García
Morilla, S. y Álvarez del Palacio, E. (2016) La salud
desde la perspectiva humanista de Blas Álvarez de Miraval / The Health from the
Humanist Perspective of Blas Álvarez de Miraval. Revista Internacional de Medicina y
Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 16 (64) pp.757-773. Http://cdeporte.rediris.es/revista/revista64/artsalud751.htm
DOI: http://dx.doi.org/10.15366/rimcafd2016.64.009
ORIGINAL
LA SALUD DESDE
THE HEALTH FROM THE HUMANIST PERSPECTIVE OF BLAS
ALVAREZ DE MIRAVAL
García Morilla, S.1
y Álvarez del Palacio, E.2
1 Profesor Asociado. Profesor
de la Universidad Isabel I de Castilla de Burgos. España. sgarm@unileon.es
2 Profesor Titular de
Universidad. Departamento de Educación Física y Deportiva. Universidad de León.
España. ealvpa@unileon.es
Código
UNESCO: 3212 Salud Pública / Public Health.
Clasificación
del Consejo de Europa / Council of Europe classification: 17 Otras:
Actividad Física y Salud / Others: Physical Activity and Health.
Recibido 13 de
diciembre de 2013 Received December 13, 2013
Aceptado 8 de
febrero de 2015 Accepted February 8, 2015
RESUMEN
A pesar de que existen
diferentes estudios en las Ciencias de
PALABRAS CLAVES: Salud,
actividad física, humanismo, cuidado integral, Blas Álvarez de Miraval
ABSTRACT
In spite of the fact
that there are different studies in the Sciences of the Sport on humanist
authors, the aim of the present work is to put of relevancy the work of one of
the most important figures of the Spanish humanism, Blas Álvarez de Miraval,
celebrated doctor and theologian, with regard to the Sciences of the Physical
Activity and of the Sport by means of the study detailed of his greatest work,
"Of the conservation of the health of the body and the soul", which
results throw an only and different vision from what has to be the conservation
of the health from the integral care of the individual.
KEY WORDS: Health,
physical activity, humanism, integral care, Blas Álvarez de Miraval.
INTRODUCCIÓN
A veces, desde el ámbito de
Es necesario matizar este
dato porque en la actualidad no solamente este es un campo puntero, sino que
más que nunca,
Las Ciencias de la Actividad
Física centran su cometido en el estudio del movimiento aplicado al cuerpo
humano, convirtiéndose este en un objetivo que no ha cambiado a lo largo de los
siglos y que le dota de su propia razón de ser. Tal es así que los principales
tratados humanistas no difieren demasiado de lo que ha de ser un buen manual sobre
hábitos de salud en la actualidad. Efectivamente, es en el Renacimiento y muy
especialmente a través de la corriente humanista donde encontraremos una gran cantidad
de tratados que relacionarán la higiene médica con las Ciencias de la Actividad
Física a través de un único camino: la salud. Ésta senda común va a hacer que
ambas disciplinas caminen indefectiblemente de la mano durante siglos, en
realidad hasta nuestros días, y de modo que una y otra se complementen. Todo
ello tendrá como “caldo de cultivo” la vuelta a los principios del saber clásico
grecorromano, especialmente en lo que se refiere a la filosofía, el arte y la
medicina.
Como afirma Sánchez Granjel
(1981), estos tratados humanistas serán escritos en su mayoría por médicos cuya
formación humanista les lleva a estudiar el modo de conservar la salud,
siguiendo el camino trazado por los principales pensadores de épocas
anteriores: Hipócrates, Platón,
Aristóteles, Galeno, Avicena,
Maimónides, Averroes, San Isidoro, Arnau de Vilanova, por mencionar a los personajes
más influyentes en el campo higiénico-médico. En el caso de los autores
clásicos citados y del propio Galeno, son obras que preceden a los tratados médicos medievales, que de un modo
similar buscaban formar e informar a las clases nobles sobre los principios que
facilitaban el cuidado de la salud. Algunos se escribieron por encargo directo de
un rey, de un joven príncipe o de un acaudalado noble de la corte; o también,
por la iniciativa de algún prestigioso médico de la época.
Así pues, movidos
posiblemente por el afán de crear verdaderos manuales de salud, nos
encontraremos durante esta época con las obras de reconocidos médicos
humanistas (López Piñero y Bujosa Homar, 1978), como El
vergel de sanidad (1542), de Luis Lobera de Ávila; El
aviso de sanidad (1569), de
Francisco Núñez de Coria; el Libro del
ejercicio corporal y de sus provechos (1553), de Cristóbal
Méndez, primera obra dedicada específicamente al ejercicio físico; la
obra titulada La conservación
de la salud
del cuerpo y del alma
(1597), de Blas Álvarez de Miraval, o más adelante, en
los albores del siglo XVI, con el tratado titulado Medicina Española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua
(Madrid, 1616), de Juan Sorapán de Rieros.
Galeno va a ocupar un lugar destacado en todos ellos como
verdadero padre de
La concepción original clásica del término salud, según
Esteban, García y Cabellos (1989), será asumida por los Humanistas, de modo que
para ellos la integridad del concepto salud sería igual a estilo de vida, y su
origen se encontraría en la idea de desarrollo integral del ser humano, basado
en el logro de un equilibrio armónico entre la formación intelectual (gramática
y música) y la formación corporal, por lo que la motricidad va a tener un papel
protagonista en la formación del individuo, sobre todo en las primeras edades
de su vida.
