García-Marcos, F.;
García-Mateo, P. (2021). Sports Kinesics. Revista
Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 21
(84) pp. 843-858 Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista84/artkinesica1297.htm
DOI: https://doi.org/10.15366/rimcafd2021.84.013
ORIGINAL
KINÉSICA DEPORTIVA
SPORTS KINESICS
García-Marcos, F.1 y García-Mateo, P.2
1 Prof. Dr. Catedrático de
Lingüística General. Universidad Almería (España) fmarcos@ual.es
ORCiD 0000-0001-5638-1859
2 Grado
Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Almería (España) pabloogm21@gmail.com ORCiD 0000-0002-3254-4446
Código UNESCO / UNESCO code: 630801. Comunicaciones sociales. Signos / Social communications. Signs
Clasificación Consejo de Europa / Council of Europe classification: 17. Otras:
Semiótica del deporte/Others: sport semiotics
Recibido 28 de septiembre de 2019 Received September 2019
Aceptado
13 de abril de 2020 Accepted April
13, 2020
RESUMEN
El artículo explora la posibilidad de
integrar parte de la actividad deportiva dentro del marco de preocupaciones
semióticas adscritas a la kinésica, una de sus grandes señas de identidad
temática. En primer lugar, se realiza una aproximación teórica, para a
continuación proponer una taxonomía de esta, basada en la casuística que genera
la propia dinámica deportiva. Al final del trabajo, se confirma la hipótesis teórico-metodológica de la que se había partido,
lo que supone abrir un camino para futuras investigaciones en semiótica
deportiva.
PALABRAS CLAVE: Semiótica, deporte, kinésica e
interdisciplinar.
ABSTRACT
The article explores the
possibility of integrating part of the sport activity within the framework of
semiotic concerns ascribed to kinesthetic, which is one of its great signs of
thematic identity. First of all, a theoretical
approach is made. Then, a taxonomy of it, based on the casuistry generated by
the sport dynamics itself is proposed. At the end of it, the
theoretical-methodological hypothesis from which it had started is confirmed,
which means opening a way for future research in sports semiotics.
KEY WORDS: Semiotics, sport, kinesics and interdisciplinary.
1. INTRODUCCIÓN
La kinésica (o cinésica) ha sido uno de los
componentes más clásicos y acendrados de los estudios semióticos, prácticamente
desde principios de los años 50 (Birdwhistell (1952, 1968, 1970; Hall, 1959; Ekman y
Fiesen,1971; Nierenberg y Calero, 1971; Knapp, 1972; Scheflen, 1972; Pease, 1997; Ekman, 2004; Danesi,
2006; Guglielmi, 2007). En síntesis, se ocupa
de todo el componente gestual que acompaña a la comunicación verbal. Solo que,
de inmediato, conviene introducir dos precisiones. En primer lugar, el término
“gestual” abarca una casuística que claramente lo rebasa y desborda
conceptualmente en cualquiera de sus acepciones de la lengua ordinaria. La
kinésica, desde luego, se ocupa de los gestos propiamente dichos, pero también
de todo lo que puede transmitir información desde cualquier parte del cuerpo, o
desde este en su conjunto. En la actualidad se han establecido siete grandes
agentes de actividad kinésica, localizados en los ojos, las micro-expresiones
del rostro, la sonrisa, las manos, los brazos, las piernas y, como se ha
avanzado, finalmente el cuerpo en su conjunto; en suma, lo que la bibliografía
ha englobado dentro del rótulo de FACS (Facial Action
Coding System; Ekman y Rosenberg,1997).
En segundo lugar, ese componente gestual
puede llegar a ser modelado, adaptado en función de necesidades y fines
comunicativos muy acotados. De hecho, ahí suele radicar su notoria relevancia
de significados, que van mucho más allá de la literalidad semántica, para confirmarlo,
matizarlo y, en supuestos extremos, incluso corregirlo o hasta contradecirlo. A
propósito de la modelizacón kinésica, Eco (1968: 19) refiere el ejemplo de Fiorello La Guardia, mítico alcalde de Nueva York entre
1934 y 1945. Según Eco, si se repasan las cintas de sus interacciones en yidis,
italiano o inglés sin sonido, es posible saber qué lengua está empleando por
los movimientos que utiliza. Un mismo hablante (La Guardia) tenía
interiorizadas -y ritualizadas- estrategias kinésicas distintas, propias de
cada una de la lengua que empleaba.
Ekman y
Friesen (1971), por su parte, optaron por una exposición más
sobria, acotando cinco grandes clases de posibles señales kinésicas:
1.
Emblemas, actuaciones no verbales susceptibles de ser
traducidas directamente a lenguaje verbal. Son voluntarios, aunque están
codificados culturalmente, por lo que no está garantizada la intercomunicación
entre sujetos de comunidades distintas.
2.
Ilustradores, por completo vinculados a los contenidos
verbales, dan visibilidad –y complementan- sus contenidos. De esa manera,
enfatizan algunas frases (sticks), representan el pensamiento (movimientos
ideográficos), señalan algo/alguien del contexto inmediato (deícticos),
determinan una relación espacial (movimientos espaciales), representan acciones
del cuerpo (cineográficos) o, en fin, trazan el
contorno de lo que se está refiriendo (pictográficos).
3.
Visualizadores (o Affect-display en
la bibliografía sajona), expresados mediante movimiento del rostro o del
conjunto del cuerpo. En ambos casos, transcriben estados de ánimo (miedo,
sorpresa, ira, etc.), si bien muestran diferencias en cuanto a su origen y
monitorización, que pueden ser determinantes desde el punto de vista semántico.
