicosociales.
Futuras investigaciones deberían utilizar la metodología de
prescripción con grupos que trabajen en comunidades de vecinos donde se
reduzcan inconvenientes como la lejanía, horarios, dificultad de acceso,
motivación y apoyo social. Estos grupos ya han sido estudiados en residencias,
fundamentalmente con afecciones clínicas, pero no se han estudiado en
comunidades sanas y sedentarias con un claro objetivo de prevención en la
salud. Además se sugiere la utilización de diferentes metodologías en el mismo
estudio como una característica que muestra la fortaleza de sus resultados.
Una de las principales limitaciones ha sido la escasa duración
de la intervención. Nuestro estudio se basó en una intervención de seis meses
de duración teniendo en cuenta la climatología propia de la Comunidad
Asturiana. Diversos estudios han mostrado su eficacia en la percepción de
calidad de vida desde los tres meses de intervención (Reeder, Chad, Harrison,
Ashworth, Sheppard et al. (2008); Ashworth, Chad, Harrison, Reeder, &
Marshall, 2005). Sin embargo, Serrano-Sánchez et al. (2013) sugieren que los
programas deben ser a largo plazo para aumentar su eficacia en mayores
sedentarios. Otra limitación del estudio ha sido la falta de una estrategia de
motivación al grupo prescripción. En este sentido, Opdenacker et al., (2008)
sugieren el contacto la supervisión y el seguimiento a través de teléfono, en
los programas de ejercicios en el hogar de adultos mayores. La comprensión de los factores que
influyen en el comportamiento de la actividad física en los adultos mayores es
fundamental para desarrollar estrategias de intervención eficaces que aborden
el problema de la falta de actividad física en esta población, y al hacerlo,
mejorar la salud y
la calidad de vida de los mayores adultos, mientras se obtiene un impacto
significativo en los gastos sanitarios.
Por otro lado, sería recomendable comprobar si las diferencias
entre metodologías, se mantienen después del efecto positivo que se produce en
las primeras semanas de entrenamiento. En este caso, se sugiere una evaluación
intermedia después de 12 semanas o añadir un grupo de sujetos activos para su
comparación. Del mismo modo, es posible que la combinación de la metodología de
prescripción en el hogar y la monitorización resultase productiva para una gran
parte de la población adulta mayor, por lo que sería aconsejables estudios en
esta línea.
CONCLUSIONES
La recomendación médica de ejercicio
físico parece no ser suficiente para que el adulto mayor aprecie mejoras en su
calidad de vida. Sin embargo, los programas de ejercicio físico en el hogar y
monitorizados, mejoran la percepción de calidad de vida del adulto mayor en las
dimensiones relacionadas con la salud física, no apreciándose diferencias
significativas entre ambos grupos. Estos resultados aportan nuevas vías de
intervención a las personas que por diversos motivos no pueden o no quieren
acceder a un centro deportivo.
El trabajo en grupo que ofrece la
metodología de monitorización es determinante en la mejora de percepción de las
dimensiones psicosociales relacionadas con la calidad de vida. La
monitorización, por tanto, es aconsejable en grupos de población en un estado
emocional bajo.
Finalmente, la colaboración entre
profesionales de la actividad física y los médicos de atención primaria se hace cada
vez más necesaria para una correcta prescripción del ejercicio. El conocimiento
psicofísico del sujeto ayudaría a orientarle hacía la metodología de
intervención más eficaz.
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(100%)
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de citas propias de la revista / Journal´s own references: 3 (6,2%)
Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte
- vol. 16 - número 64 - ISSN: 1577-0354