La medicina Humanista se sustentará en el conocimiento de
las fuentes clásicas a través de cuatro corrientes perfectamente diferenciadas:
la primera incluirá a los médicos que siguieron aferrados al galenismo
arabizado-bajomedieval, los llamados avicenistas, porque se apoyaban
principalmente en la traducción latina del Canon de Avicena; la segunda se soportará en el conocido galenismo humanista, cuyo
pensamiento central fue la vuelta a las ideas de Galeno, tal y como aparecían
reflejadas en los textos griegos depurados desde el punto de vista filológico;
la tercera surgirá de una tendencia que, partiendo de este galenismo humanista
y manteniendo sus objetivos, situó en primer plano los escritos hipocráticos
como modelos de observación: es el llamado "galenismo hipocratista"; y
la cuarta y última corriente se fundamentará en el galenismo integrista, asociado a la ideología
de
Esto facilitará que algunos autores pretendan fundamentar
sus tratados higiénicos desde diferentes perspectivas, pero siempre movidos por
su interés de trasmitir hábitos de salud preventiva que permitiesen alcanzar
niveles buenos de desarrollo de hábitos saludables entre la población. Entre
ellos destaca el estudio objeto de nuestra investigación, el tratado de Blas
Álvarez de Miraval, titulado Conservación de la salud del cuerpo y el alma,
como una obra que pretende alcanzar la excelencia en materia de salud. El
título ya supone todo una declaración de intenciones. El concepto de salud lo
eleva a un escalón aún mayor debido a una constante confrontación con las
cuestiones del alma, simultaneidad de conceptos que tienen que ver con aspectos
de salud que hoy denominaríamos como psico-física.
Nació nuestro autor en la villa de Carmona, provincia de
Sevilla, en el año 1556, en el seno de una acomodada familia propietaria de
importantes extensiones de terrenos de cultivo, olivares y otras haciendas.
Siendo todavía un niño, se trasladó a Salamanca donde cursó sus estudios
primarios y de bachiller, antes de Licenciarse en Medicina y Teología. Se
doctoró en Medicina, y ejerció como Profesor de ambas Facultades en la
Universidad de Salamanca, lo que, sin duda, nos da idea de su alto nivelo
académico.
En él concluyen las dos vertientes: su doble formación como
médico y teólogo. Dicho de otro modo, respecto al estudio de la salud, el
estudio de la conservación del cuerpo, pero también el alma. Esta cuestión es
de vital importancia ya que supondrá un escalón más y original hasta la fecha,
donde no se conseguirá un verdadero estado de salud y armonioso sino existe la complementariedad
entre ambas: mente-cuerpo, cuerpo-espíritu. Ello le acarreará no pocos problemas
a lo largo de la obra. Como es de suponer, en el S.XVI existían importantes
limitaciones desde el punto de vista científico y moral, se trataba de una
sociedad con numerosos lastres que impedían la total libertad a la hora de
estudiar e investigar. Desde el propio conocimiento de la época, a menudo, las
explicaciones médicas son no sólo limitadas sino inconclusas, o generan en ocasiones un importante vacío, más aún con
las limitaciones propias de la tradición medieval heredada.
OBJETIVOS
-
Analizar
este tratado del humanista Blas Álvarez de Miraval, uno de los escritos
higiénico-médicos fundamentales en la trasmisión del conocimiento de esta
disciplina.
-
Conocer
y poner en valor este tratado desde el ámbito de conocimiento de las Ciencias
de la Actividad Física y del Deporte.
-
Acercarnos
a la importancia del esquema galénico de las sex res no naturales como fundamento de la salud física y del
equilibrio emocional del ser humano.
-
Contribuir
a la fundamentación histórico-filosófica de las Ciencias de la Actividad Física
y del Deporte.
ANÁLISIS DE LA OBRA DE MIRAVAL
De la conservación de la salud del
cuerpo y del alma (1601),
es una continua oda a la salud. Hablamos de un estudio pormenorizado de todos
los aspectos que Miraval considera necesarios para obtener un nivel de salud integral.
Por ello, dedica ciento doce capítulos, dirigidos prácticamente todos al
cuidado de la salud. A modo de prólogo, destacan
dos capítulos donde podemos hacernos una idea de las líneas generales sobre las
que se asentará el estudio. El primero de todos titulado “En el cual se trata de cuanto valor
y de cuanta excelencia sea la salud del hombre. Y como uno de los más
eficaces medios para tenerla y procurarla es la virtud.” Y el capítulo
tercero cuyo epígrafe es “En el cual se
trata sobre
Bien es cierto que realizando un estudio con más
detenimiento podemos entrever como en líneas generales, la salud desde el punto
de vista físico es el aspecto con más peso a lo largo del tratado. Hemos de
tener en cuenta que estas obras iban destinadas en su inmensa mayoría para
servir de guía en la formación de la nobleza, reyes o personas de la corte.