Los movimientos faciales pueden ser controlados, al menos en parte, lo que les
incorpora una dosis de incerteza, o potencial insinceridad, más que razonable.
Los corporales, en cambio, son completamente automáticos y escapan del control
del sujeto.
4.
Reguladores, de nuevo vinculados con la comunicación
verbal, sirven para marcar la alternancia de turnos en la conversación.
5.
Adaptadores, traducen necesidades de acomodación física o
mental a determinadas circunstancias contextuales por parte de los sujetos. Por
ello son extremadamente subjetivos y personales, lo que matiza grandemente su
comunicabilidad.
Con todos esos presupuestos, la kinésica
cubre un campo forzosamente vasto y heterogéneo. En él caben desde los
lenguajes gestuales mudos (mercaderes, delincuentes, etc.) hasta los
movimientos rituales (en especial las manos en las celebraciones religiosas),
pasando por gesticulaciones que actúan como marcas culturales de comunidad (el
conocido caso de la gesticulación napolitana) o las formas mediante las que se
adopta la posición erecta o que se emplean al andar.
Naturalmente, el tiempo ha ido incrementado
de manera bastante ostensible ese listado, ya de partida potencialmente muy
prolijo. Ahí han terminado por asentarse también las formas de expresión de la
alegría (risa, sonrisa) o el dolor (llanto), los movimientos de la cabeza, los
gestos de cortesía, la afectividad, las variantes que pueden adoptar las
facciones del rosto o el componente corporal, en todas sus manifestaciones, que
habitualmente acompañan a la conversación. Puestos a ser rigurosos, Eco incluye
hasta las posiciones defecatorias, la micción o el
coito. No faltaron tampoco los componentes artísticos, evidentemente en otra
esfera, en especial los vinculados al teatro y la danza.
En consecuencia, la bibliografía ha
establecido un patrón metodológico para el análisis kinésico. Dicha metodología
es susceptible de ser aplicada a cualquier interacción humana. Esa es la
referencia que se aplicará en
este trabajo, sobre la realidad deportiva.
2. DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN
2.1
LA PRECAVIDA APROXIMACIÓN
DEL DEPORTE A LA KINÉSICA
Esa exuberancia temática
no llegó a alcanzar al deporte, a pesar de su aparente potencial kinésico. Esas
investigaciones han tenido una andadura bastante contenida, en cuanto a su
volumen de producción, prácticamente siempre procedente de las ciencias de la
actividad física y el deporte, bien es verdad que de manera considerablemente
puntual dentro de ellas. El interés semiótico por las cuestiones kinésicas, por
su parte, se orientó preferente y abrumadoramente hacia el análisis del
comportamiento verbal, con exportaciones más ocasionales a ámbitos de
vinculación inmediata, caso de la danza o las artes escénicas. En esa nómina no
figuró el deporte, lo que no atenúa la pertinencia y el rendimiento de esa
interrelación.
De hecho, una parte muy
significativa del interés de las ciencias del deporte por la kinésica se
planteó con acento semiótico, bastante nítido incluso en algunas ocasiones.
Probablemente sea Lerong (1997) el precursor de todos ellos, con un planteamiento
de profundo poso interdisciplinar. Para Lerong no
basta con caracterizar los movimientos y posturas corporales como un simple
lenguaje no verbal. Muy al contrario,
para él constituyen un código al completo, lo que llama “un lenguaje de la
conducta”, que es el responsable de parte de la caracterización de la actividad
física. Como tal lenguaje simbólico, reclama la colaboración de las ciencias de
la conducta y la semiología para acometer un tratamiento holístico del mismo. Desde la praxiología motriz, por su parte, se pensó en acudir a la
semiótica, con el convencimiento de que podría suministrar un marco desde el
que acometer un análisis interdisciplinar del movimiento en el deporte (Mirallas, 2007; Oboeuf,
2010). Mirallas incluso considera que estaría
en condiciones de establecer una teoría general del signo deportivo, para lo
que considera imprescindible empezar por el establecimiento de una terminología
específica. Mediante ella quedarían fijadas las correspondientes categorías
conceptuales, a partir de las cuales se obtendrían criterios de análisis para
abordar el fenómeno praxiológico.
El resto de las incursiones kinésicas en el dominio
científico del deporte han sido mucho más puntuales y circunscritas a deportes
y aspectos concretos de los mismos. La doma deportiva ha empezado a establecer
una cierta tradición, gracias a investigaciones como las de Carli et al
(2004) o Pereira (2015). En ellas se concibe la doma como una actividad
regida por un código que el caballo interpreta y descodifica, mediante
estímulos táctiles. En el tenis son relevantes las destrezas kinésicas pasivas; esto es, la capacidad para obtener
indicios mediante observación visual de las estrategias que pueden estar
desplegando los rivales (Peter y Fouquet, 2008). Buckolz, Prapavesis
y Fairs (1998) llegaron a correlacionar el
nivel de juego con la capacidad kinésica de predicción, de manera que los
mejores jugadores eran capaces de anticipar estrategias de manera más efectiva
que sus compañeros de menor nivel. Mendes et al
(2014) controlaron empíricamente la influencia del comportamiento
kinésico de los instructores de fitness, cruzando tipos de actividades, 5
dimensiones de codificación y 21 categorías de actuación kinésica. Roland y Cizeron
(2008), por su parte, se centraron en los entrenadores de gimnasia
artística, en los que se observó una correlación análoga entre sus
comportamientos y lo resultados de sus entrenamientos. Sensu (2005), por su
parte, introduce el concepto de “inteligencia corporal cinestésica” aplicado a
la preparación del fútbol sala.