Estas clases manifestaban su preocupación por mantener la salud y alcanzar
aquello que no podían obtener por medio del dinero o del poder, y que de no
poseer les privaría de disfrutar de las comodidades, placeres y privilegios a
ellos reservados, muy diferente a las preocupaciones propias del pueblo cuya lucha diaria consistía meramente
en alimentarse y subsistir.
De los ciento doce capítulos (CXII) que componen el tratado, en treinta y cinco aparece citado el término salud y en
otros dos el de saludable. Sin embargo, el resto de capítulos también tiene que
ver con la salud de manera directa. Hay que apuntar que en muchos casos, no aparece el término salud debido
a la necesidad de dar continuidad al capítulo anterior, mientras que en otros
el término salud se sustituye por un pronombre.
Otro hecho fundamental va a ser la presencia de Galeno de
manera directa o indirecta a lo largo de la obra. De hecho, nos encontramos de
manera desordenada el esquema galénico de las sex res non naturales referentes
al mantenimiento de la salud, y relacionadas con el ambiente, la comida y la
bebida, el ejercicio y el descanso, el sueño y la vigilia, la repleción y
depleción, y los estados de ánimo. Este esquema galénico sienta las bases a
nivel conceptual del orden higiénico médico desarrollado por el médico
pergameno, y a partir del cual se fundamentarán
todos los tratados humanistas dedicados al estudio de esta temática.
Dicha concepción de las seis cosas no naturales hace
referencia al logro de un perfecto equilibrio en estas cuestiones, donde a
partir de los excesos y defectos de los mismos encontraremos la enfermedad y
los problemas generales de la salud. Este esquema sobre el que se basan las
principales obras humanistas tendrá por objeto poner de manifiesto aquellas
cuestiones en referencia a la salud corporal en las que el individuo tiene una influencia directa y que él mismo puede
modificar para mantener y mejorar su estado de bienestar.
Como comentábamos, para Miraval el modo de
lograr la ansiada salud no es otro que la virtud, referida a la moderación, al término medio de las cosas
y el equilibrio entre ellas, ya que cuando se produce un principio de desequilibrio
aparece la enfermedad. Este debe de ser el
objetivo de los que buscan la salud, la moderación, la virtud del término medio
de la las cosas haciendo referencia claramente al mesotes aristotélico,
recogido en el primer libro
de las Diferencias de las enfermedades,
y en el libro primero De la
Conservación de la sanidad donde también afirma que la salud es el
término medio entre la frialdad y el calor, lo mismo que recoge Aristóteles en
su obra Problemas (Zagal Arreguín, 2005), o Platón en el Timeo (Pérez
Martel,2003) que establecen la composición corporal en base a cuatro
elementos: calor, frío, humedad y sequedad.
Siempre el equilibrio es el factor clave, pues cuando existe una mayor
propensión de cualquiera de ellos o una falta de presencia de alguno,
sobrevienen las enfermedades, ya que todos son necesarios en su justa medida, y
con moderación. Aristóteles lo interpreta de modo que el exceso de presencia de alguno de estos elementos
provoca una sobreabundancia que al final
derivará en la aparición de pestilencias, signo inequívoco de enfermedad.
Estos principios aparecerán recogidos en todos los tratados de salud humanistas, que anteriormente hemos
citado.
En cuanto a la temática general acerca de la salud, toca
aspectos como el modo de conocer los síntomas de un buen estado de salud, lo
que se debe de hacer para tener buena salud, cómo mantener el cuerpo robusto
para una mejor salud, la excelencia de la salud, cómo obtener mejor vida a
través de la salud, la prevención para conseguir la salud o aquellas cuestiones
relacionadas con el sueño como la clave donde se inicia un buen estado de salud.
Por otro lado están los factores que son perjudiciales de por sí, entre los que
se encontrarían, la ociosidad como fuente perjudicial de la salud, el peligro
de los excesos de Baco, la soberbia, y el exceso de comida y de bebida.
El concepto integral de salud va mucho más allá de sus
aspectos fundamentales, generalmente de
carácter físico. Álvarez de Miraval se plantea también otras cuestiones relacionadas con la salud que, aunque relacionadas con la temática general, son
difíciles de encajar en la temática de sus contenidos, pues se trata de
aspectos indirectamente relacionados con ella. Así, nos encontramos un capítulo
dedicado a la música, otro a la sabiduría, otro a cuestiones que tienen que ver
con el presente, el pasado y el futuro, a los cuerpos celestiales, a las
estrellas, al microcosmos, a como el ignorante y el necio no puede alcanzar la
salud, a la envidia y la relación que guarda con ésta, a la relación con el dinero o las riquezas, a
las fortunas, a la relación de la honra.
No obstante, para el médico carmonense hay cuestiones de
vital importancia, que trata amplia y detalladamente. Se refiere a la
importancia de la alimentación, en concreto a la comida y la bebida, de modo
que para él los aspectos relacionados con la dieta tienen una importancia
primordial a la hora de preservar y recuperar la salud. Muchos son las
cuestiones relacionadas con la misma y eso se puede ver en los numerosos
capítulos en los que aborda este tema. La preocupación del autor, y en esto
sigue líneas parecidas de autores humanistas, estriba en la importancia acerca
de las cantidades de ingesta de alimentos así como de los momentos para llevar
a cabo dichas ingestas. El autor, en el capítulo XVIII, plantea cómo la comida
y la bebida alteran el cuerpo humano y de ahí sus daños y provechos, haciendo
especial hincapié a que la ingesta de alimentos de un modo copioso hace que
degenere en dolores de estómago, lo que el mismo autor denomina crudezas, regüeldos, vascas, vómitos,
inclusive obstrucciones del hígado, las llamadas calenturas podridas, y achaca
una cierta torpeza en el entendimiento, la falta de memoria y la flaqueza en
las fuerzas.