La kinésica deportiva
dispone también de un componente formativo, debido a su influencia sobre los
estados de ánimo de los receptores de sus mensajes. Tanto es así que la
comunicación no verbal de los entrenadores determina en parte las reacciones
emocionales de sus pupilos durante el desarrollo de la competición
(Bum y Lee, 2016). De manera que adiestrar en el manejo significativo del
componente corporal kinésico, no deja de ser una forma de contribuir
eficientemente al desarrollo de inteligencias múltiples (Ferreira,
2001; Nista-Piccollo, 2004). Una vez abierta esa
dirección, naturalmente, puede ser transitada en ambos sentidos. La formación
previa en inteligencia kinésica redunda positivamente en el adiestramiento de
los pequeños aspirantes a estrellas de fútbol-sala (Sanchotene et alli,
2007).
Solo que el deporte parecía admitir más
lecturas semióticas, al menos conforme a lo que apuntarían algunas de las
orientaciones que perfiló Eco (1968), en las que explícitamente se contemplaba
el fenómeno deportivo. Es cierto que en lo tocante a la kinésica les deparó
atención casi periférica, lo que no autoriza a traducirla en término anecdótico
o -menos aún- a considerar esos apuntes como un recurso estilístico para
ampliar su bagaje expositivo. Más allá de lo señalado explícitamente por Eco,
una mera aproximación a la actividad deportiva pone de manifiesto la existencia
inmediata de numerosos componentes kinésicos, de notoria actividad por lo demás
dentro de su práctica. La kinésica es una constante en ese mundo y, por
descontado, ofrece material más que sobrado para abordar su estudio,
prácticamente desde todos los apartados recogidos en la taxonomía que acaba de
indicarse hace un instante. Tanto es así que esa revisión más pausada y
sistemática sobre la kinésica deportiva lleva a discriminar, en principio, tres
grandes ejes. Existe una kinésica deportiva intrínseca, derivada de la
propia naturaleza de la actividad física y competitiva desarrollada.
Precisamente por ese carácter inherente, está incluida en la misma formación de
los jóvenes deportistas. Además de ella, con carácter coyuntural ahora, pueden
manifestarse diversos rasgos estilísticos, propios y privativos de cada
individuo, de su manera particular de articular su comportamiento deportivo.
Esta segunda versión kinésica en el deporte constituye una forma de encarar la
praxis física, que excluye otras distintas de las que previsiblemente se
obtendrían los mismos resultados. Por último, se registra también una kinésica
deportiva estratégica. Aunque no deja de comportar opciones coyunturales,
solo en ocasiones individuales, que en cierto modo la aproximarían a los rasgos
estilísticos, se diferencia de estos en su finalidad, en esta ocasión
claramente dirigida a incidir sobre el rival y, por lo tanto, sobre el resultado
del juego.
2.2 KINÉSICA DEPORTIVA INTRÍNSECA
La kinésica deportiva intrínseca puede
subdividirse, a su vez, en otros dos grandes apartados, recurriendo
preferentemente a las extremidades o al conjunto del cuerpo como agentes de comunicación.
De un lado, existen comportamientos kinésicos
formales, determinados por la reglamentación vigente en cada práctica
deportiva. De otro, hay opciones, bien individuales bien como tendencias de
grupos, lo que podría denominarse ahora como kinésica opcional, empleada para optimizar -o tratar de hacerlo- el
desarrollo de la competición.
La reglamentación en sí es un acto de
comunicación. Todos los participantes en un evento deportivo deben manejar la
información que transmite, máxime porque de su violación se sigue la
correspondiente sanción,
igualmente explícita y comunicada a través de la reglamentación. Para efectuar
un tiro libre en baloncesto ha de partirse de una posición que mantenga los dos
pies en el suelo. Los jugadores de balonmano efectúan el saque de córner o de
banda con un pie dentro de la pista y otro fuera de ella. La misma posición ha de adoptarse al lanzar un
penalti-córner en hockey hierba. Sin embargo, en baloncesto, el balón debe
ponerse en juego por un jugador que no pise las líneas delimitantes del terreno
de juego. En el fútbol está prohibido efectuar un saque de banda con los brazos
por debajo de la cabeza. Son cuatro posturas corporales explícitamente
recogidas por los reglamentos de estos deportes. Por supuesto, ello implica la
prescripción de cualquier otra para ese momento puntual y específico. De no
actuar estrictamente así, el deportista incurre en falta que es pertinentemente
sancionada.
Las reglamentaciones kinésicas, de todas
formas, no dejan de ser paradójicas, incluso caprichosas por momentos. A Miguel
de la Quadra Salcedo nunca le homologaron su récord mundial de jabalina en
1956. La irregularidad que se le atribuyó consistió en realizar exactamente la
misma evolución que vive hoy el peso, solo que aplicada a una jabalina que
impulsaba con un movimiento como el del discóbolo. Medio siglo después esa
traslación técnica va camino de imponerse sin mayores comentarios.
Todos formarían parte de lo que más arriba se
ha incluido dentro del apartado de los emblemas, si bien presentan la
particularidad de recorrer la dirección inversa a la que se observa en la
comunicación ordinaria. En esta, el elemento kinésico es traducido –o es
traducible- a lenguaje verbal. Cuando un hablante hispano frota los dedos
pulgar y corazón con la mano en alto, su interlocutor traduce “dinero”. Los
emblemas deportivos transitan en la dirección opuesta: primero en su
formalización escrita en el reglamento, después la obligatoriedad de su
aplicación en la práctica deportiva.