Es importante señalar como desmiente
a lo largo de su tratado, un estereotipo clásico de esta época que relacionaba
a la persona obesa con un estado más saludable. El médico veía a pacientes con
importantes patologías y complicaciones en la salud por culpa del sobrepeso.
Sin embargo, esta cuestión no nos debe de extrañar si tenemos en cuenta que las
clases más humildes no tenían para comer, cuestión que irremediablemente se
reflejaba en su figura. Por ello, los hábitos en cuanto a comer de manera
compulsiva y excesiva entre las clases sociales más poderosas, creó ese estereotipo
que relacionaba el sobrepeso con el estatus social más alto. Álvarez de Miraval crítica muy severamente
esta actitud y manifiesta que es motivo más de la ignorancia que de la
necesidad real de una clase noble decadente y de una floreciente burguesía
obsesionada por mostrar su poder económico.
Como médico, incide en otra cuestión no menos
importante, relativa al momento y modo más apropiados para comer, en otras
palabras, a las diferentes comidas que debe realizar una persona para preservar su salud y el modo de realizarlas. Así pues,
en el capítulo XX titula ” En el cual
trata si la cena ha de ser mayor que la comida, o al contrario, y si la
diversidad de los manjares es dañosa y del orden de las comidas”.
Sabemos por diferentes autores humanistas
que existió
disparidad de criterios acerca de qué comidas debían ser las más copiosas
respecto a las otras, si bien es cierto que siguiendo el criterio hipocráticos del
perí
diaìtes, es decir el tratado
sobre la dieta, se alega que a pesar de que ya existen voces en relación a que la cena ha de ser menos abundante que la comida,
Miraval apuesta que ha de hacerse
al contrario y que siguiendo dichos preceptos médicos, además la persona ha de ejercitarse en tiempo y
forma convenidos, introduciendo un adecuado descanso para, a partir de ahí, ser capaz de crear un hábito
adecuado de comida y actividad física.
Siguiendo la línea mantenida por el
autor, la cuestión de la brevedad de la comida tiene su sentido en la casi
obligación de descanso en el supuesto
de comidas muy copiosas. Aquí haremos referencia a un hecho cultural muy
español, la siesta, y la controversia
planteada de su conveniencia o inconveniencia, en base a
cuestiones tanto de
descanso físico y psíquico
como de
necesidad fisiológica para una mejor digestión. A ello se refiere nuestro médico en este pasaje:
“…las
razones que auemos dicho del sueño y de la quietud y la distancia grande que ay
desde la cena a la comida. Y confirmado también con la experiencia de aquellos
athletas que auía en Roma, los quales dize que auían hallado por razón y
por experiencia ser éste el mejor vso en
las comidas.”
Sin embargo, la preocupación de Miraval
por la salud comienza, pero de ningún modo termina en los cuidados de la alimentación. Su idea de salud abarcará también a otra de las sex res no naturales galénicas, al
descanso y la vigilia. Este será uno de los pilares fundamentales para mantener
y restablecer debidamente la salud. Tanto es así, que para él en el tema del sueño lo
importante es que se realice siempre en las mismas horas, ya que de lo
contrario, su alteración puede ser origen de un grave desequilibrio orgánico. Así pues, una de las
cuestiones más importantes para la buena conservación de la salud es el hecho
de llevar una vida ordenada, pero sobre todo en lo que al sueño se refiere, procurando respetar los horarios de descanso. Determinados trastornos
están íntimamente ligados con esta cuestión, como es el caso de una gran parte de los insomnios, el cansancio crónico, las cefaleas o la falta de
capacidad de atención. Además, no es menos cierto que cuando un individuo
descansa pocas horas o si lo hace en horas fuera de las habituales, en
ocasiones sufre una cierta destemplanza en el cuerpo relacionada con todas
estas cuestiones.
En cuanto al momento más indicado
también hace una reflexión:
“Y en lo que dize que sea de dormir hasta la
tercera parte del día, se deue entender por espacio de quatro horas o cinco.
Porque el día significa el espacio de tiempo en el qual el sol passa nuestro
hemisferio, y desta manera se distingue contra la noche.”
“Es de notar mucho en esta
materia para la mejor conseruación de la salud, que nadie duerma
demasiadamente, ni vele excessiuamente, porque el sueño demasiado consume y
apaga el calor natural y debilita mucho el cuerpo.”