La pierna adelantada con inclinación de las
rodillas en el pódium forma parte de la kinésica optativa para la salida de una
competición de natación, de las elecciones que efectúa cada deportista para
mejorar su rendimiento. Tanto es así que hace apenas unas décadas la misma
operación se resolvía con los dos pies juntos y las rodillas flexionadas, en
busca del impulso mayor y más alto posible. No es un caso aislado, por
supuesto. Los lanzadores de peso han modificado también su disposición
kinésica, para acometer los movimientos rotatorios, similares a los empleados
en disco, que han terminado por imponerse en el panorama internacional, en
sustitución de los antiguos desplazamientos perpendiculares a la línea de marca
(el llamado lanzamiento rectilíneo). El deporte se adapta continuamente,
tratando de encontrar formas de mejora de sus prestaciones y registros, y con
él todos los componentes que lo conforman. En los momentos bisagra, aquellos
que registran la convivencia entre los nuevos usos kinésicos y los hasta ese
momento tradicionales, se percibe con claridad esa optatividad
a la que se está aludiendo. Durante años ha habido lanzadores de peso que se
han resistido a adoptar la técnica del discóbolo, habituados como estaban a
rutinas distintas, asentadas en sus pautas de entrenamiento, con las que
seguían obteniendo marcas competitivas. No existía obligatoriedad alguna en la
adopción de una u otra forma de lanzar, por lo que al final lo que predominaba
era la comodidad y la seguridad del lanzador.
La elección de una u otra opción, para
empezar, transmite información acerca de las prestaciones que cabe esperar de
quienes las ejercen. Y, para continuar, también indican la adscripción
generacional de quienes las practican, sobre todo perceptible en esas épocas
bisagra, en los tiempos en los que se ha generado un nuevo elemento kinésico
sin clausurar definitivamente el anterior. Aunque todavía se emplea el
lanzamiento de peso rectilíneo en el deporte base, de más fácil asimilación por
los jóvenes atletas, en la alta competición predomina de manera ostensible el
rotatorio.
La kinésica optativa del deporte está más
próxima a la categoría general de los visualizadores, aunque de nuevo introduce
una variación significativa respecto de su formulación teórica estandarizada.
Son, desde luego, reacciones inmediatas en el momento de producirse, aunque no
exactamente espontáneas. Muy al
contrario, se automatizan después de un entrenamiento sistemático por parte del
deportista.
Así pues, la práctica deportiva está surcada
por una cantidad significativa de elementos kinésicos, de uno u otro tipo, que
además con relativa frecuencia identifican a las prácticas en las que se
desarrollan: la postura aerodinámica de ciclistas o motoristas, la inclinación
sobre la pierna de apoyo en el penalti de balonmano o en el tiro con arco, la
posición en cuclillas de un pitcher o de un guardameta de hockey son, desde
luego, elementos kinésicos requeridos por esos deportes, pero también
identificadores de los mismos, muy gráficos y elocuentes, ante el gran público,
precisamente por su enorme rendimiento como visualizadores en el sentido comentado
hace un instante. Su potencialidad comunicativa es enorme, definitiva por
momentos. Esas posturas remiten de inmediato al deporte que las practica, hasta
el punto de que son utilizadas para identificarlos por los medios de
comunicación, el merchandaising o incluso las
instancias oficiales. Las siluetas que emplea el Comité Olímpico Internacional,
o los logos de las propias ligas y federaciones, con relativa frecuencia
proceden de ese fondo de imágenes de situaciones kinésicas altamente
relevantes. De hecho, existen pictogramas olímpicos oficiales, habitualmente
empleados en los medios de comunicación cuando dan cuenta del desarrollo de las
competiciones olímpicas.
2.3 KINÉSICA ESTILÍSTICA
El paisaje deportivo está poblado de
arquetipos que unifican en gran medida a todos los que ocupan la misma
posición, o desempeñan las mismas funciones de juego. Por supuesto que esos
arquetipos contienen una cierta cuota de tópico, pero también reflejan otra parte
sustancial de realidad. El pívot de baloncesto suele ser grande, alto, fuerte y
más pesado que el resto de compañeros. Los velocistas
son fibrosos y los lanzadores voluminosos. Los nadadores precisan de largas
extremidades con las que mover la mayor cantidad de agua posible para
desplazarse. Los gimnastas mueven poderosas musculaturas en todo el cuerpo. Una
envergadura pequeña y delgada se acomoda mejor a las exigencias de una moto, o
a una bicicleta que encara una etapa ciclista con varios puertos de alta
montaña. Solo que establecido el arquetipo, cada
deportista incorpora sus gestos particulares y privativos, que en consecuencia
implican una variante estilística, a la vez que individualizada de cada uno de
ellos. En esta ocasión transitan dentro del ámbito de los adaptadores
kinésicos, por lo que es importante enfatizar el aspecto estrictamente
personal. A diferencia de la kinésica optativa que acaba de abordarse en el
apartado anterior, en esta ocasión no se trata de tendencias, o modos de practicar
deporte, que se impongan de forma más o menos generalizada sobre otros
preexistentes y, tarde o temprano, afecten a la totalidad de los participantes
en una determinada disciplina. Ahora se habla de rasgos estrictamente
individuales, de formas personales de interpretar y actualizar esos parámetros
kinésicos comunes a todos los integrantes de una misma práctica física.