En la actualidad, nuestra cultura del bienestar y del
disfrute vital, nos lleva a valorar la
distracción nocturna y el trasnoche como una forma de ocio imprescindible. Si a
ello añadimos el consumo de alcohol y de otras sustancias estupefacientes,
derivaremos en los rasgos fisionómicos que ya nuestro médico describe: “la palidez en el rostro, la falta de buen
humor, desgana y falta de iniciativa, falta de fuerza muscular y fortaleza para
realizar ejercicio físico, ojos cóncavos y mirada perdida e inclusive gran
apetito en las horas de vigilia por el desgaste del organismo en dichas horas,
así como la falta de él en las horas posteriores, son hechos constatables del
desorden de las horas de sueño”. Podemos ver que esta situación es
fácilmente reconocible en la actualidad
Álvarez de Miraval pone de manifiesto que el sueño no ha de
ser igual en todas las edades. Al respecto comenta que debe ser más largo en
las personas de mayor edad, lo que favorecería, dice él, “la humidificación corporal que como consecuencia de la edad se ha
perdido”.
Otra cuestión que completará lo que han de ser unas buenas
recomendaciones en cuanto a la salud, es el valor terapéutico de la música,
afirmando que “era un tranquilizante
reconocido para conciliar el sueño”. Apoyando éstas bases en la actualidad
existen numerosas terapias con fines diferentes utilizando como base principal
la música. De entre ellas, cabe destacar todas aquellas disciplinas que la
utilizan como pilar fundamental para la relajación, paso previo en muchas
ocasiones para inducir al sueño en numerosos programas de tratamiento.
Disciplinas como el yoga están altamente indicadas dos o tres horas antes de
conciliar el sueño para bajar el estado acelerado de nuestro organismo. La
música es además utilizada para la relajación en niños con hiperactividad,
embarazadas o personas que padecen de estrés o ansiedad en general, utilizado
todo ello con el fin único de mejorar nuestra predisposición al descanso.
Una de las más importantes preocupaciones de Miraval en su
tratado es poner de relevancia una serie de factores ambientales para
cuestionarse cuales son los que más y de mejor modo influyen en la salud de los
hombres. Así pues, titula el capítulo XII, “En el cual se trata de la
naturaleza, del número y propiedades de los vientos. Y cuales sean las zonas
más importantes y habitable”. Podemos entender en el capítulo toda una
declaración de intenciones ya que existía por parte de numerosos autores
humanistas una gran preocupación por elementos tales como el viento,
diferenciando en buena medida las características de los mismos y su influencia
posterior en la salud. Diferencia entre una gran cantidad de vientos, dando a
cada uno una serie de connotaciones en la salud que resumen en cuatro tipos:
En relación con la salud se refiere a los
siguientes vientos de este modo:
“Zéphiro o Fauonio (…) El Vulturno o el
Auro. Todos estos vientos son sanos y se
dize que son calientes y secos. Vienen estos vientos a la vltima parte de la
noche, y al principio del día, de ayre que ya se a templado por causa del sol;
los quales también en el fin del día, y en el principio de la noche serán más
húmidos y más crasos.”
“El viento Zéphiro Occidental Cauro o
Argeste. El Fauonio o el Áfrico Todos estos son sanos al caer del sol porque
están purgados y limpios con sus rayos.” “Viento Austro. Todos estos vientos
meridionales son calientes y húmidos, debilitan nuestros cuerpos, hinchan el
celebro, obscurecen la vista, mueuen los humores y los catharros, ablandan el
vientre, derruecan el appetito abriendo los poros de la cute, y destruyen el
natural calor y engendran fiebres podridas.”
Lo cierto es que la influencia del clima y en concreto de
factores como el aire o el viento, determina la sensación corporal y diferencia
en numerosas ocasiones entre la humedad y la sequedad de un clima siendo éste
un factor condicionante para el desarrollo de enfermedades respiratorias, como
la bronquitis o el asma. Los climas secos carentes de viento, así como en los
que existen presencia de vientos secos, se favorece la ausencia de este tipo de
enfermedades. Por el contrario, los climas húmedos suelen ser ambientes en los
que este tipo de vientos resultan más perjudiciales para las enfermedades de
las vías respiratorias.
En una segunda parte de ése mismo
capítulo pone de manifiesto qué zonas son más habitables, cuestión muy tenida
en cuenta por Miraval. En este caso sus teorías se basan en la obra de Ptolomeo
titulada
De la descripción del mundo, libro añadido a
Concepción distinta a la cuestión planteada hasta el momento es la
influencia del aire en nuestra propia salud, siendo diferente a lo planteado
hasta el momento por el viento (López Férez y García Novo, 1986). Los diferentes
elementos como son el aire, el fuego, la tierra y el agua son elementos muy
tenidos en cuenta por Miraval para valorarlos desde el punto de vista de la
acción que ejercen sobre nuestra salud.
En el capítulo XIII, titulado “En el cual se trata del ayre, y cómo conuiene para la conseruación de la
salud elegir el que sea templado”, hace mención a estos temas y añade al aire como un elemento más de las seis cosas no naturales de los que depende la salud del individuo aunque siempre dentro del
ambiente. Efectivamente, para Miraval el aire es además uno de los elementos
más influyentes porque considera que es uno de los que están constantemente en
contacto con el cuerpo y en concreto es un elemento que está en continuo movimiento
a través de la inspiración y la expiración y cuya calidad determinará en buena
medida nuestra salud, ya que en algunas ocasiones puede ser cálido, frío,
húmedo y seco, siendo en otras ocasiones denso y otras liviano, transportador
de buenos olores y otras veces pestíferos, por lo que le otorga “la
capacidad de ilustrar a los espíritus si es sereno, delgado, puro y bien
templado, e inclusive purga los humores superfluos, adelgaza la sangre, alegra
el corazón, serena el entendimiento, despierta el apetito y ayuda a la cocción
y el mantenimiento”. Si por el contrario el aire es
denso “hace al cuerpo pesado, la sangre la hace más densa, a los humores
resulta dañino así como para la cocción
en general invade la tristeza”. Esta es la descripción de las consecuencias para la salud de las
diferentes zonas donde nos encontremos en función de la región, y en
consecuencia así será el efecto positivo o negativo del aire.