Por supuesto que existen las excepciones a
todo lo anterior y que cuando funcionan son determinantes, justo por la
imprevisibilidad que comportan, por desenvolverse en un universo que comunica
cosas imprevisibles, distintas a lo esperable. Charles Barkley no llegaba a los
dos metros y aparentaba estar sobrepasado de peso, lo que no le impidió
convertirse en un referente de la NBA en las décadas de los 80 y 90, llegando a
formar parte del mítico Dream Team
con el que EE. UU. consiguió la medalla de oro de baloncesto en Bardelona’92.
Miguel Induráin parecía predestinado para la contra-reloj
por su gran envergadura para un ciclista. Y cumplió con esas expectativas,
siendo el más consumado especialista en ello mientras se mantuvo activo desde
1984 hasta 1996. Esa destreza no le impidió desarrollar dotes como escalador,
tan notables como para permitirle ganar cinco Tour de Francia seguidos (de 1991
a 1995), entre otras innumerables victorias en uno de los palmareses más
laureados del ciclismo.
Las motivaciones de la kinésica estilística
en el deporte son ciertamente variadas, y desde luego que no siempre
identificables de forma ni inmediata ni directamente evidente. Eso sí, el
resultado final de las mismas siempre comporta ese proceso de singularización
al que se está aludiendo. A veces, intervienen el azar más caprichoso para
sellar un hábito. Nadal será recordado por su avasallador palmarés, por la
excelencia de su tenis, por su caballerosidad, por su solidaridad humanística, pero
también por el tic de estirarse la parte trasera del pantalón. Otras veces, en
cambio, parecen transmitir una forma de entender y practicar la especialidad de
cada deportista. Los movimientos de cabeza de Casius Clay, con la guardia totalmente descubierta y el rictus
festivo, no dejaban de testimoniar una concepción desafiante y atrevida del
boxeo.
Resulta más habitual, con todo, que la
kinésica estilística forme parte de rituales, casi de sortilegios, de alto
rendimiento psicológico, para lo que se suele acudir a prácticamente todos los
agentes kinésicos disponibles. Muchos saltadores -de altura, longitud o triple-
gesticulan, arquean las cejas, mueven los brazos, o las manos, y por supuesto
las piernas y los pies, siempre en busca de la mayor concentración posible, de
la comunicación profunda con ellos mismos. Otras acciones parecen informar al
deportista de que renueva una especie de alianza con la suerte, cuando entra
con el pie derecho al terreno de juego, cuando se persigna, cuando toca el
césped con la mano, cuando el balonmanista impregna de resina sus dedos, de
manera repetitiva, con frecuencia objetivamente innecesaria, o cuando el
tenista atraviesa la pista sin pisar ninguna de las líneas. En algunas
ocasiones se trasciende del pequeño detalle para instalarse directamente en un ritual.
Keylor Navas, el laureado arquero costarricense del PSG, se arrodilla en la
línea de gol, brazos en alto, como muestra de gratitud a Dios, casi como una invocación de protección antes de
comenzar cada período de cada encuentro. El ceremonial de Navas contiene una
extraordinaria y múltiple semántica: lo singulariza dentro de los guardametas,
testimonia su profunda fe religiosa, es una llamada a la Divinidad, muestra su
profuso compromiso con el trance al que se enfrenta. Y, por encima de todo, lo
identifica de forma inequívoca entre el resto de guardametas.
El fútbol, desde luego, suministra un
catálogo muy vasto de estilística kinésica, a caballo entre la búsqueda de un
estereotipo singular y, en ocasiones, el más estricto marketing. Sobre todo en
las celebraciones de los goles, el momento discriminador de este deporte, en
los últimos tiempos se han impuesto la acciones connotadas y personales: la samba de Ronaldinho, el “siuu” marcando abdominales de Cristiano Ronaldo, el arquero
arrodillado que empleaba Kiko Narváez, que ha sido replicado por delanteros
posteriores en el Atlético de Madrid, los brazos cruzados de Mbappé, la danza de Fortnite, el popularísimo vídeo-juego, que reproduce Griezman, y tantos otros, actúan como rúbricas, como
muescas personales, tras el momento culminante del gol, no solo entre las
estrellas, sino también entre futbolistas más modestos. Todos ellos dejan una
impronta que acuña un sello de autoría. No son goles sin más, casi anónimos,
meros balones que terminan dentro de la red. Esos goles tienen sello de
procedencia y, por tanto, la autoría permanece más tiempo en el espacio
comunicativo. En ese sentido, están más próximos a los ilustradores, dado que
refuerzan un mensaje ya conocido (el gol y su autor).
El gol futbolístico, desde luego, parece
presentar una coyuntura singularmente favorable por su considerable excepcionalidad.
En el partido de vuelta de la final de la Champions de balonmano de 2009,
disputado entre Ciudad Real y Kiel en el Quijote Arena, el islandés Olafur Sefansson tuvo otra de sus
actuaciones absolutamente memorables anotando 8 tantos. El gran Stefansson y sus compañeros solo celebraron discretamente
cada uno de ellos, primero porque el tanteador final fue de 33 a 27 a favor de
los españoles; pero sobre todo porque debían ocuparse de defender de inmediato
al otro lado de la pista. El 2 de marzo de 1962 Wilt
Chamberlain no tuvo posibilidad de celebrar cada uno de los 100 puntos que
consiguió anotar en Filadelfia durante el transcurso de su partido contra los
Knicks de Nueva York, a pesar de que ese hito todavía perdura como la anotación
más legendaria del baloncesto profesional o, en realidad, del baloncesto sin
más, sin adjetivos. Por lo demás, el fútbol tiene circunscritas esas
celebraciones a su culmen semántico, el momento del gol. Luka Modric no celebra sus exquisitos pases con el exterior del
pie, ni Carles Puyol ni John Terry hicieron nada especial cada una de las
innumerables veces que se anticiparon a un delantero, como no movieron a
celebración singularizada las incansables carreras por la banda de Paul Breitner o Jupp Heynckes en
aquella espectacular selección alemana, campeona del mundo y de Europa en los
años 70. El fútbol mantiene una intensidad de semiosis
selectiva que parte de esa nuclearidad semántica del
momento del gol futbolístico, tan trascendente que incluso detiene el juego,
hasta el punto de institucionalizar su celebración.
Con todo, se conocen celebraciones más
emotivas, o más coyunturales otras veces. Marco Asensio eleva los índices al
cielo, en recordatorio de su madre fallecida antes de su ingreso en el Real
Madrid. Leo Messi expuso su camiseta a los espectadores del Bernabéu, luego de
lograr en el último minuto el 2-3 con el que el F. C. Barcelona derroto a
domicilio a su eterno rival en la liga 2016/2017. La renuncia a la celebración
también resulta semánticamente relevante, muy a menudo cargada de contenido
emocional. Los jugadores agradecidos con sus clubes de procedencia prefieren no
celebrar sus goles cuando se enfrentan a ellas. En ocasiones, incluso llegan a
pedir perdón públicamente. Sin embargo, un guardameta no muestra su
constricción por detener un lanzamiento de su ex-equipo, precisamente porque está fuera de ese
núcleo semiótico que en fútbol se sitúa en torno al gol como momento supremo,
decisivo y definitorio. Sin embargo, los guardametas sí exteriorizan su
satisfacción y celebran el detener un penalti; esto es, la antesala inmediata
del gol.
Evidentemente, las kinésicas de las
celebraciones futbolísticas tienen su contrapartida, aunque sea indirecta y en
modo sutil, dentro del ámbito publicitario. Todo lo que ayude a individualizar
a un deportista, lo que sirva para distinguirlo de los demás, contribuye de
manera decisiva a perfilar su imagen, condición indispensable para situarlo de
manera ventajosa en el mercado. Cuanto más singularizada está esa imagen, mayor
rendimiento publicitario admite y, en consecuencia, mayores dividendos produce.
No deja de ser una manera prosaica de procesar el deporte de élite actual.
Incluso la espontaneidad desatada que cabe suponerle al momento supremo de la
consecución de un gol en el fútbol está sujeta a los imperativos subyacentes
del inevitable rendimiento de mercado.
2.4 LA COMBINATORIA DE KINÉSICAS DEPORTIVAS
A menudo los dos niveles de kinésica
deportiva acontecen de manera simultánea, o incluso formando secuencias
sucesivas de gestos y posturas corporales. No es infrecuente que las
selecciones estilísticas se produzcan sobre una base normativa, por lo demás
obligatoria, a partir de la que se irán agregando otros componentes, opcionales
y/o estilísticos en este caso. Volviendo al caso del baloncesto, fijada por
reglamento la posición de los pies, el resto admite tantos matices como
jugadores se sitúen en la línea de tiros libres. Pueden variar -de hecho lo hacen- el número y el tipo de botes de la pelota,
la flexión de las rodillas, los ensayos imaginarios a canastas ficticias (o
no), la mirada concentrada al aro (o no), los gestos congelados (o no),
cualquier clase de mueca, consciente o inconsciente a veces. Cada jugador hace
su selección, acude a unos elementos y prescinde de otros, incluso de todos.
Por lo general emiten mensajes destinados preferente, y casi exclusivamente, a
los mismos emisores, a los propios jugadores que los emplean como rutina para
suministrar confianza, o simplemente de manera maquinal. En todo caso, forman parte
de las opciones personales mediante las que cada uno de ellos interpreta la
kinésica normativa que impone ese momento de desarrollo del de la práctica del
baloncesto. Otro tanto puede decirse del saque en el tenis, del voleibol o,
entre otros, del béisbol. Como en casos anteriores, algunos de esos estilismos
kinésicos terminan convirtiéndose en imágenes icónicas e identificadoras de
quienes los practican. Las referidas muecas de Drazen
Petrovic en los tiros libres, o la postura retorcida
de John McEnroe preparando un saque de tenis, hoy son referentes de la historia visual
del deporte que, por supuesto,
remiten de inmediato a sus protagonistas, con quienes han terminado por
unificarse semánticamente.
Esa múltiple funcionalidad hace que también
se crucen varios niveles de referencia kinésica. En gran medida son adaptadores
individuales, pero no dejan de contener ciertos rasgos vinculados a los
visualizadores y, sobre todo, a los ilustradores. De hecho, están
especializados en el refuerzo de los mensajes, si bien se trata de mensajes
internos que el deportista se emite a sí mismo.
2.5 KINÉSICA DEPORTIVA ESTRATÉGICA
La kinésica también puede actuar como un
elemento que incide sobre la práctica deportiva. En esta ocasión transmite
mensajes destinados a influir sobre el receptor (el rival o el compañero) al
propiciar información valiosa y/o decisiva para el desarrollo de la
competición; información que, en cualquiera de los supuestos, nunca deja de ser
influyente en alguna medida. Un extremo de balonmano suspendido en el aire
analiza en milésimas de segundo la kinésica del portero rival. En función de
ella, realizará un lanzamiento u otro. Por eso los extremos desarrollan una
acusada facilidad de observación que los suele convertir en excelentes
lanzadores de penaltis. Desde ese punto, de nuevo solos frente al portero rival, se desenvuelven en una dinámica semiótica y
psicológica análoga, con la que ellos están más familiarizados que el resto de
compañeros.