Se desprenden varias ideas importantes
de lo establecido por Miraval. Para él, las zonas templadas son aquellas que
resultan las más propicias para vivir ya que en ellas no se alteran los
cuerpos. Algo parecido ocurre con las zonas secas, que no sólo no produce
humores sino que los consumen
haciendo a los cuerpos más duros y húmedos.
Esto no se produce en las regiones más
extremas en cuanto a temperatura, ya que especialmente las zonas cálidas se
consume el calor natural y los cuerpos se inflaman y debilitan, lo que resulta
sin duda perjudicial para la salud por la aparición de algunas enfermedades
agudas, al igual que en las zonas húmedas, muy proclives a desarrollar
humores y a hacer a los cuerpos más blandos y laxos. Por su parte, las zonas
frías son perjudiciales no tanto por las enfermedades agudas si no por las
largas. Sin embargo, resulta algo confuso en sus conclusiones ya que finaliza
diciendo que es causa de larga vida. En
estos lugares,
el frío resulta
perjudicial para zonas tan básicas como el cerebro, lo que afecta su
operatividad y funcionalidad haciéndolo menos eficiente y produciendo, además, tos, catarros, y problemas nerviosos, apoyado en las tesis de
Galeno y Averroes en sus obras Del accidente y de la enfermedad, en el libro quinto y capítulo séptimo, y en el
sexto de su Colectorio, en el
capítulo catorce, respectivamente.
Una última
mención que hace es que no son favorables para la salud los cambios súbitos y
mudanzas de regiones porque pueden resultar aires contrarios por lo que sería
perjudicial. En este sentido caben diferentes interpretaciones no tanto
relacionados con el aire sino con otros elementos atmosféricos que antiguamente
no eran conocidos, como la presión atmosférica y
la altura y que ambas están relacionadas con la salud.
Efectivamente, determinados cambios
repentinos de regiones hace que si nos trasladamos a zona con determinada
altura, sin previa adaptación, sintamos una serie de sintomatologías relacionadas con vómitos, mareos,
dolores de cabeza, problemas en la visión y náuseas, notando especialmente que
el aire de vuelve más denso por lo que tenemos más dificultades para respirar.
Habitualmente, los deportistas de montaña habían de realizar un periodo de
aclimatación a la altura para poder continuar sin que su rendimiento se viera
perjudicado. Por el contrario, una vez cubierto
este período, con la planificación de entrenamiento correspondiente sabemos que
podemos lograr un rendimiento superior al inicial debido a las adaptaciones.
Así pues, para lograr estos resultados, muchos deportistas de élite que
practican deportes con alto componente aeróbico realizan importantes períodos
en altura para mejorar el rendimiento y disminuir la fatiga gracias a la
ganancia de glóbulos rojos y la consecución mejora de transporte de oxígeno a
los músculos. Con respecto a la presión atmosférica, los cambios son más leves
y se relacionan con cierta sensación de hambre y mareo producido principalmente
con el cambio de una zona con una determinada altura a una zona a nivel del
mar. Ambos son elementos relacionados con efectos sobre la salud con los
cambios de ambiente. Podemos encontrar también sobre las cuestiones del aire y
la salud en el capítulo titulado “En
el cual se trata cómo se conocerá el ayre si es bueno. Y si el ayre se puede
podrecer”.
Dedica otros capítulos al resto de los
principales elementos como son la tierra en el capítulo XV, titulado “En
el cual se trata cual de los elementos es más necesario para la vida humana y
de su excelencia y virtud y donde particularmente se trata de la tierra al agua”
; en
el capítulo XVI titulado “De la grande excellencia del
agua, y de sus marauillosas virtudes” , donde hace un repaso por la
importancia y grandeza de este elemento que es a todas las luces imprescindible
para vida de los seres vivos (López Férez y García
Novo, 1986); al fuego
en el capítulo XVII titulado “De la
admirable naturaleza del fuego y de sus levantados y casi divinos efectos”
; y a la tierra en el capítulo XVIII denominado “En el cual se
trata cual sea la parte principal de la tierra, le mejor y más saludable, y si
la región o clima produce los buenos ingenio”.
En la actualidad, nadie discute que los
factores ambientales determinan en gran medida el tipo de vida que lleva un
individuo, y por consiguiente su propio devenir y el de su salud. Partiendo
desde la infancia de un niño en sus primeros años de edad hasta el tipo de vida
llevada a cabo en la senectud,
se diferencian en numerosas ocasiones el desarrollo de patrones patológicos por
el clima, desequilibrios mentales o posteriores enfermedades. El ambiente en
que se desarrolla un niño en las primeras etapas determina en buena medida su carácter, modo de afrontar
los problemas en el futuro, la estabilidad familiar o el equilibrio emocional.