La observación de la kinésica corporal
también resulta determinante en los deportes de lucha. Los púgiles precisan
conocer las fortalezas y debilidades de sus contendientes en cada momento del
combate. En función de ellas se adoptarán acciones y estrategias concretas.
Ello se infiere, tanto del aspecto general de los rivales, como de pequeños
detalles kinésicos: la manera de colocar la guardia, una herida, la posición
desequilibrada (o no) del cuerpo, las miradas intercambiadas con sus
entrenadores, o con sus rivales.
La kinésica no solo proporciona información al
deportista. También se puede emplear para darla a los compañeros de equipo. La
mano extendida indica la dirección en la que se puede iniciar un desmarque, o
en la que se pide un pase al hueco. En este caso son ilustradores, cuya función
de refuerzo de la comunicación puede resultar determinante para consolidar la
situación de ventaja y obtener un resultado exitoso. El brazo en alto llama la
atención a los demás sobre la situación de ventaja en la que se encuentra un
jugador, por lo que sería recomendable que recibiera el balón. Los directores
de juego, dentro y fuera de la cancha, marcan con gestos, o señas, la jugada
que pretenden que realice el equipo, ordenando de ese modo toda la dinámica del
juego. En el voleibol se dan instrucciones con las manos en la espalda, ocultas
a las miradas rivales, para organizar de manera más efectiva la recepción de un
saque. En todos estos casos, la kinésica asume una función informativa, con
derivaciones inmediatas de tipo regulador, que inciden directísimamente sobre
la dinámica que se desarrolla durante la práctica deportiva. Son emblemas
kinésicos prototípicos, que cumplen con sus principales características: están
codificados dentro un grupo específico, por lo que su información es
inaccesible fuera del mismo, permitiendo su traducibilidad a lenguaje verbal.
Igualmente existe una kinésica deportiva
tendenciosa mediante la que se aporta información falsa al rival. De esa manera
quien emite esa señal obtiene una situación de ventaja, ya que solo él y sus compañeros
conocen las reglas para descodificarla. No deja de ser, en el fondo, una
especie de lenguaje secreto, o semi-iniciático. El
ciclismo aporta un ejemplo muy prototípico al respecto, también mencionado con
relativa asiduidad. Sobre todo en las etapas de alta
montaña resulta muy importante calibrar en su justa medida la situación física
entre la que transitan los rivales. Si se produce un ataque en un momento de
desfallecimiento puede tener consecuencias importantes en la clasificación
general, ante la imposibilidad de responder de manera adecuada. Y, justo al contrario, cuando los rivales se encuentran fuertes
–al menos en apariencia- conviene calibrar bien las propias para no emplearlas
de manera innecesaria. Por estos parajes a veces transitan ciclistas quasi moribundos,
que aparentemente transmiten estar pasando por grandes dificultades. De esa
manera confían a sus rivales que, de repente y por sorpresa, los ven resucitar
y sobrepasarlos de forma vertiginosa. También es icónica la imagen del gran Erwin
Magic Johnson, marcando una dirección de pase con la mirada y la cabeza, para
enviar la pelota en la dirección diametralmente opuesta, sin necesidad de ver
ni tan siquiera a su compañero, pero desviando por completo la concentración de
los defensores.
Hay que decir que no en todos los deportes
estas prácticas de kinésica tendenciosa son semánticamente factibles, dado que
su rentabilidad depende de las propias características de cada uno de ellos. Un
jugador de rugby que finja estar cansado, lo más probable es que consiga ser
sustituido. En esa línea de kinésica tendenciosa, el amago no deja de ser una
forma de engaño que, por lo general, desequilibra al rival y lo deja en
situación de desventaja. Es un recurso relativamente frecuente en los deportes
de equipo y lucha, habitualmente con excelentes resultados. Los baloncestistas
fingen el lanzamiento, lo que suele provocar que sus rivales salten (en vano,
como es natural), lo que aprovechan cuando estos bajan para lanzar con mayor
comodidad. El fútbol dispone de un repertorio extenso de amagos asociados al
regate, mediante los que se pretende desequilibrar al contrario y obtener
espacio libre para desplazarse. En el balonmano y el rugby, el amago permite
encontrar huecos por los que penetrar hacia la cancha contraria. Otras veces el
amago es poco menos que consustancial a la dinámica de una práctica deportiva,
como sucede de modo muy ilustrativo en el waterpolo. Gran parte de su secreto
gira en torno a ello. Los atacantes amagan continuamente intentando despejar el
bosque de brazos que se interpone entre ellos y la portería rival. Los
defensores, por el contrario, tratan de no caer en el engaño, para ser capaces
de mantener la posición correcta. Se produce así un equilibrio ciertamente
tenso, y determinante: si el amago atacante triunfa, se obtienen espacios para
el tiro a meta; en caso contrario, cuando se imponen las defensas, se consume
el tiempo de posesión, lo que conlleva la pérdida de la pelota que pasa al contrario. Procesar correctamente la información que
media entre unos y otros resulta, pues, determinante y consustancial a la
dinámica de juego.
El amago puede aparecer, bien es verdad que en situaciones mucho más esporádicas y excepcionales,
incluso entre los deportes individuales. Se trata, por supuesto, de acciones
aisladas, para las que se requiere de enorme técnica, también de un punto de
genialidad. En todo caso, comparte con los casos anteriores la transmisión de
una información tendenciosa al rival, deliberadamente errónea, de la que se
obtienen consecuencias ventajosas. Durante su participación en el Tour de
Francia, prueba en la que venció en 1988, Perico Delgado escribió páginas
auténticamente legendarias. Una de ellas la protagonizó durante una escalada en
la que amagó con salir por la izquierda, para romper la ascensión por la
derecha. Es una maniobra conocida en las carreras de motor, cuando los pilotos
marcan una dirección, para variarla de inmediato y penetrar por el hueco que
dejan sus rivales. Pero resultaba muy inhabitual y sorpresiva en el ciclismo,
por lo que su efecto fue mucho mayor e inmediato. En el caso de un deporte de
motor como es la F1 la estrategia y comunicación del piloto con el equipo es
también usada como elemento de confusión, hasta el punto de que, en ocasiones,
los equipos fingen la realización de una parada, de forma teatral, para obligar
al piloto rival a parar, y obtener así una ventaja estratégica. Otro español,
en este caso el tenista Manuel Orantes, ejecutaba una forma inusual de subir a
la red. Zurdo, atacaba la bola disponiendo el cuerpo para un golpe paralelo.
Pero, en el último momento, variaba la posición de la cintura, para efectuarlo
cruzado, provocando el contrapié del rival.
Por último, existe una kinésica
distorsionada, más que nada encaminada a poner en duda al rival sobre la
información que ya posee. Algunos guardametas de fútbol mueven ostentosamente
los brazos antes del lanzamiento de un penalti, con la intención de hacer dudar
al lanzador sobre la decisión que probablemente ya haya adoptado. Otros, como
el famoso portero camerunés Carlos Idriss Kameni, utilizan el amago de salto en los lanzamientos de
penaltis para confundir al lanzador y llevarlo así a disparar al lado opuesto,
y de ese modo detener el lanzamiento. Los de balonmano a veces dejan un lado
descubierto, junto para que se dirija hacia allí en el lanzamiento y aprovechar
la previsibilidad que ellos mismos han provocado.
3. DISCUSIÓN
La kinésica había llamado la atención en
dominios disciplinares próximos al deporte. Torre (2002: 40-43) ya destacó el valor
comunicativo de los códigos no verbales, entre los que incluyó los corporales,
como elemento destacado de los mismos. Es cierto que Torre pensaba más en la
didáctica que en el deporte, pero no deja de ser un terreno de vecindad
próxima.
Centrándonos en el ámbito deportivo, la
propuesta de análisis desde la perspectiva kinésica ha puesto de manifiesto la
existencia de una profusa urdimbre semiótica. Hay múltiples aspectos de la
actividad deportiva que recurren a prácticamente todos los agentes kinésicos
contemplados por la bibliografía, articulando igualmente su tipología potencial
de señales al completo. Es más, en algunas ocasiones incluso el deporte ha
permitido profundizar en la caracterización de alguno de ellos.
Se ha comprobado más arriba que los
adaptadores no siempre se desenvuelven entre los márgenes estrictos de una
comunidad reducida, fuera de la cual no sería posible su completa
descodificación. Al menos en el caso del deporte pueden tener un radio sociosemántico más extenso, abarcando un espectro relativamente
amplio de receptores, más allá de su estricto grupo de origen. De ese modo,
algunos adaptadores deportivos han llegado a convertirse en iconos que
identifican a un individuo, o a un grupo, en el conjunto de la comunidad.
Asimismo, ha aparecido una posibilidad no
contemplada en la bibliografía acerca de la direccionalidad de los
ilustradores. En el caso del deporte, cuando transcriben lo pautado previamente
en normas reglamentarias, invierten los parámetros habituales en estas señales
kinésicas, al actuar a posteriori,
como traductores de mensajes verbales previos.
Desde el otro componente de esta propuesta
interdisciplinar, la kinésica puede ser de utilidad para complementar algunas
propuestas procedentes de la investigación deportiva. Por ejemplo, la escala para la medición de Habilidades Socio-Emocionales
en EF propuesta por Maravé et allii
(2017) podría incorporar un componente kinésico. Este desempeñaría una doble
función, como elemento comunicativo empático, pero también como fundamento de
futuras destrezas deportivas.
4. CONCLUSIÓN
Esta investigación confirma la hipótesis teórica en la que se sustentaba de partida. En
García Marcos y García Mateo (2020) se discutió la posibilidad de establecer un
marco de investigación semiótica aplicado al deporte. Se ha contado hasta ahora
con un bagaje muy modesto en esa dirección, aunque con avances relevantes, como
la introducción del concepto de “inteligencia motora deportiva”. La kinésica ofrecía
la posibilidad de concretar esa hipótesis general y
verificarla en un dominio específico. Constituía, por tanto, un primer avance
de hacia dónde pueden encaminarse posibles investigaciones que aborden otras
tantas dimensiones semióticas: la proxémica, los sistemas visuales y sonoros,
las formas de desarrollar la comunicación o los estereotipos que se transmiten
(y reciben) del imaginario colectivo. Todas ellas son potenciales epígrafes
vinculados a esa perspectiva interdisciplinar que conecta comunicación y
deporte.
El listado es susceptible de ser ampliado,
tanto como sin duda lo hará el desarrollo de la investigación específica. Pero
para ello, convenía determinar un marco capaz de integrar toda esa actividad.
La kinésica deportiva ha contribuido a dar un primer, y decisivo, paso en esa
dirección.
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Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte - vol. 21 - número 84 - ISSN: 1577-0354