En posteriores etapas, el ambiente es imprescindible para el desarrollo
intelectual, académico o profesional, siendo uno de los factores más valorados
en edades adultas a la hora de elegir una actividad profesional en la que
desarrollarse. Todo ello conforma el equilibrio, la salud no sólo psíquica, que es lo primero que
aparece como consecuencia,
sino posteriores problemas de salud que pueden desarrollarse con el paso del tiempo.
Por
último, en cuanto a la salud psíquica del individuo, esta es una cuestión que el médico andaluz también trata. Ahora que estas cuestiones son aceptadas por el común
general, hace unas décadas cuando se hablaba de salud se hacía referencia básicamente
a los aspectos físicos,
dejando de lado la parte psicoemocional. Para Blas Álvarez de Miraval, los
estados de ánimo y otro tipo de cuestiones que tienen que ver con lo que hoy
denominaríamos factores psíquicos, psicológicos y afectivos son la culminación de un “círculo perfecto” que llamamos
salud. La diferencia con otros autores
es que el concepto de salud no tiene sentido si no es desde la concepción
integral, donde no puede existir ese dualismo entre cuerpo y mente por
separado. Hasta el momento, anteriores autores diferenciaban entre una parte y
otra para hablar de salud, siendo el foco principal el tratamiento de cuestiones relacionadas
únicamente con la parte física. Inclusive, posteriores autores a Miraval, como es el caso de René Descartes inciden en separar
cuerpo
y mente. Es por
ello que para nuestro autor cuestiones relacionadas con los estados de ánimo, las
virtudes cardinales, la felicidad o inclusive temas relacionadas con el alma
son parte fundamental para entender el concepto integral de salud en el ser humano.
Sin ir más lejos, el concepto de
felicidad, la consecución de la misma, la percepción que uno tiene de sí mismo,
está muy ligada con dicha estabilidad emocional. De algún modo, la complejidad
del mundo interior emocional del individuo era una cuestión muy a tener en
cuenta ya desde tiempos de Hipócrates y que sin ella, el círculo de la completa
salud no se puede cerrar por más que el individuo goce de una excepcional salud física. La conocida
máxima del poeta Juvenal de
“mens
sana in corpore sano”
deja muy claro la necesidad de la misma.
En la actualidad, numerosos
autores hablan de la importancia de los biorritmos y la necesidad de una
estabilidad emocional como clave para la consecución y mantenimiento de la
felicidad teniendo en cuenta la fluctuante sociedad moderna. Al tema le dedica nuestro autor el capítulo LXXI titulado “En
el cual se trata cómo para vivir vida
más dichosa y para más felices successos en las cosas grandes y difficultosas,
son de más importancia las fuerças del ánimo que las del cuerpo”.
En este caso, si bien es cierto que las
fuerzas del cuerpo son muy importantes,
las del ánimo lo son más, y ello hasta el punto de afectar de igual modo a la
salud. Por eso el principal oponente es el propio individuo que ha de luchar
contra su propia en naturaleza, ya que el ánimo reside en la mayoría de los
casos en la mente de cada uno. Son, en la mayoría de las ocasiones, las
virtudes cardinales a las que Miraval hace mención, en especial a la prudencia.
Según el autor, la persona que es prudente tiende a equivocarse en menos ocasiones
y por tanto a lamentarse menos, lo que le ayudará al logro de la felicidad, e
influirá directamente en la salud de quien la posee.
Sobre la templanza, el autor establece
que es una de esas virtudes necesarias si se quiere alcanzar una salud plena y
así lo recoge en el capítulo LVII titulado
“En el cual se
trata como la templanza en todas las cosas hace la vida más dichosa y más
larga”. Para Miraval, la templanza está
íntimamente ligada con otras virtudes, especialmente la moderación y la razón, tanto en cuestiones del
cuerpo como del alma. Por el contrario, dedica sus esfuerzos en argumentar como
los pecados capitales, en especial la envidia y como la mala conciencia impiden
alcanzar la salud.
El médico
andaluz valora también las cuestiones de fe como un aspecto que afecta a la
salud. La explicación de su planteamiento se encuentra, como ya apuntamos al
principio de nuestro estudio, en la dificultad que supone para él separar su
doble formación de médico y teólogo.
Para el médico carmonense, el cuerpo no deja
de ser un medio temporal del alma que se caracteriza por ser limitado e
imperfecto dentro de la grandiosidad que de por sí tiene. Es considerado la
“casa” del alma en vida terrenal, donde el hombre a través de ella va a sufrir
infinidad de calamidades y miserias. Esta idea difiere ligeramente, al menos en
parte, de las diferentes visiones que hay respecto a este tema en la
actualidad. Por un lado continúan las concepciones cristianas que coinciden con
gran exactitud con las planteadas por Miraval, donde la muerte es un paso
imprescindible y necesario para la vida eterna y donde finalmente nos
despojamos del cuerpo; pero que difieren de aquellas planteadas por líneas de
concepción mucho más laicas, ateas y agnósticas que apuestan por una vida
pensada únicamente en presente y ligada a la vivencia meramente terrenal y
donde la muerte es el fin en sí mismo.
El
alma es sin duda alguna protagonista de esta obra hasta el punto de ser parte del título de la misma. Como ya hemos mencionado, la formación teológica de Miraval
va a trascender las barreras de la salud. No podemos entender una la salud como
concepto íntegro sin el equilibrio de la parte física pero también sin el
equilibrio del alma. Por ello engloba capítulos de este carácter. Sin embargo, estos no serán los únicos ya que
dentro de este bloque podemos hacer referencia a otros capítulos que hacen mención a la presencia
de los pecados (Cap. LVIII) como parte integrante de la salud, las
consecuencias de pecar o la presencia de Dios como creador de la vida y juez de nuestras decisiones que afectarán a
la salud del individuo. Podemos establecer una correlación entre el concepto
integrador de cuerpo y el alma según Miraval, ya
que en algunos capítulos define al cuerpo
como “glorificado” ( Cap. LXXVI y LXXVII), elevándolo de una categoría
meramente terrenal a una concepción mística, en contraposición a una idea mucho más humana,
más “tangible”, del cuerpo como algo perecedero. Dan fe de ello dos capítulos relacionados directamente con los sentidos del cuerpo. Por tanto, el
alma es considerada por nuestro
autor como un bien intangible, probablemente nuestro bien más preciado, donado por Dios que a modo de memoria va recogiendo
todo nuestro mundo interior. Lo define (Cap. LXXXVIIII)
como “de naturaleza tan noble e inmortal”
y que comparado en este caso con el cuerpo “habitado
en casa tan miserable y caediza”, por lo que sería necesario procurar la salud del cuerpo para que en
el tiempo que dure su hospedaje viva en él con mayor suavidad y sosiego.
La
presencia de Dios en este caso no es sólo para hacernos ver que ha sido el
creador y donante del alma de las personas si no que es quien ha dado la
potestad al hombre para cuidarla mientras que estemos en vida terrenal. Entiende Miraval que al
ser dueño y señor de la misma, cuando el hombre necesita de su curación, tanto del cuerpo como del alma, en primer lugar hemos de
acudir a él y después al médico, quien debe de tener en él un modelo al que
imitar. Lo refleja así en el Cap. LXXXXI.
No obstante, hemos de
saber que estamos en todo momento protegidos por el Creador ya que existe una figura a la que
apela nuestro autor que es la del ángel de la guarda quien no solamente nos
evitará de los peligros sino que tendrá una acción directa sobre las
enfermedades del cuerpo y el alma. (Cap. LXXXXI).
En definitiva podemos
considerar que para la búsqueda de la excelencia humana, la salud ha de ser un
hecho irrefutable. Cuerpo y alma son ambas parte de una unidad en la que el
alma juega un papel fundamental (Cap. LXIIl).
Existen otros capítulos donde se ensalza la importancia de esta como la parte
más noble y más poderosa que posee el hombre ( Cap. LXXXV) y como si alguna cosa, parte o
ente ha de
regirnos, esta ha
de ser el alma (Cap.
LXXXXII). Podemos resumir este capítulo con lo comentado hasta entonces, en
definitiva todas las teorías en este sentido girarán en busca de la salud
mediante la perfección y de hacer la vida terrenal más dichosa y feliz como un
paso previo a lo que será la vida eterna del alma (Cap. LXXXXIIII y Cap. lXXXXVIII).
CONCLUSIÓN
Como hemos podido comprobar, la obra que acabamos de
estudiar es un interesante tratado,
escrito por un importante intelectual humanista, médico y teólogo, profesor de
las Facultades de Medicina y Teología de la Universidad de Salamanca, y que se
integra por su contenido en la literatura higiénico médica de esta época,
conocida como los “regimina sanitatis”
o “regimientos de salud”, escritos
dirigidos por los médicos humanistas a la nobleza, al clero, y a la pudiente burguesía,
para facilitarles el mantenimiento de su salud.
En este ámbito se situarían otros tratados humanistas,
como es el caso de la obra de otro médico andaluz, Cristóbal Méndez, publicada
en 1553, en Sevilla, que aborda en su contenido los beneficios que se derivan
de una práctica física continuada, equilibrada y armónica. El De Arte Gimnástica, del italiano
Jerónimo Mercurial, publicado diecisiete años después del de Cristóbal Méndez,
es otro importante ejemplo de la literatura higiénico médica de esta época,
donde también se destaca el valor del
ejercicio corporal y su práctica como medio básico en el mantenimiento de la
salud.
Sin embargo, Álvarez de Miraval, trata de forma integral
el concepto de salud, atendiendo ya, quinientos años atrás, al planteamiento
actual que realiza la OMS cuando se refiere a la idea que debe de presidir sus
principios programáticos y de actuación. Además, el médico carmonense establece
un estrecho nexo de unión entre dos ideas consideradas a veces como
antagónicas, la salud física y la salud psíquica –para él, del cuerpo y del
alma-, cuando en realidad ambas conforman el fundamento del equilibrio
emocional del ser humano. Entendemos, pues, que esta
obra supone una importante aportación a la fundamentación histórico-filosófica
de las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, por lo que intentamos
rescatarla para darla a conocer entre los profesionales de nuestra disciplina.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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